Careful (14/14)

Mar 21, 2012 22:47

Pairing: Kai/Ruki
Rating: R
Disclaimer: Not mine



‘Y qué piensas hacer, ¿eh?' pregunta Akira, con el cigarrillo atrapado entre los labios y el ceño tan fruncido que parece que se le va a quedar así para siempre.

‘Desaparecer', respondo sin más.

El atardecer se ve turbio, ninguna novedad desde los sucesos posteriores al terremoto. Mucha máquina constructora echando humos perjudiciales, mucho pánico en el ambiente que parece nunca distenderse. Así es Tokyo ahora.

Akira ha hecho un viaje largo, pero no se ve cansado. Supongo que se debe a que no puede permitirse estarlo, de cualquier manera.

Debiera sentir pena. O no. No sé.

‘Sabes, Yutaka, siempre he sabido que no eras un tipo malo', suspira entre dientes, acomodándose la gorra de lona. ‘Desde que te apareciste en aquel bar clamando que querías formar parte del negocio. Se te notaba que eras un niño, transpirabas ingenuidad.'

Tomado por sorpresa, me dedico a escuchar atentamente.

‘Incluso cuando te investigamos, y vimos que vivías solo con tu madre... era de esperarse que tu aparición tuviera un motivo. Si hubiese sido otra persona, habríamos sospechado automáticamente. Te habríamos tomado como un topo de otra mafia, o simplemente por idiota.' Calada al cigarrillo. ‘Pero tenías algo distinto.'

Algunas imágenes comienzan a formarse en mi cabeza. La sonrisa de mi madre, primero. Su silla de ruedas, que compré con el dinero de mi primer atraco. Cosas sencillas que conectan y desconectan con lo que Akira relata.

‘Cuando el Jefe te acogió, confundimos esa chispa con talento. Pensamos que lo que tenías de crío, lo llevabas también de violento y calculador. Pero nos equivocamos, ¿a que sí?', puntualiza, y se ríe suavemente. ‘Tú estabas ahí como el chico bueno de la película. Metiéndote en líos para sacar cosas buenas y ayudar a los demás.' Me mira, aún con gesto risueño. ‘Sinceramente, me parecías el borrego más estúpido del universo.'

Una sonrisa se forma en mi cara. Sí, tiene razón. Era un borrego, y bastante estúpido, además. Pero esos días son pasado, y no entiendo a dónde va Akira con su monólogo.

‘Sabes que no hay nada que me vaya a detener, ¿cierto?' indago con firmeza, aclarándole de antemano que no estoy para argumentos. ‘Te pedí que vinieras porque eres el único que puede jugar este papel. Ponérmelo fácil o difícil. Yo prefiero que sea lo fácil, porque de lo otro ya he tenido bastante.'

Akira me clava la mirada. Nunca me ha agradado demasiado, para ser sincero. Siempre ha estado metido en cosas sucias, y no por motivos demasiado honestos. Tampoco tengo la certeza de que sea una persona esencialmente mala, pero es que no sé nada de él y me quedo solamente con lo que llego a ver. Es joven pero no tanto, y sería buenmozo si no fuera por sus equivocadísimas elecciones en cuanto a indumentaria y tinturas de cabello. Si lo ves por la calle, no te llama la atención, porque no resalta nunca y va siempre con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos. Este tipo de quien no sé nada y del cual nada destaca, conoce más de mi vida que Ruki, mi pareja, y me sabe terriblemente mal.

‘¿Qué motivos tengo para ayudarte?' pregunta, entornando los ojos apenas. ‘No te debo nada.'

‘No', concedo sin flaquear, ‘Es cierto. Pero con o sin tu ayuda, me voy a desprender de todo esto. Pensé que quizá podría guardar un recuerdo noble de tu persona, aunque no me voy a parar bajo un olmo a esperar que me dé peras.'

‘No hay necesidad de eso, borrego estúpido.' Arroja la colilla al suelo y la aplasta, como con manía. ‘Pero antes de retirarte, hay un último trabajo que hacer. Como estuviste tan apartado estos últimos días, te perdiste de toda la información, ¿eh?'

‘No me interesa hacer ningún trabajo más, eso no se discute', tercio yo, tratando de mantener la voz calma.

‘No te preocupes, Yutaka. Es un trabajo... diferente. Considéralo un regalo de despedida.'

Finalizando con un deje de misterio, Akira se echa a reír a mandíbula batiente, mientras no me queda más opción que mirar con los ojos muy abiertos.

En días como este, no siento ningún dolor.

El sol penetra por las ventanas abiertas de par en par, de modo que raudales de luz dorada lo bañan todo y me dañan los ojos. Pero está bien, porque no necesito abrirlos.

Estoy echado en la cama matrimonial de mis padres, rodeado de maletas a medio armar, con la radio encendida en un canal de noticias de último momento. Escucho con atención cada una de las palabras, los nombres de las personas desaparecidas y los consejos de racionamiento de provisiones. Aunque no sea lo más grato, me distiende estar al tanto, sin que las cosas acaben tomándome por sorpresa.

"Y como dato esperanzador, o al menos esperamos que así lo reciban los oyentes, varios centros de refugiados y escuelas han estado recibiendo misteriosas donaciones anónimas... mayormente  provisiones, abrigos, artículos de higiene personal y libros. Las enormes cajas son dejadas muy entrada la noche en lugares visibles para los guardianes de dichos establecimientos. Aunque no tienen ningún tipo de respaldo (etiquetas o direcciones de remitente), se cree que son obsequios de parte de pandillas y organizaciones ilícitas, escudadas por el anonimato para evitar el rechazo..."

Una sonrisa me extiende las mejillas inevitablemente, y sin abrir los ojos siquiera, me echo a reír de puro gusto al escuchar el tono extasiado del locutor, que continúa expresando su sorpresa ante la noticia que relata. Esto de reír a carcajadas es bastante novedoso para mí, pero me las arreglo para no hacerme mucho daño cuando no logro contenerme.

Es que la risa es un ejercicio físico muy demandante, y ya sabemos que no estoy para el deporte.

‘Ruki, ¿de qué te estás riendo?'

Mi Kai (ese que está ahí, de pie en el marco, con una pila de sábanas en los brazos y las cejas alzadas) es más necio, a él le cuesta todavía deshacerse de su estoicismo innato, y a veces no entiende que las cosas más sencillas me pongan pies para arriba de felicidad. Sin embargo no me preocupo, porque algún día se terminará acostumbrando y dudo que ese tapón que contenía mis sentimientos vuelva a materializarse. Niego con la cabeza y le extiendo los brazos, moviendo los dedos de las manos frenéticamente, y hasta pataleando un poco. En días así, el dolor está lejos, muy lejos.

Kai acomoda las sábanas prolijamente dentro de una de las maletas y, sin perturbar la seria superficie de su expresión, se arroja de cabeza sobre mí, tomándome de improviso y haciéndome gritar con fuerza.

‘¡No voy a aplastarte! ¡Mis brazos y piernas me sostienen!' aclara con apuro, confundiendo mi alarido de gracia con uno de miedo.

‘Ya sé que no, cielo. Pero quiero que te dejes caer sobre mí. Quiero besarte.'

Mi risa se esfuma al encontrarme envuelto en el calor del hombre que más amo en el mundo, que me mira como si fuese su tesoro más preciado. Él no tiene miedo, no sufre dolores físicos y no corre riesgos, pero en sus ojos siempre hace acto de presencia esa dulce precaución, esa empatía o mejor dicho, conexión con mi cuerpo. Los ojos de Kai son cielos nocturnos que sólo muestran una fracción de lo que realmente reside en ellos, pero se vuelven fácilmente explorables si se les dedica la paciencia necesaria, y la tenacidad justa.

Fácilmente puedo perderme en ese cielo, viajar a velocidades indescriptibles cuando estoy allí.

Nuestro beso es dulce, tranquilo.

Cuando nos separamos, Kai habla suave, soplando entre mis labios con ternura.

‘¿Estás listo para irnos?' susurra bajito.

‘Lo estoy. Ya sabes que no necesito demasiado.' Su frente se posa sobre la mía antes de proseguir.

‘¿Has estado escuchando las noticias?'

‘He estado escuchando que unas ardillas están dejando presentes en las puertas de los refugios...' Me muerdo los labios para evitar reírme.

‘Pues, esas ardillas tienen que ser realmente enormes, ¿a que sí?' sentencia él, mirándome con intención.

‘Yo solamente tengo una duda...'

‘¿Cuál?'

‘¿Dónde te guardas tamaña cola, y tan peluda además?'

‘Ah, Ruki...'

Su risa, una campana del viento.

Con seguridad, moriré pronto.

Moriré dormido, como quien apaga un aparato electrónico que se queda sin pila: cuando quieran despertarme, ya no tendré energías para hacerlo. Pero esto no es triste...

Hubiera sido triste si, en lugar de estrellarme como un meteoro sobre la superficie de mi planeta, hubiese acabado orbitando alrededor suyo eternamente, como un fantasma, o una luz no refractada.

Triste sería girar alrededor de la Vida, alrededor de la Felicidad sin llegar a tocarlas jamás.

Para mí, un mero roce es más que suficiente.

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