Pairing: Kai/Ruki
Rating: R
Disclaimer: Not mine
‘Kai... por favor... te necesito...'
Todo mi cuerpo se tensa al oír esas palabras y hasta puedo sentir cómo mi rostro se transforma. Su expresión es una que jamás había visto, con mejillas de rojo profundo, párpados pesados y labios entreabiertos. Unas manos desesperadas rebuscan bajo mi ropa, acarician, se agarran y se deslizan.
‘Te necesito...'
No sé, no sé qué hacer.
Siempre, desde el primer día en que conocí a Ruki, supe cómo obrar. Siempre fui capaz de comprender sus necesidades y de atenderlas, y jamás me embargó otra cosa que no fuera puro sentido del deber.
Mi mente retrocede hasta esas antiguas escenas. Ruki sentado frente al hogar, envuelto, mirando la nieve. Tendido sobre el césped maduro, tomando el sol, o durmiendo. Acuciado por la fiebre, delirando, con lágrimas en los ojos. Desnudo, en la bañera; sin miedo, sin desconfianza...
Es tan natural para mí. Es ya como una parte de mi ser, algo que protejo instintivamente. Nunca le dedico demasiado pensamiento porque no hace falta; hemos estado juntos y hecho tanto en todos estos años, que se transformó en algo más.
¿Y si algún día desapareciera?
Mi corazón late con fuerza, dando tumbos, y él lo siente. Su mejilla está posada en mi pecho, su pequeño cuerpo tiembla...
Te necesito.
Yo también te necesito, pienso. Y busco sus labios con los míos.
El beso se da, como tantas otras cosas entre nosotros, con sencilla fluidez. Primero es una caricia, un roce de piel fugaz y desconcertante, pero enseguida deseo profundizarlo. Lo rodeo con mis brazos y lo cubro con mi cuerpo, sintiendo cómo su figura menuda se amolda perfectamente a la mía, más firme. Sus brazos suben, rodeando mi cuello, y los míos aprietan su cintura, acercándolo más a mi boca.
Las lenguas de los dos se encuentran, se conocen. La suya es inesperadamente suave, larga y mullida; inconscientemente exhalo un suspiro audible al morderla. En su aliento, distingo un lejano regusto a té verde y efluvios imposibles de identificar. Son parte de su sabor, el sabor dócil, pacífico y frágil que caracteriza a Ruki.
Nos besamos con tal lentitud, que nuestras respiraciones terminan apaciguándose y después de unos momentos, es como si nos hubiéramos fundido. Cambiamos de posiciones, giramos levemente los rostros para acomodarnos nuevamente y seguir acariciándonos con languidez. Su calor es mi calor, y viceversa. Deslizo los dedos sobre su baja espalda, subiendo por la columna, llegando hasta los hombros, y rozando su nuca.
Una vez que establecemos un ritmo, mis otros sentidos incrementan. Él huele a colonia, a champú, a piel suave y medicamentos. No sé cómo los identifico, uno por uno, pero logro hacerlo. Enredo las yemas de los dedos en su flamante pelo rubio, y mordiendo por última vez su labio inferior, dejo que se deslice fuera de mi agarre. Lo observo.
Los ojos le brillan, y la más hermosa sonrisa le estira los labios. No es un gesto forzado con el mero propósito de complacer o despreocupar. No es una sonrisa que busque ocultar dolores o incomodidad, como otras tantas veces.
Es una sonrisa que jamás le vi. Y a cambio de tal regalo, le ofrezco otra igual.
Nos besamos un largo rato; cuando nos cansamos, nos quedamos abrazados. Para que nadie nos viera, nos metimos dentro de un cubículo y ahora me encuentro acunado en el regazo de Kai.
Las fuerzas me abandonan progresivamente, puedo sentir cómo el dolor en mi cuerpo se vuelve más intenso minuto a minuto. Pero no importa. Me siento en completa paz.
‘¿Kai? ¿Ruki¿ ¿Están aquí dentro?'
La voz de Uruha nos sorprende, pero sólo inicialmente. No puede vernos, así que no me molesto en desprenderme de los brazos que me aprietan. Con voz grave, Kai responde:
‘Sí, Uruha. Estamos aquí. De pronto a Ruki le han entrado náuseas y estoy ayudándole. En un momento salimos... creo que es mejor volver ya.'
‘De acuerdo', se escucha del otro lado, ‘voy a buscar el coche. Cuando salgan, estaré esperándolos con Chiko.'
Juntos oímos cómo se alejan sus pasos amortiguados.
‘Tenemos que ponernos de pie', susurra, plantando un beso suave bajo mi oreja. ‘¿Puedes?'
‘Creo que tendrás que ayudarme...' Cuando intento pararme, las rodillas no me ayudan. Él simplemente pasa un brazo largo y torneado por mi cintura y se convierte en mi muleta.
Mientras caminamos, atravesando el largo tramo que nos distancia de la salida, no me atrevo a mirar a Kai. Siento que hoy rompimos algo con nuestra ansiedad y que mañana, o quizá esta misma noche al llegar, tendremos que hablar.
Se siente extraño, es cierto. El sabor de su boca permanece en la mía y me doy cuenta que no ha sido necesario más que eso para calmar mi destructivo deseo sexual. Una vez que me tuvo entre sus brazos, mi cuerpo y mi mente se hallaron en calma...
La gente nos observa, una mesera se acerca para preguntarnos si todo está bien. Es que irrumpimos en la pista de baile, donde queda poca gente, y yo prácticamente me arrastro para caminar.
Kai indica que ya vamos de salida y que no hay de qué preocuparse. La mesera se aleja, mirándonos de reojo por encima del hombro.
Chiko y Uruha nos sonríen al vernos, ella con semblante preocupado, él aprontándose a ayudar.
Descubro que tengo los oídos tapados, el cuerpo más dolorido.
A veces realmente odio mi enfermedad, porque me sumerge en la inconsciencia con demasiada frecuencia...
Me despido de Uruha y su mujer, no sin antes agradecerles profunda y sinceramente por todo lo que han hecho. Hoy vi un Ruki totalmente fresco, cambiado... Me mostraron un mundo que no sabía que existía. Creo que en parte también les agradezco por mi momento íntimo con él. No lo sé bien.
El coche se aleja por el angosto camino de grava y, con la destreza de la costumbre, destrabo el cerrojo mientras cargo a Ruki en brazos. Su respiración es acompasada y su mano izquierda sujeta con soltura una de las solapas de mi saco.
Una vez adentro, arrojo la llave en algún rincón, pero no hace ningún ruido. Sin encender las luces camino, como un ciego que cuenta los pasos de memoria, hasta la habitación de él.
Al desvestirlo para acostarlo es inevitable quedarme observando su cuerpo desnudo por unos segundos. No es ni remotamente perfecto pero descubro que me llena de paz ver cada imperfección, cada cicatriz y hematoma dejado por las agujas. Es un cuerpo que sobrevive día a día y enfrenta la forma más primitiva del dolor, sin desarmarse ni rendirse. Acaricio las marcas, las delineo con los dedos.
Me encuentro ansiando ser capaz de anular ese dolor. A pesar de ser algo tan común y simple para él... Quiero deshacerlo. Los años me mostraron un ser humano inocente, desprendido de todo mal... Pero por encima de todo, alguien puro y sin rencores. Ruki siempre aceptó su realidad sin renegar de ella, se alejó de su vida para evitar ser una molestia y se entregó a la reclusión sin sentimientos negativos.
Al menos, sin contar el vacío que a veces distingo en su mirada.
Me inclino, planto un beso en su pecho, justo sobre el latido de su corazón, y lo visto. Dormirá hasta que el dolor lo despierte, y eso me hace doler un poco a mí también. Pero mientras se encuentre sumido en la inconsciencia, no sufrirá.
Le deseo dulces sueños y cierro la puerta de su cuarto.
Me dirijo a mi cuarto, pero de repente me entra sed y me desvío a la cocina. El ambiente en el comedor está extraño, como si una presencia ajena flotara en el aire.
De un golpe acciono el interruptor de las luces.
‘Buenas noches, Kai. Ya pensaba que te ibas a dormir sin saludar.'
Una ira inmensa me invade, como un puñetazo de acero en el pecho.