Pairing: Kai/Ruki
Rating: R
Disclaimer: Not mine
‘Estás dando pasos hacia atrás, Ruki. Y no me refiero sólo en cuanto al manejo de tu enfermedad.'
‘Lo sé.'
‘Que lo sepas y no pienses hacer nada no me sirve. ¿Qué es lo que pasa por tu mente?'
Las preguntas de Uruha nunca me molestan, pero no puedo evitar mirarlo con dureza esta vez. Puede que sea por cansancio, y de seguro tiene que ver con una pizca de sana irritación... Pero lo que me desquicia es que no puedo contestar a esa pregunta, no por falta de voluntad, sino porque no puedo.
No sé cómo.
Hay cosas que no pueden evitarse, que Kai se fuera es una de ellas; ni mis ruegos ni las palabras de Uruha lograron que se quede. Es su vida y no puedo hacer nada al respecto, quizá simplemente mortificarlo por dejarme después de tanto tiempo, pero no hay forma de que eso cambie nada. Y no quiero hacerlo, de cualquier modo. No me hará más feliz.
Es verdad, nada cambió. Tengo un nuevo enfermero, un joven graduado en enfermería y estudiante de farmacia, llamado Shiroyama Yuu. Al parecer, Kai le explicó mi rutina con lujo de detalles antes de marcharse (hasta me atrevería a arriesgar que solicitó a Yuu específicamente), y aunque no lo tomé como un halago en lo absoluto, debo admitir que fue bastante acertado.
‘Ruki.'
Todo es igual. Siempre hago lo mismo. Me sigue doliendo con la misma intensidad. Y por encima de todo, estoy solo. No físicamente - sino de aquel otro modo. Y mi propia mente, donde me he refugiado tanto tiempo, ahora parece una guarida hostil, algo así como una trinchera de guerra.
Yo me dedico a esperar la granada.
‘¡Ruki! ¡Deja ya de hacer eso!'
Uruha sabe que no tengo más remedio. Porque ahora ni siquiera tengo ganas, y se irrita injustificadamente... ¿desde cuándo soy más que un moribundo paciente? Me molesta que actúe como si me apreciara, me molesta esa característica de su profesión, me molestan las apariencias que ahora parecen nítidas y agresivas como colores primarios. Antes esas fachadas me daban paz, me inspiraban simpatía.
‘No quiero seguir haciendo esto, Ussan.' Mi voz es plana, está aburrida. ‘Ya no quiero la terapia.'
Su rostro se transforma. Las cejas se arquean prominentemente y los labios, tensos y rectos, parecen hervir con reproches. Pero no es así como funciona.
Finalmente, exhala un suspiro y cierra los ojos momentáneamente.
‘Ruki... si renuncias a mi ayuda a voluntad, ya no podré volver a visitarte. Si, estando totalmente en tus cabales, decides que ya no quieres terapia, mi trabajo termina.' Tras estas palabras, lame sus labios y se inclina un poco hacia adelante, mirándome a los ojos con intención. ‘Piénsalo.'
‘Lo he pensado', replico automáticamente, sin intimidarme. ‘No hay más esperanza para mí. Soy la mejor persona que puedo llegar a ser, y las palabras que iniciaron todo esto son sólo palabras...'
‘¿"Voy a morir pronto"? ¿Te parece a ti que son sólo palabras sin significado alguno?'
‘Fueron un desliz. Una exageración. No me voy a morir.' Cortante. Cansado. Mi voz ya ni siquiera tiene fuerza para imponerse sobre la de Uruha. ‘Si me muriera, todo sería muy fácil. Si cayera en coma, o peor, me volviera esquizofrénico como tú temes... ¿No crees que sería todo más sencillo? Dormiría sin molestar, constantemente, y mis únicos gastos serían la electricidad del respirador y el suero. Mi madre ni siquiera tendría que desperdiciar su aliento para consolarme. Morir, o caer en un estado similar... ¿no sería eso lo mejor? ¿Lo mejor para todos?'
Ya no puedo mirarlo a la cara. Mis ojos se clavan en mis manos entrelazadas sobre el regazo, unas manos pálidas y huesudas de superficie suave. Son manos que no han hecho nada en años, ni siquiera han escrito palabras en un papel o pintado un cuadro. Manos que no tienen recuerdos.
‘Ruki... era eso lo que quería escuchar...'
Puedo escuchar la sonrisa de Ussan en las amables palabras que ha pronunciado. No siento ganas de llorar, pero debe ser algo parecido, porque se me llenan los tractos respiratorios de una densidad similar al algodón. De repente, un peso desciende junto a mí en el diván, y el largo brazo de mi terapeuta rodea mis hombros con soltura. Es raro, pero no consigo despegar la vista de mis dedos flacos.
‘Ru-chan, algún día te darás cuenta... que eres más que un cuerpo hospedando una enfermedad. Aunque ni tú mismo lo admitas, tienes sentimientos y sueños que están heridos. Están esperando que los abraces, que los reconozcas, que los nutras con tu frágil energía vital. Tu vida nunca empezó, pero es porque siempre te interpusiste... ¿Sabes cuántas cosas puedes hacer con esas dos manos que tanto escrudiñas? Por lo menos las tienes... Duelen, arden, se cansan con facilidad, pero pueden moverse. Igual que tus piernas, y tus ojos que pueden ver. No puedo prometerte que con sólo tu voluntad podrás ganar esa maratón de tus sueños... Pero hay tanto que puedes hacer, por ti, y también por el resto. Y lo primero de esa larga lista, es dejar de sentir pena por ti mismo.'
Sus dedos aprietan mi brazo izquierdo cuando todo mi torso empieza a sacudirse. Y, aunque no puedo derramar lágrimas, escondo mi cara en su pecho antes de empezar a gritar.
La música. Los colores. Los olores densos, espesos y amargos que parecen serpientes vivas y penetran mis fosas nasales, como la peste. De solo estar sentado en este rincón, me siento enfermo y sucio.
Corrupto.
Reita se fue con una mujer hace largo rato, dejándome solo para poder encontrar a alguna también. No, eso no va a suceder, no en este antro de luces rojas y aire irrespirable.
Durante los últimos días me he sentido de una manera que no reconozco y no sé nombrar, quizá cuando todavía tenía familia sabía identificarlo como ‘nostalgia'. Pero ahora no estoy seguro. Sólo sé que no tengo idea de por qué estoy aquí, no tengo idea de por qué regresé al sitio del que había huido.
Quizá fue ver a Reita, ahí sentado, en medio de la oscuridad... Sí, yo podía reducirlo, podía ganarle, estrujar su pescuezo sin esfuerzo alguno y enterrarlo en el pinar. En aquel momento yo tenía las de ganar. ¿Pero de qué servía? No sirve de nada poder deshacerse de un simple peón cuando el Rey está tan estratégicamente posicionado.
Y el Rey sabe dónde está Ruki.
No me gusta la realidad que vivo pero es imposible de cambiar: extraño el pinar, extraño mi trabajo, y lo extraño a él. Como ni siquiera extrañaba a mi madre cuando, años atrás, elegí ser un criminal.
Elecciones, elecciones... La vida está llena de ellas, y siempre me he burlado de las ‘incorrectas', porque solía pensar que nunca obraba mal... Incluso cuando me cansé de manejar armas y destruir vidas, y me fui. ¿Fue por comodidad? ¿Por aburrimiento? En tal caso, trabajar cuidando a un moribundo... ¿no era eso más aburrido?
Y no, no lo había sido. Aquel retiro espiritual con Ruki y su fragilidad fueron la única elección correcta de toda mi vida. Me transformó.
No soporto estar lejos de eso.
Una mujer alta, de aspecto no tan vulgar como su entorno se acerca y apoya su mano en mi brazo, dedicándome una sonrisa suave. Sus largas pestañas maquilladas proyectan sombras irregulares sobre las mejillas, y sus labios no llevan ningún color. Son pequeños y pálidos. Parece cansada, triste. O quizá es sólo mi cansancio y mi miseria que veo proyectados en todas partes, en todos los rostros.
Se acerca a mi oído y exhala con delicadeza una invitación; mi pecho se comprime.
No puedo ayudarme a mí mismo, pienso, deslizando un brazo alrededor de su minúscula cintura envuelta en raso, pero quizá pueda empezar a practicar con alguien más.