- Déjame ver si lo he entendido bien.
La noche había pasado muy lentamente mientras trazaba un plan disparatado tras otro. Poco antes del amanecer había renunciado a intentar dormir y había salido a pasear por la ciudad. Incluso a esas horas en Minas Tirith hay gente yendo de un lado a otro, pero al menos puedes caminar sin chocar con nadie. Incluso caminar durante un rato sin cruzarte más que con algún otro guardia.
Para la hora del desayuno tenía un plan. Un plan absurdo y al que nadie que nos conociese daría el más mínimo crédito, pero un plan al fin y al cabo. Dado que el tiempo no me sobraba había ignorado la temprano de la hora y había ido a ver a Eowyn en sus habitaciones en las Casas de la Curación. La había encontrado desayunando con Faramir en un pequeño comedor junto a los jardines, y aunque explicar la situación delante del Senescal me resultaba violento lo cierto era que su ayuda no me vendría mal, así que en cuestión de minutos los había puesto en antecedentes.
No de todo, por supuesto. En aras de mantener la paz familiar no parecía prudente que Faramir conociese los detalles de mis encuentros con su prima. Aún así, convencerlo para que nos ayudase no había sido fácil. Finalmente, entre Eowyn y yo habíamos conseguido convencerlo y ahora ellos habían sacado a Lothiriel de casa y yo esperaba de pie en el estudio de su padre mientras el príncipe de Dol Amroth me atravesaba con la mirada.
- Quieres que mi hija se vaya contigo a Rohan,- puesto que no parecía esperar respuesta, asentí en silencio-. Para que haga compañía a Eowyn y así tu hermana no se sienta sola cuando vuelva a Gondor y sea la nueva princesa de Ithilien.
De nuevo asentí con la cabeza. Al oírla en boca de Imrahil la idea parecía incluso más endeble que cuando se la había explicado a Eowyn y Faramir, pero ya no había vuelta atrás.
- Y por supuesto esa sería una muy buena idea, si no fuera porque van a vivir a varios días de viaje de distancia. Sin duda la amistad de Lothiriel hará que Eowyn se sienta mucho menos sola. Espléndida idea. ¿Vas a explicarme qué demonios pasa aquí?- preguntó después de una pausa.
La mirada ceñuda de Imrahil hizo que de pronto volviera a sentirme como cuando Theodred y yo éramos poco más que unos chiquillos y acabábamos de pie en el estudio de Theoden después de alguna travesura especialmente escandalosa. Sin duda, si mi primo me viera ahora estaría riendo a carcajadas. Claro que si mi primo estuviera vivo yo no tendría este problema, para empezar. Y yo ya no era un niño al que hubieran atrapado en falta, así que tomé aire y miré a Imrahil a los ojos.
- Me gustaría tener la oportunidad de pasar más tiempo con tu hija. Creo… - hice una pausa y empecé de nuevo-. Quiero a Lothiriel a mi lado en el trono de Rohan, pero no me parece justo pedírselo sin darle más tiempo para conocerme.
La cara de asombro del hombre no tenía precio. Durante un momento pareció incapaz de pronunciar palabra. Luego suspiró, se dejó caer contra el respaldo de su silla y me hizo una seña para que me sentase.
- No voy a preguntarte cómo ni dónde has conocido a mi hija, Eomer, Conociéndola como la conozco no estoy segura de querer enterarme, pero necesito saber que estás seguro de lo que haces, porque si acabas haciéndole daño a mi pequeña tendré que matarte,- se encogió de hombros con aire engañosamente despreocupado-. Sin duda eso acabaría causando tensiones entre Gondor y Rohan y no me gustaría ser responsable de la ruptura de una alianza que nos ha convenido a todos durante tanto tiempo.
Se oyó un golpe en la puerta y una mujer mayor entró llevando una bandeja con una jarra de vino y dos copas. Por lo descripción que Lothiriel había hecho de ella la noche anterior reconocí al ama de llaves de Imrahil y me pregunté cuánto habría escuchado antes de entrar.
- Gracias, Hannaeth, eso es todo,- la despidió el príncipe en cuanto dejó la bandeja sobre la mesa.
Imrahil sirvió dos copas de vino y me tendió una mientras esperábamos a que el ama de llaves abandonase la habitación. En cuanto la puerta se cerró tras ella, el príncipe de Dol Amroth arqueó una ceja, invitándome a seguir la conversación donde la habíamos dejado.
- No estaría aquí si no estuviera seguro, Imrahil. Valoro demasiado tu amistad como para jugar con los sentimientos de Lothiriel.
Me llevé la copa a los labios y di un sorbo, no demasiado seguido de cómo continuar.
- Verás, yo… siempre pensé que Thedred sería rey después de Theoden. Esa responsabilidad es algo que no esperaba ni deseaba y ahora mismo me parece más una carga que algo deseable, si he de serte sincero, pero la idea de afrontarla con Lothiriel al lado hace que al menos parezca tolerable.
Ni siquiera a Eowyn le había dicho lo que sentía ante la perspectiva de asumir el trono de Theoden en el castillo, y suponía casi un alivio decirlo en alto.
- Eres un buen hombre, Eomer. Lo harás bien,- ni siquiera me había dado cuenta de que Imrahil había abandonado su asiento hasta que apoyó la mano en mi hombro-. Y no se me ocurre nadie con quien prefiriese ver casada a Lothiriel, pero dime una cosa ¿has hablado de esto con ella?
- No, todavía no. Quería hablar contigo primero y asegurarme de que no ibas a oponerte.
- ¿Me lo has preguntado a mí antes que a ella?- el príncipe de Dol Amroth me miró arqueando una ceja y cuando asentí con la cabeza estalló en carcajadas-. Buena suerte, amigo mío,- dijo cuando por fin pudo contener la risa.
Sin saber muy bien cómo me encontré en la calle con el aviso de que no hacía falta que Lothiriel volviese a casa hasta última hora de la tarde, una extensión a cenar extensible a Eowyn y Faramir, las carcajadas de Imrahil resonando todavía en mis oídos y la preocupante sensación de estar perdiéndome algo importante. No era un experto en las costumbres de Gondor, pero hasta donde yo las conocía no resultaban tan distintas a las de Rohan. Y en Rohan cuando un hombre quiere casarse habla antes con el padre de la novia. Especialmente si su futuro suegro es también un buen amigo. Aunque vista la reacción de Imrahil tal vez fuera una buena idea que me callase aquel detalle al hablar con Lothiriel.
Todavía era temprano para ir al encuentro de Faramir, así que volví a mi alojamiento e hice un esfuerzo par concentrarme en los documentos que esperaban sobre mi mesa. Por alguna misteriosa razón la pila de documentos, cartas e informes que requerían mi atención no parecía disminuir, sin que importase el tiempo que pasase sentado frente a ellos.
Aquella mañana, para empeorar las cosas, mi atención tendía a desviarse hacia cierta pequeña morena que e empeñaba en tomar mis pensamientos al asalto. Para mi sorpresa, sin embargo, cuando una llamada a la puerta me hizo levantar la cabeza un par de horas más tarde, el montón de trabajo pendiente se había reducido considerablemente.
- ¿Mí señor Eomer?- la puerta se abrió y Eothain asomó la cabeza al interior de la habitación.- El senescal de Gondor ha venido a veros. Está esperando en el salón.
- Gracias, estaré con él en un momento.
En cuestión de un par de minutos terminé de escribir la carta que había estado redactando, esperé a que la tinta se secase, la sellé, la sumé a la pila de cartas que esperaban en una esquina de la mesa y salí por la puerta llevándolas conmigo. Eothain esperaba en el pasillo, cerca de la entrada. Me acerqué y le tendí el fajo de papeles.
- Necesito que envíes dos mensajeros, uno a Edoras y otro a El Sagrario-. Dividí las cartas en dos montones y le expliqué rápidamente a dónde iba cada uno-. Diles que no es necesario que esperen respuesta. Estaremos de vuelta en casa antes de que tengan tiempo de volver.
Diez días, doce a lo sumo, y estaríamos de nuevo en Rohan, pensé mientras observaba cómo Eothain inclinaba la cabeza y se volvía rápidamente para dirigirse al campamento al pie de las murallas. Esperé a verlo cruzar la puerta, pensando todavía si había algo que hubiese olvidado decir en alguna de aquellas cartas. Si lo había, mucho me temía que tendría que esperar a que estuviese en Edoras, así que aparté la idea de mi cabeza y me volví hacia el salón en el que esperaba Faramir.
- Te esperaba un poco más tarde,- comenté al verlo de pie junto a la ventana, mirando a la calle-. ¿Ha pasado algo?
-Nada,- respondió volviéndose hacia mí-. Pero todo estaba listo y pensé que cuanto más tiempo pases con Thir mejor. Mi primita puede llegar a ser muy difícil de convencer cuando quiere.
- Vamos entonces.
Abrí camino hacia la puerta. Tenía la impresión de que mi futuro cuñado quería decir algo más pero no estaba seguro de cómo hacerlo y yo, por mi parte, seguía discutiendo conmigo mismo todas las posibles maneras de pedir a Lothiriel que viniese conmigo a Rohan sin que ninguna terminase de convencerme, por lo que caminamos en silencio durante unos minutos. La tensión en Faramir, sin embargo, parecía cada vez más evidente. Mejor solucionarlo entonces que más tarde, delante de Eowyn y Lothiriel, así que opté por afrontar la situación directamente.
- Si eso hace que te sientas mejor, Imrahil ha amenazado con declarar la guerra a Rohan si hago el más mínimo daño a su hijo-. Me encogí de hombros al ver que Faramir me miraba con el ceño fruncido. De todas formas, si hay algo que te preocupe quizás sea mejor que me lo digas ahora.
- No es exactamente que algo me preocupe,- masculló agitando la cabeza.
Se detuvo un momento, como si no supiese cómo continuar, y durante un momento pareció tan confuso que no pude evitar la carcajada.
- Que para ti Lothiriel es una hermana pequeña y sí, sabías que probablemente se casaría algún día, pero por algún momento nunca habías llegado a imaginártela realmente al lado de un hombre. Y como además tú eres un hombre estás preguntándote qué vil argucia puedo haber utilizado para seducir a tu dulce pequeña y si tal vez deberías darme una paliza. Sólo por si acaso-. Hice una pausa y lo miré frunciendo ligeramente el ceño.- Sé cómo te sientes. Yo volví del campo de batalla para encontrarme a mi hermanita prometida a un extranjero y todavía hay momentos en los que me pregunto si no debería pedir explicaciones.
Entonces fue Faramir el que se echó a reír. Se encogió de hombros y levantó las palmas de las manos en señal de paz.
- Lo has dejado perfectamente claro. Si mi tío no tiene nada que decir no seré yo el que busque motivos para oponerme. Y por si no te lo he dicho antes,- dijo repentinamente serio-. Tengo toda la intención de asegurarme de que Eowyn sea feliz en Ithilien.
Asentí con la cabeza y a partir de ese momento la leve tensión que siempre había existido entre nosotros pareció desaparecer. No tardamos mucho en recorrer el resto del camino. La casa ante la que nos detuvimos estaba en el círculo inferior de la ciudad. Tenía tres pisos, enormes ventanas en la fachada y parecía lo suficientemente grande como para acoger a todo un eored en su interior. Cosa que, en vista de la cantidad de gente que cruzaba su puerta trayendo y llevando cosas, parecía que iba a suceder.
Faramir se detuvo el tiempo justo para intercambiar unas palabras con una mujer que entraba llevando un montón de ropa blanca y luego entró con paso decidido.
- Parece que están en la parte de atrás,- explicó esquivando a dos hombres que maniobraban para un enorme arcón en una esquina.- Con un poco de suerte ya habrán acabado.
- ¿Ya habrán acabado con qué, exactamente?- Aquella mañana había estado demasiado ocupado planeando lo que debía decir a Imrahil como para prestar demasiada atención a los planes de Eowyn para el resto del día.
- De preparar las cosas para cuando lleguen los niños,- explicó el senescal-. Aragorn quiere al menos una casa en cada ciudad que pueda alojar a los pequeños que han perdido a sus familias en la guerra. Saben los valar que hay demasiados. Queríamos ocuparnos nosotros mismos de la de Minas Tirith, pero mucho me temo que ni él ni yo tenemos demasiada experiencia en convertir viejos palacios llenos de polvo en lugares hogareños, así que he reclutado a Eowyn y a Lothiriel.
- Y es evidente que han puesto las cosas en movimiento,- comenté observando el trajín.
- Contaba con Lothiriel para eso. No esperábamos a los niños hasta dentro de un par de días, pero parece que se han adelantado y nos han informado de que llegarán esta tarde. Nos ha costado tanto decidir dónde queríamos instalarlos que caso todo estaba sin preparar. Por suerte Eowyn parece tener bastante práctica en este tipo de cosas y Lothiriel lleva años dirigiendo la casa de Imrahil, así que supongo que al menos podremos ofrecerles una cena caliente y una cama esta noche.
Faramir abrió una puerta al fondo del pasillo que habíamos recorrido y entendí al momento por qué habían elegido aquella casa para los pequeños. No había muchos jardines en Minas Tirith, pero el de aquella casa era enorme y parecía completamente salvaje, con árboles que trepar, arbustos por todas partes y un buen número de estatuas que parecían haber sido esparcidas por allí sin ningún orden. No había duda de que en cuanto se hubieran instalado los niños disfrutarían de sus nuevos dominios.
En el centro del patio, Eowyn parecía ocupada hablando con un hombre y dos jóvenes doncellas. Nos dedicó una rápida sonrisa, dándose por enterada de nuestra presencia, y volvió a lo suyo. Faramir fue directo hacia ella y yo me detuve a la entrada del jardín, buscando a Lothiriel con la mirada. La encontré sentada ante una mesa de piedra, a la sombra de un enorme roble en una esquina del patio, junto a una mujer mayor que no dejaba de asentir con la cabeza. Anotaba algo en un pergamino y de vez en cuando se detenía para consultar algo con la mujer, que parecía más que contenta de dar su opinión.
La observé durante unos minutos antes de decidirme a acercarme. Aquella mañana vestía de verde y se había recogido el pelo. Aún así algunos rizos rebeldes habían escapado del recogido y se deslizaban obstinadamente delante de sus ojos. Las palmas me cosquilleaban con la necesidad de acercarme y ponerlos de nuevo en su sitio.
Me acerqué con paso lento, sin apartar la mirada de ella. Parecía completamente concentrada, muy diferente de la chiquilla despreocupada que había conocido la tarde anterior. De pronto me di cuenta de la cantidad de tareas que Eowyn desempeñaba en Edoras, y de las que seguramente realizaba sin que yo hubiera llegado siquiera a darme cuenta. Sin duda yo no hubiera sabido por dónde empezar ni en quién delegar, pero al parecer Lothiriel no tendría el más mínimo problema en ocuparse de ellas. Saludé con la cabeza a la mujer cuando se levantó para marcharse, llevando el pergamino en la mano, y ocupé el sitio que acababa de dejar libre junto a Lothiriel.
- Buenos días,- me saludó con una sonrisa, mientras cerraba el tintero y lo dejaba cuidadosamente a un lado-. No esperaba verte esta mañana.
- Buenos días,- comprobé que Eowyn y Faramir estaban de espaldas, todavía pendientes de la conversación, y me adelanté para besarla. Un beso breve y rápido, poco más que un roce de labios que me dejó deseando más, anhelando acariciar sus labios con firmeza y deslizar mis manos por sus costados para atraerla hacia mí, pero aquel no era el momento ni el lugar-. Pensé que faltaban demasiadas horas para esta tarde, así que Faramir y yo hemos planeado un secuestro.
- ¿Un secuestro?- parpadeó, confusa, apartándose apenas unos centímetros.
- Un secuestro,- afirmé ampliando la distancia que nos separaba al ver que Eowyn y Faramir se dirigían hacia nosotros-. Siempre que halláis acabado aquí, por supuesto.- Me puse en pie y le tendí la mano para ayudarla a levantarse.
- Creo que está todo en marcha,- buscando confirmación miró a Eowyn, que asintió con la cabeza-. De momento no hay mucho más que podamos hacer aquí, aunque tal vez deberíamos volver por la tarde y asegurarnos de que todo vaya bien.
- Entonces, señoras,- dijo Faramir cogiendo a mi hermana de la mano y tirando de ella hacia la puerta-, daos por secuestradas hasta esta tarde.
A pesar de las protestas de Eowyn, el senescal se negó a explicar nada más mientras salía de la casa y echaba a andar calle abajo.
- ¿Dónde vamos?- preguntó Lothiriel en voz baja mientras salíamos tras ellos- ¿Y por qué está Faramir ayudándote a secuestrarme?- alzó la mirada hacia mí y arqueó una ceja, suspicaz.
- Es una sorpresa. Tu primo y yo pensamos que las dos disfrutaríais de unas horas fuera de la ciudad. Aunque si prefieres quedarte…- estaba evitando la parte peliaguda de la pregunta y los dos lo sabíamos. Era evidente que ella quería seguir haciendo preguntas, pero yo no estaba listo para responderlas todavía. No allí, en cualquier caso, en medio de la calle con todo el tráfico de Minas Tirith a mediodía a nuestro alrededor-. Confía en mí, te lo explicaré luego.
Permaneció un momento inmóvil, sus enormes ojos grises clavados en los míos, la indecisión a punto de plasmarse en palabras, hasta que finalmente asintió con la cabeza.
- Gracias,- susurré agradeciendo el gesto con un ligero roce de la punta de mis dedos en sus mejillas. Luego me apresuré a seguir a Eowyn y Faramir, que estaban entrando ya en un edificio al fondo de la calle.
Los establos de Minas Tirith se encontraban cerca de las puertas de la ciudad, donde habían sido de mayor utilidad a los mensajeros del senescal durante la guerra. El edificio era realmente espléndido. Una hermosa fachada de mármol blanco tras la que se abría un enorme patio en el que varios mozos se ocupaban de los animales. Los establos se abrían a tres de los lados del patio y sin duda resultaban más que suficientemente amplios y luminosos. No había muchos caballos en la ciudad, pero sin duda cuidaban bien de los que tenían.
En el centro del patio, un mozo sostenía las riendas de Pies de Fuego y de otros tres caballos. Eowyn y Faramir estaban haciéndose cargo ya de sus monturas y Lothiriel avanzó sin dudar hacia una pequeña yegua, de un color gris tan oscuro que casi parecía negro, que trataba de mantenerse apartada de mi caballo, a pesar de todos los esfuerzos que Pies de Fuego estaba haciendo por caerle en gracia.
Observé con atención a Lothiriel mientras se acercaba a ella y dedicaba un momento a acariciarla y a susurrar junto a su oreja. Al lado de los otros tres animales la yegua parecía pequeña, pero tenía unas proporciones perfectas y patas largas y firmes. Tal vez los otros pudieran superarla en velocidad a campo abierto, pero dudaba mucho que se quedara atrás en resistencia.
Aprobé en silencio la elección de Imrahil mientras me acercaba para ayudar a Lothiriel a montar y disimulé una sonrisa al ver que Pies de Fuego se resistía a apartarse de la pequeña yegua gris. Sin duda tenía buen gusto.
Faramir abrió la marcha en cuanto todos estuvimos a caballo y mi hermana y Lothiriel salieron directamente tras él. Yo me quedé atrás. Cierto que Faramir no había mostrado ninguna duda con respecto a las habilidades de su prima sobre un caballo, pero dada la actitud de Imrahil, prefería no correr riesgos.
No tardé en darme cuenta de que no tenía motivos para preocuparme. No parecía que Lothiriel tuviese el más mínimo problema para mantener tranquila a su montura entre los transeúntes que se apartaban a nuestro paso y su cuerpo ajustaba perfectamente sus movimientos a los de su montura. O bien tenía una habilidad innata o bien había practicado mucho a espaldas de su padre.
A pesar de todo me mantuve cerca hasta que cruzamos la puertas de la ciudad y Eowyn tomó la delantera, poniendo a su caballo al galope. El senescal salió tras ella y Lothiriel no dudó en seguirlos.
Recorrimos la orilla del Anduin, dejando muy atrás el lugar en el que Lothiriel y yo nos habíamos besado por primera vez. Cuando Faramir se detuvo por fin era cerca de mediodía y yo empezaba a preguntarme cuánto más lejos pretendía ir el senescal. El rostro de mi pequeña, sin embargo, se iluminó con una sonrisa en cuanto reconoció el lugar.
- Pensé que te gustaría venir,- su primo parecía francamente encantado por su reacción, aunque yo no alcanzaba a ver qué tenía aquel tramo del río que fuese diferente a los que habíamos dejado atrás. Si tenía que fiarme de su expresión, Eowyn se sentía exactamente igual de confusa-. ¿Cuánto ha pasado desde la última vez?
- Años. Hacía mucho tiempo que no venía a Minas Tirith, e incluso entonces hacía mucho tiempo que las cosas se habían puesto demasiado serias como para que pudiésemos escaparnos hasta aquí. ¿Vamos?
Sin esperar respuesta se adelantó haciendo que la pequeña yegua trepase la ladera de la colina que nos separaba de un recodo del río y desapareció al otro lado.
- ¿Qué me he perdido?- pregunté siguiendo a Faramir colina arriba a paso más lento.
- Querías un sitio especial para poder hablar con ella y te he traído a un sitio especial. Pasamos muchos buenos momentos aquí cuando éramos niños.
- ¿Cuándo erais niños…? Pero entonces Lothiriel debía ser…
- Una pequeñaja insolente que se empeñaba en seguirnos a todas partes-. La sonrisa nostálgica en el rostro del hombre desmentía la rudeza de sus palabras-. La primera vez que la trajimos era demasiado pequeña incluso para montar su propio caballo, pero de alguna manera consiguió convencer a Boromir para que la trajese y luego ya no pudimos quitárnosla de encima. Siempre se las arreglaba para convencer a Boromir de cualquier cosa.
En cuanto alcanzamos la cima de la colina distinguí a Lothiriel internándose entre los restos de varios edificios en diferentes estados de deterioro.
- Se llamaba Desembarco del Rey,- explicó Faramir encabezando la marcha hacia la orilla del río-. En su momento fue un lugar próspero, pero quedó abandonado incluso antes de la época de los senescales, cuando las rutas comerciales con el sur empezaron a perder importancia.
A pesar de que visto desde lo alto el pueblo parecía estar cayéndose a pedazos, en cuanto nos adentramos entre sus calles descubrí que muchos de los edificios se conservaban sorprendentemente bien. Faramir nos guió sin dudar hasta el otro lado del pueblo, donde Lothiriel nos esperaba frente a las puertas de lo que parecía la antigua posada. Había desmontado y miraba alrededor aparentemente absorta en los recuerdos.
- No parece que haya cambiado mucho,- dijo finalmente dirigiéndose a su primo con una sonrisa nostálgica.
- No,- confirmó él-. Aunque supongo que no había mucho aquí que pudiese atraer la atención del enemigo. ¿Qué tal si aplazamos las exploraciones hasta después de comer? No sé vosotros, pero yo empiezo a tener hambre.
Todos la teníamos, así que en cuestión de minutos extendimos sobre la hierba la manta que Faramir llevaba sujeta a la silla de su montura y colocamos sobre ella el contenido de sus alforjas. Lo menos que se podía decir era que la cocinera de la casa del senescal se había esmerado y, sin embargo, ninguno de los cuatro comimos demasiado.
El momento de pedirle a Lothiriel que abandonase su país para volver conmigo a Rohan estaba cada vez más próximo y empezaba a sentirme inseguro. Por más vueltas que le daba no acababa de decidir cuál sería la mejor manera de pedírselo. La posibilidad de que me dijese que no hacía que mis silencios fuesen cada vez más largos. Y ella se había dado cuenta de que algo me pasaba. No podía dejar de advertir su mirada preocupada sobre mí cada vez que yo parecía perder el hilo de la conversación.
A pesar de que Eowyn y Faramir hicieron todo lo posible por mantener la charla en tono despreocupado, la tensión fue en aumento. Por fin, cuando Lothiriel dejó de fingir que todavía tenía apetito y dejó a un lado la servilleta que había extendido sobre su regazo, decidí no esperar más. La duda me carcomía. Quería… No, Necesitaba una respuesta y la necesitaba ya. Me puse en pie de un salto y le tendí la mano.
- Ven, demos un paseo,- invité-. Enséñame este lugar.
El hecho de que ni siquiera se molestase en mirar a Faramir o a Eowyn para mí fue indicio más que suficiente de que mi actitud durante la comida había conseguido preocuparla. Apenas se había puesto de pie cuando el sonido de cascos sobre las calles parcialmente pavimentadas del pueblo nos sobresaltó.
Faramir se puso en pie rápidamente e instintivamente los dos echamos mano a la empuñadura de las espadas, colocándonos entre Lothiriel y Eowyn y quienquiera que estuviese acercándose, ignorando la mirada exasperada que nos dirigieron. Por el sonido de los cascos no parecía que los que se acercaban fueran más de dos jinetes, pero ninguno de los dos estábamos dispuestos a arriesgarnos. Los segundos se alargaron, eternos, a medida que el repiqueteo llegaba con más fuerza.
Entonces alcancé a distinguir una voz conocida y el senescal y yo soltamos las empuñaduras a la vez, justo a tiempo de ver cómo Aragorn y Legolas doblaban la esquina, el rey montando a Rothinthil, el caballo que sus parientes le habían traído del norte, y el elfo sobre Aroth, la montura que le había prestado en nuestro primer encuentro.
A duras penas conseguí disimular una mueca al volverme rápidamente a mirar a Faramir. ¿Cómo sabían Aragorn y el elfo dónde encontrarnos? Yo ni siquiera conocía este lugar hasta una hora antes, pero la expresión del senescal dejaba claro que estaba tan confuso como yo.
- Hacía un día demasiado agradable como para que nos quedásemos en Minas Tirith,- explicó Aragorn desmontando a nuestro lado sin que hiciese falta que le preguntásemos nada-. Y pensamos que no os importaría que os hiciésemos compañía. ¿Llegamos a tiempo para que nos deis de comer?
- Seguro,- dijo Eowyn haciéndose cargo-. ¿Cómo nos habéis encontrado?
- No ha sido muy difícil,- respondió Legolas-. Por suerte Aragorn todavía no ha olvidado sus habilidades de montaraz.
Observé sin soltar la mano de Lothiriel cómo los dos se acomodaban en el suelo, no muy seguro de qué hacer, y entonces Legolas levantó la mirada, se fijó en nuestras manos unidas y se puso de pie de un salto.
- Antes de que lo olvide,- dijo sin que yo pudiese intuir lo que se me venía encima-, creo que se impone una felicitación. Sobre todo a ti, amigo mío. No creo que hubieras podido encontrar una reina mejor para Rohan.
El silencio se apoderó de Desembarco del Rey mientras todos nos volvíamos hacia Lothiriel.