Pairing: Kai/Ruki
Rating: R
Disclaimer: Not mine
‘Uruha, no estoy muy seguro de esto', exclamo, nervioso.
‘¡Pero dijiste que era lo que te gustaba!'
De hecho, así fue. Lo dije, pero no pensé que decirlo tendría estas consecuencias. Puedo sentir el rubor en mis mejillas; de tan intenso, mi cabeza podría pasar por un volcán.
Las manos de Uruha se mueven rápido, con suma destreza; no puedo evitar soltar alguna que otra exclamación cuando tira con particular intensidad, pero es de destacar lo suave y gentil que es. Me dejo hacer sin demasiada queja, pero sigo sintiéndome terriblemente avergonzado. Me pregunto qué diría Kai...
‘¡Ya está!', exclama, secándose una gota de sudor de la frente. Da unos pasos atrás para admirar su obra, y el orgullo centellea vagamente en su expresión: ‘¡Quedó fantástico!'
Y no puedo negar que sí... así es.
Por más que lo intento, no logro reconocer a la persona que me mira desde el espejo, con expresión entre maravillada y abochornada. Pero la lógica indica que no es otro más que yo. Un yo con una apariencia totalmente nueva, invertida... atractiva.
Mi pelo es ahora rubio cenizo, corto y estilizado. Los mechones pulidos y escalonados enmarcan mi rostro y lo afinan, definiendo un nuevo contorno. El sobrio maquillaje también es un impactante factor: mis ojeras púrpura, esas con las que he convivido cuatro años, se han tomado el día libre y ahora en su lugar hay un suave y misterioso juego de sombras negras que le dan a mi mirada una intensidad intimidante. Mi piel ya no es pálida ni verdosa, en cambio, el rubor acentúa los lados de mi nariz y mejillas, dando la impresión de absoluta lozanía. Por último, los labios tienen el tono perfecto: parecen rellenos, tentadores como dos gajos de fruta.
No reconozco nada de mí en el reflejo, y a la vez recuerdo todas mis facciones de varios años atrás, cuando todavía pertenecía al mundo de los vivos.
No puedo evitar sonreír ampliamente.
‘¿Te gusta?'
La voz de Uruha me recobra del ensimismamiento y sólo puedo asentir levemente. ‘Me encanta...'
Lo siento emitir una risilla satisfecha y luego, apoyar su mano en mi hombro.
‘Sobre la cama dejé la ropa que conseguí para ti', explica contento. ‘Póntela por favor. Hay tres conjuntos, y los tres son igualmente extravagantes. Pero pensé que era necesario darle un toque fuera de lo común a la situación. Para experimentar.'
Ciertamente, no me interesa para nada. A esta altura, me pondré lo que él quiera y me dará absolutamente igual. Le sonrío con sinceridad, al tiempo que da media vuelta.
‘Voy a darle una mano a Kai.'
Tengo un presentimiento extraño.
Me miro al espejo sin ver realmente; no suelo ser muy extravagante con la ropa, soy más bien básico y hoy no es la excepción, aunque inconscientemente he buscado verme elegante y prolijo.
Elegí pantalones rectos de vestir color negro, una ceñida camiseta sin mangas de color blanco, un chaleco negro sin botones y un saco a juego, de solapas planas, también negro. En los pies, calzado de boda: zapatos de punta relucientes que jamás he usado, pero que compré por si acaso. Hay que tener recursos para cada ocasión. Definitivamente, lo de esta noche es inesperado.
No encuentro otra cosa que hacer, pero siento que algo me falta. Tanteo mi clavícula sin pensarlo, poniéndome de pie rápidamente. Rebusco en un cajón olvidado de mi cómoda y extraigo un viejo estuche aterciopelado; de tanto estar guardado, la suave superficie se ha vuelto apergaminada y tiene varias pelusas blancuzcas adheridas. Dentro, hay una simple cadena de plata que atraviesa dos gruesos anillos de oro blanco con grabados. Los observo con recelo, refregándolos entre mis dedos. La cadena tintinea alegremente, contenta por ver la luz otra vez; los anillos relucen, soberbios.
No quiero pensar en los recuerdos que simbolizan, simplemente los necesito como un adorno y es todo.
Con suma delicadeza, deslizo las puntas de la cadena alrededor de mi cuello y la abrocho sobre la nuca.
El toque perfecto.
‘¿Kai?'
Volteo hacia el umbral de la puerta, donde Uruha me inspecciona detenidamente con una sonrisa en los labios, a lo que reacciono metiéndome las manos en los bolsillos en gesto de ligerísima incomodidad.
‘Te ves muy bien. No te preocupes. Venía a ver si necesitabas ayuda con tu pelo o algo, pero veo que estás listo.' Observa su reloj y frunce el ceño. ‘Si no salimos en diez minutos, no llegaremos a tiempo para la reservación. Y dado que Ruki no puede estar de pie, mejor nos apresuramos.'
‘De acuerdo', respondo.
La idea de Uruha es sencilla, pero no estamos acostumbrados a salir a cenar fuera y me preocupa que algo inesperado pase. Sé que debo mantenerme positivo, es sólo una noche. Además, Ruki parecía entusiasmado. A él rara vez le entusiasma algo...
En el vestíbulo, confirmo que tengo todo: billetera, llaves, cigarrillos, documentos, los medicamentos de Ruki, el teléfono celular, sus papeles. No puedo olvidar nada de lo esencial, en caso de que se descomponga...
‘¿Ya estás, Kai? Perfecto, ¡vamos!' La voz de Uruha interrumpe mi lista mental.
No luce muy distinto a como se ve todos los días: ropa cara de cuero, accesorios plateados, el pelo perfectamente lacio y rubio como si no fuera japonés. Ya no me sorprenden las enormes calaveras estampadas en su camiseta ni las uñas pintadas de negro. Uruha simplemente es así, y extrañamente no afecta su imagen profesional. Es que la seriedad que adopta cuando trabaja anula por completo cualquier extravagancia.
‘Ruki, ya sal. Queremos verte', exclama Uruha de repente, y luego me guiña un ojo. Alzo las cejas en respuesta.
‘Ok...'
Con timidez, Ruki se asoma al corredor, y luego, lentamente, camina hacia nosotros como un niño en su primer día de clase en escuela nueva.
En algún lugar de mi pecho, algo se estruja violentamente al verlo.
Su cabello cambió de color por completo, adquiriendo un brillo dorado que antes no veía en el opaco castaño; parece más sano y suave. Su rostro también ha cobrado vida, se ha inflamado de color y sus expectantes ojos me miran como ansiando algo, brillantes. La intención del maquillaje claramente es volverlo más misterioso, pero yo siento que contemplo a alguien renacido.
‘Te ves muy bien', pronuncio en voz baja. La emoción que siento no me permite articular nada más.
Cuando llegamos al restaurante, me siento embriagado de emoción. Es un lugar muy particular, con cubículos cortinados en vez de mesas y una amplia pista de baile donde algunas parejas, vestidas de gala, danzan lentamente al compás del suave jazz. Las luces son rojizas y bajas y sobre las mesas cuelgan candelabros con esferitas blancas que relucen. Todo es muy íntimo, tranquilo y a la vez intenso.
Me siento agradecido con Uruha, porque claramente ha pensado en mí al elegir el sitio. Puedo disfrutar de un cambio de escena sin que peligre mi salud, sin que todo tenga que terminar a medianoche a causa de los excesos, los humos, o la torpeza humana.
Realmente estoy muy, muy agradecido.
Una hermosa chica de uniforme se nos acerca y nos pregunta si tenemos reservación. Uruha le da su apellido y, con un gesto amable, ella nos conduce a una de las mesas adoseladas que rodean la pista.
En el camino, varias damas nos sonríen desde la pista de baile, y al notarlo un sentimiento extraño me inunda. Hace tanto tiempo que no sucede algo así...
Veo algo que me sorprende aunque no debiera: varios pares de ojos maravillados siguen a Kai, aunque él es incapaz de percatarse. Su expresión es tan sobria como siempre.
A partir de la cena, la noche se vuelve increíble. Uruha es quien más habla, porque naturalmente es quien más tiene para contar. Nos enteramos, con sorpresa, que el restaurante le pertenece a su suegro (aún así, notamos que el hecho de que esté casado nos resulta lo más natural del mundo), con quien tiene una estricta relación, pero de todas maneras siempre le cede las reservaciones. También nos cuenta anécdotas del lugar, prestando especial detalle a la noche en que conoció a su esposa. Es fantástico oírlo hablar sobre ella, su rostro se transforma totalmente.
La comida es perfecta, la conversación prácticamente se esfuma cuando nos la traen y nos dedicamos a engullir con cuanta delicadeza nos permite su exquisitez. Mientras comemos, observo de nuevo mi entorno con detenimiento: un Uruha alegre, como es usual; gente bailando, largos vestidos y pendientes de cristal reluciendo en la tenue atmósfera festiva; música idónea para sentirse distendido y a la vez energizado.
Lo único que me descoloca un poco es la impenetrable seriedad de Kai, que apenas participa en la velada, come con rigidez y no me mira en ningún momento.
Un regusto amargo inunda mi boca al notarlo y arruina mi último bocado. ¿Se sentirá incómodo? No me dijo casi nada cuando me vio con el peinado y la ropa nuevos... ¿Será que es demasiado para su estricto gusto?
Me miro disimuladamente. De los tres trajes, elegí el menos llamativo, pero de todas maneras da qué hablar: pantalones semiajustados de cuero negro con chaqueta a juego, camisa de satén color borravino, zapatos de punta charolados y, complementando, accesorios de plata calada. Nada de lo que llevo puesto lo elegí yo, Uruha se limitó a consultar mi talle y adquirir todo según su criterio, y unas vagas indicaciones mías en una revista de moda.
Por su parte, Kai viste clásico. El traje que lleva está impecable, a la vez resaltando todas las marcadas formas de su cuerpo tonificado. No necesita mucho para verse atractivo, pienso, porque de entrecasa, como lo veo todos los días, quita el aliento.
Quizá no me veo tan bien como imaginé al principio, quizá sólo soy como un cadáver en velatorio: maquillado vulgarmente, pero aún rígido y poco agraciado como un papel pergamino.
Siento cómo mi humor desciende en picada por mi garganta hasta mi estómago.
Es entonces cuando una preciosa muchacha se nos acerca desde el otro lado de la pista. Su cabello oscuro cae en definidas ondas sobre los hombros relucientes, y el vestido de noche que trae puesto abraza sus formas a la perfección. Embobado, observo en detalle su rostro exótico, de facciones suaves y ojos como dos preciosas piedras negras.
Uruha se pone de pie de un salto y toda su alta figura se transforma en la encarnación de la ternura. Toma la mano de la joven, besándola. Acto seguido, voltea hacia nosotros y nos sonríe.
‘Esta es mi hermosa Chiko', nos la presenta, orgulloso. ‘Mi vida, estos son mis amigos, Ruki y Kai.'
‘Encantada de conocerlos. Mi nombre es Takashima Chiko, y espero que nos llevemos muy bien.'
Concretamos la presentación incorporándonos e intercambiando reverencias con Chiko. Se sienta con nosotros un momento y nos embarcamos en una charla ligera y corta; mientras hablamos, la mesera trae bebidas alcohólicas y té verde. La música se va tornando más animada y las luces sobre las mesas disminuyen la intensidad; detectamos que la hora de la cena ha culminado y el baile inicia sutilmente. Observo extasiado las siluetas recortadas en la pista, que cada vez son más. Algunas mesas han corrido las cortinas, bloqueando la vista por completo, pero quiero que la nuestra permanezca abierta para poder perderme en la fantasía del baile.
‘Si nos disculpan...'
Apenas oigo la voz de Uruha cuando se excusa para retirarse a bailar con su esposa.
Quiero bailar, aunque no creo recordar cómo se hace. Tampoco creo que mi cuerpo lo resista. Pero no tiene importancia, porque mientras pueda ver a otros hacerlo, y mientras pueda sentir esta atmósfera como de palacio lleno de cortesanos, me conformo. Es diferente, y no me siento marchitar...
‘Ruki.'
Su voz logra sacarme del ensueño con más rapidez que un relámpago. Kai me mira serio, casi con reproche, y me siento resquebrajar un poco.
‘¿Qué pasa?'
‘No hagas eso. No divagues', contesta sin variar de tono. ‘Uruha dijo que debes mantener tu concentración. Ven', me llama, palmeando el espacio vacío a su lado. ‘Conversemos.'
Dubitativo, me acerco lentamente a él, observando extrañado la cantidad de botellas pequeñas de cerveza que rodean su copa. ¿En qué momento se bebió tanto? Y ¿cómo lo resiste?
‘Me gusta cómo te ves. Uruha hizo un trabajo fantástico.'
Su acotación me deja frío. Otra vez percibo cómo los calores ascienden a mi cara y desvío la vista de sus ojos profundos.
‘G-gracias', respondo, nervioso y avergonzado por el temblor de mi voz. Me aclaro antes de seguir: ‘A mí me gustan tus anillos, nunca te los había visto.'
Extiendo la mano hacia su cuello como para tocarlos, pero me detiene antes. Sus fuertes dedos sujetan mi muñeca con firmeza, primero aplicando cierta fuerza, y luego más suavemente.
Me olvido de respirar mientras acerca mi mano a su rostro, casi como si fuera a besarla... Pero la deja a meros centímetros de sus labios, y me doy cuenta que sólo mira en detalle el enorme anillo que decora mi anular. Con la otra mano, inspecciona mis dedos, deslizando las yemas sobre el dorso. Mi mano está ahora acunada entre las suyas y recibiendo sus atenciones.
Un espasmo recorre mi columna; es un shock eléctrico que deja hormigueos en todas mis terminales nerviosas. Conozco esa sensación demasiado bien, y me estremezco. Él lo nota.
‘¿Ruki?'
Debo alejarme, aunque sea sólo por un momento. El impulso me dispara, lejos de Kai, hacia la pista de baile donde todo es un caos de cuerpos brillantes que se mueven como serpientes bailarinas. Me pierdo entre esas formas, bordeo los cubículos y me dirijo hacia donde, supongo, se encuentran los tocadores.
Finalmente los visualizo, más bien identifico el cartel con una pequeña figura femenina y otra masculina; corro hacia la puerta y al atravesarla me encuentro con el frescor de la noche. Un largo pasillo a la intemperie lleva hacia un pequeño patio donde otro edificio más sobro se levanta. La puerta de la izquierda lee ‘Caballeros'.
Una vez dentro, corro hacia el espejo. Mi rostro permanece igual: ningún hechizo se ha roto. Lo único que cambia es la tonalidad de mis mejillas, intensamente enrojecidas, y mis pupilas dilatadas de par en par. También mi cuerpo parece otro: me siento varios grados más caliente de lo normal, y mi respiración es dificultosa, entrecortada. Me separo de los lavatorios y apoyo la espalda en la pared más próxima, tratando de traspasarle algo de mi calor para deshacerme de él. Pero es inútil.
Sólo puedo pensar en Kai, y el mecanismo activado está listo para hacerme delirar de deseo en el lugar más inapropiado de todos.
‘¡Ruki!'
Me congelo.
Allí está él, más rápido de lo previsto. Se acerca rápidamente y sujeta mis hombros, sacudiéndome.
‘Ruki, ¿estás bien? ¡Habla ya!'
Kai... siempre eficiente. Siempre haciendo su trabajo...
Dejo caer la cabeza, rendido.
Esto es algo que él no puede curar. Un largo gemido escapa de mis labios cuando siento que su mano busca el pulso en mi cuello. Me siento como parado en una enorme llama de placer, y no hay manera de que pueda estarme avergonzado de mis acciones, no por el momento. Ahora, es el mecanismo el que me guía.
Mis manos rodean la cintura de Kai, justo bajo el saco de corte recto y sobre la ceñida camiseta blanca. Su cuerpo está tenso y los músculos se marcan a la perfección bajo mis dedos. Entierro el rostro maquillado en su pecho y escucho latir su corazón.
‘¿Ruki...?'
Deslizo las palmas por la expansión de su torso perfecto. Los oídos me zumban... No me oigo a mí mismo pronunciar esas palabras... Pero el rostro de Kai finalmente cambia porque el sí las escucha, y me siento tan feliz de poder arrancar una emoción de su inmaculada cara, que siento ganas de reír. Aunque me arranque de su cuerpo, aunque desaparezcan las manos que me sostienen protectoramente.
Kai me mira, y su rostro es otro.
Es sincero.
De la nada, unos labios prendidos fuego conectan con los míos, incinerando la poca cordura que queda en mi cuerpo sacudido por los espasmos.