Segunda parte del segundo capitulo (era demasiado largo para una sola entrada).
-¿Podemos pasar?
-Lamento mucho venir a molestar.
-No te preocupes, estoy segura que él comprenderá. ¿Que tal los exámenes?
-Bueno, en las materias que soy malo las cosas se me complican.
-Entiendo. Al menos este periodo ya termino. Abre por favor.
-No responde...
-Debe estar agotado, toda la semana estudio hasta tarde. Vamos a entrar.
Suavemente la puerta se abrió.
-Hijo, te buscan.
Una voz familiar seguida de una suave sacudida, lo hicieron abrir los ojos. Poco a poco se incorporo. Su madre venia acompañada.
-Oishi, ¿que haces aquí a esta hora?
-Es casi medio día...
Oishi lo miraba confundido. Se froto la frente con la mano izquierda.
-Madre, lo siento. Prometí que te ayudaría.
-Esta bien. Los dejo para que hablen.
-Gracias.
La puerta se cerró.
-¿Que pasa?
-Necesito que vengas conmigo.
-No has contestado mi pregunta.
Oishi titubeo.
-Se trata de Fuji. Necesito que me acompañes al hospital.
Tezuka no necesito escuchar más. Se metió al baño y comenzó a prepararse para salir.
-¿Porque no me llamaste temprano?
-Lo hice, pero nadie contestaba. Tu madre dijo que solo tu y ella estaban en casa. Tú dormías y ella estaba afuera en el jardín, así que no escucharon el teléfono.
Tezuka se sentía molesto. Había prometido a su madre que le ayudaría en el jardín, pero se había quedado dormido y ella había tenido que hacer el trabajo sola.
-Creí que tenías problemas de insomnio.
-Ayer por fin pude conciliar el sueño.
-¿Cómo lo lograste? ¡No me digas que estás ingiriendo medicamentos sin consultar a un medico!
-No… no precisamente.
-¿Qué significa eso?
-Tal vez algo que comí me relajó lo suficiente.
Oishi no se tragaba ese cuento, pero no insistió. Tezuka aprovechó la oportunidad para cambiar de tema.
-¿Que le sucede a Fuji? ¿Esta enfermo?
Oishi negó con la cabeza.
-Tuvo un accidente anoche.
Las cejas de Tezuka se contrajeron.
-¿Como es posible? ¿Los padres de Kikumaru les permiten salir hasta tarde?
-No estaba con Eiji.
-Pensé que pasarían juntos el fin de semana.
-Yo también.
El taxi se detuvo frente al semáforo rojo.
Las calles se vestían totalmente de blanco, seguramente había nevado toda la noche. La cabeza de Tezuka daba vueltas. Poco a poco, imágenes difusas regresaron a su mente.
-Fue tan real...
-¿Qué?
-Nada. ¿Quien te aviso?
-Eiji. El personal del hospital lo contacto porque entre las cosas de Fuji encontraron su número.
-¿Quieres decir que Fuji estaba inconsciente?
Oishi asintió. Era evidente que trataba de disimular su angustia, pero el gesto rígido en su cara lo delataba.
El semáforo cambió al verde y el taxista pisó el acelerador.
-Le agradezco mucho.
Inclinándose, Kikumaru abandonó el consultorio. Sus manos sostenían un par de documentos.
Afuera, una chica lo esperaba. Se dirigieron a la sala de espera donde ella se puso cómoda en un sillón, mientras Kikumaru permanecía recargado en la pared.
-¿Qué te ha dicho?
-Debemos esperar a los demás.
Ante la negativa, la muchacha soltó un resoplido de impaciencia.
-¡Eiji!
Desde el otro lado de la sala, Oishi agitaba su mano. Con largos pasos, Kikumaru se encaminó a el.
-¡Qué bueno que han llegado!
-Perdón por la espera.
-¿Le has avisado a su familia?
-Si, capitán. Ellos no estaban en Tokio pero ya vienen para acá. ¡Además hay buenas noticias! El medico dice que es solo cuestión de horas para que Fuji recupere la conciencia.
-¿Podemos verlo?
-Tendremos que esperar hasta la hora de visita.
-¿A que hora será?
-A las nueve de la noche. No se ustedes pero a mi no me importa esperar. ¡Definitivamente no me iré sin ver a Fujiko!
-Eiji, baja la voz.
-¡Oishi, no me regañes! ¡No ves que Fuji casi no la cuenta! ¿Que hubiera hecho sin mi mejor amigo? Yo...
-Me da mucho gusto conocerlos.
La atención de los tres tenistas se volcó hacia la figura de la chica que, sin empacho alguno, había interrumpido y hecho a un lado a Kikumaru.
-Mi nombre es Miyawaki Sanae.
Tezuka y Oishi la miraban intrigados.
-Soy la novia de Syuusuke.
-¡Oh! Disculpa, soy Oishi.
Oishi procuro sonreir mientras estrechaba la mano de la niña.
-Mi nombre es Tezuka. Mucho gusto.
Tezuka hizo una marcada reverencia.
-Le agradecemos que esté al pendiente de la salud de nuestro compañero.
-No, al contrario. Me da muchísimo gusto conocerlos y confirmar que Syuusuke no miente cuando dice que no tiene uno, sino varios hermanos.
A Tezuka le pareció anormal ese comentario. Todos sabían que para Fuji su hermano era único.
-Por lo que acabo de escuchar, la situación no es grave. De todos modos, esperaré hasta la hora de visita.
-Uno de nosotros también debe permanecer aquí.
-Yo iré a comprar los medicamentos.
Kikumaru le mostro a Tezuka las recetas medicas.
-¿Cuándo debe empezar a tomarlos?
-Cuando despierte.
-Entonces será mejor que yo me encargue. Quédate con la señorita Miyawaki.
Kikumaru frunció el ceño en señal de protesta, pero Tezuka lo ignoró.
-Oishi, ve a la escuela y habla con Inui. El hará el resto.
Oishi asintió.
Dicho esto, cada uno se dirigió en distintas direcciones.
Tezuka miraba con atención el ir y venir de las enfermeras. Era su única distracción. Una vez que hubo comprado los medicamentos en la farmacia del hospital y regresado a la sala de espera, se dispuso a pasar una larga tarde.
Sanae le había preguntado muchas cosas sobre él mismo, sobre el club, pero sobre todo de Fuji. No cabía duda que le interesaba. Qué lástima que no pudiera ayudarla en mucho. Porque si Fuji fuera por ejemplo un kanji, sería uno de esos de tal complejidad, que ni siquiera el sabía como leer. Al final la chica había caído dormida, víctima del cansancio. Aunque al principio se negaba, la convenció para que regresara a su casa.
Después Oishi y Kikumaru habían salido a comprar unas hamburguesas. Desde entonces habían pasado casi treinta minutos y pronto sería la hora de visita.
-¿Señor?
Tezuka se puso de pie.
-Ya puede pasar a ver al paciente. Por favor, sígame.
La enfermera caminaba deprisa. Cada vez que se acercaban a una habitación, Tezuka se preguntaba si sería la que buscaban. Finalmente, hicieron alto en el fondo de un silencioso corredor.
-Es aquí.
Tezuka tragó saliva y giró la perilla. Se acerco con cautela. Se sentía angustiado ante lo que vería. Para su sorpresa Fuji se lucia mucho mejor de lo que imaginaba. Estaba cubierto hasta el pecho y sólo su brazo derecho salía de entre las sabanas.
Alrededor había un par de monitores y máquinas emitiendo sonidos curiosos. La enfermera comenzó a tomar varios datos.
-No intente entender a las máquinas, eso no ayudara a su amigo.
Tezuka apartó los ojos de los monitores. La enfermera había terminado sus labores.
-Hable con él. Es muy probable que pueda escucharlo.
-Eso no es fácil.
-No necesita una conversación compleja. Unas palabras sencillas bastarán para reconfortarlo.
-No soy bueno con las palabras. No como él.
-Parece que lo conoce muy bien.
-Solo lo necesario.
-Bien, me retiro. Si necesita ayuda sólo presione el botón. Estamos a sus órdenes.
Tezuka miraba con detenimiento a Fuji.
-Si no fuera por el respirador y la aguja en tu brazo, yo podría decir que sólo estás durmiendo, como en ese raro sueño...
Pero recordando más claramente, se dio cuenta que entonces no había podido contemplar con detalle ese rostro.
-Me recuerdas a los ángeles.
Tezuka sonreía para sí mismo.
-Me alegro que no te pasara nada grave.
Mientras más lo admiraba, más deseaba poder tocarlo. Sin que supiera cuándo, ese deseo llevó a su mano a posarse sobre el hombro desnudo del genio.
Sus dedos recorrían con delicadeza la cálida piel. No se habría detenido si no hubiera sido porque la sábana se cruzó en su camino. Por un momento dudó y luego, con un movimiento suave, descubrió al muchacho hasta el vientre.
Entonces sintió cómo la rabia se apoderaba de él: Fuji tenía el costado y el brazo izquierdo sumamente golpeados. Su piel era de un color rojo oscuro, casi verde, a causa de los coágulos de sangre. Las partes más laceradas del brazo estaban cubiertas por gasas y sus costillas envueltas en vendajes.
-¿Quién te hizo esto? ¿Quién estaba contigo?
Tezuka sentía un tremendo ardor en los ojos, sabía que debía controlarse.
La hora de visita había terminado. Tezuka había pasado los últimos minutos caminado en círculos, recobrando la cordura. Estaba listo para salir cuando tras él, escuchó un ruido. Regresó corriendo al lado de la cama: Fuji había despertado. Tosía con fuerza, parecía que se ahogaba.
Tezuka presionó el botón que estaba sobre la cabecera de la cama. Enseguida la enfermera se presentó y comenzó a auxiliarlo.
-Estará bien, es sólo una reacción natural ante el respirador.
-No, ahora está dormido. No hay problema. Nos vemos.
Durante las primeras horas del martes, Fuji fue dado de alta. Su familia había tenido problemas para encontrar un vuelo libre desde Hawai, así que tardaría un día más.
Por su parte, Tezuka se negó rotundamente a dejar a Fuji en manos de Kikumaru. En lugar de ello, pidió permiso a su padre para quedarse en su casa y cuidarlo. También hizo uso de los privilegios que su posición como presidente del consejo estudiantil y capitán le daban en la escuela para ausentarse de clases.
Fuji le dijo que podía tomar la comida que deseara y usar la televisión o tomar cualquier libro del estudio. De esa manera podría esperar a los demás regulares sin aburrirse demasiado.
Después de varias horas leyendo, su vista le pidió un receso. Tezuka salió al jardín. Era muy diferente al suyo, pequeño y de estilo occidental. Aun así brindaba una enorme tranquilad. No había tenido oportunidad de hablar con Fuji y tenia tantas cosas que preguntar. Debía ser paciente, lo sabia. Por el momento el reposo era esencial para su compañero.
De regreso en el interior, Tezuka subió al segundo piso. En silencio entro en la tercera habitación del pasillo. Fuji seguía durmiendo en gran parte por la influencia de los medicamentos. Tezuka se vio tentado a despertarlo y ofrecerle algún alimento, pero al final prefirió no molestarlo.
Dispuesto a continuar con su lectura, volvió a la silla que había ocupado antes. No habían pasado ni cinco minutos cuando el sonido de un crujido lo interrumpió. Tezuka se quedo mirando el armario. El sonido se repitió, esta vez más estrepitoso.
Tezuka hizo a un lado el portafolios de Fuji y abrió el armario. Si no hubiera reaccionado rápido, un mundo de cosas le habría caído encima. A sus pies había una decena de bolas de billar, cajas, ropa y un montón de más artilugios. Por suerte Fuji no había escuchado nada. Tezuka soltó un suspiro y empezó a recoger.
Apareció entonces un detalle inesperado: las viejas raquetas de Fuji. Por el tamaño Tezuka dedujo que se trataban de todas las que había tenido desde que empezó a jugar, cuando todavía era un niño. La verdad nunca imagino que Fuji atesorara tanto los recuerdos relacionados con el tenis. Sin embargo había una que perecía no ser suya, la talla era demasiado grande para su estatura. Seguramente pertenecía a Yuta.
Tezuka recordó un pequeño truco que su abuelo le había enseñado para cuando necesitara medir alguna longitud y no contara con el instrumento apropiado para hacerlo: debía extender el dedo índice y el pulgar y recorrer el objeto cuantas veces fuera necesario. La distancia entre ambos dedos era de quince centímetros, así que al final solo debía multiplicar el número de veces por quince y entonces tendría la longitud.
Tezuka probó con la raqueta. De hecho también era un poco grande para Yuta y... era exactamente de su talla.
Esto no le gustaba. Abrió la funda. Dentro había una raqueta nueva color blanco y una hoja.
-No puede ser...