PARTE 26: ABRIL 1978

Nov 05, 2008 16:13



Todo comienza esa mañana, cuando Peter quema su tostada.

Un día de tostada quemada nunca es un buen augurio. La última vez que pasó, una señora enojada entró a la tienda e intentó ahorcarlo con un par de pantalones muy mal cortados. Él intenta explicarle las cosas racionalmente -no había hecho nada en la tienda, para ser honesto, y ciertamente no quería arruinarle los pantalones, que eran muy feos de todas formas- pero ella no había querido escuchar. Ya estaba medio azul cuando su padre lo encontró, colgando de pantalones y asfixiándose mientras la señora lo golpeaba en la cabeza con su cartera.

De alguna forma, él había tenido la culpa.

Peter mira su tostada. La tostada de Peter lo mira. Él piensa que puede ver una cara quemada en la superficie. Le frunce el ceño con una boca que dice “te odio.”

Tira la tostada a la basura y desea poder recordar el famoso hechizo de Días de Cabellos Perfectos de Sirius, pero no es como que pudo hacerlo bien alguna vez. Siempre hacía que su cabello quedara parado o que comenzara a salirle de las orejas, y una vez se le dio vuelta y le manchó los privados en un color innombrable (rosa brillante).

Sin esperarlo, el día empeora después del desayuno.

*

La parte mala de tener meses de sexo regular y casi uniformemente espectacular, piensa Sirius con resentimiento mientras termina su onceava vuelta alrededor del campo de fútbol de St. Mark’s, es que no tenerlo después es sorprendentemente insoportable. Vivió dieciocho perfectamente satisfactorios años sin conocer nada más allá de lo obvio sobre la boca de Remus Lupin, sin mencionar la pálida secuencia de pecas a través de los hombros y la delgada espalda de Remus Lupin, mucho menos de la súper larga nariz y las manos capaces de Remus Lupin, Dios prohíba cualquier otro pedazo de Remus Lupin con el cual se ha hecho muy íntimo y magníficamente cercano.

Y aún ahora intentando pasar una semana sin ellos, mientras Remus anda en alguna biblioteca del Ministerio en algún tipo de orgía librística relacionada con Dumbledore, es tan agradable como sacarse el apéndice propio con una cuchara.

Pausa para tirar con ganas los cordones de sus zapatos y comienza de nuevo, con cuidado esquivando a uno de los niños Muggle demasiado lentos envuelto en su incomprendido juego de pelota. Otros Muggles gritan y gesticulan, pero a Sirius no le interesa lo que tengan que decir.

No es como que no tuviera cosas que hacer. Tiene muchas cosas que hacer. Está, de hecho, haciendo algo. Pronto estará en un terrible campo de entrenamiento para Aurores creado por Ojo Loco Moody, quien le envió una larga carta con las muchas cosas que debería estar haciendo: toda clase de carreras y levantamientos y corridas y hechizos y otras actividades transpirosas y distraídas, no tanto como el régimen de preparación para Quidditch de Maureen McCormack pero mucho menos demandante. Y de alguna forma, sin importar cuántos abdominales haga, sólo lo dejan sintiéndose más ansioso y solo.

Las duchas frías son desagradables.

La pajeada necesaria (o tres) es terriblemente poco satisfactoria.

Hay, en resumen, cero soluciones y es sólo cuestión de tiempo antes de que Sirius se vuelva completamente loco y tenga que ser llevado a algún tipo de institución para los criminales no-polveados.

Lo peor de todo es que la situación le está haciendo pensar. Está pasando todo su tiempo pensando sobre cosas. ¡Como ahora mismo!

Es inmencionablemente horrible.

Debe haber algo que pueda detener esto. Debe haber alguna actividad que pueda distraerlo del constante calor y resbalo y escalofrío en su cerebro. Está a minutos de tirar a un (extremadamente afortunado) Muggle contra un árbol.

Y luego se le ocurre preguntar, con un agradable sentido de sorpresa que lo hace notar cuánto tiempo ha pasado, en qué está Prongs.

*

El trabajo es terrible pero, en realidad, el trabajo siempre es terrible. “Es un trabajo desgraciado pero siempre hay alguien que necesita hacerlo” le gusta decir al padre de Peter. Ese alguien probablemente siempre ha sido uno de los Pettigrews, de una línea interminable de Pettigrews, sin recibir las gracias desde la Edad Media, limpiando después de la plaga o los aparatos de tortura o los trabajos en tiendas de sastre. Un día, Peter Pettigrew pasará ese trozo de sabiduría a sus propios hijos sin inspiración, tomando medidas y siendo golpeado en la cabeza con carteras llenas de rocas o latas de atún para gatos. Un día, Peter Pettigrew estará tan acostumbrado a ser del montón, aburrido y ordinario que no se dará cuenta de lo terrible que es ser nadie.
Eso es lo que de verdad le molesta.

Al almuerzo, hay mucha mostaza en su sándwich y se cae por todo el frente de su camisa.

“Es un trabajo desgraciado”, comienza a decir su padre, “y tienes que verte presentable-“

Pero entonces alguien entra a la tienda. Peter espera que no traiga una cartera con ella.

*

Hace cinco minutos -probablemente menos- el departamento estaba tranquilo. Casi gozoso. La música que siempre toca cuando está tranquilo y gozoso tocaba en los parlantes imaginarios en la cabeza de James, los que -por ejemplo- cambiaban de canción cuando Kingsley Shacklebolt entraba a la habitación. (Tocan esa canción Muggle. ¿Cómo se llama? ¿Shaftington? La de los doot doot wah y las mujeres diciendo ohhh, yeah). También toca música acorde al ánimo cuando Lily hace algo particularmente delicioso, como lavarse los dientes o peinarse o tardándose muchísimo en el baño cuando ya están atrasados.

Hace cinco minutos, James no tenía idea que Sirius estaba ahí, en el departamento, dormido en el sofá y cubierto en el correo de James. Sólo a medio baile de Lily Está Durmiendo, Me Saco Los Pantalones y Hago Algo Para Comer que se da cuenta que hay un intruso.

“¡AHH!” dice James, botando la espátula.

“¡AHH!” dice Sirius.

El correo vuela por todas partes.

“Esto dice ‘atrasado’,” dice Sirius rato después, sosteniendo una carta que parece oficial, el tipo de correo que James deja para que Lily resuelva. “Vas a tener que pagar extra, sabes.”

“¿Qué haces aquí?” demanda James, rescatándola antes que se apelmace. Pasa a menudo cuando Sirius está cerca.

“¿Cómo entraste? ¿Qué quieres?”

“La puerta no cierra,” dice Sirius, razonablemente, “y deberías arreglarla, sabes. Dejando a Quien Ni Siquiera Debe Ser Pensado a un lado, ¿quién sabe qué tipo de personaje anda por ahí? Podrían robarse tu,” mira alrededor brevemente, “tu única silla o tu colección de ollas sin tapa o tu tostador.”

“El tostador está roto,” dice James. “¿Qué quieres?”

“Sólo el placer de tu compañía, mi manicito,” dice Sirius, dejando el resto del correo caer al piso. “No te he visto en siglos.”

“Me di cuenta,” dice James. “La ausencia hace que el corazón se agrande.”

“Siglos,” repite Sirius. Mira interesadamente sobre el hombro de James, a la cocina. De cerca huele como petróleo y cachorro mojado. “¿Qué es eso? ¿Comida?”

“Es pasta con champiñones y salsa de queso parmesano,” dice James, apuntando al libro de cocina. En realidad, son los tallarines que pudo encontrar en la alacena y el queso que había en el refrigerador. Al menos le sacó los pedazos verdes, lo que Lily siempre agradece, aunque Sirius nunca lo hizo.

“Parece como algo que salió debajo de un árbol,” dice Sirius, claramente intrigado. “¿Me puedo quedar con él?”
James recuerda, casi con cariño, la última vez que Sirius comió algo que parecía haber salido de debajo de un árbol. Fue, en realidad, algo que salió de debajo de un árbol. Después, Sirius vomitó en la almohada de James. Qué días aquellos.

Eran tan jóvenes entonces y tan tontos. Eran distantes y casi lastimosos, como niños que se tiran; uno quiere ayudar pero es demasiado vergonzoso. Y de todas formas, había algo seguro sobre comer algo que sabías te iba a pesar al día siguiente. Sirius igual lo haría, piensa James, y sonríe, con cariño.

Pero si Sirius vomitara en la almohada de James ahora, Lily los mataría a ambos con ella.

“Considera tu vida, amigo,” dice Sirius ahora, lastimosamente. Mete un dedo negruzco para probar, ignorando el sonido de protesta de James. “¿Salsa de queso parmesano? ¿Qué viene después? ¿Orejas de Eau de Trufas? Necesita pimienta.”

“Es… parecido al queso,” aclara James. “O sea, ambos son… quesos. Creo. ¿Qué mierda es una Oreja de Trufa?”

“Creo que el mascarpone es un tipo de pasta,” dice Sirius, mirando cajones. “¿O eso es mazapán? ¿O mermelada? No importa porque no sabe a queso; sabe a domesticidad. Sabe a Bebés Gordos En Camino. ¿Dónde guardas la pimienta?”

“¿Quién tiene bebés gordos,” dice Lily, saliendo del dormitorio en una de las poleras de James. Hay círculos oscuros bajo sus ojos y su cabello está desordenado tras la siesta: llegó a casa hace unas horas, se quejó 'Este día', y antes que James pudiese decir “Ah sí, ¿cómo estuvo?”, colapsó en el sillón que es la única cama disponible, roncando como campeona. “Buenas, Sirius, no te he visto en mucho. Oh, James, ¿estás cocinando? Ojalá no lo hicieras.”

“Le dije,” dice Sirius virtuosamente. “Bueno, dije ‘más pimienta’, lo que tapará el sabor de lo que sea que está produciendo.” Sostiene una botellita. “¿O curry? ¿Qué crees?”

“Podríamos pedir algo,” dice Lily, intentando quitarle la espátula a James de las manos. “¡Podríamos hacer tostadas!”

“Tu tostador está roto,” aclara Sirius, metiendo uno de los golpeados tenedores de James en su bolsillo. “Necesito vajilla,” explica.

“Por favor,” implora Lily, tomando las solapas de James y mirándolo a la cara. “Por favor, no te hagas pasar por esto de nuevo. No nos hagas pasar por esto otra vez. ¿Tienes rotos los pantalones?”

Más filuda que una serpiente, piensa James, es una mujer que no entiende tus tallarines.

“¿No vives en alguna parte que no es aquí?” le pregunta a Sirius, porque claramente esto es todo culpa de Sirius.
El mascarpone burbujea.

“Hace calor aquí,” dice Sirius, apenado. “Y Moony anda leyendo cosas. Y hubiese ido a molestar a Peter pero aparentemente, no se me permite la entrada a la tienda. Su papá se pone todo rosado en el cuelo, dice que tengo los pantalones arrugados con sólo mirarlos.”

“Necesitas un pasatiempo,” dice James. “Lo he dicho antes.”

“Necesito más amigos,” suspira Sirius. “Amigos que compartan su máscara tallarinada conmigo.”

“Mascarpone,” dice James. “Tallarines.”

“No es que no queramos invitarte,” dice Lily con bondad. “O sea, yo obviamente no quiero, pero en realidad todo lo que yo quiero hacer es meter la cabeza al horno, así que mis deseos no son muy relevantes ahora.” Bosteza.

“Tienes un alma bondadosa, Evans, pero no te molestes,” dice Sirius, con los ojos patéticos que mejor hace. “Puedo entender la indirecta, sabes. Puedo encender la ampolleta. Puedo tallarinar un mascarpone.”

“No sería tan malo, cierto,” piensa Lily. “Si hiciese, no sé, sopa de tarro. Pero cuando abre libros de cocina. Intenta seguir recetas.” Lily y Sirius intercambian una Mirada de entendimiento profundo y apenado. James de verdad odia cuando se llevan bien. “¿Por qué está nuestro correo en el piso?”

“Conveniencia,” dice Sirius, examinando jarros. Parece, si fuese posible, incluso más tembloroso que siempre. "Fácil de tomar. Cubre las manchas en el piso también.”

“Qué dedicado de tu parte,” dice Lily, tomando todas las cartas y despolvando una de las huellas de los zapatos de Sirius.

“Como sea, tengo fe en ti,” dice Sirius, dándole palmaditas a James en la espalda y abriendo una botella de algo. “Bueno, no es cierto, pero tengo fe en tu constitución de hierro, así que estoy seguro que no habrá daño permanente. ¿Qué es esto? Es rojo y huele excitante-- ¡Ahí va!”

“¡Deja los champiñones solos!” grita James. “¡Estoy haciendo delicias! ¡Delicias para mi tallarinata peliroja!”

Sirius duda, botella en mano, apoyado en la cocina. “Huele como si viniera de debajo de un árbol,” dice. “Sólo intento ayudar.” Se ve como un perro, del tipo amigable que intenta joderse tus zapatillas. Todo lo que quiero, piensa James, es ponerme mis zapatillas. Pero después te sientes culpable cuando su labio inferior se estremece y sus orejas se ponen todas caídas, hasta que recuerdas que tus zapatillas están llenas de pipí y todos los pensamientos de caridad salen volando por la ventana.

Esto de los Animagos fue la peor idea en el mundo. Cualquier cosa que hace que James se sienta culpable sobre herir los sentimientos de Sirius “Alegremente Olvidadizo” Black es la peor idea del mundo.

“Mira,” dice Lily, “voy a pedir comida. ¿Bueno?”

James toca sus tristes tallarines. Burbujean y escupen, quemándole el brazo. Luego, intentan comerse su cuchara.

“¡Vive!” dice Sirius. “Qué maravilloso. Deberíamos presentárselo a Héctor. Bueno, bueno, ya me voy-no me empuñes eso. Se ve agresivo.”

“Saludos a Remus,” dice Lily, delicadamente tapando la olla de los tallarines hirviendo.

“Asumiendo que emerge,” dice Sirius. “Asumiendo que no vuelvo al departamento y muero solo.” Sale con los hombros pesados. James siente una ola de lástima instintiva y pisa fuerte.

“¡Consíguete un pasatiempo!” le grita a la puerta. “¡Y una ducha!”

*

Justo cuando Peter va entrando a la tienda, un gorrión se hace en su hombro.

Sólo después de ayudar a cuatro clientes se da cuenta que el gorrión también se hizo en su cabello.

Hay un cargo de tela escocesa que no ha llegado. La pura ridiculez de haber sido retado por un cargamento de tela, un gran cargamento de horrible tela, es del tipo de cosa que Sirius y James e incluso Remus y quizás hasta Lily convertirían en lago divertidísimo, pero Peter no puede pensar en nada divertido y cuando piensa en Sirius y James y Remus y hasta en Lily-o quizás en Lily porque ha arruinado todo-la mostaza hace que le duela el estómago.

No ha visto a James en tres semanas y dos días. Nadie le ha escrito. Nadie ha preguntado cómo está o si quieren pasar un rato juntos o si está muerto en una alcantarilla o aplastado por montañas de tela escocesa.

Intentó llamar por Floo a Sirius hace una semana y media, pero nadie contestó, y había una silla frente a su cara y escuchó sonidos que salían del baño, y eso sólo lo hizo sentirse peor.

No sería tan terrible pero está seguro que James ha visto a Sirius y que Sirius ha visto a Remus. Incluso ahora puede que anden por ahí celebrando, tomando champaña, haciendo brindis por el día en que finalmente se deshicieron del aburrido de Peter Pettigrew.

¿Por qué eran amigos de él? Peter se pregunta. ¿Acaso él-sólo andaba con ellos por que sí? ¿Acaso ellos lo dejaban por costumbre? ¿Cómo pudo manejar tener amigos tan interesantes y divertidos, que ahora beben champaña con frambuesas y comen tortas celebrando que Peter Pettigrew ha salido de sus vidas finalmente?

Tiene sentido, piensa Peter. ¿Quién era él? ¿Qué hizo? Se metió en el camino y fue extraño y decía cosas ridículamente estúpidas de las que todos se reían y era diferente a todos en el sentido que se reían de lo que James decía o lo que Sirius decía, diferente porque James y Sirius intentaban ser divertidos de inmediato mientras Peter lo lograba por accidente al ir por la dirección errónea y terminó teniendo amigos por accidente también.

¿Cómo habían logrado soportarlo por tanto tiempo? ¿Por qué se habían molestado en soportarlo, sólo para ignorarlo ahora?

Peter toma medidas en las costuras y se pregunta qué cosa brillante debe estar haciendo James ahora, el perfecto, fantástico, carismático, divertido James Potter. James, James que se quedó con la chica, James que tiene estilo, James que es especial. ¿Y Sirius? Sirius es de los que andan en motocicleta. Peter es de los que son arrollados por ellas.

Debería dejar de sentir lástima por sí mismo, piensa de pronto. Debería ser un hombre. Debería hacer lo que James haría, o sea: ir a ver a James. Bueno, espera, eso no tiene sentido. Si él fuese James, no iría a ver a Peter. (O, en realidad, probablemente no lo haría; después de todo, no lo ha hecho). Pero ese no es el punto. Irá al departamento esta tarde. Pasará de visita. Entonces tendrán que hablar con él.

“¿Me estás escuchando, Peter Pettigrew?” grita el padre de Peter y Peter casi se sale de su propia piel.

*

Cuando James vuelve a la cocina, Lily ha removido la pasta ofensiva y, con olla y todo, la ha tirado a la basura. “¿Qué opinas?”, dice ella, besándole la oreja, “¿Comida china? ¿Curry? ¿Algo frito?”

“Tenemos que hacer algo con Sirius,” dice James. “Odio cuando se amurra. Hace que todo a su alrededor también se amurre. Y Moony probablemente esté escondido detrás de un libro para evitarlo.” Remus es buena persona, en general, pero no funciona en una crisis de este tipo. Las crisis relacionadas con personajes de literatura, genial: las relacionadas con sentimientos de gente de verdad, igual de competente que una súper papa.

“Supongo que se siente solo,” dice Lily con gentileza. “Tu me tienes a mí y te amo y amo estar contigo pero cualquier otro con un poco de autoconocimiento debe admitir que somos muy-bueno-nosotros. Y Remus tiene los libros y Peter tiene… lo que sea que tiene Peter,” termina, lastimosamente. “¿La tienda? ¿Cosas? Apuesto a que son muy… cosas. Las cosas de Peter.”

“¿Podemos dejar de hablar sobre las cosas de Peter?” pregunta James.

“Por favor,” dice Lily, temblando un poco. “Pero Sirius…”

“Acaso la situación es… seria,” pregunta James. Lily ha logrado evitar hasta el momento decir nada sobre Sirius siendo serio. No es que la broma no sea graciosa. Es que es la peor broma en el mundo, y por eso Sirius se la hace tan seguido. No, es simplemente sobre ver cuándo Lily se romperá.

Lily no se rompe. “No ha habido, ya sabes, nadie desde Sophie, creo. ¿No fue ella la última?”

“Quizás sufre por ella,” dice James. “Ella fue-sabes-bueno, ella era ”

Lily lo mira.

“¡Ajá!” dice James y pone una voz muy adulta y madura, para que Lily olvide que Sophie existió alguna vez. ¿Qué Sophie? ¿Sophie qué? ¿Dónde? “No le he preguntado. Le mandé todas mis revistas Viejas, en todo caso. Viendo como ya no las necesitaba, con nosotros haciendo lo de los tallarines toda la noche, etcétera, etcétera.” Bueno, se arregla virtuosamente sólo por que sí, y sí le mandó casi todas las revistas. Algunas tenían valor sentimental.

“Aunque siete años de ediciones de Mágicas y Pechugonas pueden ser emocionalmente satisfactorias,” comienza Lily, “a) no quiero escuchar sobre el tema y b) no estoy segura que Sirius esté-bueno-feliz.”

“¿Cómo puede alguien no estar feliz,” comienza Lily, “con la Señorita Mayo 1972-“

“No,” dice Lily, cruzando los brazos sobre su pecho.

Es tan hermosa, parada ahí con esa camiseta manchada y los pantalones que son de James y esa mirada que dice Síguele con tu Mágica y Pechugona, James Potter, pero date cuenta de algo: no hay pechugona como la que tienes enfrente, y James recula.

“No sabía que estabas preocupada,” dice, quizás algo malhumorado. “Creí que pensabas que era ‘completamente imposible’.”

“No puedo evitarlo,” suspira Lily. “Piensas que no te importa qué le pase y luego se te mete debajo de la piel. Como un hongo. Y después esta lo de andar amurrado. Además, será peor una vez que le contemos sobre nosotros.”

James se inclina más cerca a Lily, respirando en su oreja. “Creo que sabe que ya estamos juntos, mi pequeña baguette,” dice, en un susurro exagerado. “Es algo tonto pero se le juntan las neuronas eventualmente.”

“Hablo de nosotros,” dice Lily. Le da a James una mirada importante.

“Ah,” dice James. Su voz se quiebra. “La palabra con M. El Matrimonio. Eso.”

“Es bueno que lo digas en voz alta,” dice Lily, su voz arqueándose un poco. “El miedo al nombre aumenta el miedo a la cosa misma.”

“No le temo a la palabra con M,” protesta James. Y es cierto. No teme casarse con Lily. Ni siquiera tiene miedo a estar casado con Lily. La otra noche estaba despierto a las estúpido en punto en la mañana, pensando en el tema, preguntándose si de verdad lo había pensado bien y fue como si de verdad fuera lo que debía hacer y además ¿estaba loco? Y luego ella dejó salir un sonidito entre dormido, como un suspiro murmurado, y él se estiró para tomarle la mano, poniendo la otra alrededor de su cintura.

Y eso había sido todo.

Era costumbre ahora, tener pánico por el tema; pretender tener pánico por el tema. La frase Estamos ya prácticamente casados era vieja y usada pero estaba disponible por una buena razón y ellos tenían razón, no. Si el matrimonio significaba ‘estar enamorado’ además de ‘tolerar los malos humores y la mala cocina del uno y el otro’.

“Sé que no,” dice Lily- pero se le enrojecen las mejillas un poco. “Claro, sólo bromeaba.” Definitivamente sonrojada. Se ocupa con el directorio de Floo y dice, un poco muy alto, “¿Qué decidimos? ¿Emparedados?”

“No tengo miedo,” dice James otra vez. “¿Qué pasa?” Le toca la muñeca.

Lily suspira y lo mira y luego aleja la mirada. “Lo sé,” dice. Se pone el pelo tras las orejas, lo que siempre hace cuando no sabe qué más hacer con sus manos. Los aros que James le compró reciben un haz de luz. “Es sólo-pregunté y fue hace meses y bueno, no lo hemos hecho. Te puedes dar cuenta.”

“No puedo pensar que no quiero,” comienza James y la mira fijo. La idea de que Lily no se diese cuenta de cuán en control estaba de la situación-y con ‘la situación’ James quería decir ‘su vida’-nunca se le había ocurrido antes.

“Bueno,” dice Lily, aparentemente al techo, “es sólo que, si quisieras, lo habríamos hecho. Sé que probablemente no creas que tengas miedo, sé que me quieres y-lo que sea-pero siempre hay algo que nos detiene que no está ahí. Porque si no hubiese algo pudimos haberlo hecho hace siglos o al menos decidir cuándo lo íbamos a hacer o-o hablar del por qué no hemos decidido cuando lo vamos a hacer. Y odio que me moleste pero me molesta. Me molesta.”

“Lily,” dice James.

“Te pregunté por algo,” sigue Lily, finalmente mirándolo. “Y no es como si fueras la única persona en la habitación, sabes. No es como si hubiese podido contarle a la gente que estaba comprometida o enojada o que quería castigarte, porque casarse es algo que la gente hace.”

“Lo sé,” dice James, como idiota, y traga. “Sólo-intento-“

Y alguien golpea la puerta.

*

James y Lily están en medio de una conversación seria cuando aparece Peter.

“Pete,” dice James, sorprendido. Tras pensar dice, “Amigo. ¿Qué haces aquí?”

“Pensé,” comenzó Peter.

“Mira,” sigue James, mirando nerviosamente sobre su hombre y hacia la sala de estar, donde Peter puede ver a Lily; se ve algo roja en la zona de los ojos. Peter ha embarrado las cosas otra vez, se da cuenta, y quiere esconderse en el ascensor y no salir nunca más. “No estamos exactamente,” continúa James. “O sea, estamos en medio de-y es definitivamente-no podemos-“

“Pensé que quizás nos podríamos juntar,” dice Peter, todo de una vez. No sabe por qué. Lo que debió decir es ‘Oh, claro, lo siento, amigo, no me di cuenta; supongo que vendré otro día entonces.’ Pero aquí está, diciendo otra cosa, su lengua moviéndose, haciendo ruidos como un mono intentando comunicarse con una forma de vida más evolucionada al otro lado de los barrotes. Ooh, ooh, ooh, escucha Peter. Podría estar diciendo eso mismo porque James no lo está escuchando. “Sólo, no hemos estado juntos desde-bueno, desde antes del verano, la verdad, y pensé…”

“Mira, Pete,” dice James, la voz diferente; está enojada y Peter se lo buscó y aquí viene, “ya no estamos en Hogwarts, ok. Y algunos estamos ocupados.”

“Oh,” dice Peter.

Una disculpa momentánea pasa por la cara de James. “Lo siento,” dice. “Pete, mira, nos juntaremos alguna vez, lo prometo. Pero ahora no es un buen momento.”

Luego, cierra la puerta.

Peter mira la puerta un rato. ¿Cuándo fue la última vez que alguien le dijo ‘Pete’? Sólo James lo hace y solía gustarle. Al menos, eso cree. Sirius lo llamaba Pete también, ya que así lo llamaba James y Peter pensó: Oh, esta gente son mis amigos. Lo eran. Está casi seguro de ello.

Pero nunca ha estado más que casi seguro. Y ese es todo el problema, la verdad.

*

“Crees que debí hacerlo,” dice James, mirando hacia la puerta.

“No quiero hablar de eso,” dice Lily, fuerte, y su cara se pone rosada y sus manos metidas en su camiseta. “Olvídate de él. Quiero hablar de esto.”

“Eso intento,” dice James, gentilmente. “Oye.” La toma de la barbilla, mirándola fijamente.

Tras un momento largo, Lily es la primera en alejar la mirada. “Lo siento,” dice, ofreciéndole una sonrisa amable. “De verdad odio ser así. Creo que quiero comida India. ¿Llamamos?”

“Es solo,” intenta James. Traga. “Es.”

Piensa.

“¿No es la comida, cierto?” pregunta Lily. “Porque me gusta la comida India y nunca podemos casarnos si no te gusta la comida India, James.”

“Shh,” dice James.

“Porque me gusta la comida India y la voy a querer comer siempre,” dice Lily.

“Me gusta la comida India también pero no es como que quiero casarme con ella,” dice James, y se tapa la boca con la mano. “Cállate un segundo. Tengo que estructurar mis pensamientos. O estructurarlos todos.”

Se miran por un minuto. James intenta resolver todas las objeciones que lo han molestado por dentro. Están en guerra, una bien grande. Si muriesen, si no pudiesen salvarse, si tuvieran (¿por qué no decirlo?) un hijo, y podrían, sólo porque se casarían? James siente el estanco en su garganta. Sus padres ya no están y nunca van a volver y eso nunca se sentirá bien. Eso nunca mejorará. ¿Y si le hicieran eso a alguien? ¿A un niño?

Y como sea, son tan jóvenes. Y sólo porque nunca se hartaría de ella no significa que ella no se hartará de él, y no puede si quiera pensar en que se canse de él y de sus tallarines para siempre, sólo siendo simpático, porque lo haría, porque ella es tan amable; es de esas cosas que ama tanto sobre ella. Luego empieza a hacer una lista de todas las cosas que ama sobre ella y se distrae, persiguiendo un detalle ridículo tras otro hasta que está completamente perdido. Claro que ella lo dejaría por la comida India, aunque claro que no lo haría, y eso hace todo tan simple que deja caer su mano y dice, “está bien, hagámoslo.”

La sonrisa en su boca es cálida y curiosa. “Llamaré,” es todo lo que dice ella.

“Deberías contarle a Sirius,” añade James.

“Deberíamos decidir qué queremos,” dice Lily.

“Espera,” dice James y frunce el ceño, sintiendo su piel apretándose entre los ojos. “¿Todavía hablamos sobre comida India? Porque creí que ya habíamos tenido esa conversación. O sea, creo que quiero un poco de esa ensalada de pepino y pollo korma que me gusta, como ya sabes, pero también podemos servir comida India en la boda, sabes.”

“Oh, bueno, entonces definitivamente me anoto,” dice Lily. “Siempre y cuando hayan samosas.”

“¡No me crees!” se da cuenta James. “Crees que la estoy retrasando de nuevo. Crees que digo esto sólo para hacerte feliz. Pequeña desconfiada-“

“No creo nada,” dice Lily. “Ciertamente no sospecho porque intentes hacerme feliz. ¿Una porción de arroz, crees? ¿O vas a necesitar cuatro?”

“Córtala,” dice James. “Bueno, Lily Evans…”

Se apoya en una rodilla sobre el piso helado. Toma la mano de Lily en las dos suyas y la mira a los ojos, que se ven felices y tristes y esperanzados, todo al mismo tiempo, y tan verdes. “¿qué?” dice él deliberadamente, “¿vas a hacer el viernes?”

Lily sonríe y esta vez es brillante y de verdad.

“Me cambiaré el apellido, supongo,” dice.

*

Sirius subió con dificultad las escaleras hasta el departamento, sintiéndose desinflado y resentido. Era estúpido pensar que ayudaría el ver a James; lo último que necesitaba era ver a esos dos toqueteándose, sabiendo que nunca tendrían el problema que él tiene. Probablemente estaban desnudos ahora. Desnudos y comiendo horrible pasta sobre sus cuerpos. Traidores, piensa Sirius.

Apenas pone la llave en la cerradura cuando la puerta se abre y Remus está ahí, luciendo desordenado y loco.
El estómago de Sirius vuela hasta el techo; su cerebro se va directamente al suelo.

“Bueno, hola,” logra decir, sintiendo una sonrisa grande y estúpida aparecer en su cara. “Déjà vu de nuevo. Qué bueno que mi espalda está mejor.” Se inclina sobre el umbral de la puerta, fingiendo indiferencia, y le alegra ver cómo Remus se mueve impaciente hacia él. “Creí que estabas en la biblioteca.”

“Bueno, no,” dice Remus.

“Ya veo,” dice Sirius. “Considerando que estás aquí, donde estoy yo. Conmigo. Y no me encontrarían en la biblioteca ni muerto ahora que no tengo necesidad de conocimiento.”

“¿No más bibliotecas, eh?” pregunta Remus. Se ve distraído. Cuando voltea, Sirius puede ver los suaves cabellos en su nuca, algunos mojados todavía-es un día cálido-y Sirius se marea; cierra la puerta tras él y se apoya en ella.

“Cuando dices eso,” dice Sirius, “suena… sexual.”

“¿Si?,” dice Remus.

“Te estoy diciendo que sí,” contesta Sirius.

“Pero quizás estás leyendo mucho entre líneas,” sugiere Remus. “¿Has pensado en eso?”

“Vamos, Moony,” dice Sirius. “Sabes que ya no puedo leer.”

“Excepto cuando estás en el baño,” dice Remus. “No sé si podría amar a un hombre que sólo lee las partes del diario que tienen ilustraciones.”

“He aprendido muchas verdades profundas gracias a las ilustraciones.” Sirius se pregunta quién se moverá primero; qué imán se dará por vencido y moverá al otro. Es como un experimento científico. “Valen más que mil palabras y he visto al menos mil ilustraciones. La matemática no es mi fuerte pero esas son muchas palabras.”

“Muchas palabras,” repite Remus. “Me he dado cuenta.” Se acerca. Su camisa está desabotonada en el cuello y se ve algo de sudor ahí, debajo de su clavícula. Sirius va a ganar absolutamente. Remus se inclina muy cerca, su boca justo donde la oreja de Sirius se encuentra con su mandíbula. Su aliento caliente y algo rápido.

Luego murmura, “voy a dormir una siesta.”

“Ni lo pienses,” dice Sirius, intentando respirar.

“Voy a dormir en la cama,” dice Remus.

Cama, piensa Sirius con cariño. Es tan tradicional. Como si necesitaras una cama cuando hay tantas otras superficies que están más cerca que la cama.

“Ni lo pienses,” dice Sirius y se magnetiza.

*

Sirius está desnudo. Bueno, excepto por la almohada. Pero es una almohada pequeña y no deja mucho a la imaginación. Además, dice “hogar, dulce hogar”.

“Eh, hola Petey Pete,” dice, rascándose la nuca y luciendo como si Peter lo hubiese descubierto en medio de algo muy, muy vergonzoso. Hay silencio en el departamento, así que Peter sólo puede asumir que ha estado caminando desnudo de nuevo. “¿Algo, eh, pasa algo?”

“No,” dice Peter, algo nervioso. “Eh. No. Sirius. ¿Pasa, eh, pasa algo contigo?”

Suena estúpido, además que Peter no sabe cómo hablar con Sirius sin James cerca. Funcionaba con James ahí. James siempre fue quien hablaba y Peter sólo podía escuchar y pretender como que estaba en medio de una conversación fascinante, cuando en realidad era el miembro solitario de la audiencia, viendo una obra sobre tres amigos súper cercanos.

“Todo está genial y cachilupi por acá, aunque hay cachi y poco lupi. Lo siento, Pete, amigo, tengo que relucir. Digo, salir. Digo-hablamos pronto, ¿no?”

Y Sirius cierra la puerta. Casi le pega a Peter en la nariz. Debió esperar eso, la verdad.

Se sienten ruidos adentro, direcciones teatrales la verdad, ajetreo y bullicio y algo que cae. Peter se pregunta si Héctor comió algo, como una rata perdida o el perro de alguien, o si Sirius se tropezó con algo o si Remus está dentro o si James está adentro. Ni siquiera sabe por qué vino.

Probablemente, dice una voz cruel en su cabeza, porque no tienes otros amigos.

Aunque, dice la voz cruel,

*

“¿Crees que era importante?” Remus pregunta, emergiendo desde debajo de la mesita de café, donde estaba escondido. Hay una pelusa en su cabello. Sirius cree que es maravilloso.

“Pero llegaste recién,” dice Sirius e intenta agarrar-bueno-

“Pudo ser importante,” dice Remus. La persecución lo hace maravilloso; ¿alguna vez pensó que estaría aquí, así, piel y cicatrices y todo, completamente relajado y completamente desnudo con alguien más? ¿Con Sirius? Es demasiado fácil. Ni siquiera sabe por qué le dio tantas vueltas a todo, antes cuando estaba tan cansado y no sabía dónde poner las manos o cómo dejar que su instinto se conectara con el conocimiento. “Pudo haber estado-bueno, se veía muy-disculpa,” y comienza a reír, sin poder detenerse, un sonido cálido que nunca se ha oído hacer antes, “esa es un área sensible-“

“Pero no podíamos hablar con él ahora,” dice Sirius. “¿Estás desnudo?”

Remus se mira y luego mira a Sirius, y la sonrisa tímida y astuta que ha aprendido a llevar-la que Sirius adora, la que sugiere que es más que sólo un flojo hombre lobo come-chocolate y lee-libros, con polvo en su cabello y chalecos usados y rotos en los codos-aparece en su cara.

“Bueno, Señor Black,” dice, como si recién se le hubiese ocurrido, como si no hubiese estado pensando en el tema todo el rato, “tu también.”

*

Remus-que es más listo que Peter, pero a quien Peter casi siempre pensó que podía entender, como si fueran en el mismo botecito flotando en un mar de incomodidad-no está en casa.

Quizás esté con Sirius. Ahora último, siempre está con Sirius. Y James está con Lily, o todos salieron sin él, riéndose y sin siquiera querer pasarla bien. Sólo pasándolo. Y Peter está en la calle frente a una tienda donde un niño Muggle compra helado y el helado ni siquiera se cae del cono.

Piensa en Honeydukes, en la Cerveza de Manteca, en la Casa de los Gritos, en los viejos tiempos cuando todos eran parte de la misma cosa. Todo se nubla en la oscuridad, con el lado animal en ellos, conectándolos; cada uno oliendo al otro en el viento y capaz, de algún modo, que son más que estudiantes. Por pura asociación, Peter había sido alguien, y le había gustado. De hecho, podía aceptarlo. Lo aceptaría ahora.

Ni siquiera tengo que ser alguien, se dice. Sólo puedo conocer a alguienes. Está bien, también.

Pero.

Soy una rata, piensa Peter. Sirius es un canino temido, James es un venado poderoso. Incluso Remus puede ser un hombre lobo. Lo que en o puede ser tan entretenido, pero al menos es algo.

Luego piensa, Lily ni siquiera es una de nosotros, pero está ahí todo el tiempo. Es el lado cruel y más oscuro en él que no puede ignorar, el lado de él que dijo rata en primer lugar, el instinto y el temor y la soledad temblorosa.

Peter mete las manos en los bolsillos, doblando hilachas entre sus dedos. Un hombre de verdad no tiene bolsillos hilachentos, pero Peter nunca ha sido un hombre de verdad. No ha hecho nada de nada en todos estos años, cuando era parte de una pequeña familia de amigos y ellos tenían que verlo todos los días porque-bueno, tenían.

Peter Pettigrew. El bueno de Petey Pete. Nuestro amigo, la rata.

Si Peter Pettigrew fuera James Potter, haría muchas cosas, como apoderarse del mundo y casarse con Lily Evans y levantar estatuas de sí mismo en todas partes. Pero una cosa es segura-nunca, nunca andaría con los Peter Pettigrews del mundo, porque son la verdadera plaga de todo.

“Mira por donde andas,” dice una voz familiar, y todo empeora inmediatamente. Es Snape y por siempre para siempre hasta el fin del mundo, es el deber de Peter recordar quiénes eran cuando eran más jóvenes, cuando las líneas se trazaban, cuando todos sabían dónde estaban y se mantenían en sus propios lados.

Pero hasta Severus Snape, Snivellus, que no se baña y no deja que la gente diga cosas estúpidas incluso cuando sería mucho más fácil dejarlas, está en la calle.

Con amigos.

“Veo que andas sin el séquito Potter,” dice Snape, apretando los labios. “Finalmente te dejaron ir, eh.”

Y si no significa nada, Snape da vuelta los ojos y pasa, y dos personas lo siguen. Ni siquiera se ríen. Es como si Peter no estuviese ahí. Peter siente la frialdad de la verdad subiendo por su espalda, del mismo modo en que el helado pasa de la superficie del cono hasta la piel.

Peter se queda ahí como un idiota, mirando la espalda de Snape. Se siente completamente perdido, los brazos caídos, inútiles, las orejas rugientes.

Uno de los amigos de Snape mira hacia atrás. Luego le dice algo a Snape. Snape olfatea y continúa, pero el otro joven se separa y corre hasta donde Peter, con las manos en los bolsillos.

“¿Estás bien, amigo?” pregunta, deteniéndose al llegar.

“Bien,” dice Peter, esperando la burla inevitable. Pero el joven se mantiene ahí, mirándolo con compasión. Tiene el cabello largo y crespo, una cara amigable con cejas inquisitivas.

“No te ves bien,” dice. Luego frunce el ceño. “Espera, ¿te conozco? Hogwarts, ¿no?”

“Bueno, sí,” dice Peter, algo groseramente.

El joven sólo sonríe y mira tímidamente sus zapatos. “Lo siento,” dice. “Eres Peter Pettigrew.”

“¿Me conoces?” dice Peter, estúpidamente.

“Ibas unos años después que yo, creo. Estaba en Ravenclaw. No me recordarás.” Dice su nombre. Peter no lo entiende. No puede preguntarle, se verá como un estúpido otra vez.

“Oh,” dice. “Sí. Claro.”

“Sí,” concuerda al joven. Dice, con amabilidad, “Snape fue un desgraciado como para molestarte así. Es obvio que no estabas bien.” Se inclina un poco, baja su voz. “Para decirte la verdad, todos pensamos que es un imbécil.”

“Y tiene la nariz como velero,” dice Peter.

El amigo de Snape se ríe, sorprendido. “¡Bien dicho!”

Peter puede sentirse alegrándose un poco. Sonríe, incómodo.

El joven lo mira de lado por un momento. Luego dice, “Mira, Pettigrew, no puedo cambiar tu día pero si quieres hablar al respecto-bueno, ¿te invito una cerveza? Conozco un lugar. Es justo a la vuelta. Pareces ser simpático, y se ve que lo necesitas esta noche, ¿si?”

Peter lo piensa. Los Ravenclaws están bien. Algo creídos, pero han puesto las cartas sobre la mesa. Un disgusto mutuo de Snape es un buen punto para empezar. Peter se encoge de hombros. “Bueno,” dice. “Suena genial.”

*

El bar al que los amigos de Snape lo llevan es lúgubre y mal iluminado, con una música gangosa en el fondo y una escoba barriendo sola en un rincón. La figura tras la barra no parece comunicarse en ningún lenguaje humano. El amigo de Snape sólo levanta dos dedos y la criatura asiente, tras unos segundos aparece una botella de algo naranja y polvoriento frente a ellos, seguida de dos vasos. El joven las lleva hacia la mesa y Peter lo sigue.

“Lo siento,” dice el joven con una risita reprobatoria, mientras se sientan. “Sé que es como una catacumba. Pero es donde tengo cuenta.”

“No me molesta,” dice Peter.

“Eso quería escuchar.” Les sirve dos tragos y los levanta, con la barbilla en alto, como en saludo. “Salud. A mejorar malos días.”

“Salud,” repite Peter y se toma su vaso. Sabe como a desinfectante hirviendo. Se le salen los ojos y se atora, intentando pretender que no.

El joven parece no notarlo. “Bueno,” dice, alegre. “Cuéntanos.”

“¿Sobre qué?”

“El día,” dice el joven con paciencia. “Lo que sea que te haya pasado que te convirtió en un cuadro para la miseria. Vamos. Dílo. No tengo nada más que tiempo.”

“¿No te molesta?” dice Peter.

El joven mueve una mano desinteresada. “Para nada,” dice.

Así que Peter le cuenta.

Se demora bastante.

Cuando finalmente pausa para respirar, el joven deja salir un silbido. “Por la tetilla de Merlín,” dice. “¿No bromeabas, cierto?”

“Fue un mal día,” dice Peter, mirando fijo a la mesa. Oye el sonido de otro trago servido y luego el joven acerca un vaso hacia él. Peter lo bebe y hace una mueca. “Gluargh,” añade, sin querer.

“Es increíble,” dice el joven, sacudiendo la cabeza. “Es ridículo, es lo que es. Me impresiona que seas tan filosófico sobre el tema. Creo que me hubiese vuelto loco.” Se ríe un poco. “No creo que ayude decirte que te verás mejor mañana…”

“No,” dice Peter, dibujando un garabato en la mesa cubierta de cerveza.

“Mira,” dice el joven, gentilmente. Toca el hombro de Peter y Peter se sorprende. “Tuviste un día de mierda. De verdad. Pero, mirando el lado positive, tomaste gratis.” Su cara seria de repente. “Como sea,” dice, casi para sí, “las cosas están mal en todas partes.”

“Cierto,” dice Peter sin seguridad. Quizás. James no ha hablado del tema-pero James no ha hablado de nada. Quizás le contó a Lily; las cosas están mal en todas partes. Terrible. Serio. Juntemos al grupo y hagamos algo al respecto, pero no le digamos a Pete, sólo nos retrasará.

El joven se sacude y sonríe, algo cansado. “No hay para qué hablar del tema,” dice. “No viniste a hablar de política.”

“No,” dice Peter. No está muy seguro de qué están discutiendo.

El joven dice, “Peter Pettigrew.” Mira a la distancia, como si intentara recordar algo. “Peter Pettigrew,” dice de nuevo, moviendo sus dedos contra la mesa. “Oh, eso es-recuerdo ahora. Eres amigo de James Potter y ese grupo, ¿no?”

Peter no sabe qué decir. Hace un gesto vago con sus manos, como un sí y como un neutral, y espera que éste no sea un enemigo. Espero también que no sea un amigo. Neutralidad, piensa; espera neutralidad.

El joven sigue hablando. “Sí, lo recuerdo. Andaban siempre juntos. Aterraban a la escuela, ¿no?” Sonríe conspiratoriamente al otro lado de la mesa. “Qué días aquellos.”

“Oh,” dice Peter, estúpidamente. “Claro.”

El joven pone su cabello tras su oreja; su cara es aguda pero atractiva. Parece ser decente, incluso si Peter desea que no estuvieran hablando sobre James. “¿Todavía sales con él?” pregunta.

“Oh,” dice Peter otra vez. Traga. “Sí. O sea. Bueno. No tanto como antes, pero como dijiste, las cosas están mal en todas partes y ellos..:”

“Ah,” dice el joven, tocándose la nariz con los dedos. “Consiguió novia, ¿no? Es como es, sabes. Tuve un mejor amigo así-inseparable, éramos-hasta que se consiguió una mujer. Luego todo acabó, como ser amigo de un fantasma, pero peor.” El joven sonríe y suspira. “Al menos los fantasmas aparecen para asustarte de vez en cuando.”

“Lily Evans,” dice Peter, y le sorprende el veneno que sale. “Esa es-Lily Evans.”

“Lily Evans,” repite el joven, frunciendo el ceño. “Es un sangre s-es de padres Muggle, ¿no?”

“¿Qué tiene que ver eso?” pregunta Peter, ansioso. Sabe que De Padres Muggle es una frase odiada últimamente, del tipo que hace que te miren fijo cuando la dices en voz alta en restaurantes, aunque quizás está siendo súper sensible. El joven no parece muy malvado. Primero que todo, tiene tinta en la nariz, desde que se la tocó con los dedos. Es como si Remus y Sirius tuvieran un hijo, aunque obviamente sin la tremendamente magnífica Nariz que resultaría.

La habitación tiembla un poco y Peter se da cuenta que en realidad es su visión la que tiembla. ¿Serán los tragos o se ha puesto turnio de tanto mirar fijo? ¿Lo ha notado el amigo de Snape?

Aparentemente, sí, porque dice “Oh, no tiene nada que ver,” sonriendo y sirviéndole otro vaso a Peter. “Dios sabe que no todos los hijos de Muggle-bueno… algunos están bien. Ciertamente, hay muchos inteligentes. Lo hacen bien con lo que tienen.”

“Algunos están bien,” repite Peter. Bebe su trago. Esta vez pasa algo más fácil, como una mano enjabonada en vez de una virutilla industrial.

“Claro, como digo, no todos los hijos de Muggle son,” dice el joven, en un tono considerado. “Es interesante que tantos de ellos sean hijos de Muggle.”

“¿No todos los hijos de Muggles son qué?” dice Peter. El trago le quema la garganta, haciéndolo respirar con dificultad. “¿Quiénes son ‘ellos’?”

“Oh, ya sabes,” dice el joven, haciendo un gesto con la mano. “Lo que ellos dicen. Quemadores de brujas, radicales anti magia, criadores de Squibs, anarquistas. No es culpa de ellos, la verdad,” añade pensativo. “Sólo fueron criados diferente. Toda su cultura les enseña a odiarnos, ves. Así que no importa cuando tiempo pasen aquí, entre nosotros, siempre hay una parte de ellos que..” No termina. “Pero no son todos, eso digo.”

Peter no dice nada.

¿Qué podría decir? No sabe nada.

“Has escuchado de esa legislación restrictiva que quieren introducir en el Ministerio. Todo es celos e ignorancia, claro, pero ahí está. Quieren quitarnos nuestros derechos para hacer ciertos hechizos,” dice y hay rabia y sorpresa verdadera en su voz. “Sólo porque no entiendes cómo usarlas. Sólo porque tienen miedo… es suficiente para enfermarte.”

“Pensé que eso era sólo… ya sabes, los extremistas,” dice Peter. De verdad no sabe nada sobre los extremistas pro-Muggle, excepto que tienden a ser medios sucios y tienen cabello emocionante y usan capas hechas de cáñamo y le tiran pintura roja a las cosas. Uno de ellos le tiró pintura roja a Peter una vez. Nunca fue explicado de verdad. “Mira,” comienza a decir, para seguir con tienen al tipo equivocado, ni siquiera leo el diario y tienen que saber ahora mismo que no tengo opiniones reales-

“Bueno.” El joven se encoge de hombros. Podría significar cualquier cosa. “Tienes razón, claro. Pero hay más y más de ellos, ¿no lo has notado? Y más y más hijos de Muggle entre los magos de verdad. Toda la sociedad sufre por ellos. Si ni siquiera somos una sociedad ya. Estamos pegados en los Tiempos Oscuros, Pettigrew. Solíamos ser la mejor civilización en el mundo y ahora estamos pegados al suelo como ratas-- ¿No te preguntas por qué no hemos progresado?”

Peter no puede mirarlo. Sus orejas arden otra vez.

El joven se relaja, suelta la mesa y se inclina en su silla. “Sueno algo extremo, ¿no?” dice, riendo un poco. Se sirve otro trago. “Lo lamento. Supongo que me dejo llevar un poco. Es tan importante-y hay tantos que ni siquiera piensan en el tema. Preguntaría adónde va el mundo, pero a veces me pregunto si puedo con la respuesta. Si te hice sentir incómodo…”

“Está bien,” dice Peter, perdido otra vez. Se siente enfermo. Bebe de todas formas. Esta vez no sabe a nada.

“Bueno, ¿qué opinas tu?” dice el joven. “Debes hablar de esto con tus amigos. ¿Acaso James Potter no tiene nada que decir sobre la situación? Tenía muchas opiniones en Hogwarts, si recuerdo bien.” No hay nada en su cara más que curiosidad.

Y a través del efecto del trago, Peter se escucha decir, “¿Qué importa lo que él diga? Es uno de ellos.”

Hay algo de silencio. “Ah,” respira el joven. Finalmente.

Peter siente que se sale de su propio cuerpo, como si flotara en el espacio, aleteando y aferrándose a nada. Se muerde con fuerza el interior de su mejilla y piensa en la pelusa suave en su bolsillo.

Pero lo dijo en serio, cree. De verdad. Desde ese pequeño lugar y una sombra oscura esparciéndose cálidamente a través de él. Se siente como al filo de la fuerza, el corte de un cuchillo, cortando rápido y profundo. La sangre se junta en su cabeza, quema por sus venas.

“Mujeres sangre sucia,” dice el joven, y luego decide tragarse lo que quiera que iba a decir y sacude la cabeza.

Espontáneamente, Peter recuerda a Winifred Vance, quien salió con él para San Valentín-- ¿en quinto año?-y se rió en su forma estúpida y vacía con todas sus bromas y luego lo eludió cuando intentó besarla. Cómo se había reído con sus amigos cuando pasaban junto a él en los pasillos. Winifred Vance y su hermana, quien siempre cree ser tan inteligente: ambas son hijas de Muggles y nunca fueron… amables.

¿Qué estaba pensando? ¿Qué ha estado diciendo? Sacude su cabeza sin caso, intentando aclararla. No debió tomar tanto. Debió ir a casa a golpear cosas porque sí. Debió llamar a James y disculparse por algo-algo que no ha hecho aún, algo que va a decir; algo que no hubiese hecho si hubiese ido a casa, algo que viene en camino.

Pero en realidad.

El joven dice, “Pero el mejor amigo de Potter es hijo de Muggles, según recuerdo. Así que no puede ser sólo su novia. Siempre debió-“

“No,” dice Peter, distante. “Ese era Sirius Black. Su major amigo. Eso.”

Tras una pausa, el joven dice con cuidado, “¿De los Black? Ya sabes, los de verdad.”

Peter dice, “Sí.”

“Ya veo,” dice el joven, sin expresión alguna. “¿Te gustaría hablar del tema?”

Sí, piensa Peter, y abre la boca.

*











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