The last one of the Old Works series, still in spanish. This was the first piece I ever wrote originally as fan fiction. I have mixed feelings about it, but I obviously wouldn't post it if I didn't like it.
It's a song-inspired fic. This story is not corrected, not formatted and the names remain unchanged.
A Voice In The Wire
Parpadeé. Traté de encontrar luz en el cuarto, pero no había nada. Sólo un débil resplandor proveniente de la ventana abierta, a través de la cual podía distinguirse un atardecer agonizante. El resto estaba vacío. Silencioso. Recortado.
Con mucho esfuerzo, logré estirar mis músculos y tronar mis articulaciones. Cada día que pasaba era así, muerto. Me levantaba del catre, y me sentaba en una silla en la cocina, dejándome caer sobre la mesa despreocupadamente, observando el sol salir y volver a ponerse en el exterior. Sin moverme. Sin comer. Sin beber, casi. Sin hablar o respirar aire puro.
Siete meses habían sido así, exactamente iguales.
No tenía por qué ser diferente aquella vez. Flexioné los brazos y me senté apoyando la espalda en el respaldar de la silla. Me dolió cuando lo hice. Mi cuerpo estaba lánguido, fláccido, insulso. Hasta podía sentir la falta de glucosa en mi sangre. Cada movimiento era penoso. Traté de quedarme quieta.
¿Hace cuánto que no salís?
Su voz suave, apenas audible, me sacó un poco de mi ensimismamiento. Giré la cabeza en su dirección, forzando a mis ojos a acostumbrarse a la penumbra, distinguiendo su forma negra del resto de las formas negras que lo rodeaban. Con los brazos cruzados sobre el pecho y la espalda apoyada en la pared, justo entre un armario y la heladera.
-Siete meses y ocho días -le respondí. Pude verlo bien. Su palidez resaltaba en la negrura.
Sacudió un mechón de pelo negro de su rostro y lo acomodó detrás de una oreja. Ahora sus ojos brillaban, refractando un rayo perdido de luz lunar. Vaya, había sido todo tan rápido.
¿Y hace cuánto que no comés?
Esa pregunta fue más difícil. No podía recordarlo. Ya hacía mucho desde la última vez que había comido algo para mantenerme.
-Algo así como un mes.
Esta vez resopló. Nunca había estado enojado. No me gustaba que se enojara conmigo. Él era el único que me acompañaba en mi reclusión en sombras.
Te vas a morir. Y qué va a pasar? Yo me voy a morir también. Tenés que comer. Tenés que salir. Tenés que darme de comer.
Un escalofrío rodó por mi espalda, erizándome. Cada mes me hacía esa petición, y me era imposible negársela, por más que no me gustara.
Con las mínimas fuerzas que me quedaban levanté mi cuerpo de la silla hacia un cajón de la mesada, sintiéndome vigilada por él en cada movimiento. Lentamente, hundí mi mano entre las herramientas y utensilios y saqué una navaja reluciente, arrebolada.
Esta vez, el estaba muy cerca mío. Sus labios aterciopelados me susurraban cosas en el oído, cosas horribles, cosas que me estaban enloqueciendo. Su aroma, su aliento, su voz suave y seductora entraban a mi cerebro y lo apagaban, lo sedaban, lo volvían vulnerable.
La navaja se deslizó por mi brazo.
Uno, dos, tres. Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Ahora sus dedos se movían a una velocidad indescriptible, desgarrando, rompiendo, arrancandome pedazos sin ningún tipo de clemencia, pude sentir mi cuerpo abusado, queriendo rendirse. Pero sus palabras todavía pendían en mi mente, y me mantenían de pie.
Seis, siete, ocho. Seis, siete, ocho, nueve. Seis, siete, ocho, nueve, diez.
Diez heridas profundas, mortales, adornaban ahora mis brazos pálidos. Y los labios de él bailaban entre esas líneas, tiñéndose de rojo, sonriendo atrozmente, mientras sus manos y sus dedos y sus brazos atacaban el resto de mi humanidad.
Y después, cesó.
Sus susurros se acallaron. Sus manos me soltaron. Sus labios desaparecieron. Mis pupilas dilatadas lo buscaron ávidamente por todo el cuarto, hasta encontrarlo en el lugar más impensado: El suelo.
Su toque delicado me estremeció al principio, pero fue el verlo arrodillado lo que me quebró totalmente. Abrazaba mis piernas y murmuraba una canción suave, silenciosa.
Qué linda muñeca que tengo yo
Rota y cansada, que Dios me dio
La cuido, la violo, la dejo caer
La junto del suelo y la vuelvo a poner
Pieza por pieza
Y sino, llorará.
Mi linda muñeca de piel de cristal.
Sus ojos brillantes son luz de día
Su cuerpo insaciable, una maravilla.
De un momento a otro, ya nada me dolía. Mi cuerpo se sentía normal. Mi mente estaba en blanco, simplemente repasando esas líneas que el cantaba, sin dejar de abrazarme, sin dejar de restregar su aliento cálido en mis muslos.
Lentamente se fue poniendo de pie, y nuestros rostros quedaron frente a frente. Él, siempre más alto que yo.
Vamos a pasear.
La brisa nocturna era cálida, pero para mi cuerpo bajo en defensas era una ventisca polar. Me rodeó con sus brazos y la pana de su traje negro automáticamente me inundó con su calor, su perfume, su todo. Me dejé conducir por calles, veredas, avenidas. La gente nos miraba, y veía a través nuestro, no nos notaban, eramos parte de la oscuridad de la noche, eramos parte de la luz halógena.
Estuvimos un rato en un parque, tirados en el pasto, entrelazando nuestros dedos distraídamente. Su pelo oscuro, sus facciones anguladas y su piel nívea resplandecían con una luz extraña. No era la luz histérica de la electricidad, sino que era el brillo suave, familiar y amable de un pabilo.
Cerré los ojos... Pero volví a abrirlos en un instante. Me asustaba no verlo. medaba la sensación que podría desaparecer. El exterior me daba miedo. Todo me daba miedo. Todo parecía hostil y extraño y violento fuera de las cuatro paredes que me gustaba llamar hogar.
-Gerard...
No estaba. No estaba... Él se había ido. Ni rastro quedaba de sus dedos, de su sombra. Nada. El parque estaba abandonado, sólo yo tendida en hierba extraña, bajo un cielo amenazadoramente estrellado. Me incorporé demasiado bruscamente. Todos mis sentidos chillaron de dolor, pero los ignoré.
Donde estás, donde estás, dondeestásdondeestásdondeestás...
Empujé a la gente que se me cruzaba, sin oír sus reclamos ni sus insultos, evitando todas las miradas. Sólo buscaba su cara en la multitud. No estaba. En ninguna parte.
Cuando aquel desconocido de sonrisa cruel y mirada perversa me detuvo, tardé demasiado en reaccionar. 'Estás bien? Estás bien?' Su aliento olía a alcohol y químicos, y sus ojos bailaban desorbitados sobre las cicatrices de mis brazos, en parte afectados por la repugnancia y también por lo consumido.
Aplastó mi cuerpo con el suyo, y un rayo de consciencia me invadió, este hombre no era mi Gerard, este hombre me estaba lastimando...
De más está decir que toda lucha era vana. Mi frágil forma era fácilmente dominada por él, levantó mis piernas y rodeó su cintura con ellas, pateé, grité, lloré, pero nadie me oía. O fingían no oír. Una, dos, tres gotas de lluvia aterrizaron frente a mis ojos.
Diez minutos más tarde, todo mi cuerpo estaba apagado. Sólo mis ojos contaban las gotas de la tempestad que se había desatado sobre la ciudad. Ni un rastro de mi Gerard. Ni uno. Y el desconocido seguía haciendo cosas devastadoras en mi interior, cosas que todas mis terminales nerviosas se negaban a reconocer. Cosas horribles, cosas que me estaban enloqueciendo.
Un relámpago brilló, y algo pasó, pero pude distinguir la sonrisa de Gerard. Su boca manchada de rojo. Su canción. La canción. Mi canción.
Otro relámpago...
Ni siquiera observé el cuerpo del desconocido. La lluvia bendita lavó su sangre y mis huellas y todo rastro de pista posible. El estilete que había utilizado para abrir su yugular aún brillaba entre mis dedos, azotado por las gotas cantarinas. Esto era lo que no tenía dentro de mi casa, esto era lo que me había estado perdiendo, esto era... Libertad.
La figura de Gerard, con su traje de pana negro, su corbata roja, su piel perlada y fosforescente, sus ojos cristalinos, otra vez se había materializado frente a mi. Pero esta vez iba y venía, como un canal mal sintonizado en un televisor antiguo. Como si alguien estuviese jugando con la antena de una radio. Iba y venía, iba y venía, uno, dos, tres, uno, dos, tres...
THE POWER WENT OUT. I TURNED ON THE RADIO. THE POWER WENT OUT. I TURNED ON THE RADIO. THE POWER WENT OUT. I TURNED ON THE RADIO. I HEARD A VOICE.