El diario del futuro, desde el punto de vista de Tezuka.
Él abrió sus ojos por enésima vez. Era inútil seguir intentándolo.
El sol ya mostraba sus primeros rayos y su estómago le sugirió que era mejor levantarse. Se encaminó hacia la cocina tal y como había salido de la cama: con su pijama de lana puesta.
Su madre ya tenia listo el desayuno. Un enorme bostezo salió de su garganta. Empezó a comer con la esperanza de que todo aquello le ayudara a reponerse.
Había sido una noche pésima. Una más para ser exactos.
No acababa de comprender las razones, pero el hecho era que llevaba semanas con un terrible insomnio que amenazaba con quebrantar su salud.
Oishi le había aplicado un cuestionario completo acerca de las cosas que podrían preocuparlo.
Momoshiroh pensaba que era un caso de desnutrición, su capitán necesitaba comer más.
A Echizen le parecía increíble que alguien pudiera tener dificultades para dormir.
Y Fuji. Fuji simplemente lo miraba y sonreía.
- Típico - pensó mientras exhalaba un suspiro.
Afortunadamente era domingo y tenía el día libre. Decidió que saldría al centro comercial y vería los artículos más nuevos. Con suerte, encontraría alguna raqueta que le gustara.
Recogió la mesa y se dirigió a la ducha. Mientras enjuagaba los restos de jabón en su cuerpo recordó lo qué estarían haciendo sus compañeros.
Kaido se levantaría temprano y saldría a correr. Kikumaru estaba ansioso por jugar los nuevos videojuegos que sus hermanos habían adquirido. Inui iría a Kanagawa a encontrarse con su amigo Yanagi. Kawamura trabajaría todo el día con su padre.
Salió del baño y se dirigió al closet. Sin pensarlo demasiado eligió su ropa y comenzó a vestirse.
- Yo lo único que deseaba era dormir.
Antes de salir miró por la ventana. Era un hermoso día.
- No está muy lejos. Iré caminando.
Tomó una pequeña mochila, metió sus llaves y su cartera, la cargó en su espalda y salió.
Al llegar a los almacenes se sumergió en los artículos que éstos tenían a la venta, así que pronto se encontraba muy entretenido. El tiempo transcurrió rápidamente y cuando se dio cuenta, el sol ya se estaba poniendo.
Prácticamente había recorrido todas las tiendas, sin embargo aún quedaban dos en el fondo a las que no había entrado. Primero fue a la tienda de takoyaki y compro una ración para su abuelo. Luego se dirigió al último comercio.
La tienda lucía un tanto extraña. Al entrar, el aroma del incienso y el sonido de una dulce melodía lo envolvieron. El murmullo del exterior desapareció completamente. Sin embargo aún no podía ver a nadie. Entonces, detrás del mostrador se abrió una enorme cortina roja.
- Bienvenido.
- Buenas tardes.
Tezuka observó a aquella mujer. Parecía un poco mayor, tal vez de unos cuarenta años. Vestía una blusa de manga larga color blanco, sobre la cual se posaba un chaleco color negro con bordados de flores en color rojo. Una falda amplia, larga y también de color negro cerraba el conjunto.
-¿En qué puedo ayudarle? - preguntó la mujer observándolo con curiosidad.
-Solo miraba. Tiene usted una tienda muy singular.
La mujer rió un poco.
-Sí, tal vez demasiado singular.
Tezuka dio vuelta y examinó con detenimiento el lugar. La decoración completa oscilaba entre diferentes tonos de rojo. La luz era suave, interrumpida por una gran cantidad de sombras que provenían de los objetos colocados en la pared y el techo del lugar. Lámparas, percheros, mesas, bolsas de mano, chalinas, extraños zapatos, figuras de diferentes deidades, alfombras… era difícil concentrarse en un solo objeto.
Al girar de nuevo su vista al mostrador, unas cajas de terciopelo negro llamaron su atención.
-¿Podría mostrármela?
-¿En busca de un regalo?
-No, es para mí.
En seguida le acercó un espejo ovalado y le entrego el artículo.
-¿Qué te parece?
Tezuka toco el objeto en su pecho.
-¿Qué tipo de piedra es?
-Topacio.
-Me agrada, me la llevare.
La mujer sacó de debajo del mostrador una bolsa de color rojo y depositó dentro de ella la pequeña cruz azul y su cadena.
-Creo que es todo, debo regresar pronto.
-Y dormir.
-¿Perdón?
La mujer volvió a sonreír y señaló el espejo. Tezuka miró en él y advirtió las enormes ojeras que rodeaban sus ojos. Estaba realmente avergonzado. Tal vez la mujer pensaría que se la pasaba de fiesta noche tras noche.
-Creo que puedo ayudarte.
La mujer metió nuevamente la mano dentro del mostrador y esta vez sacó una pequeña lata redonda de color blanco.
Tezuka la tomó y la sacudió un poco.
-¿Qué es esto?
-Te ayudarán a conseguir lo que tanto deseas: dormir.
Tezuka abrió la lata y encontró siete pastillas de color rosa pálido. Las acercó a su nariz y pudo percibir un exquisito olor a fresas.
-¿Cómo podrá esto ayudarme?
-¡Eres escéptico!-exclamó la mujer con un tono monótono -¿No crees que todas esas noches en vela no valen la pena como para intentarlo? Mira, el negocio no marcha muy bien en estos días y no quiero perder un cliente más, así que en agradecimiento por tu compra te las obsequiaré. Pero debes prometerme que las usarás. No temas, no te harán ningún daño.
Tezuka no podía dejar de mirar a aquella mujer. Se habían conocido hacía unos minutos y ya le estaba pidiendo una promesa. ¿Quién se creía? Pero en el fondo, sabía que por muy temprano que regresara a casa y se metiera en su cama con el firme propósito de descansar, no lo lograría. Sabía que otra noche larga y agotadora era lo único que le esperaba. Él daría cualquier cosa porque aquello terminara.
-Bien, lo haré.
-Suerte… y dulces sueños.
-Gracias.
Tezuka salió de la tienda mirando la pequeña lata en sus manos. Había oscurecido, el viento era frio y los copos de nieve golpeaban su cara. Se encamino rápidamente a la estación.
Al llegar a casa y ya en su habitación se deshizo rápidamente de toda su ropa, se puso su pijama de lana y se calzó unas mullidas pantuflas. Después de programar el reloj despertador, permaneció unos minutos sentado en el borde de la cama. Abrió la lata otra vez. Su aroma ahora le parecía más fuerte, casi hipnotizante.
-Creo que la falta de sueño esta dañando mi juicio.
Tomó una pastilla y la tragó junto con toda el agua que había servido en un vaso. Aunque la pastilla sólo había permanecido unos segundos en su boca, el sabor a fresa era grandioso, tan relajante…
Se metió en la cama.
- No deberías... no mas...
Su vista se nublaba, sus sentidos se perdían, sus ojos se cerraban, no permanecía más despierto.
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La noche había llegado a su fin. Lo sabía porque, aun permaneciendo con los ojos cerrados, la luz proveniente del balcón podía ser percibida. Había sido una noche maravillosa, toda ella llena de nada más que un profundo y reparador sueño. Una suave brisa tocó sus mejillas.
-¡Volví a dejar el ventanal abierto!
Muy a su pesar, abrió lentamente los ojos y su vista topó con un matiz totalmente azul. Parpadeo varias veces. Abrió más los ojos y entonces pudo ver claramente que aquello era el inmenso cielo.
-¿De verdad no quieres?
Tezuka giró rápidamente la cabeza al escuchar aquella voz.
-No.
Estaba dentro de un autobús. La ventana semi abierta dejaba entrar el aire. En el asiento frente a el se encontraban Kikumaru y Fuji, quien sostenía una botella en la mano.
-¿Qué dice el servicio meteorológico?
Con un par de movimientos, Fuji consultó en el internet el estado del clima.
-Lo siento, no hay cambios. El calor continuará.
-¡Maldición!
-Anda, bébelo.
Kikumaru miró por un segundo la botella. Era milk tea, su preferido. Fuji lo conocía bien.
-Gracias.
Fuji asintió y volvió a lo que le ocupaba en la computadora.
Tezuka observaba la escena. Kikumaru tomaba un par de tragos sin apartar la vista del camino. Fuji miraba con atención la computadora que yacía sobre sus piernas, al mismo tiempo que tecleaba hábilmente.
Frotó sus ojos. Nada de esto tenía sentido.
-¿Otro más?
Kikumaru negó con la cabeza.
-¿Tienes hambre?
Kikumaru volvió a negar.
-Si estás cansado puedes dormir un poco.
-No, estoy bien mamá.
-No te burlarías si te hubieras visto.
-¿Tan malo fue?
-Sí, realmente me asustaste. Tu cuerpo estaba tieso como una tabla y tus ojos en blanco.
-Sólo fue un desmayo.
-Nunca había visto un desmayo como ése, más bien parecía un ataque de epilepsia o algo así.
-El doctor me revisó, lo sabes. Tenía la presión muy baja y además una insolación.
-Tu madre estaba furiosa conmigo por haberte llevado a dar aquel paseo. ¿Por qué nunca me dijiste que el calor te afectaba tanto?
-Porque sólo había sucedido una vez cuando era pequeño. Ni siquiera lo recuerdo, así que no le di importancia.
-Como sea, haré lo necesario para no volver a ver algo como eso.
-De todos modos la pasamos bien, ¿eh?
-Muy bien, de hecho.
Tezuka permanecía en silencio. Todo lo que se decía en aquella conversación le era totalmente desconocido. No era un secreto para nadie que Fuji y Kikumaru eran muy buenos amigos y Tezuka no podía evitar sentir curiosidad al respecto. Sin embargo, muy pocas veces llegaban hasta sus oídos los detalles de sus salidas. Era realmente extraño que ahora hablaran con tanta soltura delante de él.
-Mira, ¿qué te parece?
Kikumaru echó un vistazo a la computadora.
-Se ven genial. ¿Pero, para que las tomaste?
-El señor Inue esta elaborando un reportaje especial para Gekkan Pro Tennis y me pidió ayuda con las fotografías y algunas entrevistas.
-Pensaba que ya habían hecho uno antes.
-Es verdad. Pero esta vez el tema principal no será el tenis, si no la vida escolar de las diferentes escuelas del país.
-Oh, vaya. Bueno si hay alguien que sabe sobre actividades escolares es el presidente del consejo estudiantil. Definitivamente una entrevista con Tezuka seria...
-No, el no.
La voz de Fuji era peligrosamente cruda.
-¿Por qué no?
-Es suficiente con lo que debo aguantar durante el tiempo que estamos juntos en el equipo.
-No debería ser de esa manera.
-Pero lo es.
-Fujiko...
A pesar del intenso calor, Tezuka sintió claramente como un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo entero.
-¿Por que le resulto tan repulsivo?
Tezuka se había hecho una y otra vez la misma pregunta.
Después de algunos segundos, Kikumaru retomó el tema.
-Discúlpame, no quise molestarte.
-Nunca lo haces. Éste es mi problema y tú no debes pagar las consecuencias.
-Si te refieres a que gracias a tu "problema" podemos escaparnos de vez en cuando de los entrenamientos, entonces deberías tener más problemas.
Al ver la cálida sonrisa dibujada en el rostro de Kikumaru, Fuji no pudo hacer otra cosa más que regresar aquel gesto de amabilidad.
-Me esforzaré.
Y ahí estaban otra vez. Tan amigos como siempre. Aunque los desacuerdos surgieran entre ellos, las cosas nunca pasaban a más. ¿Por qué no podía ser igual con él? Sabía que Kikumaru era un tipo de buen corazón, pero a veces simplemente no podía reprimir sus sentimientos negativos.
-Siempre es lo mismo. En verdad no logro entenderte... Además, ¿qué estoy haciendo aquí? No recuerdo nada sobre esta mañana…
Los minutos pasaban en silencio. Kikumaru se concentraba en el paisaje y Fuji estaba absorto ordenando las fotografías en la computadora.
Por más que lo pensaba, Tezuka no encontraba otra solución. Tendría que preguntar. Se sujetó al respaldo y lentamente se inclino hacia adelante.
-Fuji, ¿donde esta el resto del equipo?
Silencio.
-¿Kikimaru?
Ninguna respuesta.
Tezuka estaba a punto de insistir, cuando sus ojos advirtieron algo que heló su sangre: mas adelante de los chicos, una joven mujer retocaba su maquillaje sosteniendo un espejo. En el espejo se reflejaba el interior del autobús incluyendo a Fuji y Kikumaru, pero no a su propia figura.