[fic] El Largo Viaje de Regreso. Capítulo 2.

Aug 21, 2012 23:43


Título: El Largo Viaje de Regreso.

Fandom: Mass Effect

Personajes: Shepard, Kaidan, almirante Hackett.

Advertencia: Aventura post ME3, así que hay spoilers a cascoporro.

Notas: Capítulo 2. Las naves ausentes.



Había sido una llamada muy corta. Hackett le dijo a Shepard que el asunto era demasiado importante y que era menester tratarlo en persona.

Así que allí estaba, el almirante de la Alianza Stephen Hackett, esperando a que le abrieran la puerta de aquella casita junto al mar en aquel pueblecito de la costa de Maine.

Era una casita pequeña, de una sola planta, con un porche alrededor y cuya puerta trasera daba directamente a una playita privada, también minúscula. A muchos les sorprendió que, dado que Shepard y Alenko habían sobrevivido a la guerra bastante enriquecidos por los recursos que habían ido consiguiendo a lo largo de sus viajes, no hubieran invertido en una propiedad mayor. No era el tipo de casa en la que uno esperaría encontrar a una capitán y a un mayor de la flota de la Alianza héroes de guerra.

Fue el mayor Alenko el que le abrió la puerta. Se saludaron con un fuerte y cordial apretón de manos y en seguida le invitó a pasar al salón-estar-cocina americana donde el matrimonio Shepard-Alenko hacía la mayor parte de la vida. La casita sólo tenía ese salón polivalente, un dormitorio, un cuarto de baño enorme y un despacho.

Shepard les esperaba en la barra de la cocina americana. Había abierto una botella de vino tinto y estaba sirviendo tres copas. Hackett se sorprendió gratamente al verla. No la había visto nunca vestida de civil, ya que se casó con el uniforme de oficial. No parecía la capitán Shepard héroe de guerra. Sólo parecía Jane. Vestida con unos vaqueros y una camiseta blanca, el pelo que había dejado crecer recogido en una coleta, con un tono de piel saludablemente moreno gracias a los largos paseos junto al mar. De no ser por los inconfundibles implantes y prótesis biomecánicas que poblaban el lado izquierdo de su cuerpo y la terrible cicatriz de su rostro, habría pasado por una treintañera normal y corriente. Una treintañera preocupada por algo, porque aunque su piel estaba dorada por el sol, el tono de su rostro era algo más cetrino, y tenía muy marcadas las ojeras.

- Hackett. - sonrió al saludarle.

El almirante le devolvió la sonrisa y se acercó hacia ella para estrecharle la mano, pero algo pequeño y peludo se enredó entre sus pies y por poco se fue al suelo. Kaidan se abalanzó para sujetar a Hackett y Shepard saltó para recoger del suelo la bola peluda.

- ¡Jones! - regañó Jane. Era un gatito atigrado europeo, probablemente callejero conociendo a Shepard.

- ¿Y este quién es? - preguntó Hackett acercándose a Shepard y acariciando al gatito.

- Almirante Hackett, le presento a Jones. Jones, te presento al almirante Hackett. No hay que hacer tropezar al almirante. Es uno de los responsables de que tú comas a final de mes. - presentó Shepard.

Todos rieron. No habían perdido la capacidad de reír a pesar de la terrible guerra a la que habían sobrevivido.

A Jane no le pasó desapercibido que no era la única que tenía alguna preocupación.  Tan solo  hacía tres meses que no veía al almirante, y todos habían salido más viejos de la guerra, pero Hackett le pareció… anciano, a pesar de no ser tan mayor. Se saludaron con un cálido abrazo. Familiar.

Tras los saludos, los “os veo muy bien, no habéis perdido forma” y los “si me permite la grosería, sigo pareciendo una puta terminatrix”, tomaron asiento alrededor de la mesa y Hackett fue al grano.

- Están desapareciendo naves. - comenzó - En los Confines Lejanos, en la frontera exterior de la Vía Láctea con el Espacio Oscuro. - Jane y Kaidan escuchaban en silencio, preocupados por lo que estaban oyendo - El Consenso Geth, después de la guerra, decidió iniciar la exploración del Espacio Oscuro, con intención de llegar a la galaxia vecina, Andrómeda, y de ampliar nuestras fronteras. Han estado enviando naves de exploración de ida y vuelta sin ningún problema durante el último año, informando de los avances de su exploración al Consejo de la Ciudadela.

- Tali nos habló de ello. - Kaidan hizo el inciso - Ahora los geth tienen embajada, ¿no? Compartida con los quarianos, en representación de Rannoch.

- Correcto. - continuó Hackett - Todo fue bien hasta hace un mes, cuando solicitaron formalmente ayuda a la Flota al haber desaparecido tres de sus naves.

La sospecha de que algo no había ido bien con el Crisol invadió nuevamente el ánimo de Jane. Casi no se atrevía a preguntar. Por supuesto, lo hizo.

- ¿Segadores?

- No lo sabemos - contestó Hackett tras una pausa que pareció una eternidad - La Flota del Consejo envió a investigar a un espectro salariano, con un equipo de GOE. Buenos hombres, buenos soldados. Algunos sirvieron con Kirrahe durante la defensa de la Tierra. - de nuevo, una pausa - Se perdió el contacto con ellos hace una semana.

Jane siempre había tenido la sospecha de que el Crisol no hubiera funcionado en realidad y que los Segadores estaban simplemente replegándose. Era demasiado aterrador como para pensarlo. Además, no tenía sentido. El ejército Segador estaba  ganando la guerra. Un ejército no se repliega si va ganando la guerra.

Tanto Shepard como Kaidan sabían lo que Hackett les iba a pedir. Y a ninguno de los dos le gustaba la idea.

- El Consejo de la Ciudadela y el Mando de la Alianza están de acuerdo. Quieren a la Normandía y a la capitán Shepard investigando las desapariciones. - concluyó el almirante.

No la iban a dejar descansar nunca, ¿verdad? La enviarían a una misión suicida tras otra porque sabían que era la única que tenía la capacidad y la única que estaba lo suficientemente loca como para aceptarlo. Si resultaba caída en combate, la volverían a ensamblar y así hasta que dejase de ser útil.

Malditos políticos de mierda.

Y sabían que no podría negarse, porque sabían que siempre tenía que hacer lo correcto; y si había la más mínima sospecha de que los Segadores no se hubieran ido para siempre lo correcto era investigarlo y actuar en consecuencia.

- El Consejo quería ordenaros como Espectros que actuaseis inmediatamente. Dadas las circunstancias y vuestra hoja de servicios, en el Mando opinamos que no sería justo daros la oportunidad de negaros. - y sabían que si enviaban a Hackett, que a estas alturas era ya más que un oficial, era un amigo… tendría que decir que sí. Políticos manipuladores. No eran mejores que el Hombre Ilusorio. - Personalmente entendería que no accedieses. De hecho, extraoficialmente, espero que no lo hagas. Esta galaxia ya ha abusado bastante de ti, y después de la última guerra y de todo lo que has tenido que pasar realmente te mereces un descanso. Sólo he venido a informarte de lo que hay. - depositó un pad de datos encima de la mesa - Aquí están los datos de las naves desaparecidas y sus tripulaciones.

Kaidan Alenko estaba furioso.

- Esa es la palabra exacta, almirante. ¡Abuso! - no podía creer que quisieran mandarla de nuevo a una misión suicida - Jane nos ha salvado a todos no una, ni dos, sino tres veces. Una de las veces murió, y la trajimos de vuelta. Esta última vez casi está a punto de morir otra vez. ¿Qué pretenden los miembros del Consejo? ¿Qué ahora que tenemos los medios para revivirla, poder enviarla a la muerte una y otra vez, sólo porque es la mejor en su trabajo?

- Kaidan. - pronunció su nombre con voz queda, y Alenko se tragó el resto de sus palabras.

Estaba furioso porque iban a mandarla a lo desconocido una vez más. Porque ahora que por fin habían conseguido estar juntos, sin trabas ni condiciones, sin desconfianza ni miedo, pretendían arrebatársela de nuevo. Eso jamás. La seguiría hasta el fin del universo. No volvería a dejarla sola.

Estaba furioso porque ella iba a decir que sí.

Terminaron la botella de vino en silencio. Hackett se despidió pidiéndoles por favor una respuesta lo antes posible, a poder ser al día siguiente.

- Si yo me negara a aceptar la misión… - “haría feliz a mucha gente, pero…”, pensó para su adentros - … mandarían a la Normandía igualmente, ¿verdad?

Hackett asintió. - Buscaríamos a otro comandante que se hiciera cargo.

Jane cerró los labios con fuerza. Kaidan y ella se despidieron del almirante tras quedar en contactar con él a la mañana siguiente con una respuesta.

Esa noche discutieron. Se echaron en cara quién de los dos era más cabezota. Después hicieron el amor, y él la prometió que pasase lo que pasase no volvería a perderla y que la seguiría hasta las puertas del infierno si era necesario.

A las diez de la mañana, hora de Vancouver, Shepard estaba contactando con Hackett.

- Quiero a mi tripulación. A toda. Si me vais a mandar a los confines de la galaxia en busca de lo desconocido, necesito poder confiar en mi tripulación. Necesito a mi familia. - le había dicho.

- Cuenta con los humanos, Shepard. A los aliens no les puedo ordenar que se unan a tu tripulación, pero puedes intentar reclutarles de camino a los Confines Lejanos. - prometió Hackett - No creo que tengas ningún problema.

- Vendrán. - añadió Kaidan, posando una mano en el hombro de su mujer - ¿Perderse otra misión suicida al mando de Jane Shepard? ¡Nunca!

Shepard sonrió por un instante, pero en seguida recuperó la severidad de su expresión.

- Y necesito la garantía de que, descubra lo que descubra, se me tendrá en cuenta desde el principio y no se intentará tapar con argucias, mentiras o traiciones. No consentiré que se me ponga en duda o que se actúe tarde porque se decidió en una sala de juntas que no era conveniente tener en cuenta mis advertencias.

- La tendrás, Shepard. No volveremos a caer en el mismo error.

Shepard respiró profundamente.

- Estaremos en el Cuartel General de Vancouver dentro de una semana. Shepard, corto.

Y cortó la transmisión.

Hubo un momento de silencio que pareció eterno antes de que Jane, la Jane que quería vivir junto al mar con su pareja y ser feliz y tener un gato, se levantase y se escondiese entre los brazos de su marido. Él la sostuvo ahí, susurrándole palabras hermosas y dulces y esperanzadoras, hasta que ella le suplicó en el oído.

- Prométeme que si vuelvo a morir no permitirás que me traigan de vuelta.

A él se le hizo un nudo en el corazón que se le heló lo profundo del alma.

- Te lo prometo.

---

Lersh Iaughe era capitán de los GOE salarianos. Había servido bajo las órdenes del célebre Kirrahe en Virimie y más tarde durante la batalla por la Tierra en la guerra contra los segadores, y había sobrevivido en ambas ocasiones.

Ahora Lersh Iaughe tenía miedo.

Siempre había creído que los monstruos no existían, que no eran de verdad. Había múltiples razas, más o menos feas, más o menos violentas, más o menos racionales o salvajes o diplomáticas. No había monstruos, tal definición no cabía en su mente salariana. Ni siquiera los seres en los que los Segadores habían convertido a humanos, batarianos, turianos y asari eran monstruos. Sólo eran desgraciados a los que habían robado la vida y transformado en carne de cañón para la guerra.

No creía en los monstruos hasta que los vio a los monstruos masacrar en cuestión de minutos a todo su pelotón. Vio sus garras arrancar su carne y a sus dientes sacar sus tripas y quebrar sus huesos. Todo había sido sangre y miedo y gritos y demencia y caos.

Lersh Iaughe estaba aterrorizado como nunca en su vida lo había estado. Había logrado escapar del caos escondiéndose en una extraña estructura metálica semioxidada y putrefacta. Se asomó y vio a los monstruos devorando y profanando los restos de lo que antes habían sido sus compañeros. Era demencial, depravado, bestial en el sentido más literal de la palabra. Había sido todo tan, tan rápido...

No sabía qué hacer. Los monstruos también estaban devorando su nave. Devoraban el metal como quien come una galleta. Su cordura estaba a punto de quebrarse del todo cuando se percató de que había una figura a su lado. Una figura pequeña y escuálida, humanoide. Parecía una criatura hembra humana de corta edad, pero claramente no lo era. Le estaba mirando,  torciendo la cabeza en un ángulo que habría sido anatómicamente imposible para una niña humana, con unos ojos demasiado grandes para ese rostro y una nariz demasiado pequeña.

Lersh Iaughe no dudó. Disparó, acertando al ser que le observaba entre cejo y cejo. Al caer hacia atrás con fuerza sí que le recordó a una hembra humana muy joven. Por un momento, sólo por un momento, Lersh Iaughe pensó que tal vez no iba a hacerle daño. Que sólo era una niña pequeña.

Se equivocaba.

La criatura se incorporó. El disparo había abierto un agujero justo en el centro de su frente, y de él emanaba un líquido negruzco que producía un hedor insoportable para su olfato salariano.

Su boca se volvió exageradamente grande al sonreírle, dejándole ver dos hileras de dientecillos negros.

Lersh Iaughe sintió un fuerte dolor en el cuello y en espalda, a lo largo de la médula ósea. Casi insoportable, pero no tanto como cabría esperar. Tuvo una sensación como de salir volando y caer de con la cabeza hacia atrás en el suelo, golpeándose con fuerza. Tampoco dolió tanto.

Lo último que vio fue como su cuerpo caía a plomo enfrente suya. Con la cabeza y la médula espinal arrancadas.

Fue afortunado. La oscuridad llegó antes de que sintiese dolor.

En el Núcleo, Pandora lloraba.

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