PARTE 25B: AGOSTO 1977

Nov 05, 2008 15:40



Parte Veinticinco B: Agosto 1977

*

No es que a Sirius no le guste estar afuera. A Sirius le gusta mucho estar afuera. Le gusta el olor de las decadentes cosas de madera, la claridad del aire, el eco de los animales pequeños y cómo las hojas cambian de color y es todo muy lindo, bajo circunstancias normales. Pero las circunstancias no son normales y hoy el bosque lo pone ansioso. “No me gusta,” dice otra vez. Ha dicho “no me gusta,” al menos siete mil veces desde la mañana, pero no puede detenerse. El bosque es extraño aquí. Los ecos son extraños, como saltar en una cama que no está ahí. ¡No le gusta! ¡James debería saber!

“Lo sé,” dice James.

“Tengo razón,” dice Sirius. “¿No crees que tengo razón?”

“Creo que estás cansado,” dice James. “De hecho, sé que estás cansado porque anduviste saltando por toda la tienda como una anguila, toda la noche. Creo que estás medio delirante y creo que quiero golpearte. Creo muchas cosas.”

“Sí me pegaste,” aclara Sirius.

“Oh, sí,” concuerda James. “Eso es. Lo hice. Se sintió tan bien que quizás lo haga de nuevo.”

Sirius frunce el ceño y se rasca su picada de mosquito número ocho mil. Parece que es como una delicia para los mosquitos. “¿Crees que soy una delicia para los mosquitos?” pregunta.

“Golpeé a Sirius,” dice James. “Suena francés. ¿No suena francés?”

“Bien,” dice Sirius, sin poner mucha atención. Todavía no le gusta, lo que sea que eso sea, flotando y misterioso, aquí y allá, cubierto, sospechosamente como un mosquito como un y pone a Sirius más nervioso que siempre. Claro, es posible que sólo las mordeduras de mosquitos lo molesten, la advertencia ocasional en su oído. ¿Quién no saltaría cuando se está semi desnudo en el bosque, como un almuerzo buffet para los bichos?

Los mosquitos quizás ya han puesto carteles en todo el bosque, carteles de neón que dicen Sirius Black! Extra Crudo y Jugoso para su Gusto.

Eso no es.

“Tengo un excelente sentido del peligro,” sisea Sirius. “Una antena bien ajustada, si quieres. Le agradezco a Filch por ello. Además, huelo algo. Huelo algo que no está bien.”

“Ese fue nuestro desayuno,” dice James con tristeza. “Esta debería ser una lección para que nunca más comamos nada que encuentres bajo un-“

Sirius lo empuja. No está muy seguro, por un momento, por qué; pero no, James es desagradable, quizás Sirius lo hizo para pegarle en la cabeza. James no va a pelear y eso es inusual, y luego Sirius siente calor en su espalda--¿es calor? Quizás es la presión alta, como apoyar los hombros en una soga. Y después no importa lo que es porque duele, dolor tan fuerte como retorcido, vivo, quemante. Líneas brillantes empañan su visión. Deja salir un sonido.

James, bajo su cuerpo, dice, “¡Maldición! ¡Maldito!” Sus manos están en los hombros de Sirius, intentando sacárselo de encima. Sirius se vuelve más pesado, sólo para molestar.

Dios, cómo le duele la espalda! ¡Le duele más que la mierda! Sirius se odia. Debería soportar el dolor, como cualquier persona competente. ¿Acaso delira? ¿Cuándo fue la última vez que comió? Le baja el azúcar, esa es la teoría de Remus cuando pasa tanto tiempo sin tener sentido o quedándose dormido. Remus tiene la boca algo torcida, una boca que siempre va a dos partes al mismo tiempo, una boca que siempre parece sorprenderse de sí misma, como si constantemente intentara sabotear sus propias intenciones. ¡Por el amor de Dios!

“¡Estúpido idiota!” dice James. Su respiración fuerte, dispareja. “¿Qué hiciste?” Algo silba cerca de ellos. Un árbol se incendia.

“Yo no hice nada,” dice Sirius, indignado, y luego un empujón poderoso envía todas las partes de James volando a las hojas y un dolor cegante lo corta de nuevo. “¡Mierda! ¡No!” dice, o cree que dice.

James farfulla algo, lo siento lo siento Sirius acaso estás herido estás herido oh Dios estás sangrando, James idiota podrías tener cuidado porque algo está pasando y necesitas poner atención, ¿estás poniendo atención? James tiene su varita en la mano. Eso es bueno. Es un paso en la dirección correcta. Murmura algo, formando letras en el aire. Es un sonido bueno, claro: un escudo protector. Hubiese sido más fácil con los dos trabajando juntos, piensa Sirius.

“Te lo dije,” dice Sirius, a través de la bruma en su cabeza. “Te dije que no me gustaba. Nunca me escuchas.” Intenta alcanzar su varita, trabada en su cinturón, mordiendo su labio fuerte mientras la piel en su espalda se rasmilla en el suelo. ¡Masculino! Piensa locamente. ¡Fortachón!

Aplasta el tobillo de James y James, quien cuando es importante no necesita instrucciones, lo pone de pie. No pregunta si Sirius está bien y Sirius está tan agradecido por eso que podría besar a James en la boca.

“Podría besarte en la boca,” dice Sirius. “Ouch.”

“Ok,” dice James. Sus dedos se aferran del brazo de Sirius y es ese contacto fiero y contenido lo que hace que Sirius se concentre finalmente, confusión y dolor y hambre y falta de sueño reunido en un punto apretado, algo para poner a un lado para revisar después.

James lo está mirando, pálido, sus estigmatizados ojos enormes, su cabello ridículo. Sirius asiente apretadamente. James dice, “bueno, entonces.”

No hay más hechizos en su dirección, sólo los árboles ardiendo y el sonido en los oídos de Sirius. Quizás dispararon un sistema de defensa, algo automático y que pasará pronto. Quizás deban-

Pero no, llega un olor. El perro sabe cómo leer un olor: es seco, como uñas o pelo, y algo en él también es húmedo, un olor asqueroso. Hace que los pelos en la nuca de Sirius se paren todos.

“Mierda,” dice James, con sentimiento.

El dolor en la espalda de Sirius casi pica; los pelos en su nuca pican. Sus sentidos alerta, puntos finos, atentos al aire del bosque. Lo divertido es lo seguido que la gente maldice pero no lo dice de verdad. Hace que momentos cuando maldecir de verdad significa algo, cuando ‘mierda’ de verdad significa ‘Sirius está sangrando y James tiene miedo y algo huele a ácido y a fósforos y a azufre y a muerte en el aire,’ parezcan más pequeños, como las aventuras triviales de un circo de hormigas. Es algo extraño que pensar, especialmente extraño en un momento como este, pero no más extraño que la naturaleza curiosa de la boca de Remus Lupin.

Hay sombras que se mueven fuera del campo visual de James. Atrapan momento de luz mientras se filtran entre los árboles, moteadas, manchadas, poéticas luces, no más que crueles sombras, arrastrándose y amenazando y cerrándose. Esas sombras son gente real, gente real que quiere matarlos. Sirius piensa que puede ver a uno de ellos sonreír, una sonrisa vacía y limpia bajo la capucha de su capa.

Morir es algo que le pasa a otra gente o Sirius así siempre lo asumió. Es trágico y cuando le pasa a otra gente que amas te sientes calado como -la mente de Sirius tropieza-como un melón. Y lo odias, peleas contra eso, a veces lloras, pero ese no eres tú. Morir es algo que le pasa a otra gente y Sirius no tiene idea si significa que morir le pasa a él.

La mano de James aprieta fuerte el codo de Sirius. A Sirius le alegra que el apretón no sea tan fuerte en su espalda, aunque el ardor casi no se siente, como una nada que se queda de a poco. Sirius apenas puede sentir sus propios pensamientos. Encuentra la mano de James y la toma brevemente, quizás algo fuerte. Luego, saca su varita.

“No me despedí de nadie,” dice James. “No, o sea, nunca-sé que la gente se muere. Pero no pensé.“

“Lo sé,” dice Sirius.

“Lily me dijo que tuviera cuidado,” dice James. “Me va a matar.”

“Lo sé.” Sirius se pregunta qué hará Remus, una pregunta tontilla. ¿Se sentará o se levantará o llorará? Sirius nunca ha visto a Remus llorar. Probablemente no tiene la habilidad de crear lágrimas en sus ojos. Sirius no quiere que Remus llore, aunque claro que lo quiere. Pero no quiere. Hay un montón de cosas que debería decir ahora, pensamientos heroicos con James, últimos discursos, ese tipo de cosa, palabras que hombres y mujeres le enseñarán a sus hijos y dirán “Eso, mis hijos e hijas, fue lo último que Sirius Black y James Potter dijeron antes de morir y convertirse en héroes para la gente, antes de que construyéramos esas setenta y siete estatuas en su honor, las poses que tienen, sus barbillas a cincel!’ pero la idea no es graciosa porque no han tenido tiempo de hacer nada heroico aún. Sirius siente frío.

“Bien”, dice James, dando un paso al frente. James Potter, el mejor amigo de Sirius Back en el mundo, es la persona más valiente del universo, y es horrible. “¿Estás listo? Te, te vamos a tirar sobre la barrera y luego-tendremos que distraerlos, sólo para que llegue la advertencia llegue a Dumbledore-“

“Claro,” dice Sirius. “A las, mmm. A las tres.”

“Uno,” dice James. “Dos-“

“¡Abajo!” Las voces pasan por ellos, sonando y irreales, cortando la tierra y el aire caliente; las sombras voltean para enfrentarlo y lo mismo hace James y Sirius lo agarra. Golpean el suelo. Luz, luz en todas partes. La espalda de Sirius duele de Nuevo, apenas puede ver por cómo duele. Alguien toma su muñeca y lo levanta, levanta a James.

“Salgan de aquí,” sisea Caradoc Dearborn. Están cara a cara y Sirius puede ver lo blanco de sus ojos, sus pestañas quemadas. Hay mucha gente tras él, moviéndose rápido; Sirius no los reconoce, aunque quizás podría hacerlo si dejaran de moverse. Si todos sólo pudieran quedarse quietos por diez segundos, por favor. “No se Apparezcan. Corran lo más rápido posible, hacia el oeste. Vayan.”

“Podemos ayudar,” protesta James, sin aliento. “Podemos, nos necesitan-“

“Este no es el momento,” dice Caradoc. Algo en sus ojos hacer que Sirius quiera vomitar.

Sirius toma a James del brazo y corre. James grita algo, Sirius no puede escucharlo, sangre en sus orejas y dolor y rabia-
“¡--para el otro lado!” grita James, zafándose de su agarre y tomándole los hombros. “¡Al oeste! ¡El otro oeste!”

“Oh,” dice Sirius, “claro,” y se dan vuelta.

*

No se mueren. Es casi vergonzoso, que es quizás la reacción incorrecta a tener. Sirius debería sentirse aliviado, debería estar agradecido; debería prometerle a todos sus ancestros que nunca volverá a robar pastel, pero todo lo que puede pensar es lo terrible que es no morir y haber estado tan seguro. Haber sido tan joven.

En San Mungo’s, una enferma llama a Sirius cariñosamente B.S.M (Buque Su Majestad). Greta pone todo tipo de cremas hediondas en la espalda de Sirius y luego puede irse a casa.

Cuando se va del hospital, aún abotonándose la camina con ánimo- es un proceso muy largo- James se inclina contra la pared, con las manos en los bolsillos. Lleva anteojos nuevos. Son algo… cuadrados.

“Lindos anteojos, idiota,” dice Sirius. “¿Te dieron un descuento tipo ‘de línea’?”

“Sobre ese beso,” dice James, con una sonrisa algo torcida.

“Lo siento, amigo, fue una oferta especial y única,” dice Sirius, haciendo una mueca de dolor cuando la camisa toca un lugar delicado. Su espalda está mejor-un poco-pero huele a carbón y a aceite de motor y, extrañamente, a atún, y el olor le recuerda al dolor, que es casi tan malo como antes. “Sólo en el momento de la muerte. O si me emborrachas mucho primero.”

James abre la boca. Su cara, Sirius nota con alarma, se ha puesto toda sincera y fruncida en el ceño. Sirius se aleja de él. “No,” dice, alejando a James. “De nada. Ya sabes. Sólo-pasa. Bueno, ojalá que no pase tan a menudo. Pero sabes a qué me refiero.”

Está aliviado, piensa. Vivo y lo suficientemente bien como para sentirse avergonzado. Debería estar agradecido, pero no sabe qué pensar. James mira para el otro lado. Están en silencio por un momento.

“Vamos a casa, entonces,” dice Sirius. ¿Por qué es todo tan extraño siempre? Finalmente te acostumbras a las cosas, te dices firmemente no hagamos eso nunca más, gracias, valió la pena, y después de pronto hay otros modos de hacer eso que nunca se te ocurrió antes. Es inútil.

James dice, “no tengo dinero. Pero caminaré contigo.”

Sirius dice, “Bueno. Ok. Te salvé la vida y no puedes gastarte un quinto para sentarme en un taxi por quince minutos.”

James mira a través de él y se empuja los lentes sobre la nariz, ambas cosas en la misma forma que lo ha hecho desde que tiene once años. “No me importa si conviertes esto en una broma,” dice lentamente. “O sea, deberías, ya que puedes. Pero no es una broma para mí, ¿ya?”

“Eres mucho menos divertido desde que maduraste,” dice Sirius. Le duele la cabeza. Todo duele. “Te diré algo. Bajemos, me tiraré frente a un bus y me puedes agarrar del brazo. Después yay! Me salvaste, Sirius Black vive para alumbrar el universo otro día, estaremos a mano y será divertido para todos.”

James considera por un momento. Luego dice, “Bueno.”

“Bueno,” dice Sirius.

James se sacude como un perro mojado, como si pudiera sacudirse todo lo que les ha pasado-no sólo ahora sino que siempre. Dice, “Bueno,” y pone su brazo alrededor de los hombros de Sirius. Sirius se queja con exageración, James logra esconder su risa con un poco de tos, y todo está algo mejor.

La próxima vez, piensa Sirius, haremos todo esto de morir como se debe.

*

Remus,

Quería contarte que Sirius vino al hospital hoy. No te preocupes, está bien-o sea, va a estar bien hasta que le ponga las manos encima. Dumbledore dice que James está de vuelta y que no está herido pero no ha vuelto a casa. Están dando declaración ahora, parece. D informa que estuvieron involucrados en un “reconocimiento” y que “tropezaron” con un “número inesperado” de Mortífagos y fueron rescatados por Caradoc Dearborn, quien ha estado vigilándolos estos tres meses-parece que se trató de una práctica.

Estoy tan furiosa que apenas puedo sostener el lápiz. Apuesto a que es culpa de ellos. Ya sabes cómo son y se dan ánimo entre ellos. Dios, podría matarlos. Como sea, quería que supieras los hechos, al menos los que pude recopilar, así que no te preocupes, aunque nunca admitirías que lo haces. Le voy a enviar una nota a Peter también. Cuidaré a James, pero espero que pongas el reto de Dios en S en cuanto lo veas. ¿Bueno? Bueno.

Lily.

*

“Dije jamón y queso,” dice Susan-la-asistente, mirando a Peter con impaciencia. “Esto no tiene queso. O sea, son apenas dos ingredientes, Pete.”

“Claro,” dice Peter, mirando el reloj con ganas. “Bueno. Lo siento.”

“No quiero herir tus sentimientos,” dice Susan. “Pero, ya sabes, si supiera que lo ibas a hacer mal, me hubiese hecho yo el sándwich.”

Peter tiene la sospecha de que su cerebro se ajusta automáticamente según la orden de Susan-la-asistente por puro rencor, o quizás por estupidez. Quizás es sólo que Susan-la-asistente está en esta tierra para hacerle temer la hora del almuerzo. “Lo siento,” dice Peter otra vez. Eso generalmente ayuda, decir que lo sientes y actuar como idiota. “Debí darle a otra persona el de jamón y queso. Sé que lo ordené.”

“Mm,” dice Susan. Le da una mirada que dice ‘estás aquí porque tu papá es mi jefe’ y luego vuelve a mirar el pan. “Y tiene mostaza,” dice. “Odio la mostaza.”

Peter desea que James estuviera cerca. En la escuela, cuando las Susan y los Jerry-el-sastre y Magda-la-recepcionista del mundo hacían que Peter se sintiera como un idiota, siempre estaba James, quien podía decir algo como “La mostaza nunca mató a nadie” o “nadie necesita tanto al queso,” y se irían. Peter nunca pudo duplicar exactamente el tipo de cosas que él decía, y aunque pudiese, el efecto estaba en el tono.

“Lo siento,” dice.

“Está bien,” dice Susan. “Dije que estaba bien. Es sólo, ya sabes, no te ofrezcas si no puedes hacerlo bien. Bueno, tengo que contar desde ayer.”

Peter espera. Susan levanta una ceja.

“Eso significa que te puedes ir,” dice.

“Claro,” dice Peter.

Odia trabajar. Odia estar lejos de la escuela. Lily vino a verlo el otro día, lo que lo pone incómodo pero contento, ya que no hubiese venido a menos que James se lo hubiese pedido; es obvio que a ella no le gusta y no tienen nada de qué hablar, excepto de James, y lo que ella sabe, no se lo va a contar a él.

En cuanto a Remus, es una fortaleza de soledad.

Estar solo se siente extraño y erróneo de alguna forma, más extraño y más erróneo que tomar las costuras, que es algo que su padre dice que ha hecho pero, en realidad, no le confía como para hacerlo. Y por qué habría de hacerlo, piensa Peter, cuando no puede si quiera darle el almuerzo correcto a la gente. ¡Queso! ¡Mostaza! ¡Costuras! Es todo tan ridículo, pero Magda-la-recepcionista no puede encontrarlo escondido en el clóset de nuevo-u otra persona, en realidad.

Peter odia estar solo. Estar solo le recuerda cómo era no estar solo, lo que es peor, a veces, que sentirse solo. Estar solo le recuerda que lo que él hace cuando no está solo es ver cómo sus amigos hacen cosas graciosas-como “La mostaza nunca mató a nadie,” por ejemplo-mientras se ríe y contribuye con nada.

Peter cierra la puerta tras él.

“La mostaza nunca mató a nadie,” murmura, pero claro que es demasiado tarde y no es tan gracioso como si James lo hubiese dicho. James hubiese dicho otra cosa, probablemente. Sirius hubiese puesto una servilleta sobre el sándwich y lo hubiese escondido bajo la mesa para ver cómo volaban las chispas. Remus hubiese traído el sandwich correcto.

*

“Me vas a matar,” dice James. Se apoya en la puerta del pequeño departamento. No hay parte de él que quiera hablar. Todo lo que quiere hacer es poner la cabeza en el regazo de Lily y sentir sus dedos pasando por su cabello.

Su cabeza da vueltas. Es peor que en el bosque. Hay terror en lo que ella puede hacerle porque es de lo más peligrosa cuando está así, toda blanca y quiera y completamente sin expresión y, lo que es peor, está el terror de lo que no hará. ¿Y si no dice nada, no lo golpea, no pone sus brazos alrededor suyo, no grita o llora o hace ninguna de las cosas que él imaginó? ¿Y si sólo se levanta y se va a la habitación y cierra la puerta? Y además, bajo todo ese miedo, siente un alivio tan grande que casi se ahoga. Casa. Está en casa. Es extraño pensar en este lugar atochado, que huele tan fuerte a pintura solamente, como algo tan importante.

“Lo he considerado,” dice Lily. Está sentada en un pequeño círculo de luz en una esquina de la oscura habitación, sus pies doblados bajo ella. James se da cuenta que ella tiene las manos apretadas porque tiemblan, siguen temblando aunque los nudillos están blancos por aferrarse tanto. No, esto es peor; esto es lo peor.

“Lo siento,” dice James. “Fui estúpido. Dios. Fui de verdad un estúpido y lo siento mucho, Lil.” El manojo de la puerta se mete en su espalda. La alternativa aquí sería moverse hacia ella, pero siente que esa no es una buena idea.

“Dime qué pasó,” dice ella, “y-“ Un sonrojo extraño comienza a aparecer en sus mejillas y en las puntas de sus oídos. “Y si dejas algo afuera, una sola cosa, voy a… voy a hacer algo terrible. No me importa lo que Dumbledore dijo que te haría. No me importa. Me vas a contar qué hacías y qué fue lo que hiciste mal por idiota, y sé que hubo algo porque pasaron a Sirius por mi estación en una camilla. Así es cómo me enteré. Y tuvo la osadía de-me saludó! Lo que también es culpa tuya porque lo alentaste cuando era más joven y ahora es completamente insoportable. Así que te vas a quedar ahí y vas a hablar hasta que sepa exactamente qué pasó.”

James siempre pensó que la frase “ojos ardientes” era estúpida y, si pensabas mucho en ella, truculenta, hasta que un día Lily Evans se enojó y de pronto entendió.

“¿Me puedo sentar?” pregunta, con cuidado.

“No,” dice Lily.

“Pero estoy cansado,” dice James.

“Estás en problemas,” dice Lily. “Te puedes apoyar en la puerta si quieres. Habla.”

El que Lily esté enamorada de él, el que es tan completamente magnífica y sentada frente a él con sus piernas dobladas; blanca y temblorosa y furiosa porque James pudo haberse herido, es increíble. Está más contento que antes por no estar muerto.

“Teníamos que buscar un campamento,” dice, quitándose el pelo de los ojos. “Habíamos rastreado muchos ataques a un área-mucha energía que se movía, mucha-presencia, sabes. Eso es lo que hace Sirius-tiene una afinidad, o algo. Lo has visto. Puede saber qué tipo de magia algo es y dónde ha estado y de dónde viene; es por su sangre y por lo del perro, creo.”

“¿Lo del perro?” dice Lily.

¡Mierda! “Ya sabes, es como un perro,” la arregla James, con el estómago cerca de los pies. “Porque es, ya sabes, leal y-huele cosas y a veces intenta orinar en los grifos o pone la cara entre tus-o sea, no de ese modo pero, como sea-es como un perro. Ese no es el punto. Intentábamos rastrearlo, y-“

“¿Entonces para qué te necesitaban a ti?” La cara de Lily está seria de nuevo. “¿Por qué no enviar sólo a Sirius?”

James la mira asombrado. “¿Solo?”

Lily no dice nada.

“No,” dice James. “O sea-no, Lil. No seas ridícula. Como sea, no puede hacer un hechizo de defensa aunque su vida depended a eso, y pasaría. Ya sabes cómo se pone cuando le sube la sangre, puras risas y locura y dar saltos hablando tonteras y de pronto alguien le pega en el pecho con un hechizo antes de que la posibilidad si quiera se le ocurriera.”

“¿O en los hombros?” dice Lily.

“No,” dice James. “Eso fue diferente. Ya llego a eso. Estábamos buscando y habíamos buscado por semanas. Había un campamento, eso estaba claro-todo concentrado en un solo lugar-como un epicentro. Pero se movía y habían defensas extremadamente complicadas y-“

“Dos niños,” dice Lily. “Tienes dieciocho años, por el amor de Dios. ¡Tienes mi edad! Apenas saliste del colegio-ninguno ha enfrentado a un solo Mortífago, menos a un campamento lleno de ellos!”

“Se supone que no habría enfrentamiento, sabes. No era una operación militar de dos hombres. Era sólo para averiguar dónde estaban y localizarlos, para poder llevar más gente después. Y,” James añade, algo amargo, “parece que tenían a Caradoc Dearborn, Monitor Bebé, espiándonos, asó que no debió ser tema.”

“No me importa. Debieron enviar-“

“Teníamos que ir porque somos mejores que otra gente,” dijo James, simplemente. “Y tenemos que aprender cómo ser los mejores. ¿Quieres escuchar qué pasó o no?”

Ella cruza los brazos y mira para otro lado.

“Bueno, lo hicimos,” dice James. “Quiero decir que los encontramos. Bueno, no sabíamos que los habíamos encontrado, sólo caminábamos. Sirius los encontró, creo, pero no supo. Seguía diciendo que escuchaba cosas raras, que algo andaba mal, pero pensé-no es que no le creyera, sabes, sólo que llevaba tanto rato diciendo lo mismo y no habíamos dormido y como sea, no importa.”

“Estoy enojada,” dice Lily. “Estoy tan, tan enojada.”

“¿Conmigo?” demanda James. “Porque no es como que pude decir, pero señor, por favor llévese a mi mejor amigo en el mundo, que es pésimo para los hechizos de defensa, al peligro inmediato sin mí, mientras me quedo en mi casa tomando té y limándome las uñas y estando a salvo y revisando mis resultados de Quidditch!”

“¡Sí!” grita Lily. “Contigo, claro que estoy enojada contigo! Y con Dumbledore, por pensar que estaba bien enviar a cualquiera de ustedes-y con Sirius, oh, con Sirius,” continúa, la barbilla apretada, “con Sirius por no ser bueno con los hechizos de defensa y no mejorar-“

“Se supone que era sólo una cosa de reconocimiento,” dice James, enojado y cansado todo al mismo tiempo. No quiere pelear o gritar o hacer nada que le recuerde dónde estuvo o lo que casi pasó. Quiere a sus padres. Quiero que alguien le diga que todo va a estar bien para poder dormir sin soñar, que no fue real sino un cuento en el bosque. Quiero que Lily deje de gritar y que deje de recordarle cuán real fue. “Para que los que de verdad-de verdad saben lo que hacen no perdieran tiempo con cosas poco importantes. Lily, ¡quise ir!”

“Pero te atacaron,” dice Lily. Su boca tiembla.

“Sirius me apartó del camino,” dice James. “Así es como se lastimó. Lo haría de nuevo. Si él va, yo también voy: Dumbledore nos necesita.”

“Idiota,” dice Lily, con rabia. “Estúpido-estúpido-“

“Lily,” intenta James, “por favor, podemos-“

“No,” grita Lily. “No podemos, no podemos nada. Sé que sólo tengo un trabajo de escritorio, James, pero he visto lo que los Mortífagos pueden hacer--¡lo que ya han hecho!-a la gente. No quiero que te lleven al hospital así. James, te amo, ¿tienes idea de lo que eso significa?”

“Sí,” le dice James. “La verdad, sí, sé exactamente-“

“¡No tienes idea!” la voz de Lily se quiebra, algo repentino y terrible de escuchar. “Significa que tengo miedo, todo el tiempo, y cuando llevaron a Sirius y no estabas ahí, ¿qué iba a pensar?”

“Que estaba escribiendo mi reporte,” dice James, con la boca seca. “Que le estaba contando a Dumbledore lo que había pasado.”
“Que estabas en setecientos pedazos en alguna parte. Desaparecido. Para siempre.” Lily mira el techo, apretándose el brazo tan fuerte que James quiere tomarle las manos antes de que las uñas lleguen al hueso.

“Sirius debió decirte que estaba bien,” dice James.

“Oh, asumí,” dice Lily. “Con lo del saludo y la sonrisa idiota, a menos que haya perdido la razón por la explosión, que también era posible, cierto.”

“Lo siento,” dice James.

“Sé que lo sientes,” dice Lily.

“Te amo,” dice James y;

“Deberíamos casarnos,” dice Lily.

“Disculpa,” dice James. “¿Qué?”

*

Remus puede oler a Sirius antes de que toque la puerta, aunque es difícil-hay algo distintivamente extraño tapando el olor a canino, la combinación normal de jabón y cabello de Sirius y piel de Sirius-pero Remus sólo espera olerlo a él, con los dedos metidos en el brazo del sofá y la nuca picándole con ansiedad mientras espera y espera.

Sirius ha estado en el hospital: también huele eso, salvias complicadas, sábanas esterilizadas con magia precisa. Huele un poco a petróleo también, que es un detalle extraño que Remus analizará más tarde.

Remus está en la puerta inmediatamente, abriéndola, tomando a Sirius de la camisa y metiéndolo dentro.

“Ouch. Hola,” dice Sirius. “Cuidado con la espalda. Está algo-Ouch. Cielos, Moony, ten cuidado, soy un veterano de guerra, sabes-“

“Cállate,” dice Remus. Debería ser más gentil, más amable pero de pronto no sabe cómo ser esas cosas. Presiona a Sirius contra la puerta, la cara contra su nuca, una conexión inútil y ciega de bocas y dientes y narices chocando. Sirius deja salir un sonido. Remus lo traga.

*

"Me escuchaste," dice Lily.

James le toca el codo, el hombre. Se inclina cerca y la besa.

*

"Uhm," dice Sirius.

Hay una marca como mordida en forma de luna creciente en su pecho, bajo la clavícula, sobre su corazón. Remus la toca con asombro, frunciendo el ceño. Él la hizo.

Antes.

“Me mordiste,” dice Sirius, excesivamente complacido. “No sólo esa tampoco. En todas partes.”

“¿Cómo está tu espalda?” pregunta Remus. No quiere pensar en el tema. “No--¿te hice daño?”

“Claro que sí, idiota,” dice Sirius, sorprendido. Sus ojos tienen un color increíble que Remus nunca ha visto antes y no quiere mirarlos directo, aunque tampoco quiere dejar de verlos. “Prácticamente me tiraste sobre la cama como si fuese lady Diana Mayo y tu fueras como-se-llama, el tipo con los camellos. Pero al revés. Gracias por eso.” Pasas sus dedos por los pelos en la nuca de Remus y la piel de Remus-parece tener más piel que la de siempre esta noche-pica con el tacto. “Y, es una quemadura de un metro. Claro que duele.”

“Qué,” murmura Remus, contra la garganta de Sirius. Parece no poder dejar de sonreír. Su cuerpo se siente relajado y lento y dulce, como si todo hubiese sido sacudido hasta desarmarlo pero vuelto a armar con calma. Debe lucir como un idiota. “Nunca sé de qué estás hablando. ¿Lady Diana Mayo?”

“La Jeque,” dice Sirius. “Claro. Es una gran película Muggle, gran ignorante. Otra cosa que agregar a tu lista de educación cultural.”

Parece que no hay un lugar donde no se estén tocando. Hay muchos lugares del cuerpo de Remus que a él no le gustan, lugares donde cuida no mirar o tocar por accidente, incluso en el baño o cuando se viste, pero incluso esos lugares están tibios, como perdonados, donde el cuerpo de Sirius presiona. Las sábanas están húmedas. Las largas piernas de Remus están pegajosas. Todo es extremadamente asqueroso, así que es una pena que Remus no está ni preocupado por el tema.

“La primera vez de James con Lily lo fie, fue horrible,” dice Sirius, abruptamente. Sus dedos pasan por la piel sobre la columna de Remus, piel que está extremadamente caliente y algo delgada. “Se supone que no puedo hablar del tema pero era como si lo atacara una medusa. Fue en la playa, probablemente por eso pensó en la medusa pero, ¿te imaginas? Medusas. Sexo de medusas. Remus, tuvieron sexo de medusa juntos y fue tan malo que tuve que bajarlo de la azotea.”

“Eso supuse,” admite Remus. “ya que no hubo confeti o escritos en el cielo. Supuse que había sido terrible.”

“Eso es porque eres muy, muy inteligente, Moony,” dice Sirius. Toca la espalda de Remus, que está muy desnuda, y luego el muslo, que también está muy desnudo. Ambos están muy desnudos. Remus nunca ha estado tan desnudo en su vida; ni siquiera estuvo así de desnudo cuando nació.

“Eso- no se sintió como una medusa,” dice Remus con cuidado. “Algunas veces en el medio cuando no estaba seguro de las cosas-pero nunca medusas, creo.”

“Medusas eléctricas, quizás,” dice Sirius. Sus manos dejan de moverse, su pulgar presionado contra la parte de atrás de la rodilla de Remus. Remus está tan enrollado que quizás nunca pueda desenrollarse en su vida. “Qué te parece: Fuegos Artificiales Súper Humeantes Eléctricos de Medusas.”

“Pero no medusas normales,” dice Remus, algo patético. Tiene que estar seguro. Hubo un momento, en alguna parte de las menos-que-borrosas-que-uno-quisiera cuando jugueteaban y había algo asqueroso y, claro, blando en algunas partes de Remus que no estaban acostumbradas a ese tipo de cosa, y por un segundo aterrador Remus tuvo que detenerse y pensar si iba a ponerse histérico en medio de tener sexo, o antes de tener sexo o lo que sea que se sentía tan extraño y desagradable. Cree que dijo algo así como “por el amor de Dios Sirius puedes hacer algo” para cuando Sirius ya estalló en risas y luego Remus también, pero sólo porque no pudo aguantarse y luego se estaban besando y no hablando y las cosas estaban bien de nuevo.
Y luego, sorprendiéndose a sí mismo, había sido mucho mejor que ‘bien’-pero igual, se habían reído también, y es difícil decir si eso es bueno o no.

Sirius hace un ruido de impaciencia y mete la cara en la almohada. La cama es puras sombras y sudor y pelo y extraños olores nuevos. Remus se apoya en un codo, toca la barbilla de Sirius.

“Ninguna medusa,” dice Sirius, moviendo los ojos hasta encontrar los de Remus. “No seas estúpido.”

Remus nunca ha visto a Sirius tímido antes. Algo curioso y sin nombre se abre en su pecho, entibiando su vientre. Traga. “Oh,” dice. “Bueno. Ningún pez del mar.”

“Ningún pez de ninguna parte. Aunque,” dice Sirius, “no pretendamos que las mecánicas de toda esta operación tienen mucha dignidad. De hecho, creo que esto-la bondad total de las cosas en nuestro mundo-es suerte de principiante de la peor clase. Y ¿dónde conseguiste-dónde encontraste el-ya sabes?” Sus orejas se ponen rojas y las mejillas también. Remus puede ver otra marca de mordedura, más pequeña y menos roja, en la garganta de Sirius. Esto es una locura, piensa Remus. El sexo es una locura, es lo más loco y tonto que cualquiera haya pensado y, Dios, está imperdonable y incansablemente desnudo.

“Oh, Dios,” dice, dándose vuelta y tapándose los ojos con la mano. Se sonroja en lugares que ni siquiera sabía que existían. “Yo-mira, Sirius, sé que para los no informados parece que nunca pienso en estas cosas, pero es sólo que-oh, diablos-sé que tengo cierta-er-“

“¿Consistencia tensa?” sugiere Sirius inocentemente, tomando la muñeca de Remus y mordiéndole los dedos. Remus entrecierra los ojos. “Hola, eso es mejor. ¿Cierta crianza de corsé? Bajo la cual, debo decir, presiona y gruñe una bestia colmilluda y bestial de -mmm-insaciable carnalidad, desesperada por liberarse, y aparentemente sólo mi toque mágico puede liberarlo.”
“No-esos no,” dice Remus, metiendo los dedos casi sin pensarlo en la boca de Sirius. “Sólo-tengo algo parecido al sentido del decoro, ¿ya? Lo que es más de lo que puedo decir por la gente que conozco. Y sí investigué, porque eso es lo que hago cuando me enfrento con un problema que no entiendo y me gusta estar preparado-no que haya pensado que íbamos, no sabía, no tenía idea, pero y si lo hacíamos y no tenía ni idea-entonces, ya sabes-yo me preparé. Puedes comprar-cosas-en, tiendas, sabes. Y valió la pena para ti, debo decir, así que…”

“No me quejo,” concuerda Sirius alegremente.

“Yo-oh, Dios, me robé un libro. Robé un libro de la biblioteca! Era-necesité dos diccionarios sólo para entenderlo, y no podía descifrarlo, no pude. ¿Te imaginas? La bibliotecaria, tiene dos millones de años, y tiene una mirada que dice Te Romperé El Cráneo En Una Bandeja-así que lo puse dentro de los diccionarios y me fui. Me voy a air al infierno.”
“Probablemente,” dice Sirius. El sonido oscuro en su voz es su sonrisa. “Oh, probablemente, derechito al infierno.” Luego mueve las manos, sus dedos flojos y elegantes pasando sobre la cadera de Remus. Su boca pasa apenas sobre la de Remus, ambos respirando caliente y cerca.

Así que para esto son los cuerpos, piensa Remus, aunque es una cosa tan ridícula de pensar, porque los cuerpos son para todo tipo de cosas como comer y construir pirámides y mantener el cerebro fuera del lodo.

Pero no, de todas las cosas que pueden hacer. Esto, esto es para lo que son.

Por, quizás, la primera vez en la muy consciente vida de Remus Lupin, de verdad se entiende.

Quizás no entienda todos los enredos y los extraños movimientos y los lugares torcidos, pero en sus huesos y piel y en los músculos siente una simpatía repentina e impresionante que nunca ha tenido antes. Tiene que ver con el calor sólido del cuerpo de Sirius contra el suyo, la intensa claridad de los ojos de Sirius, el brillo fundamental de los dientes de Sirius cuando sonríe como está sonriendo ahora. Sirius se levanta sobre sus brazos y besa a Remus de nuevo, emocionantemente duro. Remus, arqueándose y golpeando sus manos contra el catre, bota la lámpara.

“Joder,” respira Remus.

“A la orden,” dice Sirius, sonriendo traviesamente y no deja de reírse hasta que Remus le da en la cara con una almohada y lo tira de la nuca hacia la cama.



M, roncas como locomotora. Sigue así.
Salí a comprar más tocino /café / cereales azucarados.
Ni pienses en salir de esa cama.



Previous post Next post
Up