Title: You're My Hot, Hot Sex
Pairing: Aoi/Ruki
Rating: NC-17
Disclaimer: Not mine.
Hace mucho calor en este cuarto. Demasiado. No lo soporto, y siento que la cabeza posiblemente se me partirá en dos.
Uruha desapareció hace un rato, junto con Reita, ignoro a dónde habrán ido pero tampoco me importa demasiado. En este momento solamente espero. No sé bien qué, tan solo me armo de paciencia y aguardo, sin más.
Hace semanas que me siento así, y no lo he conversado con nadie. Sé que Kai intuye algo, porque para él todo el mundo es transparente, o quizá su crueldad oculta le permite leer con antinatural facilidad los tumultos internos de quienes lo rodean. Tampoco tiene relevancia. El problema es que la mirada entendida que me dirige me pone nervioso. Como si necesitara algo más de qué preocuparme.
Hay alguien más en la enclaustrada sala de ensayo junto con nosotros, y se trata nada más y nada menos que de Ruki.
Si dijera que no tengo ni la más mínima idea de por qué me siento incómodo y abochornado en este momento, estaría mintiendo descaradamente. No puedo negarlo - el motivo está tan claro para mí como lo está para Kai. Claro como el cristal.
Sé que no me he pasado de la raya y que me he mantenido compuesto; que mis movimientos, gestos y palabras han sido medidos y que no he dejado escapar ni la más mínima señal que pueda venderme. Estoy seguro de eso. Pero a veces el cuerpo traiciona y tengo miedo de que en algún momento, el mío se rebele.
Y es que ver al pequeño vocalista casi todos los días, saludarlo y rozar su piel, notar cómo pega los rosáceos labios al metal del micrófono, sencillamente observar cada movimiento de su cuerpo... me calcina. Me consume.
No, no hay otra solución a este dilema. Tengo que hacerlo mío.
La melodiosa risa de Kai invade la habitación. He ahí la traición del cuerpo - la muerte de toda incertidumbre. Acaba de ver en mis ojos, ferozmente clavados en la espalda del vocalista, un hambre animal. Lo reconoce perfectamente, porque vive de ese sentimiento. Es un cazador sin rival, que siempre consigue a su presa sin importar de qué clase sea o cuanta resistencia oponga. Se ríe de mí porque, a comparación, yo soy sólo un aprendiz.
No me avergüenzo. Le devuelvo una mirada fría y desafiante. Su expresión muta ahora a una de superioridad, y a continuación se acerca a pasos medidos y se inclina sobre mí, hasta que sus labios quedan a meros milímetros de mi oído.
- Cuando llegues al estacionamiento, mira debajo de tu coche. Dejaré una valija negra sin candado en la parte de atrás, bajo la cajuela. Ábrela cuando sea el momento - antes no. Y asegúrate de no arruinarlo todo volviendo solo.
Dicho esto, se incorpora nuevamente, me saluda con un gesto y luego se despide animadamente de Ruki con una gran sonrisa. El más bajo se la devuelve distraídamente, totalmente extraviado en el mundo de la música extranjera que retumba en los auriculares de su iPod.
No tengo que pensar demasiado para entender la situación en la que me encuentro. Si la próxima vez que vea a Ruki en presencia de Kai todavía no me he acostado con él, lo sabrá, y habré perdido. No puedo permitirme eso.
Si me faltaba una milésima de motivación, el baterista acaba de dármela.
...
- ¿Estás seguro de que no prefieres ir a algún bar?
La pregunta de Ruki sugiere vacilación, pero no es que no quiera venir conmigo a mi departamento, es sólo que le resulta honestamente raro que le ofrezca una velada a solas en lugar de alcohol y putas, como es usual. Le palmeo la espalda y le digo que no, que no estoy de humor.
- Es poco común que me pidas mi compañía, eso es todo.
Le sonrío con calidez. Antes de entrar al auto le abro la puerta para que se suba, gesto que le causa muchísima gracia. De reojo, aún lo veo sonreír cuando me dirijo hacia la parte de atrás del auto. Allí está la valija, tal y como Kai prometió. La levanto, valoro su peso y la guardo no en la cajuela, sino en el asiento de atrás. Ruki no lo nota.
Durante el viaje hablamos de cosas sin importancia, mientras en la radio suenan melodías románticas de hace varias décadas. Aprovecho para observarlo, iluminado por las luces del exterior y adornado por las sombras del coche.
No me gusta admitir cuando siento cosas nuevas por alguien, pero esta vez tengo bien claro que no es sólo lujuria. No voy a confiarme, eso seguro - puede que una buena revolcada me haga cambiar de opinión. Aún así, los retortijones que siento en el pecho más que en el vientre, me dicen mucho. Durante el resto del trayecto, me contento con seguir observando en detalle su belleza natural.
Al arribar a mi departamento ya no siento ganas de seguir perdiendo el tiempo, pero la nobleza obliga y le ofrezco a Ruki algo para beber mientras él se acomoda en el sofá.
La calefacción estuvo encendida todo el día y, al igual que en el estudio, el calor sofoca. Agradezco por esto al notar que el objeto de mi deseo empieza a sacarse uno a uno los abrigos hasta quedar solamente con una camiseta estampada de algodón. Enciende el televisor y se entretiene cambiando los canales.
Antes de volver a la sala de estar, la curiosidad me vence y apoyo la valija de Kai sobre la mesa. No requiere combinación para abrirla, se nota que usualmente la protege con candado. Esta realización me hace tragar saliva antes de levantar la tapa.
Lo que aparece frente a mis ojos es algo que esperaba pero de todos modos me sorprende en su amplia variedad; un increíble arsenal para condimentar cualquier sesión de sexo, tanto con hombres como mujeres.
Hay de todo: guantes de cuero negro, loción, lubricante, perfume, caramelos, un par de vendas de raso, profilácticos y hasta un aro vibrador. Esto último me llama la atención, pero cuando voy a sacarlo de su hendidura, noto que el plástico se mueve. Hay una argolla en el borde de la bandeja, justo debajo de una inscripción en letras plateadas que reza ‘Soft Play'. Tiro de la argolla, y mi sorpresa se triplica al ver lo que contiene el doble fondo.
En ese mismo momento, Ruki entra a la cocina y me mira. Sus ojos se posan en la valija, cuya tapa dejé caer suavemente, y luego en mí. La curiosidad hace brillar sus ojos oscuros...
- Ven, Aoi. Trae unas cervezas, están dando una muy buena en la televisión.
... Y el momento pasa. Me quedo esperando que haga alguna pregunta, pero sin más que agregar, se da media vuelta y regresa al sillón.
La película en cuestión es realmente interesante y aunque quiero prestarle atención, me es imposible no desviar mi mirada hacia el hombre que me acompaña. La forma en que bebe de la botella de cerveza, cómo se cruza de piernas, la luz emitida por la pantalla que hace a su piel parecer más blanca aún - todos esos pequeños detalles son vorazmente saboreados.
No es perfecto ni remotamente. Para ser un tipo, es muy pequeño y le falta altura. Nada en su contextura sugiere fuerza física o resistencia. Fuma demasiado y por lo general suele tener mal carácter.
Eso por un lado.
Por otro, posee una sensualidad innegable - como alguna vez oí a alguien decir, él simplemente... emana sexo. No suele dejar sus ojos al descubierto pero cuando lo hace y me mira, siento que me está perforando. Su voz, profunda y pausada, me produce una especie de obsesión. Por ahora, sólo soy capaz de imaginarme los sonidos que puede producir esa voz si se la distorsiona con placer auténtico...
También está esa expresión de melancolía que suele llevar a todas partes, como si siempre estuviera triste o incómodo. Me genera muchas ganas de protegerlo, como si fuera una mujer.
Estoy pensando demasiado...
- ¿Qué estás mirando?
No estaba preparado para eso.
- ¿Qué crees tú que estoy mirando?
Pero a él parece no tomarlo por sorpresa. La sonrisa que me dedica es una que nunca le había visto, tan lasciva y maliciosa que los escalofríos me recorren la espalda hasta erizarme los cabellos de la nuca.
Adoro cómo se acerca, arqueando ligeramente el torso, y amo cómo en un rápido y ágil movimiento se posiciona de piernas abiertas sobre mi rígido regazo.
- Ya sé para qué me trajiste, Aoi, pero no creas que me voy a dejar emborrachar... -susurra despacio, con vestigios de sonrisa en su tono.
No respondo nada. En lugar de articular una frase inteligente, lo miro fijo a los ojos con seriedad mientras me concentro en la suave sensación que obtengo al recorrerle los muslos con las palmas abiertas, cada dedo extendido y aplicando presión para imaginar cómo se sentirá la tibia piel que hay debajo de la tela. Me devuelve la mirada y parece hechizado, con los labios entreabiertos y la respiración temblorosamente intensificada. El aroma que exhala es suficiente para terminar de alimentar el incendio que es todo mi cuerpo en este momento.
Apenas apoya sus manos en mi cuello, y me dejo ir: le muerdo los labios y bruscamente lo atraigo hacia mí, girando la cabeza para atenazar su boca con la mía. Nuestras lenguas se acarician con fiereza pero de modo firme, y de esa forma podemos besarnos y respirar al mismo tiempo. Sus dedos suben ahora por mi cuello, hasta el rostro, dejando que las yemas exploren y luego bajan hacia el primer botón de la camisa...
Pero no es así como esto debe suceder.
Llevo las manos hacia su suave y encantador trasero, apenas esforzándome para alzarlo mientras me incorporo. Sorprendido, mira hacia abajo y se agarra aún más fuerte de mis hombros.
- No soy una mujer, Aoi, bájame, si vamos a la habitación puedo ir so- AH!
Para interrumpir su irritada queja apenas dejo que mis manos se deslicen unos centímetros más hacia el centro, de esa forma las puntas de mis dedos hacen presión en zonas más sensibles. Ante esto, ya no abre más la boca, en vez de eso emite un ronroneo y se dedica a besar frenéticamente y con mucha lengua la zona sensible entre mi cuello y mandíbula.
Al extenderlo sobre la cama, intenta agarrarme de la ropa pero no se lo permito. En cambio, levanto la maleta que está al costado de la cama y la apoyo junto a su cabeza, para luego besarlo despacio y tortuosamente una vez más. La textura de sus labios pequeños contra los míos más grandes es adictiva, y a pesar de que intenta dominar el beso, sus esfuerzos son fútiles. Del primer piso de la valija extraigo un caramelo redondo y rosado y lo introduzco con lentitud en esa tentadora trampa que no para de jadear con excitación. Además del dulce, atrapa con su lengua mi dedo índice y lo recorre de base a punta - una promesa de lo que sucederá más tarde.
Mientras lo saborea, me inclino hasta su oído derecho y suspiro gravemente:
- Una golosina, para la mascota obediente...
...
Al principio me desconcertó honestamente el hecho de que me invitara a su casa en lugar de a un bar o algo similar, pero me agradó que quisiera pasar tiempo conmigo. No es de sentimentalista ni mucho menos, pero soy una persona que aprecia que la tengan en cuenta. Es el orgullo.
Al llegar a su departamento me puse cómodo y me relajé - fue por esto que pude detectar enseguida la forma rara en que él se comportaba. Cuando lo vi en la cocina con aquella valija y esa expresión traviesa, entendí al vuelo. Fue por eso que me giré sobre mis talones y me dediqué a esperar que atacara, pero no sucedió.
Yo di el primer movimiento, aunque no fue decepcionante. No me cabe duda de que tuvo extremo cuidado de no pasarse de la raya como un animal desbocado. Parecía querer tener especial cuidado, ponerme cómodo, acercarse lentamente... Me pareció dulce de su parte.
Así, ingenuamente, pensé que la noche se desarrollaría del mismo modo inocente...
"Una golosina para la mascota obediente...", dijo él.
Dejé que introdujera toda la lengua en mi entrada para estirarme y prepararme, pero bajo ningún concepto esperé que supiera utilizarla de ese modo. No podía controlarme, los espasmos de placer que comenzaron a recorrerme el cuerpo, sumados a la visión de su cabellera negra enredándose frente a su rostro concentrado en complacerme, eran un terrible exceso. Me sentía repugnantemente femenino gritando tan fuerte y en aquella posición, pero al mismo tiempo no me quedaba ningún deseo de resistirme.
Con sus grandes manos mantenía mis piernas abiertas al máximo, mientras que con los carnosos labios hacía milagros en sitios que hasta entonces, no sabía que sensibilizaban tanto mi entrepierna. Acariciaba la parte interna de mis muslos, y luego subía, para entonces bajar de nuevo. Su respiración rozaba cruelmente la base de mi erección, a esas alturas ya roja y pulsante, pero la lengua se mantenía alejada. El placer empezaba a entrelazarse con dolor e histeria...
Continuó con este trato hasta que me incorporé para mirarlo más de cerca, en este punto sintiéndome casi cerca del orgasmo por la simple estimulación indirecta - una hazaña remarcable para cualquier amante. Al darse cuenta de que lo observaba y de que mi mano se acercaba peligrosamente a mi pene, bruscamente me empujó contra el colchón y se sentó encima del dolorido y húmedo miembro. Un sonido nuevo me desgarró la garganta, mitad gemido de placer, mitad sollozo de dolor.
Su rostro se había transfigurado, y aunque seguía siendo la misma faz compuesta y seria de siempre, había oscuridad, algo semejante a la maldad en sus ojos. Cuando habló, fue casi un siseo.
- Estableceremos las reglas ahora, puta. Me perteneces y harás sólo lo que yo te ordene hacer, ¿de acuerdo? Fuera de eso, si me desobedeces, te pasarás toda la noche rogándome para que te permita correrte... ¿Entendido?
Cuesta admitirlo, pero el aliento se me trabó en la garganta. Por un momento dudé de si realmente quería ser parte de aquel juego, de si realmente quería ser manipulado de ese modo. Quería enfocarme en el placer que acababa de recibir, pero algo debió haberse visto en mis ojos. No pude responder. Él lo entendió.
Tomó mis manos y besó las muñecas dulcemente, luego las alzó hasta ponerlas sobre mi cabeza y de la valija sacó un par de esposas, pero no eran comunes. El lado interno estaba dentado. Si me atrevía a negarme apenas, sentiría la mordedura de aquellos grilletes.
Miré a Aoi a los ojos, y no pude encontrar nada que me inspirara desconfianza...
Cerré los ojos y asentí.
Segundos más tarde, las esposas dentadas me arañaban los antebrazos, y un Aoi ardiente me masturbaba lentamente mientras su lengua dibujaba círculos ahora en mi pecho. Nunca fui ruidoso pero los jadeos se me volvieron naturales, como la respiración...
- Mmmh... Ah, Aoi... Aoi... Por favor...
Su risa vibró sobre uno de mis pezones.
- Por favor, ¿qué? - preguntó con malicia.
- Más...
Una de sus manos no abandonaba la base de mi miembro y toda esa zona ahora lubricada por mis propios fluidos. Subía hasta el glande y masajeaba mis testículos apenas, pero extrañamente, lo que me arrancaba los gemidos más obscenos era que me metiera los dedos sin compasión, como si fuera su propia erección la que me estaba penetrando.
Su boca estaba ocupada a un lado de mi cuello, besando, lamiendo y sobretodo mordiendo toda la expansión de piel hasta mi nuca. El influjo de estimulación en tantas áreas de mi cuerpo al mismo tiempo me llevaba rápidamente y sin escala hasta la culminación, mis gemidos se acentuaban e intensificaban, el vientre se me endureció...
- Todavía no es tu turno, princesa - susurró él, con maldad.
Y su mano se detuvo en la base de mi pene aplicando presión, sin hacer nada más, sólo manteniéndome en el borde de la locura. Su lengua, sin embargo, continuaba su travesía, ahora justo debajo de mi ombligo.
- No, no... ¡No, Aoi, por favor! Déjame... Ah... Ah... ¡Ah, ah!
Volvió a reír, y con un movimiento rápido, sacó otro objeto del fondo de la maleta, esta vez un anillo negro y brillante. Demasiado tarde me di cuenta de su fin - comencé a retorcerme cuando ya había pasado a reemplazar a su mano. Mi orgasmo estaba ahora truncado por el duro cuero mientras que sus dedos jugaban con la punta húmeda, torturándome.
Mi rostro se veía tan patético, deformado por la agonía del goce demasiado intenso, que él empezó a reírse lúgubremente mientras hacía danzar su boca por todas partes, con los ojos viles clavados en los míos. Comencé a perder el control, realmente quería acabar, y la cabeza se me iba de un lado al otro mientras desvariaba entre gemidos. Las esposas se me clavaban en la piel y el dolor similar al de una quemadura mantenía el placer a raya. Cuando comenzaba a sentirme como una muñeca de tela, él volvió a emplear esa voz perversa.
- Estás recibiendo tanto, putita... ¡Y llegó la hora de retribuirlo!
Entonces todo cesó, apenas por un instante.
...
Unas horas antes deseaba e imaginaba esto, pero la realidad es siempre más agresiva que cualquier fantasía. Y no me quejo.
Muerdo uno de los delicados y claros pezones de Ruki, mientras en las manos sostengo una generosa, endurecida y lagrimeante erección que me enorgullece sobremanera. Quiero tocarla por horas, no me canso de sentir la textura de las venas, combinada con piel tersa y vellos finos y suaves. Sé que le encanta, por eso también deslizo dos o tres dedos hacia su interior y no me contengo al moverlos con agresividad. Entran y salen fácilmente porque el pequeño cuerpo de Ruki está tan entregado al placer, tan entregado a mí...
Cuando siento que su cuerpo necesita un receso de tanto estímulo, le ordeno retribuirme. De la maleta extraigo una gruesa cinta de raso y le vendo los ojos.
- Siempre quise verte de esta forma, discapacitado, frágil... Eres tan fácil de romper, Ruki...
Se muerde los labios, reprimiendo una posible respuesta grosera. No hay palabras para su belleza en este momento: desnudo, sudado, atado y cegado, con rastros de saliva sobre la piel y un hermoso estandarte latente y rojo erguido entre las piernas. Pasan los segundos mientras lo admiro, y al darse cuenta, se lame los labios indecentemente. Hay algo que siempre he querido probar, algo que me invade la mente cada vez que observo esa pecaminosa boquita de prostituta.
Hasta ahora, sólo él está totalmente desnudo - yo todavía estoy vestido de la cadera para abajo, y aunque no puede verme, me quito lo que me falta con particular lentitud mientras él sigue echado y discapacitado frente a mí.
Teniendo cuidado de no cortarle la respiración para no interrumpir sus gloriosos jadeos, me siento sobre su clavícula y abro las piernas lo más posible para no incomodarlo. Acto seguido, acomodo la punta de mi propia desatendida erección sobre la comisura de su boca y comienzo a delinear con el blanquecino líquido pre-seminal el contorno de sus labios, su mejilla, parte de su mandíbula...
Para estar en mi posición, debo tener excesivo autocontrol, pero cuando su lengua larga y rosada asoma para lamer el líquido y lo que llegue a alcanzar del glande, siento que ya no puedo más - es demasiado.
- Tienes una boca tan pequeñita, Ruki... ¿Podrás darme el suficiente placer, o tendré que encargarme de eso yo mismo?
... Y antes de que pueda contestar nada, introduzco todo el pene dentro de esa acaramelada trampa color rosa. Los gritos se ahogan y se transforman en placenteras vibraciones. Sujetándome con fuerza del respaldo de la cama, empiezo a entrar y salir a ritmo rápido, pero cuidando de que sea algo que él pueda soportar. Ver cómo sus labios reciben con placer y gemidos estrangulados todo mi miembro una vez tras otra me desquicia. Si fuese por mí, podría ahogarlo. Podríamos morir de placer los dos.
Desacelero el paso apenas y haciendo uso de toda mi voluntad, mientras Ruki frota su habilidosa lengua contra mí, para extraer un nuevo y más agradable ítem de la valija. Se trata de un consolador vibrante color negro brillante. Ni siquiera considero lubricarlo, Ruki ya está lo suficientemente preparado como para recibirlo sin preámbulos.
Su boca se abre desmesuradamente cuando siente la doble penetración pero no hay mucho que pueda hacer al respecto, y entre la felación y la vibración que siente dentro de su cuerpo, los sonidos que intenta liberar se intensifican - con ellos, mi propio placer. Dejo que mis dedos se pierdan en la suavidad de su cabello mientras lo ayudo a mover su cabeza para mantener el ritmo. Siento deseos de verlo a los ojos, y le arranco la venda de un solo tirón.
Abre los ojos despacio, y noto lo oscurecidos y empañados que están. Lo primero, es por la lujuria - el pecado vuelve negra hasta la mirada más pura. Y lo segundo, se debe a las pequeñas lágrimas de placer reprimido, pero no me dejo conmover por este despliegue. Todavía queda un juego que quiero probar con él.
Con su mirada en la mía, no tengo mucha más voluntad para contenerme, sé que estoy llegando a mi primer pico de la noche y quiero que sea memorable. Retiro el vibrador de su interior, y también todo mi miembro de adentro de su boca pero no lo alejo, y él comprende. Cierra nuevamente los párpados y respira por la boca entreabierta, jadeante. Comienzo a masturbarme con fuerza, tragándome los gruñidos que quiero liberar.
Pocos segundos más tarde, gruesos hilos de semen eyectan de mi erección y aterrizan en la carita delicada de Ruki, manchando de blanco lo rosado de su boquita y mejillas.
Es una visión gloriosa, perfecta. Las gotas escurren por la comisura de su boca y él, mientras suspira, las atrapa con la larga lengua, cansada pero aún habilidosa. Es una puta. La basura más sucia y dulce que he tenido a mi merced jamás. No tardaré en endurecerme de nuevo.
A modo de gratificación por tan encantadora imagen, lo obligo a sentarse (aún esposado) y mientras lo beso, limpiando lo que queda de mí en su rostro, desato el aro que restringe su orgasmo. Tras unas firmes caricias, siento la tibieza de su propia esencia humedeciéndonos a los dos.
- ¿Qué otra tortura tienes guardada en esa maldita cosa, Aoi?
No he sido cruel con él, estoy convencido. Alargar y mantener el placer en vilo es un enorme favor. Es tan sólo un juego que me gusta jugar. Con honestidad, le sonrío y acaricio sus hombros angostos.
- Hay muchas cosas que no puedo ni quiero utilizar contigo, Ru... Kai es una persona muy retorcida, y esos objetos le pertenecen.
Traga saliva, preocupado.
- Podría colgarte del umbral de la cocina y fotografiarte, asfixiarte eróticamente, quemarte con cera... Pero no creo que nada de eso te excite mucho, ¿cierto?
- Si tienes morbo con alguna de esas prácticas, dejémoslo para otra cita.
Ambos reímos, y cuando dejamos de hacerlo, nos acercamos para mimarnos un poco. Es una especie de receso - realmente hay química en este encuentro. Me alegro de que mis instintos (y Kai) me hayan empujado a concretarlo.
Le libero de las esposas y tomo las muñecas con dulzura entre las manos. Tienen rojas líneas de irritación que me apenan un poco, pero la suave piel también es sensible a mis besos y mi lengua. Con tan sólo lamerlo en esa zona ya logro que sus ojos se entrecierren y sus uñas se claven en mi espalda...
Esta vez, soy yo quien está a su merced. Se sienta sobre mí mientras nos besamos, con mucha más ternura que antes, sintiendo en el paladar el gusto del otro y realmente disfrutándolo. La boca que ultrajé minutos antes ahora me suministra lamidas y mordiscos que son más como caricias. Cierro los ojos...
- Tienes un cuerpo tan perfecto, Aoi...
- Y tú tienes un culo tan hermoso, Ruki...
Se incorpora sonriéndome travieso, y antes de que pueda comprender la intención de su movimiento, se penetra con mi nueva erección, usando los dedos para guiarla hacia el punto que lo hace gemir de nuevo y con más intensidad que antes.
- Estás enorme...
- Te acostumbrarás.
Y esta vez, hacemos el amor. Él sentado sobre mí, dándose placer con una mano y medio inclinado sobre mí para poder seguir besándonos y acariciándonos.
Inexorablemente, el fin ha de llegar. Nuestros cuerpos son jóvenes y resistentes pero ambos hemos tenido demasiado, y yo no creo poder soportar mucho más. Me sonríe antes de cerrar los ojos en éxtasis cuando soy yo quien lo embiste por última vez.
- Ah, ¡AOI!
Ahora sólo quedan gemidos aislados, sus piernas alrededor de mi cintura y nuestras frentes unidas. Con poco margen de diferencia nos sacude el orgasmo. El suyo es tan intenso que lo hace arquearse perfectamente sobre mí y aprovecho la posición para besar con ternura la zona de su pecho donde los latidos del corazón son más agudos.
Bajamos del clímax lentamente, como de una nube, pero no quiero desenredarme de su cuerpo pequeño, y él tampoco parece querer soltarme. Apoya su cabeza en mi pecho mientras me enciendo un cigarrillo, y poco a poco su respiración se vuelve más pesada y pacífica.
Más tarde se repetirá, con seguridad... Pero por ahora, me refugio en su calidez y descanso los ojos.
...
Nunca voy a entender por qué hace tanto calor en el estudio. No se nos permite meternos con eso pero está comenzando a marearme. Sin embargo, Ruki se acurruca aún más contra mí. Parece no importarle que sude como si estuviera bajo las luces del escenario.
Reita y Uruha conversan sobre una película que acaba de estrenarse en el cine y que probablemente irán a ver para tirarle popcorn a la pantalla - como siempre hacen cuando van juntos al cine.
Hace calor, pero una tensión ha desaparecido de la atmósfera...
Ruki decide que quiere besarme el cuello justo en el momento en que Kai hace su entrada a la habitación. Nos mira con expresión neutra y me dedica una media sonrisa que devuelvo completamente, satisfecho.
Su única reacción consiste en levantar una ceja y desviar la mirada hacia el otro par, cuya conversación ha llegado a una pausa. Pobre Reita...
La mirada que intercambia con Kai lo explica todo.