Pairing: Kai/Ruki
Rating: R
Disclaimer: Not mine
Una vez leí sobre la levedad del ser. Un libro extraño, que no pude digerir con facilidad, pero que definitivamente hizo mella en mi alma. Puede que haya sido porque en esa época mi madre agonizaba inexorablemente, o quizá porque nunca había experimentado el amor pasional y simplemente me fascinaban las historias de devoción y locura. Puede. Pero creo que recién ahora siento su impacto real. Y entiendo esas palabras mejor que nunca.
Terremoto de 8.9 grados sacude el Norte del país - enormes oleajes arrasan con la prefectura de Miyagi
Por largos minutos, sólo me limito a observar la pantalla, exánime. Perturbadoras imágenes de la humilde zona urbana siendo tragada por toneladas de fango y escombro, igual que un enorme monstruo marino hambriento. Elegantes automóviles rodando entre olas de agua sucia, y un buque impactando de lleno contra un puente cargado de viajantes. Llego, incluso, a dudar - ¿no serán éstas escenas montadas de algún largometraje catastrófico? ¿No es esto el adelanto de un nuevo éxito de Hollywood?
Aunque lo quiera creer, hacerlo no lo volverá cierto. Es real, y está pasando. La levedad de mi ser se esfuma, desaparece. Y el peso del tsunami está ahora sobre mis hombros, sobre mi nuca, sobre la corona de mi cráneo como una larga y espesa columna de presión atmosférica.
Ruki.
Han pasado meses. Largos, penosos y vacíos meses sin tener noticia de aquella otra vida. Miro alrededor: nada se ha movido, ni una brisa agitada de aire, mucho menos la réplica de un terremoto. Pero es de esperarse, ¿cierto? Yo estoy aquí, en Fukuoka. La ridiculez es exagerada, irónica.
El pinar, Ruki, la cabaña. Todo eso está en Sendai.
O ya no...
Y de repente, como si un nuevo terremoto estuviera sacudiendo mis despreciables, penosas y patéticas entrañas, un dolor horrible se abre paso, deslizándose despacio desde mi garganta hacia todos los rincones de mi cuerpo. Las articulaciones crujen cuando, invadido por la desesperación, corro hacia el teléfono celular que ya no uso, le conecto el cargador a la batería y, con dedos descontrolados, busco el número telefónico de Shiroyama. Es un celular, y quizá, sólo quizá...
Lo sentimos, pero en este momento las líneas se encuentran saturadas. Para localizar a una persona...
‘¡AGGHHHHH! ¡MIERDA!'
No hay aire en mis pulmones. La sangre retumba en mis oídos como una fiera enjaulada, y me doy cuenta que ya no importa dónde estoy, y tampoco importa el por qué. Otro vistazo a la televisión, de nuevo las imágenes más trágicas de los últimos veinticinco años en Japón, y la realidad que me sonríe con sus dientes puntiagudos, irónica. Esto es lo que dejaste atrás. Y como todo lo que abandonas, acabo por tragármelo, matándolo. Todo lo que aprecio acaba en las garras de mi propio abandono.
‘No', exclamo en voz alta, con los ojos clavados en la pantalla.
Lamentarme, enfadarme, desesperar - no es esto lo que yo hago, ¿verdad? Ser inteligente y calculador son mis características. Recuerdo el rostro pálido de Ruki, el vago rubor de sus mejillas y los párpados pesados, junto a una mirada intensa. ‘Creo que moriré pronto'. ¿A esto se refería?
Apenas alcanzo a arrojar unas pocas pertenencias dentro de una mochila de cuero, y el resto del espacio lo ocupo con todo el dinero que he ahorrado, el teléfono celular, documentación y, extrañamente, la identificación de la agencia de enfermeros. De algún modo presiento que la necesitaré.
Echo un último vistazo al minúsculo departamento, no para despedirme o memorizarlo, sino como una manera de analizar si no estoy olvidando algo importante. Finalmente, descuelgo el casco negro de su perchero y me echo el equipaje a la espalda.
No tiene sentido ir en coche, ni siquiera aunque sea un largo viaje - con ese trasto enorme no llegaré a ningún lado.
Horas más tarde, he logrado acercarme a Tokyo, donde la situación es más tangible y real. Ha habido algunos derrumbes mínimos y la luz va y viene todo el tiempo. La gente se amontona en las estaciones de tren e incluso en las calles o parques, donde hay menor riesgo de sufrir un golpe. Estando aquí siento la primera réplica desde que vi las noticias en televisión, un sacudón intenso pero no agresivo - es como si el suelo fuera una enorme barriga hambrienta que gruñe de vez en cuando.
Una joven pareja se apretuja en un banco de plaza con un enorme bulto arropado en los brazos: se trata de una pequeña niña, no mayor de cuatro años. Parecen consternados, pero firmes. Saben que si aguantan y se protegen mutuamente, podrán volver a casa pronto.
Es la imagen de aquellos padres protegiendo a la criatura lo que me recuerda que puedo intentar llamar a otro teléfono (ya que he insistido con el de Shiroyama y el de la cabaña, pero ninguno de los dos funciona). Sé que el celular no servirá de nada, así que luego de una larga espera en la fila de un teléfono prepago habilitado, me encuentro marcando el número de la residencia Matsumoto.
El tono se reitera una y otra vez, y cuando estoy a punto de rendirme, un suave ‘clic' del otro lado me sobresalta.
‘¿Diga?' Una voz femenina, muy leve.
‘Mi nombre es Yutaka Kai. Me gustaría comunicarme con cualquiera de los miembros de la familia Matsumoto.'
‘Matsumoto Yuko al habla. ¿En qué puedo servirle? ¿Es usted de la policía?'
‘Señora Matsumoto... Soy Kai. Ya sé que ha pasado un tiempo, pero...'
Una larga pausa del otro lado. Y luego, una suave inhalación.
‘Oh, ¡Kai! Sí, te recuerdo. El joven de la agencia, el enfermero que cuidó a nuestro Ruki tanto tiempo. Sí, sí... te recuerdo. Pero... ¿a qué se debe la llamada?'
‘Eso... yo...'
‘¿Estás en Tokyo? ¿Necesitas ayuda, asilo? ¿Cómo se encuentra tu familia?'
El tono ligeramente más nervioso de la mujer me entibia el corazón. Que me recuerde y se preocupe es algo totalmente inesperado, pero agradable. Me siento agradecido.
‘Estoy en Tokyo, y estoy bien. Llamo porque quería saber cómo está usted. Cómo está Ruki. La zona afectada...'
‘Ah, cariño... Qué bueno', me interrumpe con suavidad. ‘Qué bueno que estés bien. Nosotros estamos bien. Aunque la cabaña se ha perdido.'
‘¿Se ha perdido?'
‘Sí. Sabemos que el fango se tragó todo. Por suerte, Ruki y su enfermero ya no viven ahí, hace dos meses que está vacía.'
Alivio. Alivio enorme, helado, inmediato.
‘Desde el infarto, Ruki se encuentra internado en el hospital.'