Parte Cinco
Perdiendo a Moony
***
Los tres muchachos se reunieron bajo la sombra de un árbol y vieron las ramas del Sauce Boxeador cambiar a voluntad. La brisa removida por la creatura tranquila y colosal que hace que el aire frío se ponga más frío. Los chicos son decididos en sus acciones; no permiten a la noche hacerlos sentir como si fueran del tamaño de una hormiga corriendo de un lado a otro. Son ellos mismos incluso en las verdades envueltas de la noche. Son independientes de la luna. Tienen suerte.
El más alto de ellos ajusta sus lentes, atrapando la luz de la luna con fuerza en el cristal. Brilla como una estrella no esperada. El muchacho más bajo observa los movimientos sin blanco de las ramas del sauce moviéndose contra el cielo. A menudo le teme al olor metálico del aire. El tercer chico se pasea cerca de ellos, contando silenciosamente cada paso. Es impaciente, un manojo extraño de energía.
La luna se consume por las nubes momentáneas, que cubren el suelo en capas y capas de oscuridad. "Ahora," dice el muchacho más alto. El cambio en el viento hace eco en sus palabras sobre el pasto. "Ahora," dice, algo más duro, su voz como el filo del viento, y los otros dos lo miran y luego se miran, y el tercer muchacho, el inquieto muchacho oscuro, asiente.
Y luego sus sombras, oscuras contra la oscuridad más profunda, se tuercen. Ellos cambian.
***
Padfoot se sacude. Mojado, frío pasando por su pelaje, ugh, como insectos. El olor fuerte de la manada y el invierno. Sus orejas palpitan esperando. Ya viene, viene, corre, compañeros, manada: pronto. Animado, el viento animado y el aullido en su garganta animado y las orejas atentas por lo que viene de sus compañeros de manada. (Sirius lucha por un momento: luego flota a la conciencia sobre la mente del perro, pasando la ola de sensación y la alegría fácil del perro.) Pronto. Esperando. Temblor en los miembros. Picazón por correr. Picazón por--
Pulgas.
Maldición.
De cabeza al estómago para morder en la piel gruesa bajo el pelo, grueso, dientes, cazando. Picazón en su nariz, picazón en sus lados, muerde y tormento bajo su espalda. Piernas dobladas, levantadas, rascando, buscando, piel en fuego. El cuerpo del perro forma un arco, levantando, rodando en la tierra fría. Cuando sea un mago famoso liberaré al mundo de las pulgas. Panza descubierta-- aullido en el viento, esencia en el viento, lobo en el viento-- espasmos repentinos, adelante, en las patas, maniobrado en grandes bocanadas de aire. La lengua cuelga mojada, cálida en el aire helado para helar la sangre caliente como el verano. No hay tiempo para dejar su estómago vulnerable, tierno, abierto; no hay lugar para dejar su estómago vulnerable, tierno, abierto; el lobo está allá afuera, oliendo el cambio, oliéndolos ahora, a través de las raíces bajas y la tierra.
(Sirius ama ser un perro, oler todo al mismo tiempo por todas las cosas que lo rodean.)
***
Wormtail gorjea recuerdos de roedores. Nariz limpia, bigotes limpios, siente temblar pequeños cerca grandes animales. Gusanitos y gusanotes se mueven bajo sus patas a través de la tierra. Perro moviéndose cerca. Venado pateando abajo. Saltando con agitación. Corazón latiendo roedor roedor roedor demasiado rápido, tan rápido. (Peter se encuentra más grande, aunque confinado en el pequeño cuerpo de la rata, escuchándose pensar, recordando su tarea.) Donde están las tres raíces esperando. El nudo de madera. La meta.
Los bigotes estirados en el viento. Bigotes estirados por el pasto estirado por el viento. Bigotes corren sobre pasos familiares. Carreteras a través del césped. Caminos. Pasadizos. Bichos se enroscan. Pequeñas uñas de rata. Rasgando atrás, adelante, bajo patas listas; cola de perro, incisivos cuidadosos; mugre en la nariz, mugre de los bigotes.
Una lechuza: hoo hoo hoo oo.
Ojos oscuros de rata vacía bajo la luz de la luna, mirando los árboles. Recuerda: Pico. Garras. Olor a sangre. Ojos enemigos. Instintos interrumpen el propósito. Instintos lo mantienen bajo en el césped. El césped lo mantiene a salvo. El venado se impacienta. Instintos, esperando. Estos animales más grandes son seguridad.
(Peter no puede evitar ser pequeño, temblando con los ritmos de su pequeña vida.)
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Prongs es grande y se siente grande. Se mueve grande. Patas grandes y el mundo más chico. Rata bailando en sus tobillos, quiere estar saltando, pateando piernas delgadas y persiguiendo con la nariz metida en el bosque. Hojas de árboles se mueven con las ramas. Pájaros de la noche pasando de rama en rama. (James se sienta en alguna parte entre sus propias antenas, mirando el mundo jugar en una geometría monocromática.) Perro a su lado saltando, energía, calor corporal, pulsando ánimo. Baja su largo cuello y empuja la panza del perro, nariz al calor, dientes sonriendo.
(James entiende que Wormtail necesita un empujoncito, y guía sus patas hacia adelante, sacudiendo la cabeza en un reto a las lechuzas de la noche, escondidas pero listas para cazar. Tienen tareas que realizar, razones para traicionar un instinto con otro.)
A través del túnel cerrado: atrapado bajo la tierra: cerrándose en las antenas: largas paredes de mugre oscura: donde el lobo se separa de sí mismo, esperando.
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No quiere recordar el cambio. Lo lleva a un estado de pánico frenético, un dolor residual a través de sus músculos apretados. El dolor lo empuja en salvajes azotes. Separa las ya separadas piernas de la silla y tira la tela de la cama en la esquina a pedazos de pedazos y tira el dosel y saca rulos de madera desde el piso. La Casa no se queda tranquila, pedazos de luz de luna aquí y allá, aquí y allá, aquí. Se acerca a la ventana, viendo la luz de la luna cubrir el piso. Cada pedazo es una herida, cada herida buscándolo. Lo que la luz de la luna ve, él ve.
No quiere recordar el cambio, aún pasando por él. Pequeñas nubes pasan sobre la luna. Todas pasan sobre él, por el pelo parado. Sus ojos más nerviosos hacia atrás y adelante. A veces se detienen en la luna justo afuera de la ventana. El hambre lo llena como cazando, como sangre derramada, como el sol poniéndose.
No quiere recordar el cambio. Toca el vidrio, se queja profundo en su garganta, lanza su peludo cuerpo a la puerta. Las cerraduras son firmes aunque las bisagras crujen. Si tira de nuevo y de nuevo contra el marco hasta que sus amplios hombros están dormidos y no recuerda el cambio. (Ondas estirándose, partiéndose, encogiéndose, esparciéndose. Músculos en constantes movimientos miserables. La luna enviando luz a lo profundo de su sangre. Órganos empujados y empujando, venas suntuosas, reformándose, sangre derramada en válvulas reacomodadas y huesos en su barbilla crujiendo en el bozal, bozal en un hocico rojizo.)
No quiere recordar el cambio. Pronto, recuerda sólo la luna.
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Wormtail rasca, palos secos rasgados, se detiene a revisar. Arriba, abajo, escuchando el temblor, el gran árbol temblando. (Peter se impacienta, a veces, con el miedo de la rata: quizás porque es demasiado como el temor humano, pero con un instinto físico de mil años detrás de él en vez de apenas dieciséis.) Se para y avanza, adelante, en zigzag, el perro y el ciervo como una muralla tras él, en sus bigotes, en su nariz. Wormtail pone su pata cuidadosamente en el nudo secreto. El movimiento del aire apretando, el aire pesado, el aire que pesa en su nariz, se va a un lado y se disipa.
Cuando las ramas dejan de moverse, algo de detiene en la piel de Prongs, y lo sabe. Arriba, sintiendo el árbol quieto, sintiendo su sueño entre las ramas. Se mueve --duro a veces, para forzar la mente del ciervo en su manada predatoria-- y el perro viene, ansioso, olas de ánimo en sus patas voladoras y su gran boca brillosa.
En el túnel empuja a Padfoot, empuja la manada. Donde el olor espera.
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El lobo está tirado y respirando fuerte, cansado. Respira pesado en sí mismo. Está hacia atrás junto a la puerta y viendo la madera crujir, sintiendo la madera crujir, esperando para el catalismo para aullar. Viene a él, de vez en cuando, la gran necesidad en su panza. A veces es cuando la luna desaparece de vista. A veces es cuando la luna está desnuda, un ojo que reta o un cuerpo con el que quiere acurrucarse o una criatura que quiere devorar. El lobo hace sonidos cambiantes, labios negros sobre dientes desparramados. Gruñe a intervalos. Se queja. Muerde el tendón bajo el pelo que llega a su pata, algo a lo que hincarle el diente.
Los sonidos de ciervo, rata y perro viajando bajo tierra le llegan a través del piso. Las pisadas son disparejas, viajando, circulando, rascando detrás de pulgas, el raspado de las antenas en el techo del túnel. Las orejas del lobo se estiran. Se mueven. Espantan una mosca invisible. Sus músculos se tensan, sus hombros rígidos, la luz de la luna bailando sobre sus patas dobladas. Se levanta y avanza hacia la puerta, gruñendo, hasta que el olor deslavado del perro y las pulgas saltarinas en medio de las paletas es casi propio, hasta que se convierte en un rápido latido y las patitas pequeñas, hasta que es el pesado bulto de antenas y el sonido de las patas en los pasos. El gruñido comienza profundo en su pecho, haciendo eco sobre sus pulmones, elevándose en ladridos cortos. Escucha las cerraduras abrirse, pasar, dejar, y sabe que se tira a la puerta justo cuando el perro cambia y lo blanco en sus ojos brillan ciegamente.
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Padfoot es más grande pero el lobo siempre ha sido más fuerte. La pelea de rutina no es extraña. Hay codicia canina en ambos. Prongs y Wormtail esperan, preocupados, a un lado. Padfoot se tira, el lado de sus encías mojadas contra nariz húmeda, pero es manada, no es líder, y el lobo lo tiene con la panza arriba a veces, gruñendo y oliendo la esencia triunfante y la amenaza. Padfoot se queja como vencido, tira hacia atrás su cabeza, garganta vulnerable latiendo. El lobo lo huele, deja salir el aire con fuerza, y se retira.
Ojos dorados, el olor de otras victorias. Prongs se pasea, un paso adelante y un paso atrás, su cabeza bajada en la muralla, cansado. Tras él, Wormtail tiembla, nervioso. Prongs mueve su cabeza orgullosamente, cansado del juego loco de predadores, cansado de las indulgencias caninas. Afuera la luna se mueve, y las ganas de correr bajo los árboles.
Animado, Padfoot se mueve para levantarse, ladra contento, se dirige al túnel pero el lobo lo detiene, pausando para gruñir -- Padfoot se retira, aplazado-- y corre hacia el frío del aire nocturno. Su manada lo sigue.
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Las tres grandes figuras se mueven sin ser vistas en el bosque. Hay bestias oscuras en el bosque. Una bestia oscura los dirige.
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El lobo corre, músculos apretados, latiendo sobre el piso del bosque. Persigue animales pequeños, metido en arbustos, rasgado por espinas, dirigiéndose a Padfoot cuando pierde su presa y destrozando pancitas. Afuera derrama sangre caliente sobre la tierra para mezclar con el hongo. El frío Noviembre se va, frescamente, fuerte bajo sus patas. Siente la sangre hervir en su hocico, cayendo en las orillas desnudas de su boca. Su manada es respetuosa, dedicada, dándole libertad para crueldades y salvajes atrapadas y cada ardilla, cada conejo aterrorizado, pero está marcado a cada lado, vigilado. Se tira hacia los talones de Prongs y muerde las patas de Padfoot, mostrando su descontento, pero permitiéndolo.
Por las intersecciones de las ramas arriba, la luna ilumina un mapache sin suerte. El lobo se mueve por un lado, golpea un hombro por Padfoot, y persigue, golpeado por arbustos enramados con espinas torcidas. Tiene a la criatura por la cola cuando el aullido viene-- a través de los árboles-- en la noche-- buscando la luna y haciendo eco a través de las miles de formas de la luz.
Cuando la manada llega al sangriento mapache, el lobo ya no está, dejando su olor por todas partes, igual que la noche.
***
"Maldición y desastre," dice Peter frenéticamente, por casi décima vez. Inútilmente, mira detrás de un árbol, como si de alguna forma el inmenso lobo se ha puesto de lado para esconderse tras él. Sirius está meciéndose, pasando sus manos por su pelo, mascando la uña de su pulgar con sus dientes. Han hecho esto antes-- han metido a Moony en problemas, casi han perdido a Moony-- y fue culpa de Sirius antes. Incluso si no es su culpa ahora, se siente dolorosamente responsable. Su nariz se siente limpia y vacía.
Un ciervo se tira hacia el claro y se sacude para revelar a James, desnudo y serio. "No puedo olerlo. No está en el bosque. Este es un maldito desastre."
"Mierda!" Sirius se mece de nuevo, sacando su pelo violentamente de su cara. "Maldito infierno joder puta mierda. ¿Por qué no le pusimos una correa?"
"Oh, quieres decir en el hombre lobo," dice James. "Wow, Sirius, no sé. ¿Por qué no le pusimos una correa? Estúpido idiota. Sólo-- no. Lo encontraremos. Estará bien."
"¿No podemos rastrearlo?" se pregunta Peter. "¿Sabes un hechizo que pueda encontrarlo?"
James sacude la cabeza. "Si supiera uno ya lo habría usado. No hay nada que podamos terminar en una noche-- un buen hechizo de rastreo tiene que estar atado a algo físico, un pilar." Mira a Sirius, quien está casi atándose en nudos, tirándose el pelo con una mano y golpeando la pared con la otra. El aire helado de Noviembre le pone la carne de gallina en sus brazos desnudos.
"Agggghhhh", dice, inútilmente.
"Bueno, gracias, Sirius, tendré eso en mente." James se tira contra la Casa, con las manos en la frente. "Mierda! ¿Qué vamos a hacer?"
"Maldición y desastre," dice Peter de nuevo. "Sirius, te vas a quedar pelado si sigues--" Sirius se voltea, rápido en sus talones, con una mirada feral en sus ojos. La noche es de un gris pálido cambiando en el pre-amanecer, hasta los confines del bosque se aquietan con la humedad del rocío. No están acostumbrados a sus mitades animales, las naturalezas por las cuales se mueven y donde tan preocupadamente se han separado poco después. Peter traga fuerte. "No importa," murmura. "No importa. Tenemos que pensar."
"Lo estoy intentando," dice James. Golpea su cabeza levemente contra la muralla tras él, demasiado preocupado con salvar la situación-- la noche, la terrible enfermante noche-- para notar el temor en sus muslos o las manchas de pasto verde en sus tobillos. Todo Hogsmeade está dormido justo abajo de la colina, tranquilos y sin sospecha. Podrían encontrar sus ropas y caminar por las calles; podrían pasar por los límites del pueblo como animales esperando oler al lobo entre los olores de los humanos viviendo, respirando, comiendo, creando demasiado desperdicio para procesar; podrían sentarse donde están y aguantar la respiración hasta que se les ponga la cara azul y contar con que la suerte que los ha llevado hasta acá, siempre será suficiente. Pero ninguna de esas opciones son lo suficientemente brillantes. Ninguna de ellas resuelve el problema de inmediato, y el problema debe ser resuelto de inmediato. James recuerda otro pánico, el pretzel anudado de su estómago, familia ahora en sus nudos y birretes, y la simplicidad del rescate, la solución instantánea. "Lo perdimos," dice James. "Maldito Merlín. Lo perdimos."
"No," dice Sirius. La línea de sus hombros, desnudos y pálidos, se endereza con desafío. "No. Hay-- Hay cuánto. Hay dos, tres horas más de noche? ¿Antes de que salga el sol?" Revisa el cielo, buscando las estrellas, buscando seguridad. Encuentra nada más que el brillo parpadeante de la noche nubosa y sacude su cabeza para liberarse del hechizo. "Tres, quizás," se corrige. "Tres horas. No puede-- bueno, son sólo tres-- maldición. Lo perdimos. Está allá afuera, probablemente persiguiendo ardillas o, o conejos, eso es lo que hace, y después se cansa y..." Sirius no termina.
"No se va a perdonar si llega a herir a alguien," dice James, quieto y premonitorio.
"Pero no será su culpa!" explota Sirius. Lanza su puño contra la muralla, siente sus nudillos impactar contra el hueso y sisea por el dolor, la adrenalina liberada en alivio.
"Bueno, tampoco es tu culpa," contesta James, "así que puedes dejar de destruirte en venganza. Te ves como un idiota. Mira, sabíamos que algo así podía pasar--"
"Es mi culpa!" grita Sirius. De pronto está furioso y asustado y perdido e inútil, una combinación convertida en algo peor en la aparentemente relajada cara de James. Golpea de nuevo su puño contra la muralla, haciendo que toda la Casa cruja. "Aaaaah," añade, y sacude su puño, latiendo por todo su brazo. "Cristo."
"Córtala," dice James, completamente calmado.
"Jódete," le dice Sirius.
"Oh, madura," dice James, en una de sus abruptas y poderosas explosiones que son más efectivas por su raridad, y Sirius, sorprendido, se detiene. "No tenemos tiempo para esto! Necesitamos asegurarnos que nadie sea lastimado en la villa-- eso es primero. Haremos patrulla. Wormtail, tu eres sigiloso, quiero que te asegures que nadie esté hablando de un lobo en las casas. Padfoot, tu toma las calles. Yo revisaré el perímetro. Si no hemos encontrado nada nos reuniremos aquí en una hora."
"Ninguno de nosotros sirve contra él," dice Peter, cuidadosamente, un hombre en arena movediza.
"Entonces no lo provoquen," grita James y se transforma.
***
Las calles de Hogsmeade están abandonadas, el gris de la ceniza. No hay nada de los fines de semana, rebozando con color y ruido, en las calles largas, las tiendas cerradas, en la tranquilidad dormida, espeluznante. Donde la gente vive, los ruidos son diferentes. Los ritmos pesados del sueño haciendo eco detrás de puertas cerradas. Algunos hombres roncan, distraídos. El gran perro negro pasa silenciosamente por las sombras, invisible, un espectro, una bestia fantasmal, oscuro como un Grim.
***
Casi todos están dormidos. Una chica se sirve un vaso de agua en el baño. Un anciano se da vuelta en una cama que cruje. Dos hermanos, recién llegados del turno nocturno, se hacen sandwiches en la helada cocina. Un bebé canta en su sueno; otro bebé, casas más allá, contesta el llamado con un suspiro dormido. Pero Hogsmeade está libre de conversación. No hay palabras que encontrar aquí.
La rata espera que tampoco haya gatos.
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Los límites del pueblo mantendrán el bosque alejado. Los animales entienden la peligrosa civilización del hombre, cada manifestación, y se mantienen alejados, incluso en la oscuridad de la noche. Sólo unas lámparas siguen encendidas, brillando como estrellas inalcanzables en el centro de Hogsmeade. El ciervo apenas molesta las hojas mientras da vueltas una, dos, tres veces, en la patrulla de la villa, dejando que la gravedad de la noche enfríe la rabia del chico adentro.
***
"Nada," dice Peter.
"Nada," repite Sirius.
"Nada," termina James.
Sirius está demasiado cansado como para pasearse. Sus ojos revisan el bosque nerviosamente, los labios sucios con la tierra de sus uñas. James sigue lleno de energía, calmado, y detrás de sus medio enfocados ojos los planes se desenvuelven, forman, deforman, combinan, recombinan. Peter se sienta en una bola mojada contra el árbol hueco, esquivando el mosquito ocasional.
"Nos falta algo," dice Sirius. "No está en el bosque. No está en Hogsmeade. ¿Dónde diablos puede estar? No pudimos cubrir todo. Sólo pensamos que lo hicimos."
"Hogwarts," dice James.
"¿Qué?" Peter ve con emoción la postura de su amigo, parado en pies de gelatina.
"Tiene que haber dado la vuelta," explica James. "Mira, mira, es la única explicación posible-- todo este tiempo hemos estado en este lado del bosque buscando porque sabemos que no está en el bosque-- pero tiene que haber ido por el otro lado. Tiene que estar en Hogwarts."
"Oh Dios," dice Sirius. "Brillante."
"¿Pero qué pasa si hiere a alguien ahí?" pregunta Peter. "¿Si alguien lo ve?"
"Oh Dios," dice Sirius de nuevo.
"Creo que deberíamos ir," dice James decidido, pero Sirius ya está corriendo en cuatro patas, como un disparo a través del pasto.
No está seguro con quién está más enojado, ahora, la inútil fuerza de la rabia pasando por sus piernas bajo él: si es Remus, por escuchar un aullido que no es de su manada; si es Peter, por no ser lo suficientemente grande para ayudar; o si es James, por no hacer lo que siempre hace, que es resolver el problema antes de que alguno de ellos se tenga que preocupar. Sabe, por supuesto, que no los puede culpar, pero es más fácil pensar en el tema de esa forma que tirarse de cabeza contra las cosas, que es lo que siente que quiere hacer ahora mismo.
Y entonces, el cuerpo del perro se cubre, y puede sentir sólo los olores del viento.
***
"Qué hora," respira Peter, levantándose, su pequeña panza moviéndose. Sobre su cabeza el cielo es rosa y brillante. El pasto seco se arrastra alrededor de sus tobillos.
"Absurdo," dice James. "Amanecer, y no hay gritos."
"Y no hay olores." Sirius se endereza y se levanta, cuatro piernas volviendo a ser dos. Acaba de golpear su segundo aliento, puede pasar otra hora antes de que el golpe llegue más fuerte. "Dios. Sin olores. Estamos en el claro, espero. No hay sangre esta noche, excepto conejos y ardillas. Qué bueno que lo dejamos comer antes. ¿Dónde diablos está? Y quiero mis pantalones."
"Pantalones," dice Peter esperanzadoramente. "Sueño con pantalones."
No hay nada más que hacer que esperar como han estado esperando toda la noche. Se miran el uno al otro, inseguros, cuando la cabeza de Sirius se despierta, apuntando, como un perro. Pone una mano en el hombro sudado de James. "Prongs."
"Ah," dice James, mientras sobre el horizonte una figura se mueve, pálida y temblorosa contra la débil luz.
La fuerza de Remus J. Lupin es una cosa incalculable. Hubo veces en el pasado cuando Sirius se preguntaba por sus silencios, cuando James pensaba que quizás era demasiado tranquilo y reservado para un muchacho, cuando Peter no podía entender su lugar con dos de los más bulliciosos y salvajes chicos que Gryffindor tenía que ofrecer. Hubo veces cuando parecía que estaba hecho de libros y el polvo de la biblioteca y los sweaters desgastados y la ropa que no le quedaba bien, una postura irregular y la inclinación de su cabeza mientras se preocupaba de su uña derecha. Después de descubrir su secreto, empezaron a traducir las odiseas de lo que de verdad significaban, en el lenguaje de Remus, y descubrieron lo fuertes que eran sus manos: saber cuánto dar y justo cuando detenerse.
El cielo está pálido, como el color del huevo de un picaflor. Sirius comienza a andar pero James lo atrapa de la muñeca. "La luna," dice James. Todavía está ahí, pero desapareciendo rápido, devorada ahora por la luz del amanecer. Sirius se libera. "Ya hemos sido poco cuidadosos esta noche," insiste James.
"Necesita ayuda," dice Sirius. "Lo ves, necesita que lo ayudemos!"
"No ayudará asustarlo," susurra James. "Sigue quieto, sigue en silencio. Espera a que la luna se vaya."
Los ojos de Sirius se van desde el cielo a Remus al cielo a Remus, entre los dos tan rápido que su cabeza comienza a doler. Nunca ha querido que el sol aparezca tanto en su vida. Nunca se ha puesto tan lento. Remus se tropieza y se acerca tambaleándose, sombrio pero derecho, los hombros caídos y Sirius sólo puede oler sangre en él.
"Jódete, James," dice Sirius, liberándose y moviéndose demasiado rápido para ser detenido.
"Maldición, Sirius, vuelve!" James grita detrás de él, pero Sirius no puede evitarlo: la fuerza de Remus Lupin es una cosa incalculable, pero la fragilidad de él es más inmediata y más aterrorizadora, y Sirius es medio perro y medio muchacho, y todo asustado.
"Moony--!"
Remus gruñe, se retrae, cada línea de su cuerpo tiembla. Más cerca ahora, y bajo la luz gris, Sirius puede ver las heridas sobre él, sus brazos y su largo pecho abierto, y sus ojos salvajes y llenos de luz de luna. El olor del dolor llena sus pulmones como el humo.
"Remus," dice Sirius, muy tranquilo, absolutamente quieto, a tres metros de él. Si no tuviese miedo de que el movimiento más mínimo podría arruinar todo, levantaría su mano, palma arriba, en suplicación. La cabeza de Remus está baja, las cicatrices rojas brillando bajo su carne fresca. Su nariz está abierta. "Oye, Remus."
El labio superior de Remus se levanta, destapando dientes que se ven extrañamente blancos contrastados con su cara sucia.
"Soy yo," dice Sirius, forzando a calmar su corazón. El pulso de su sangre en su garganta es tan fuerte como la luna. "Me alegra que estés bien. ¿Estás bien?"
Remus se tambalea un poco, hacia atrás y de vuelta, sus ojos nunca dejan los de Sirius. Un muchacho es ahora pero su cuerpo es todo lobo, curvado, herido pero aún peligroso, quizás más peligroso y Sirius no se atreve a moverse mientras levanta la cabeza y--
El primer rayo de luz aparece sobre los árboles.
Remus se queda muy quieto, más blanco, se sacude por un momento y colapsa hacia adelante, sin gracia, tan fuerte y tan rápido que Sirius casi no lo alcanza. "Sirius," dice Remus, su voz quebrada y frágil. "Sirius, no tienes pantalones puestos."
La risa de Sirius es salvaje. "Moony," dice, "ninguno tiene pantalones puestos."
"Ni pueden mantener los pantalones puestos sin mí," susurra Remus y se desmaya.
***
"¿Orgía?" dice la Dama Gorda cuando llegan a la puerta de la torre, mirándolos con franca sorpresa, y luego, rápidamente. "Quiero decir, eh, contraseña?"
"Mallowsweet," dice Peter cansado. No está de humor para soportar nada de una pintura. Ninguno de ellos.
"No preguntes," añade James. Su brazo está metido bajo el de Remus, Sirius al otro lado, manteniéndolo levantado. Remus es más pesado de lo que ellos están acostumbrados, más alto también, y no está ayudando.
"¿Quién preguntó?" dice el retrato pero se abre de todas formas. Los muchachos miran el agujero. La subida de tres metros hacia el piso nunca ha parecido tan difícil como ahora.
"Salta," dice Sirius. "uno-dos. Sólo levántalo, estaremos bien--"
"-- Ten cuidado," sisea Remus.
"-- y no golpees nada importante," dice James con un guiño amplio.
"No llamaría eso Importante," dice Peter, "dado que nuestro Moony vive la salvaje vida de un eunuco de todas formas."
"Oye," protesta Remus, "estoy demasiado débil como para pegarte, no es justo."
"No me odies porque soy tan Importante," dice Peter y se ríe.
"Todos aquí son muy Importantes," dice James calmadamente. "Una de las cosas maravillosas sobre los Merodeadores es que todos somos... inmensamente... Importantes."
"Excepto Sirius," dice Peter, casi reflexivamente.
"No es lo que tu madre dijo anoche," contesta Sirius y le asiente a James. Levantan a Remus, y lo depositan con poca ceremonia en un lado de la puerta, y luego pasan por ella ellos mismos. La puerta se cierra con un crujido. A salvo finalmente en la Sala Común, pausan por un momento para tomar cuenta del pelo loco en cada uno, ojos salvajes y la falta de pantalones general.
"Tengo mucho frío," asegura la voz ahogada de Remus, desde el bullo de Remus en el piso. "Puede alguien buscarme-- algo de ropa sería agradable."
"Yo iré," dice Sirius. Se siente como un cachorro, dispuesto a complacer pero dubitativo en irse. James le indica con la mano que se vaya, explicando sin palabras que él y Peter son perfectamente capaces de vigilar ahora que Remus no se va a ir a ninguna parte sin al menos dos personas manteniéndolo de pie. Sirius mira a Remus por un momento, boca abajo y acurrucado en sí mismo, alrededor de su estómago, en el piso. Tienen que llevarlo donde Madam Pomfrey, pero necesitan ropa primero. Su tarea es de lo más importante.
Sube las escaleras al dormitorio de los muchachos, dos escalones a la vez. Algunos de los otros chicos se mueven en sus camas con la luz del sol, ronquidos, a punto de despertar. Sirius va en punta de pie a la cama de Remus, en la esquina, al lado de una de las tres ventanas. Las cosas para escribir de Remus-- tinta, pluma, papel limpio-- están arregladas cuidadosamente en el velador. Algo está escrito en una de las páginas en una letra que termina en una marca distintiva de falta de puntuación. Estaba escribiendo aquí, antes. Sirius pausa para mirar a las palabras, las que forman líneas impares. No es prosa. Se acerca más, unas palabras arañescas, borrosas con la tinta, casi ilegibles. Con todo, Sirius puede leer la agitación de Remus en el verso más sensible. "Moony," susurra Sirius, notando el pequeño libro a un lado. "Copiando poesía. Loco."
Se aleja del escritorio de Remus y se arrastra debajo de la cama de Remus, esperando que nadie lo descubra ahora con su trasero a la vista del mundo.
No es como que nadie se quejaría.
El viejo baúl de Remus es pesado y está cerrado dos veces. Sirius usa la propia varita de Remus para abrirlo, sin poder buscar las llaves ahora. Calcetines. Ropa interior. Pantalones. Sweaters. Todos doblados cuidadosamente. Todos rotos en las rodillas o en los dedos o en los codos. Nada se ve lo suficientemente cálido. Limpio, ciertamente. Calientito, ciertamente no. Sirius busca más abajo en el baúl. Huele dentro a lana vieja y lana más vieja y cubiertas de cuero gastadas por el tiempo.
Sirius busca a través de dos capas de líneas y compartimientos, dejando un desorden imposible en los confines del modesto baúl, antes de que sus dedos toquen algo que reconocen. Esta es su chomba favorita de Moony, y lo sabe porque la ha robado unas doce veces. No es del tipo que usa una chomba verde en público --no tiene la serenidad para ello, todos rojos y azules-- pero en las noches heladas le gusta tenerlo puesto, y los codos no están parchados. Lo toma, y un par de shorts con la otra mano, mientras está en eso se levanta para sacar el sweater.
La manga se rasga.
Sirius maldice, silenciosamente, toda la gente es demasiado descuidada como para mantener limpios los interiores de sus baúles. Sirius sabe que Remus ama este sweater; sabe que Remus en realidad lo cuida y si hay un agujero en él (además del pequeño cerca de la muñeca, que es perfecto para meter el pulgar) Sirius va a estar enojado.
Se acerca, cuidadosamente, para liberar la tela y su pulgar toca el lugar astillado donde está atrapada.
Hay un pequeño snick! y un cajón se abre limpiamente desde un lado del baúl.
El aliento de Sirius sisea entre sus dientes. Siempre ha sabido que Remus mantiene secretitos guardados, incluso cuando Sirius y James y Peter saben el más grande e importante. Hay un aire de privacidad en su Moony, intrigante e hiriente a la vez. Sirius entraría en cada compartimiento cerrado en la vida de Remus si supiera que es correcto, pero no puede. En su lugar, paciencia es la llave, o las llaves; aunque la paciencia es necesaria para entender todo y trabaja lentamente.
Igual, se dice, no cuenta si no fue su intención abrir el compartimiento secreto en la gruesa madera.
Pasa sus dedos sobre la superficie y libera la manga del sweater, y logra sacar el cajón completo en el proceso. Una pequeña nube de polvo se eleva. Remus no debe haberla abierto en un tiempo pero hay algo ahí, escondiéndose, aún intentando parecer invisible. Sirius mete la mano y pasa sus dedos sobre el suave cuero, letras impresas. Es un libro, pero no cualquier libro. Un rayo de luz pasa sobre las letras-- doradas-- que dicen, simplemente, Diario.
"Maldición," dice Sirius. James y Peter se deben estar preguntando si un monstruo bajo la cama de Remus se lo ha comido, con todo lo que se está tardando, pero nunca tendrá una oportunidad como esta otra vez. Remus guarda sus cosas con un poder protector que no se puede contar con años. Es una fuerza para ser reconocido, y Remus podría pegarle con un bate si alguna vez encontrara a Sirius sacando un diario muy privado de un compartimiento muy escondido en las profundidades de su muy cerrado cajón. No es su culpa, se recuerda Sirius de nuevo. Se abrió por accidente. Debió ser el destino, o una de esas cosas kármicas que siempre están leyendo en Divinación.
Sin pensar, Sirius saca el viejo y usado diario de su compartimiento secreto y lo cierra, luego toma una pila de los calcetines de Remus y su ropa interior y otras cosas para cubrirlo. El sweater apretado contra su pecho sucio con tierra, se detiene junto a su cama, mete el diario detrás de su colección de bombas de caca y Cosas Que Muerden en el escritorio, y corre hacia las escaleras, los dedos le pican con el dilema.
Leer o no leer.
Ahora esa es la pregunta.
***
De Sirius Black a Remus Lupin; discretamente durante Historia de la Magia.
De Remus Lupin a Sirius Black; discretamente en el filo de la paranoia.
De Sirius Black a Remus Lupin; muy no discretamente, donde la cara de Remus Lupin se pone algo borrosa.
De Remus Lupin a Sirius Black; aprovechando la falta de discreción de Sirius.
De Sirius Black a Remus Lupin; junto a su patentada "Cara de Zombie."
De Sirius Black a Remus Lupin; con arrepentimiento escondido.
De Remus Lupin a Sirius Black; tirado sobre su hombro en un momento de audacia.
De Sirius Black a Remus Lupin; junto a la idea de una idea.
De James Potter a Sirius Black y Remus Lupin; seguido de una cara de Muy Seria Reprimenda.
De Remus Lupin a James Potter; junto a un encogimiento de hombros.
De James Potter a Remus Lupin, mientras James modula a Sirius 'ahora sí que tienes algo de verdad'
De Remus Lupin a James Potter; considerando la logística.
De James Potter a Remus Lupin; oliendo un reto y aceptándolo.
De Sirius Black a James Potter y Remus Lupin. Mientras, Peter lee la colección de notas en el escritorio de Sirius y Remus se pone borroso de nuevo.
De Remus Lupin a todos; todavía considerando la logística.
De Sirius Black a todos; metiendo pedacitos de papel en la nariz de Peter.
De Peter Pettigrew a todos; casi ahogándose por un pedazo del mencionado papel.
De Sirius Black a todos; seguido por palmaditas impresionantes en la espalda de Peter para limpiar su pasaje nasal del mencionado papelito.
De James Potter a todos; meramente exponiendo la verdad.
De Sirius Black a todos; ya no hay vuelta atrás.
De Remus Lupin a todos; recordándoles a todos que por favor consideren la logística.
De Sirius Black a todos; un ejercicio de sutileza suprema.
De Peter Pettigrew a todos; un ejercicio de humor, resultando en más papel metido en su nariz.
De James Potter a todos; negándose a aceptar la logística por primera vez, ya que interrumpe el proceso de creación.
De Remus Lupin a todos. Pero considerar la logística es bueno!
De James Potter a Remus Lupin; un entendimiento que Remus Lupin pasará los siguientes tres meses en la biblioteca haciéndole dulce amor a la logística.
De Sirius Black a todos. Pónganme atención!!
De Peter Pettigrew a todos. Bueno, si James dice que sí.
De James Potter a todos. Finalmente considerando la logística.
De Remus Lupin a todos; consintiendo por el bien de la logística.
De Sirius Black a todos; seguido por su puño en el aire.
"-- um, eh, ¿Profesor? ¿Notas? Ehh, no... no, sólo le estaba pasando a James, ehh, papel-- sí, Profesor. La próxima vez no tendrá notas, Profesor."
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Sirius Black mira el diario. El diario lo mira. Sus dedos se mueven en sus muslos. Se pregunta, cuánto tiempo puede un muchacho y un diario jugar el partido de las miradas? Revisa su reloj. Una hora y contando. Se mueve. Las horas pasan lentamente. Corre sus dedos por el libro y saca el polvo de la cubierta. Estornuda. No está bien mirar los pensamientos privados de otras personas, pero de nuevo siente que estos pensamientos privados vinieron a buscarlo. Además, discute, son los pensamientos privados de Moony. Los viejos pensamientos privados de Moony. (Un chico de once años con un diario. Aprenderá Remus algún día lo que significa ser una presencia masculina normal o seguirá llamando a los diarios 'memorias' o 'autobiografías en construcción' o cualquier otra amable descripción que es fundamentalmente una excusa?)
Sirius mira el diario. El diario lo mira. Sus dedos se mueven sobre sus muslos.
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