(El Golpe) Cartas

Oct 07, 2008 17:26

Fandom: El golpe.
Pairing: Henry Gondorff/Johnny Hooker, insinuado.
Rating: G
Disclaimer: Ni los personajes ni la situación me pertenecen.
Notas: Dos puntos de vista de una escena que supongo recordarás: después de que Johnny "se rinda" ante el FBI, los dos juegan a las cartas en la habitación de Gondorff. Quise hacerlo un poco como homenaje a Paul, porque supongo que es lo mejor que puede hacer un actor, ¿no? Eso de inspirar con su trabajo y con sus personajes. Y su sonrisa inspira.

Henry juega a las cartas como si no hubiera nacido para otra cosa. Sus manos se mueven rápidas y confiadas, y Johnny no está muy seguro de si se las imagina acariciando levemente el papel cuando deja caer un as, como si le doliera un poco separarse de él. El ceño fruncido, sin dejar que le lean la expresión; los ojos, siempre demasiado azules, opacos y entrecerrados; la postura relajada. Podría pasarse horas mirándolo jugar.

No es que Johnny sea malo. No lo es, en absoluto. Uno de sus timos preferidos era el de las cartas, aunque no daba mucho dinero. Siempre ha sentido debilidad por ellas. Luther y él solían montar sus apuestas, y tenía que perder el primero porque Hooker era demasiado orgulloso incluso actuando. Le dolía en el alma fingir que tenía cartas malas. Recuerda decenas de noches de discusiones amistosas por eso. Recuerda decenas de noches de borrachera junto a Luther, casi siempre que salía mal una estafa, siempre que les apetecía alargar un poco más la noche -Hooker odiaba volver a su habitación de motel barato y notar en la piel esa sensación de estar aislado del mundo, solo; aburrido, borracho y solo-. Se quedaban en casa de Luther y Alva les llevaba algo que picar de vez en cuando. Jugaban hasta que no podían ver un full de copas sin echarse a reír. Si estaba demasiado borracho, solía pasar la noche en el sofá, y Alva le despertaba con café humeante y bollos. Eran buenos tiempos. Buena suerte, buena cerveza, buenas estafas y un buen amigo.

Aún no está muy seguro de poder llamar a este tipo que se sienta a su lado amigo.

Gondorff. Henry Gondorff, así se llama. Le gusta repetirlo mentalmente, como un mantra, mientras lo observa tirado en la cama, con su camiseta de tirantes pero sin quitarse el sombrero, un cigarrillo moviéndose en la comisura de sus labios, mirando las cartas pero centrado en la conversación. Cuando se ríe le vibra un poco el pecho y su voz algo ronca reverbera por todas partes, como algo que viene de otro lugar.

Johnny trata de asociar el nombre a su cara, como si en su nombre -Gondorff, Henry Gondorff- se escondiera su misterio, su secreto, y pudiera descubrirlo si lo repite mucho. Un tipo como él tiene que tener un misterio. Un rompecabezas que pueda resolver, que dé sentido a todos sus movimientos y le haga comprender por fin quién es, qué quiere, por qué acaricia de esa manera los ases, por qué está aquí jugando a las cartas con él.

No le hacen demasiada gracia los rompecabezas, en general. Le obligan a sentarse y pensar, y no es como planear una estrategia o decidir tirarse un farol, es más bien algo que tiene que observar e intuir, y la paciencia. Urgh. Él se pone nervioso y empieza a dar vueltas y se agobia, así que termina mirando el cielo nublado -ese puto cielo siempre nublado, como si quisiera ponerle más trabas, impedirle volar y ver el mundo que se ha ganado ver- y dejando esas cosas para otro día. Total, sólo es una estúpida adivinanza.

Pero Gondorff le intriga. Al principio creyó que lo tenía calado: uno de tantos viejos borrachos que una vez hicieron sonar la flauta y desde entonces viven del cuento. Pero hundió la cabeza en un barreño de agua fría y salió con el pelo chorreando y los ojos insondables de quien sabe y ha visto y esconde dentro algo mayor que él mismo. Mentiría si dijera que no le impresionó, esa mirada, que no cambió nada. Mentiría, si dijera que no le intrigó y lo decidió a descubrir qué, qué es exactamente lo que mueve a Henry Gondorff. Mentiría, si dijera que no le da un poco de miedo, eso de no tener ni idea.

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-No te pediría esto, ya lo sabes, si no fuera por Luther.

Estúpido crío, parece que todavía no haya aprendido nada. Ni que a él le importara una mierda la venganza. Luther murió haciendo lo que más le gustaba, murió feliz y tuvo hijos y fue un gran hombre que sabía cómo podía terminar. Nada le devolverá a la vida, y nada acabará con toda esa rabia que Johnny lleva dentro y con la que no tiene ni idea de qué hacer. Que mataría a Connegan, dice. Pues claro que lo haría. Lo mataría y luego se dejaría atrapar como un imbécil y echaría su vida a perder, como si no valiera nada y no lo tuviera todo por delante.

Le necesita, eso es bastante obvio, pero tal vez Henry se haya involucrado más de la cuenta. Una cosa es hacerse socios para planear un golpe, con un montón de pasta y el plus de humillación del imbécil de Connegan de por medio, y otra es ir llevándole de la manita y sacándole de los líos en que él mismo se mete. Que es exactamente lo que está haciendo ahora. Le ha buscado un guardaespaldas, por el amor de Dios.

Quizá ni siquiera pueda fiarse de él. Es un buen chaval, eso salta a la vista, pero si lo de anoche hubiera sido real y el FBI lo hubiese amenazado con ir a por Alva, Hooker no habría tenido muchas opciones.

Es demasiado noble para su propio bien. Y deja cabos sueltos por dondequiera que pasa. Es imprudente e impulsivo, demasiado nervioso, y no se está quieto un segundo. Flirtearía con una pared (y probablemente conseguiría lo que quisiera de ella, con esa sonrisa inocente y alguna frase estúpida como “son las dos de la mañana y no conozco a nadie”). Se cree muy mayor y trata de meterse en juegos de otros. Quiere que todos le presten atención todo el tiempo y guarda secretos por culpa de ese puto orgullo que algún día le matará.

-Nada va a compensar lo de Luther. La venganza es para los imbéciles. He estado en esto treinta años y nunca he conseguido ninguna.

Y sin embargo, Gondorff no puede dejar de sentirse responsable por él. Tiene que protegerle y enseñarle y tratar de meterle en esa dura cabecita suya que la vida no es un camino de rosas y que si lo rompes lo pagas y si no, pues seguramente también. Aunque no aprenda, aunque vaya a seguir siempre chocándose contra los muros que levantan otros. Es casi injusto, que exista alguien así, tan claro y tan joven y tan puro. Gondorff ya no está seguro de si piensa en él como un ahijado o un colega, o qué.

-¿Entonces por qué lo estás haciendo?

-Al parecer vale la pena, ¿no?

Hooker le mira desde la puerta un buen rato. Sus ojos bajan hasta los labios de Gondorff, como esperando que añada algo más. No lo hace. Sonríe, tratando de esconder más de lo que deja ver, la preocupación y las ganas de buscar algo que le haga sentir mejor. Si no has aprendido aún, chico, ya aprenderás.

Johnny sale con un “nos vemos” y una mirada incrédula, y Henry asiente en dirección a la puerta que se cierra, pensativo, aun sabiendo que ya no le puede ver. Que ya no está ahí, iluminando la habitación con los ojos y haciéndole pensar que el mundo aún puede merecer la pena, si hay gente que sonríe así.

deraka es una pseudorrubia asquerosa, el golpe a mi corazón, fanfic

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