Parte Nueve
Marzo, 1976
La mayoría de los días, Sirius Black consulta con James Potter antes de poner en efecto una idea. La mayoría de los días, grandes tragedias no ocurren por simple falta de coordinación, planificación o revisión, o alguna combinación de ambos. Algunos días, sin embargo, Sirius Black se salta consultar los pasos y se dirige simplemente a la acción. A menudo se arrepiente después. Casi todo Hogwarts se arrepiente después. Este es uno de esos días.
"¿Dónde está, Black?" pregunta Snape. La luz del pasillo le hace pésimo a su cara, haciéndola ver sebosa, amarilla, sucia. Se pasa unos dedos largos por su cabello, que se separa en mechones grasientos sobre su frente. Sirius tiembla. "¿Otra noche de corrupción para los dos? De verdad, de verdad. Tu eres una mala influencia."
"Anda jodiendo a tu mamá, Snivellus, desde que me aburrí de su gran trasero," dice Sirius casualmente, arremangándose la camisa con cuidado. "¿Por qué te importa? ¿Esperabas que estuviera en la ducha para poder mirarlo?"
"Mira quien habla," dice Snape. "Detrás de él como un cachorrito, intentando controlar con quien habla, lo que hace, con quien es amable. Es patético."
"Un estado que tu conoces bien, después de todo." Sirius espera que Snape se acerque apenas dos pasos y le de una buena excusa para pegarle directo en la nariz. De verdad se presenta como un blanco perfecto, toda brillante y ahí. Sin embargo, no tira combos que requieran cualquier tipo de preparación incómoda, así que está dispuesto a ganar tiempo hasta que Snape se lo haga más fácil, y como Snape aprende rápido y bien, puede que no pase sin más provocación. "¿Detecto algo de celos en tu queja dulce y armoniosa?"
Snape se ríe. "No te preocupes, Black. Tus juguetes están a salvo." Reúne sus cosas en sus brazos, ojos moviéndose para descubrir la ruta de escape más segura. Sirius se enorgullece en notar que no hay una, a menos que Snape esté dispuesto a aventurarse y acercarse lo suficiente.
"No sé lo que tu piensas, Snivellus, pero algunos tenemos amigos. Podemos llamarlos amigos; ellos nos llaman amigos; es una relación mutua en la que somos amigables. Muy complicado. ¿Es duro para tí, no? Bueno, sigue intentando. Lo entenderás algún día."
"Oh, lo entenderé," dice Snape, muy suavemente, mientras sus ojos negros se posan en los de Sirius, fríos y odiosos. "No sé todavía pero lo descubriré. Y cuando lo haga, también lo hará toda la escuela. Te prometo eso."
"Bueno, los estudiantes estarán muriéndose para que descubras los misterios de la 'amistad'", dice Sirius aunque siente un escalofrío en la espalda.
"Creo que sabes de lo que estoy hablando," dice Snape.
"Creo que estás loco," dice Sirius, "y que necesitas encontrar un hobby." Se acerca un poco, haciendo sonar sus nudillos. "Otro hobby más que sacarte la cresta porque no te puedes callar sobre cosas que no son tus asuntos."
"No mis asuntos, hmm." Snape sonríe grandiosamente, dedos arañescos cerrándose sobre sus libros y los ojos sobre el espacio entre Sirius y la muralla como si intentara pasar sobre él. Sirius aún intenta decidir si, cuando lo inevitable pase, a) sacará un pie y hará volar a Snape, o b) intentará lo más arriesgado pero probablemente más gratificante de tirarse a un lado y atrapar a Snape entre él y la muralla, cuando Snape añade, "voy a seguirlo. Sé dónde va y voy a averiguar qué es lo que hace. Y entonces todos lo lamentarán."
Sirius se ríe y da vuelta los ojos. "Oh, claro. Porque sabes tanto. ¿Por qué no vas a meter tu cabeza en el gran nudo del Sauce Boxeador, si estás tan malditamente curioso?" Sería maravilloso, piensa Sirius, ver un objeto inanimado como un árbol compartir la alegría que es darle un puñete a Snape.
"¿Qué se supone que quieres decir?" Sirius casi puede ver las arrugas juntándose en la frente de Snape, los ojos oscuros, las calculaciones, las especulaciones, llegando a una conclusión infortunada. Snape ya se agarra de las pequeñas migajas de información con la desesperación de los hambrientos. Patético. Sin esperanza. Mórbidamente fascinante. Qué extraños son los no socializados, dispuestos y escondidos a la vez, siempre inseguros de cómo pararse o qué, exactamente, van a hacer sus caras.
"Se supone que deberías obviarme el problema," contesta Sirius, "de golpear tu pequeña cabecita."
"No," dice Snape. "El Sauce Boxeador. ¿Ahí está, no? Ahora." Sus ojos pasan por las ventanas sobre el pasillo, donde el sol se pone en el horizonte.
"¿Y si fuese así?" dice Sirius. "¿Piensas que eres lo suficientemente hombre como para manejarlo tan tarde, no?"
"Andas en algo," murmura Snape, "has andado en algo por años. Sólo porque nadie más es lo suficientemente listo para notar lo que está pasando bajo sus propias narices no significa que yo no lo vea. Lo veo."
"Sorprendente," sonríe Sirius, "considerando lo difícil que debe ser ver cualquier cosa bajo esa nariz."
"Muy gracioso," dice Snape. "Veremos quién termina riéndose."
"Oh, yo," dice Sirius obviamente. "Puedo decir con gran confianza que ese seré yo."
"Bueno, si quieres-¡Rictusempra!" grita Snape, de pronto sacando su varita. Sirius se agacha y la maldición pasa directo a la muralla, pero Snape toma la ventaja que le da la distracción para correr por el pasillo lo más rápido que sus piernitas le permiten.
Sirius lo mira con sorpresa, piensa en sus últimas palabras y escucha tras sus pasos. "Cuidado con las escaleras, acaban de ser lavadas!" y le alegra escuchar una serie de sonidos rotos seguidos por un torrente de creativos garabatos purasangre.
Linda tarde, piensa, y camina silbando por el pasillo.
***
"¿Le dijiste qué a quién?" grita James, levantándose rápidamente. "¿Y él hizo qué?!"
"Apretar el sauce, Snape, se cayó por la escalera," dice Sirius, mirándolo con sorpresa. "¿Y esto es... malo?"
"¿Malo?" Maldita-- maldición, Padfoot! ¡Maldita maldición!" La cara de James se ha puesto morada. Sirius lo mira intrigado.
"Oh, vamos, no es como si fuera a hacerlo, sólo lo estaba molestando--"
"¿Cómo puedes ser tan estúpido?! ¿Fuiste siempre tan estúpido? Wormtail, apóyame.."
"Eres estúpido," le dice Peter a Sirius, con los ojos bien abiertos. Era una mirada que solía ser infantil y atractiva pero ahora es perturbadora. Naturalmente, Sirius también puede ser molestado por la implicación. A nadie le gusta ser llamado estúpido por alguien cuyos ojos parecen tener que estar debajo de una taza de té. "Wow," añade Peter. Sirius le pega en la oreja.
"De verdad," murmura, "no entiendo por qué estás exagerando tanto. Cálmate. Siéntate. Bonita ropa interior, a propósito, ¿es nueva?" Sirius se tira sobre la silla, cruza los brazos y cierra los ojos con un suspiro satisfecho. "Relájate. Snivellus irá, recibirá un lindo golpe en la cara de parte del Sauce, recompondrá su nariz y todos nos iremos a casa felices. No sé por qué estás probando colores en tu cara."
"¿Porque qué pasa si logra pasar?" grita James.
"¿Crees que Snivellus podrá pasar?" grita Sirius. "No lo creo. El Sauce lo golpeará. Es un buen árbol. Sabe qué clase de gente quiere que pase por él y qué clase de gente tiene que sacarle la nariz."
"Sirius!" grita James, batiendo los brazos frente a la cara de Sirius. "Sirius, él podría pasar. Le dijiste cómo pasar. Le diste instrucciones."
"Puede que haga lo que nosotros hicimos la primera vez," añade Peter. "¿Recuerdas? Tomar un palo y pegarle al nudo hasta achuntarle. Estar lejos de las ramas y hasta tu lo dijiste, fue lo más fácil que has hecho."
Sirius abre un sólo ojo, pensando. "Bueno no le dije cuál nudo tiene que tocar," racionaliza. "Sólo dije que tenía que pegarle con su cabeza. Claramente, esa no es una sugerencia para tomar en serio."
"Pero qué pasa si la toma en serio," insiste James. "Piensa, Sirius, piensa."
"¿De verdad crees que es posible?" Sirius tira sus piernas al piso, rascándose la barbilla. "Sabes, creo que tengo pelo en mi barbilla. No, de verdad. Mira. Toca." James, por un momento, se ve como si fuese a correr para pegarle a Sirius en la cara. Sirius reconoce la expresión. "¿Qué mierda te pasa?" demanda Sirius, la cara se le pone colorada por la rabia. "Es como si todos se hubiesen vuelto locos menos yo!"
"Tu eres el que está loco," grita James. "Le dijiste a Snape dónde está Moony, Sirius. No es un juego, no es una broma, no es astuto ni divertido-- podrías hacer que Snape muriera!"
"Evans se te está pegando, amigo," murmura Sirius. "Y no de buen modo."
James pone sus manos en los hombros de Sirius, viéndose muy serio. Podría verse más serio si no estuviese usando sólo un par de calzoncillos y si su pelo no estuviera todo desordenado sobre una oreja.
"Padfoot, piensa por un segundo. ¿Qué ocurre si Snape pasa? ¿Si es herido? ¿Qué le pasa a Moony si Severus Snape descubre qué es lo que está ocurriendo? Dos segundos. Cállate y piensa."
Sirius se calla y piensa.
"Yo-- no pasará," dice pero inseguro. Y luego, "oh, mierda."
"Eso es, oh mierda," dice James furiosamente. "Pads, hay bromas y hay bromas."
"Ni siquiera fue una broma!" protesta Sirius débilmente, sintiéndose algo mareado. "Si fuese una broma hubiese puesto un tarro con agua sobre la puerta o hubiese hecho que el árbol explotara o algo. Lo que fuera. Esto ni siquiera-- fue sólo un comentario!"
"¿Y si sacrifican a Moony?" se pregunta Peter en voz alta. "Como cuando mi Kneazle mordió a mi tía Esther en el brazo y tuvimos que--"
"Cállate, Peter!" gritan al mismo tiempo Sirius y Peter.
"Bueno, sólo," comienza Peter. Sirius lo toma por la cabeza y lo sienta en un sillón y le da un golpe entre los ojos. "Eso dolió!"
"Cállate," dice Sirius. "Cállate, siéntate y no te muevas. Tenemos que pensar, y el sonido de tu voz no está ayudando."
"Bueno, no es mi culpa," murmura Peter. Cruza los brazos sobre el pecho, viendo a la pared más lejana.
"Entonces." Sirius mira a James. "Piensa. Piensa, hombre, piensa!"
"No puedo pensar si me estás gritando!" exclama James. "Sólo-- bueno. ¿Qué, exactamente, le dijiste a Snape?"
"Bueno," dice Sirius. "Primero hablamos sobre nuestras madres y luego hablamos sobre sexo con Remus, creo--"
"No esa parte," explica James. Las puntas de sus orejas se han puesto del mismo color que su nariz y mejillas.
"Estás todo rojo," murmura Peter. Nadie lo escucha.
"Oh, bueno, bueno." Sirius se saca un calcetín y se lo ofrece a Peter. "Para tu boca," instruye. Se vuelve donde James, corre los dedos distraídamente por su cabello. "Las partes relevantes. Sólo. Um. No, lo tengo. Bueno entonces dije-- '¿por qué no metes tu cabeza en el nudo grande del Sauce Boxeador, si estás tan malditamente curioso?' Y él dijo 'Qué se supone que quieres decir' y dije algo sobre cómo me obviaría el trabajo de romperle la cabeza y él supuso que ahí es donde estaba Remus, el Sauce, y cómo iba a descubrirnos a todos por última vez, como si fuese tan brillante. Bueno, si es tan brillante, por qué no puede descubrir el shampoo, eso es lo que yo quiero saber."
"Las partes relevantes." James sostiene a Sirius por los hombros, sacudiéndolo con cada palabra. "Las. Partes. Relevantes. Por. Favor."
"Y luego corrió y se cayó por las escaleras y por lo que sabemos podría estar con Madam Pomfrey ahora mismo!" termina Sirius. "Completamente incapacitado y no siendo una amenaza."
"Las escaleras no lo detendrían," dice James.
"No," gruñe Sirius. "Maldito estúpido Slytherin narigón bastardo."
"Tenemos que detenerlo," dice Peter desde la silla y luego se sienta y se mete el calcetín en la boca cuando Sirius lo mira.
"¿Detenerlo? ¿Detenerlo cómo? ¿Qué quieres que hagamos?"
"Ir tras él," decide James. "Eso es."
"Oh, no. Muchas gracias." dice Sirius con desagrado. "¿Arriesgar mi cuello para que Snape pueda o no pueda ser salvado de una golpiza hipotética?"
"¿Has estado prestando atención del todo? ¡Arriesgar tu cuello para que Moony no dañe a Snape y tu no seas acusado del desastre más grande de nuestras relativamente cortas vidas! Pásame mis pantalones, están en esa silla."
Sirius lo hace, automáticamente, pero algo se mueve en su mente. "Prongs, ¿cómo lo vamos a detener?"
"No sé," admite James. Hay algo de rabia todavía en sus palabras, esa rabia extraña que siente cuando se pone frío y muy calmado y muy tranquilo. "Debiste pensar en eso antes de ir hablando sobre los secretos de otras personas. No puedo creerte."
"No lo hice," protesta Sirius. "No estás siendo justo."
"Sí lo hiciste," grita James, dándose vuelta y poniendo su cara en la de Sirius. "Lo hiciste, ¿ya? No fue tu intención y a quién no le gusta pensar en Snape siendo destrozado por un árbol, y entiendo cómo pasó, pero el punto es que hablaste de más y ahora otras personas van a pagar por ello. Asi que cálmate y acéptalo." Hay una pausa pequeña y luego añade, "y el maldito cierre está atascado en estos malditos jeans."
"No pueden estar atascados." Sirius mira el cierre de James o más bien a los dedos de James luchando con el cierre, y sacude la cabeza. James, pensando en su heroísmo por una parte y luchado con el cierre por otra. Es casi gracioso. Sirius intenta reírse pero se detiene en su boca y pasa varios minutos en su garganta.
"Maldición." James ha desarrollado una desesperación torpe que sólo llega en momentos de necesidad extrema, pánico y cierta perdición. Siente que sus dedos se han convertido en salchichas, así de mucho lo están escuchando. El cierre, atascado en sí mismo y en la tela y en la ropa interior, se niega a moverse hasta que en un movimiento digno de Hércules se rompe completamente. "Sirius," dice James, muy quieto, "mis pantalones están en dos. Dame tus pantalones."
"No te voy a dar mis pantalones!" objeta Sirius. "Yo iré!"
"¿Y hacer qué?" pregunta Peter alrededor de su calcetín.
"Le dije que no hablara," grita Sirius, apuntando a Peter y luego a James. "Le dije que no hablara!"
"¿Y hacer qué?" pregunta James. Su mandíbula está firme, torciendo apenas la boca.
"Tu ni siquiera sabes lo que vas a hacer!" Sirius explota. "Sólo quieres-- sólo quieres mis pantalones para poder correr y hacer del héroe, limpiar todo, ser James Potter, el único que puede limpiar todo por los demás. Bueno, no lo permitiré! Usa los pantalones de él!"
"Cómo qué," grita James, la frustración ya es tangible, "¿un poncho bien corto?" Peter se pone blanco y luego rojo y luego bien metido en su silla. "Voy al maldito Sauce, voy a sacar a Snape por el cuello si tengo que hacerlo y te puedes quedar ahí como un idiota o puedes ayudar, porque yo voy. En pantalones rotos." James, considerando estas palabras épicas, se da vuelta y sale por la puerta. Sirius hace gestos tras él, con la boca abierta, mira a Peter, mira la puerta y pone la cara firme.
"A la mierda!" Sin advertencia para confundirse más, corre tras James, poniéndose la chaqueta sobre los hombros.
"Maldición--" dice Peter, a nadie, y mira con pánico por la ventana, a sus manos, al calcetín abandonado. "¿Ahora qué?"
***
La luna se ha elevado en el cielo mientras James llega afuera y finalmente patea sus inútiles pantalones de sus tobillos. "Maldición," murmura. "Malditos pantalones estúpidos, maldito Sirius, maldito Severus Snape." Se detiene por un minuto, pasando sus dedos miserablemente por su pelo, las piernas heladas en el aire nocturno. "Maldito sauce," añade, "malditas lunas llenas, malditos hombres lobos, maldito infierno."
"Te estás repitiendo," dice Sirius, sin aire, corriendo tras él. "Y perdiendo tiempo valioso."
"No sé qué hacer," murmura James. Mira hacia adelante, a la distancia. "¿Se está moviendo el Sauce? ¿Se está moviendo? No puedo ver."
"Yo tampoco." Sirius hace un sonido bajo y desesperado. "Más cerca," decide, "tenemos que ir más cerca."
"No podemos ser atrapados," añade James. "Quédate cerca de los árboles. Cerca de las sombras."
"No soy idiota," responde Sirius. "Puedo descifrar eso solo."
La única respuesta de James es una ceja arriba justo sobre sus hombros.
"Guárdatelo," grita Sirius. "Sólo-- guárdatela. Deberíamos-- sabes. ¿Deberíamos?"
"No," dice James, algo distante, creando un plan. Si es un buen plan o no, Sirius no puede imaginar. Es terrible no saber. "No servirá de nada sin Wormtail, ninguno de nosotros puede llegar al nudo--"
"¿Dónde está?" Sirius se vuelve contra la puerta. "¿No viene?"
"Lo asustaste."
"Tu dijiste que era gordo y chico!"
"No-- tenemos-- tiempo para esto!" grita James, pegándole a Sirius en la cabeza. "Contrólate! Necesitamos-- sólo corre."
Sirius piensa por un segundo. En lo que respecta a planes, este no es complicado. De verdad no parece un plan-- todavía no, aunque James está lleno de sorpresas. Es algo que Sirius podría haber pensado solo, pero por alguna razón, no está resentido. Está agradecido. No tiene que pensar, no tiene que inventar lo que pasa después de correr y, más importante, no es el que tiene que empeorar más las cosas. Mira a la luna, lamiéndose los labios nerviosamente, y asiente. "Claro," dice. "Correr. Eso puedo hacer."
James ya está corriendo, piernas pálidas a través de las sombras. Sirius se lanza tras él, con un calcetín puesto, algo cortando la planta de su pie desnudo casi inmediatamente. Se guarda el quejido de dolor y, ni siquiera medio minuto después, está demasiado adormecido para sentirlo, el viento demasiado fuerte para permitirle pensamientos mayores. James frente a él para seguir, el Sauce al que llegar, Snivellus al que agarrar. Es una cadena de tres eslabones. Se siente con más confianza, la sangre corre más fuerte, el corazón sale con un ritmo acelerado por la necesidad. Va a estar bien. Va a estar bien. No va a pasar nada. Todo se resolverá fácilmente y sin problemas y sin dedos de culpa apuntándolo y sin sacrificar a Remus como si fuera un animal. Es sólo otro día en las salvajes y locas vidas de Sirius Black y James Potter, quienes arruinan las cosas y salvan el día igual.
Con alivio.
"Ow, mierda," dice Sirius y cae, ayudado por una gran, y apenas visible, rama.
James pausa apenas por un instante para tomar sus pantalones.
***
Cuando James llega al Sauce, su garganta duele con el esfuerzo, el árbol está tirando sus ramas contra el aire, haciendo signo de la reciente molestia. James tira un torrente de maldiciones, distantemente deseando que Sirius estuviese cerca para apreciar su influencia y se lanza con los ojos cerrados contra el nudo crucial. Por su esfuerzo, una rama particularmente agresiva le da con todo en el estómago y sale volando, golpeando el piso con un sonido imperdonable.
No hay maldiciones, en este punto, para expresar su rabia. Sus pantalones están demasiado apretados contra su muslo --esto nunca ha pasado antes, cuando toma la ropa de Sirius y deja en alguna parte de su cabeza aumentar las subidas de la escalera para visitar a Lily-- su mejor amigo es un idiota completamente inútil, y su segundo mejor amigo está a casi cinco minutos se ser eutanizado por quitarle al mundo una de sus ronchas más prominentes. El mundo es un lugar cruel y horrible, y James está, por un momento, paralizado por la pura injusta horripilancia de todo.
No funcionará. Nunca funciona sentarse y odiarlo. James lo sabe. A veces se siente como un idiota por saberlo, se siente pretencioso y como un imbécil y súper maduro y desea poder patear cosas y tener rabia y gritar y ser un adolescente normal; pero no puede porque así no funciona. Llenando los pulmones de aire, enderezándose contra el futuro impacto, se lanza una vez más, rueda bajo una rama y golpea el nudo con su puño. El Sauce tiembla y se queda quieto. Su mano se duerme. Mira la entrada hacia el túnel, una boca oscura y ancha.
"A la mierda," susurra James. Apoyado en un lado, por un momento demasiado mareado como para levantarse y dirigirse contra el círculo oscuro, se da cuenta de que la adrenalina le ha impedido notar algo hasta ahora. Está asustado. Aterrado, de hecho. Un hombre lobo no es Remus, aunque Remus es un hombre lobo. Es una creatura gigante con garras y patas poderosas y mandíbula férrea, dientes como cuchillos y una mordida que lo cambia todo. Nunca le ha temido a Remus y nunca ha sido lo suficientemente viejo como para temerle al lobo antes, temerle a las consecuencias, a la realidad del asunto. No es sólo un animal. No es un amigo con una forma diferente e instintos diferentes, como Padfoot o Wormtail. Es una Criatura Oscura, capaz de furia, ruina y veneno, y poco más. James recuerda las ardillas muertas sobre el suelo del bosque después de una noche, sintiéndose enfermo por la sangre. Toma aire profundamente. Aunque sea malo para él, ahora, se dice, es peor para Severus Snape. Y, aunque ese no es un incentivo suficiente, es más terrible aún para Remus Lupin, cambiado y sin sus amigos que calmen su fiebre por sangre.
James presiona una mano sobre su pecho. Su corazón se está moviendo muy rápido y tan arrítmicamente que se pregunta si no se ha lanzado ya, directo desde su pecho hacia afuera. "¿Qué estás esperando?" se pregunta en voz alta. Las ramas sobre él se sacuden contra el hechizo. Se lanza hacia adelante, hacia el túnel, pantalones apretados contra su cintura, cara con tierra y sudor, y el tiempo acabándose.
Lo primero que hace es chocar con una muralla, casi quedando inconsciente.
Lo segundo que hace es maldecir, de nuevo, porque es agradable escuchar algún tipo de sonido familiar. Saca su varita --la varita de Sirius, en realidad-- del bolsillo de atrás para encender la luz y poder correr de nuevo. La luz tiembla sobre las murallas. Su corazón martilla en sus oídos. James recuerda tener una pesadilla así, una vez, excepto que en la pesadilla no usaba pantalones y estaba siendo perseguido por un ejército de conejos. Silenciosamente le agradece a Dios por la existencia de Sirius, aunque sea por ser el prestador de pantalones y el cazador de conejos, y luego recuerda que si Sirius no existiera, esta pequeña excursión de pesadilla no estaría pasando.
Sobre el sonido de su respiración, escucha pasos: pasos más lentos, no muy lejos, haciendo eco.
Y luego escucha el aullido.
James corre como nunca antes ha corrido. Los lentes se le caen de la nariz, por el sudor o la falta de suerte o una buena combinación de ambos, y se pierden tras él. Todo se pone borroso y fuera de foco, pero puede ver lo suficiente como para saber que va hacia adelante y sabe que si se da vuelta ahora, ya sería demasiado tarde. "No subas la escalera!" le grita a la oscuridad. "Snape! Quédate donde estás!"
Sale hacia la luz de la luna sobre el piso de madera para ver huellas, pequeñas, molestando el polvo de un mes. Siente nauseas en una ola poderosa. Quiere vomitar.
"Snape!" grita. "Snape, ¿dónde estás?" La escalera cruje y se mueve y James se lanza hacia adelante, operando por instinto, tomando tres escalones a la vez y tropezándose sin gracia dos veces. Toma los cinco últimos escalones en sus manos, buscando, y cae al piso cuando su sangre se pone toda babosa en sus venas. Hay una figura pequeña en capa negra congelada en el piso, y un silencio enorme en sus oídos. James se congela en el umbral; y luego, casi suertudamente, el aullido inmediato, enorme, rompiendo el pensamiento en su cabeza, el flujo primordial de miedo animal.
"Maldición," dice James, forzando el miedo hacia abajo. "Snape!" La figura oscura se da vuelta, blanca, boca apenas una raya en su cara. James se lanza hacia él, lo toma por el cuello de la capa y lo aleja. Snape, como descubre, reacciona como siempre: como un idiota, pies estúpidos por todas partes. Algo gruñe, sacudiendo el piso, y rompiéndose como un cañón en la puerta de hierro. Toda La Casa tiembla bajo el impacto.
"Vamos!" grita James, perdiendo la paciencia, y literalmente tirando a Snape por la escalera. Aterrizan en un lado de la extraña escalera.
"Quítate, Potter!" grita El Idiota Más Grande Del Mundo. James, finalmente haciendo algo que quiere hacer, que ha querido desde primer año, pesca a Snape de la oreja y lo tira por la puerta.
Snape termina en el piso con un fuerte ooph. El lobo aúlla tras ellos, una y otra vez, golpeando la puerta y el piso y sacudiendo La Casa en la tierra. James se tuerce con el sonido, imaginando las coyunturas de lobo derritiéndose en las del muchacho en la mañana, juntando todos sus errores, lisiado por la inmensidad de su miedo.
"Un hombre lobo," dice Snape, rompiendo el pensamiento aterrado de James. "Me enviaste a ser asesinado por un..." La voz le tiembla y finalmente se da cuenta. "Lupin," escupe. "Ese es Lupin."
James pone su cabeza en sus manos, las que están temblando, y mantiene la voz en calma. "Cállate," susurra. "Sólo cállate."
"Intentaste matarme," insiste Snape, levantando la voz, histérico. "Intentaste matarme con ese monstruo."
"¿Qué mierda sabes tu?" demanda James. Se mueve antes de poder pensar, tomando a Snape por el cuello de su camisa y lanzándolo contra la pared del túnel. "¿Qué mierda sabes tu sobre nada? ¿Qué mierda sabes sobre esta noche? ¿Qué mierda sabes tu sobre hombres lobo?"
"Sé que intentaste matarme!" se queja Snape. "Con-- con eso!"
James lo sostiene por el cuello por un minuto más y luego lo suelta, apestado y demasiado cansado para discutir. Snape se cae sobre la muralla, sin huesos. "Mierda ignorante," dice James. "No te halagues. No eres tan importante."
"Eres un asesino," respira Snape. "Black-- Black es peor que el resto de ustedes juntos. Serán expulsados, serán puestos en la cárcel, tendrán que sacrificar a esa cosa--"
"Snape," dice James calmadamente. "Cállate. Acabo de salvar tu vida." Tiene que ser lo absolutamente peor que ha hecho en su vida y duele admitirlo, hasta para sí mismo, pero lo deja a un lado. "Y quiero que sepas que no lo hice por tí, porque tu vidita patética no vale la pena, en mi opinión personal. Lo hice por Remus, porque vale mil veces más que tu y no hay nada que no haría por él. Incluyendo esto." Mira a Snape por última vez, disgustado. "Ahora vive con esto," termina, tan calmadamente como puede, antes de darse vuelta y caminar por el túnel, con el corazón salvaje en los oídos y la respiración fuerte de Snape en la oscuridad.
A la mitad del túnel, escucha a Snape siguiéndolo, en silencio y no muy cerca. Unos pasos más adelante encuentra sus lentes, bajo su pie izquierdo. Se los pone sobre la nariz, un lente roto, el otro cubierto de mugre, pero se siente mejor. La varita de Sirius mantiene una luz frente a él, el aire se cierra. Unos gusanos se mueven sobre su cabeza, cuerpos colgantes luchando cabeza abajo. Por mucho que odie reconocerlo, ambos tienen miedo, por razones diferentes. Por mucho que lo enferme, ayuda saber que hay alguien más luchando en la oscuridad. Incluso si es Snape. Incluso si Snape vaya a arruinarlo todo, después de todo lo que James hizo para salvar su trasero malagradecido.
"Le voy a contar a todos," dice Snape, inesperadamente en el prolongado silencio. James siente que se le tuercen las tripas.
"Eres asqueroso," escupe. "Eres repulsivo."
"Es una amenaza para todo el colegio," dice Snape. "Debes pensar que eres muy astuto, escondiéndolo todo este tiempo, poniendo la vida de todo el mundo en riesgo. Qué pena que tu amigo Black sea tan imbécil-- de otra forma lo hubieses logrado, no, Potter?"
"Te dije que te callaras," susurra James. "Fue en serio. No sabes nada, Snape. No sabes nada sobre él."
"Sé lo suficiente," contesta Snape. "Sé que es un monstruo. Haré que los expulsen."
"Eso no será necesario," dice Dumbledore, desde la boca del túnel. James nunca ha estado tan aliviado de ver a nadie en sus quince años de vida. Los ojos de Dumbledore, James nota, brillan como estrellas. Raro, sí, pero definitivamente bienvenido. Dumbledore estira una mano para ayudar a James a salir, y hace lo mismo para Snape un momento después. Snape lo mira, listo para explotar, pero Dumbledore sostiene una mano para silenciarlo. "El Sr. Pettigrew me dijo lo que pasó," explica. Peter da un paso nervioso desde atrás de él, sin ver directo a los ojos de James.
"Está bien," dice James. "Lo lamento, Peter. Gracias."
"Y el Sr. Black, aunque sangrando y sin pantalones, me contó el resto." Dumbledore sonríe benevolentemente, los ojos sonrientes en las orillas.
"¿Dónde está, señor?" pregunta James. Sería un maldito alivio ver a Sirius ahora mismo, con esa ridícula actitud de ¿quién, yo? que adopta siempre que ha hecho algo estúpido y lo pillan, haciendo caras para James detrás de Dumbledore.
"El Sr. Black está indispuesto en este momento," dice Dumbledore serenamente.
Está vomitando, modula Peter desde atrás de Dumbledore, seguido por una mímica impresionante. Vomitaaaaaaando.
James se siente enojado, loco e imposiblemente solo, una combinación de emociones al azar que disparan al mismo tiempo. Quiere que Sirius esté aquí, no siendo un idiota solo.
Snape ha estado temblando, con los puños apretados, la cara vacía a punto de reventar como un globo, y ahora parece que pierde todo el control y explota, "Señor, intentaron matarme!"
"Me han asegurado que fue un accidente, Sr. Snape, resultado de la acción de una persona, no una conspiración." Dumbledore se saca los lentes y los limpia en su manda. "¿Quisiera presentar el caso opuesto?"
"Me enviaron ahí," susurra Snape. "Sabían lo que pasaría!"
"Creo," comienza Dumbledore, viendo al cielo como si estuviese preocupado de las acciones de las estrellas, "Creo que el Sr. Black estaba bajo la impresión de que no había dado instrucciones suficientes para ponerlo en mayor peligro que una golpiza."
"Lo-- tomó esfuerzo," murmura Snape. Por primera vez, James nota el enorme moretón alrededor de su ojo y la manga rasgada en su cara capa, está oscuramente complacido. "Eso no excusa," continúa Snape pero Dumbledore lo detiene de nuevo.
"Creo que esta conversación terminará mejor adentro, ¿no? Sr. Potter, puede encontrar al Sr. Black y devolverle sus pantalones, y luego encuentre al Sr. Pettigrew, al Sr. Snape y a mí de vuelta a mi oficina. Así todos podemos discutir las cosas juntos, ¿bien?" James asiente. "Y ninguno apuntará ningún dedo," añade Dumbledore, "ni subirá nuestras voces. Quizás podamos comer algo para calmarnos-- algo de té servirá." Se da vuelta, llamando con una mano vieja, y James lo sigue sin levantar la vista. Aún puede escuchar al lobo aullando tras él. Hasta cuando Dumbledore cierra las puertas de Gran Salón tras él, la culpa aún es espesa en su garganta.
***
"Ahora," los dedos de Dumbledore se juntan bajo su nariz y él se inclina hacia adelante, viendo a los cuatro muchachos sentados al otro lado de su escritorio. "No habrá interrupciones, ni malas palabras, ni insultos. Este es un asunto grave y lo discutiremos con la gravedad que merece." Pausa, pasándole a Peter en el extremo derecho, cada vez más enterrado en su silla, el azucarero. "¿Una o dos, Sr. Pettigrew?"
"Eh," dice Peter. "Tres en realidad."
Snape lo mira asqueado. Peter lo ignora.
"Y el Sr. Black, por supuesto, como bien lo sé--"
"-- no quiero té," dice Sirius, rápido. Se ve muy enfermo. "Señor, lo siento, pero--"
"Entiendo," dice Dumbledore, gentil pero firmemente. "Sin embargo, no puedo imaginar que lograremos algo útil si nos apresuramos. Lo que parece ser inútil y, si me atrevo a decirlo, agonizantemente consumidor puede ser lo que necesitamos para aclarar nuestras cabezas y--ah-- comenzar a ver el incidente de forma objetiva. Ahora, cómo me dice la experiencia, prefiere más crema que té y azúcar en la misma proporción-- eso es."
Sirius pasa una mano desesperadamente por su cabello y se hunde más en su asiento. Mira a James y parpadea, dos veces: Desearía estar muerto.
James se sube los lentes por la nariz. Desearía que estuvieras muerto.
Y después de lo que parece una eternidad, Dumbledore finalmente se acomoda y los mira. "Ahora. Me gustaría escuchar, si me lo permiten, al Sr. Black, quien se ha decretado como instigador del caos de esta noche."
"Así es," dice Sirius. "Fui yo. Todo yo. Bueno," añade, "y, él." Apunta con un pulgar a Snape. "Pero fue mi culpa. No estaba pensando, señor."
"No puedo decirle lo mucho que me sorprende," dice Dumbledore, sonando casi entretenido. "¿Le molestaría recontar precisamente lo que pasó? Sin--" añade rápidamente cuando Sirius abre la boca, "ataques personales de ningún tipo, por favor."
"Sólo le dije-- estábamos-- como-- estaba molestando un poco, señor, y le dije..." Sirius traga, fuerte. "Él estaba siendo un p-- siendo muy derogatorio, señor, sobre Remus, y actuando como-- insinuando que sabía-- cosas que no sabía. Así que le dije que fuera a meter la cabeza en el nudo del Sauce. No dije cuál nudo, señor. Y no pensé que de verdad lo haría, pensé que él creería que lo estaba molestando y que no iría--"
"Ridículo," murmura Snape sobre su pecho. "Absolutamente ridículo. Fue asesinato, premeditado, a sangre fría y--"
"Sin interrupciones, por favor," dice Dumbledore. Sus ojos son firmes sobre sus lentes, amables pero firmes, y sus palmas están juntas. "Ahora, Sr. Black, como he entendido de acuerdo a la evidencia anterior a esta discusión y lo que he escuchado en su admisión, entiendo que-- tranquilo, Sr. Snape, por favor, confío en mis métodos de entendimiento, como usted-- que dijo que lo había hecho sin la intención de enviar a nadie a su muerte o, quizás, desmembramiento." Sirius se hunde en su silla con un chillido de los cojines y un suspiro mitad miseria, mitad alivio. "Sin embargo," continúa Dumbledore, "la inmadurez, la despreocupación y la estupidez de sus acciones no pueden obviarse. Sí, Sr. Snape, ahora es su turno."
"Me envió ahí," dice Snape inmediatamente, "sabiendo bien quién-- qué me esperaba, dándome instrucciones claras sobre cómo encontrarlo-- sin advertencias, ninguna advertencia, sabiendo el daño que llegaría a mí." Snape respira y la nariz se le infla. "Y habría muerto. Habría sido asesinado, por un monstruo, un monstruo criado en esta escuela, si no fuera por--"
"El Sr. Potter," murmura Dumbledore. "Sí, eso, también, entiendo, por el Sr. Pettigrew, cuando vino a contarme." Los ojos de Dumbledore se mueven de Snape a James, viéndolo a los ojos. "Míreme, Sr. Potter-- eso es. Mejor. Intento tener su lado de la historia, también, asi que hable, ya que se está haciendo tarde, y debería retarme por tener alumnos despiertos a esta hora."
"Bueno," comienza James. "Sirius vino a verme y-- no había pensado, Director, eso está claro-- sólo me dijo lo que pasó, como si fuese una broma." De la orilla de su ojo, James ve a Sirius torcerse. No hay tiempo para pensar en eso ahora. Se lo merece, se dice James, merece sentarse ahí y pensar en lo que casi hizo, en lo que hizo y lo cerca que esos dos están. "Pero era obvio, Director, que no fue su intención. Fue un accidente. No sé en qué estaba pensando, pero sólo-- debe haber-- Snape debe haber sido un-- de verdad pesado. Sirius sólo pierde la paciencia cuando Snape no se calla-- cuando Snape dice cosas, sobre sus amigos-- no es una excusa pero-- no sé qué es. Pe-- eh. Intenté ponerme los pantalones y se rompieron. En el cierre. El cierre se atascó y es por eso."
"Ah," dice Dumbledore. "Lo que nos lleva de alguna forma a por qué el Sr. Black terminó semi-desnudo en la entrada del bosque?"
"Tomé sus pantalones," explica James. "Pero eso fue después."
"Intenté ir con él," añade Sirius, "por eso, pero me pegué contra un árbol y-- no pude," termina, algo lastimosamente. Snape se ríe. Los ojos de Sirius dan vuelta y James puede verlo catalogar cosas que podría tomar, intentando determinar cuál es lo suficientemente discreta y puntiaguda como para inflingir la agonía necesaria.
"Ya veo," dice Dumbledore. Sirius ve abajo, metiendo los dedos en la silla. "Creo que tengo una idea clara de los, eh, acontecimientos de esta noche. Sr. Snape, ¿podría repetir, en sus propias palabras, si no le importa, precisamente la conversación que tuvo con el Sr. Black?"
"No puedo recordarla," dice Snape con desagrado. "Exactamente. Señor."
"Sugiero que lo intente." Dumbledore le ofrece una sonrisita que le da un escalofrío a James.
"Yo-- dije algo sobre dónde estaba Lupin. Estaba-- curioso. Y Black, él dijo 'por qué no vas a apretar el nudo grande en el Sauce Boxeador y lo descubrirás--"
"No es cierto!" grita Sirius, levantándose. "Señor, no fue así! --mentiroso de--"
"Sr. Black, conténgase," dice Dumbledore. Le indica a Sirius que se siente, de alguna forma Sirius lo logra, aunque sus rodillas se niegan a doblarse. "Sr. Snape. Es imperativo que lleguemos al fondo del asunto. Odio tener que usar pociones o hechizos para sacar alguna confesión a un estudiante, pero estoy dispuesto a hacerlo. ¿Es cierto que, ofreciendo una pregunta inocente sobre la salud de un amigo estudiante, se le dieron guías explicitas sobre cómo acceder a su-- área de convalecencia?" Sirius está respirando tan fuerte que suena como si lo estuviesen estrangulando.
"Bueno-- no-- exactamente," murmura Snape. "Quizás-- explicita no sería-- me dijo cómo entrar, Señor, lo admitió! No veo cuál es el punto en interrogarme."
"El punto," dice Dumbledore, "está en los detalles, Sr. Snape." Los ojos de Snape miran con odio a Sirius y al resto de ellos, juntando arrugas sobre su frente. Cuando habla de nuevo, su voz está calmada, casi con una intensidad nasal.
"Tenía razón," dice. "Sabía, todo este tiempo, todas esas desapariciones, que este montón no andaba en nada bueno. Cada mes, Director. Los veía cada mes, arrancándose como si fuesen mejor que el resto del colegio, más allá de su jurisdicción, más allá de las reglas y más allá de cualquier reprimenda o castigo." Las manos de Snape, en puños, se sacuden en los brazos de la silla. "Un hombre lobo. Escondieron un hombre lobo."
"Sr. Snape, yo escondí a un hombre lobo," dice Dumbledore suavemente. "Esa fue mi decisión, no de ellos, y como puede ver el secreto, incluso juzgando sólo con su reacción, fue necesario." Su sonrisa es peligrosa, paciente pero con algo de rabia. Snape la investiga, sorprendido de que Sirius Black no es el único foco de decepción en los ojos de Dumbledore.
"Podría matar a alguien," protesta Snape. Se inclina en su silla, una línea de sudor en su frente, sus hombros temblando con el esfuerzo para mantener la calma. "La irresponsabilidad -- el peligro-- las repercusiones-- Director, casi me mataron!"
"El hombre lobo en La Casa de los Gritos no lo habría matado si --y esta es mi decisión, muchachos-- uno, no se metiera en asuntos, Sr. Snape, que no le conciernen y dos," continúa Dumbledore, notando la expresión de horror en Snape, "que quizás es la más importante ofensa, si usted, Sr. Black, hubiese pensado en evitar lo que pudo haber sido un desastre gravísimo, al detenerse un momento para predecir el posible impacto de sus palabras. Un accidente, puede parecer, uno que pudo evitarse si cualquiera de nosotros estuviese conciente de la severidad del castigo que hubiesen recibido todas nuestras cabezas. Somos afortunados porque la crisis se previno gracias a su rápida acción, Sr. Potter, y a su claridad mental en el pánico, Sr. Pettigrew, que le permitió venir a buscar mi ayuda. Treinta puntos para Gryffindor, Sr. Potter, y diez para usted, Sr. Pettigrew, y 40 por sus acciones apuradas y estupidez, Sr. Black." Dumbledore, sumando y restando en su cabeza, se dirige a Snape, sonriendo tristemente. "Es una pena, Sr. Snape, aunque entendible, que su terror le diera tantos prejuicios."
"Un monstruo," insiste Snape, "uno que no debería tenerse en libertad en un establecimiento académico--"
"Revisaremos eso, se lo aseguro." La sonrisa de Dumbledore es general, sin foco y sin más significado que resolución. "Ahora que creo haber comprendido los acontecimientos de esta noche, debemos mirar al futuro discutiendo nuestros medios de recompensa. Sr. Pettigrew, Sr. Potter, se pueden ir. Sr. Black, Sr. Snape, ustedes se quedan."
James pausa en el umbral de la puerta, dándose vuelta para ver el tope de la cabeza de Sirius. Hasta eso se ve miserable. Quiero enviar algún tipo de señal de perdón, a pesar de lo enojado que está, su rabia se pierde con la hora y los ofrecimientos amables de Dumbledore. Encuentra los ojos de Dumbledore, pero antes de pedirle algo, se da cuenta de que Dumbledore está guiñándole un ojo. El alivio de James se mueve desde su estómago a su boca, formando una sonrisa. "Vamos, Peter," susurra. Cierra la puerta tras él. "Esperaremos a Remus."
Dentro, Dumbledore se inclina, juntando las manos sobre su estómago. Sirius y Snape se miran en silencio, quemando agujeros en la frente del otro. "No servirá de nada," dice Dumbledore desde su posición de reposo, "odiarse el uno al otro en mi oficina. No servirá de nada y a los dos les dolerá la cabeza."
"¿Me va a castigar, entonces?" escupe Snape.
"No confía, ahora, en mi juicio, no, Sr. Snape." Snape permanece en silencio. "Bueno! No importa. Estoy seguro de que, pronto, lo ganaré de nuevo. Lidiemos primero con el Sr. Black, cuya culpa es sobrecogedora y, como veo, necesita castigo inmediato." Sirius baja la cabeza. "Por supuesto," continúa Dumbledore sin detenerse, "lo sacaría del equipo de Quidditch indefinidamente, pero creo que sería peor para sus compañeros que para usted, y ¿por qué habría de castigarlos a ellos por sus transgresiones?" Dumbledore bate sus dedos sobre el escritorio, inmerso en sus pensamientos. "Sin embargo, he roto mi cerebro para encontrar la tarea apropiada que tres meses de castigo harán para las necesidades de su culpa, y de la mía, y al mismo tiempo, esperemos, enseñando humildad y gracia bajo presión." Snape se inclina en su silla, un brillo en su cara. Sirius junta sus dientes, fija su mandíbula y se prepara para lo que viene. "Sus miércoles y viernes, en la noche," termina Dumbledore, "serán dedicados a ayudar a nuestros Slytherins de primer año en el arte de la Transformación, ya que es una materia en la cual usted se destaca. Faltar a una clase, dejar de lado sus tareas como tutor, o hacer cualquier cosa que ponga en peligro su posición como tutor, terminará inmediatamente en su suspensión del equipo de Quidditch, sin segundas oportunidades. ¿Me entiende, Sr. Black?" Sirius asiente, tragando un gruño por la tarea con un recuerdo de su culpa. "Muy bien entonces." Dumbledore brilla. "Se puede ir. Vaya directo a Gryffindor. No siga al Sr. Potter o al Sr. Pettigrew, ya que sin duda andan por ahí. Mañana, como sabrá, es viernes. Le daré instrucciones. Buenas noches."
"Noches," murmura Sirius. Le da una última mirada a Snape y cierra la puerta suavemente tras él.
"Ahora," dice Dumbledore, volviendo esos ojos azules brillantes e imposibles de leer, a Snape. "podemos hablar en privado."
***
Remus despierta en una mezcla de dolor y mal sabor. Hace mucho que no despertaba así, con nauseas y desorientado, y sabe lo que significa. Está algo sorprendido al principio y, luego, algo asustado y preocupado, y luego espera haber estado soñando y no quiere abrir los ojos, y luego se da vuelta para tomar el tarro que Pomfrey mantiene bajo su cama, pero en su lugar encuentra la cabeza de alguien.
"Gnagh!" grita Remus. Se sienta bien derecho y se arrepiente de inmediato, tomando su cabeza con manos vendadas.
Sirius lo mira, viéndose como Remus se siente. Está arrodillado en el piso, con los brazos y la barbilla en la cama de Remus, y por como se sale su cabello hacia la izquierda, ha estado durmiendo ahí, si es que logró dormir. No ha hecho esto desde tercer año. Remus siente algo de pánico en su estómago, mezclado con algo más potente y horrible.
"Deberías moverte." Su voz se siente extraña en su garganta, raspeada; el mundo se lanza enfermamente y se sostiene de las sábanas, cerrando los ojos. "Voy a vomitar en tu cabeza si no te mueves."
"Lo merezco," dice Sirius con una voz vacía y muerta. "Por favor. Ofrezco mi cabeza como receptario de tu vómito."
"Sería peor." Remus presiona el lugar donde su nariz termina en la frente con un pulgar, esperando poder soportar el dolor de cabeza con el mareo y la nausea. "Y seguiría vomitando porque hueles horrible."
"Aquí tienes," dice Sirius. Sostiene el tarro de porcelana, que Remus toma en sus brazos y mete la cabeza, esperando a que la enfermedad deje su estómago. Se tira, hacia arriba, y luego se desvanece en las sombras frías del tarro. Remus se da un minuto más para controlarse, coyunturas ardiendo, sienes palpitando, los lados de su quijada dañados hasta su oreja, su piel y costillas doliendo con cada aliento.
"¿Qué pasó?" pregunta, todavía dentro del tarro. Saca la cabeza. "¿Qué pasó?" intenta de nuevo. Mejor. Sin vibraciones.
"Fue mi culpa," dice Sirius. "Y no lo lamento porque fue Snape, lo lamento porque fuiste tu y se lo voy a dar de comer a un dragón apenas pueda y nunca le contará a nadie, Moony, porque le sacaré la boca de la cara."
"No sé si eso es anatómicamente posible." La cara de Remus se pone de un pálido nuevo, blanco alrededor de los labios, círculos oscuros alrededor de sus ojos. "¿Snape sabe?"
Sirius traga. "Snape sabe," confirma. "No quise decirle-- estaba diciendo cosas-- y sólo pensé, si el Sauce lo golpeaba un poco, no es para lo que sirve el Sauce, no es por eso que se llama así-- pero es un estúpido en todas las maneras correctas y listo en todas las incorrectas-- y entró y James te salvó y está bien, Snape no le va a contar a nadie. Lo mataré si quieres. Puedo hacer eso. Por favor di que quieres, yo quiero." Remus presiona sus manos contra sus mejillas, intentando mantener su cabeza quieta. En cualquier momento, está seguro de que estallará, tirando pedazos de su cerebro por toda la enfermería. Tiene que mantenerse. No quiere hacerlo peor. "¿No estás enojado, verdad?" dice Sirius. "James dijo que estarías enojado. ¿Estás enojado? Deberías estar enojado."
"No estoy enojado," dice Remus.
"Deberías estar enojado," repite Sirius, y se detiene. "Espera. ¿Qué?"
"No estoy enojado," dice Remus de nuevo. "¿Por qué estaría enojado? Eres mi amigo. No estoy enojado." Respira profundo, llenando de aire sus pulmones. "Snape, ¿está bien?"
"Desafortunadamente. O sea, afortunadamente. O sea, ¿no estás enojado?"
"No," responde Remus. Desearía que Sirius dejara de moverse tanto, de hablar tanto, de dar vuelta la habitación. "Eres mi amigo. No fue tu intención. ¿Me echaron de la escuela, verdad?"
"Por Cristo, Moony, por supuesto que no! Cristo. No. Yo debería estar fuera. Debería ser ahorcado. No estaba pensando. Pero Dumbledore--"
"¿Cuántos puntos?" pregunta Remus, escudándose tras la seguridad de ser Prefecto.
Sirius se encoge de hombros. "Cuarenta. Pero James recibió treinta y Peter diez por contar."
"Qué hizo James--"
"-- fue," comienza Sirius y traga. "Fue tras Snape. Intenté ir con él pero me pegué en una rama y me quitó los pantalones."
Remus baja la cabeza hasta sus manos temblorosas e intenta quedarse quieto. "¿Recibió treinta puntos por quitarte los pantalones?"
"Fue tras Snape." Sirius pasa sus dedos por su cabello. "Para-- se aseguró que no le pasara nada."
"Por mí," dice Remus. Cada pulgada de su cuerpo le duele.
"O por osos," dice Sirius esperanzado. "O por caerse a un pozo. O sea, hay muchos modos de herirse. Sólo, Moony, lo siento--"
"Sirius." Remus presiona sus manos contra sus ojos, tan fuerte que puede ver puntos rojos. "Mira, está hecho, ¿no? Nadie salió herido. ¿Te sacaron del equipo de Quidditch?"
"No, pero tengo que tutorar a Slytherins," dice Sirius con desagrado. Remus levanta la vista, sorprendido por la creatividad de Dumbledore. "Sin McGoogles a mi lado tampoco. Los veo cuando ella da lecciones privadas para los NEWTs. Miércoles y viernes. Y si hago algo me echan del equipo de Quidditch. No puedo decirte lo lleno de odio que estoy."
"Lo lamento." Remus le da una palmadita en la mano a Sirius. "¿Por cuánto tiempo?"
"Unos meses." Las cejas de Sirius se cierran. "Espera. ¿Por qué tu te disculpaste?"
"Odias a los niños."
"Lo sé. Es cierto. Pero ese no es el punto. Remus, estás--- estás siendo irrazonablemente razonable."
"¿Snape no está herido?" Sirius asiente. "¿James no está herido?" Sirius asiente de nuevo. "Y no me expulsaron." Sirius sacude la cabeza. "Y no te expulsaron." Sirius sacude la cabeza de nuevo. "Está bien. Bueno." Remus se hunde en sus almohadas, dejando salir un suspiro de alivio. Sirius lo mira, inseguro de qué dios del perdón se metió en el cuerpo de Remus mientras estaba durmiendo. "Pudo ser peor. Pudo ser-- han habido otras bromas y esto no-- ¿está Dumbledore enojado?"
"Conmigo," le asegura Sirius. "Y con Snape, un poco."
"Snape." Remus abre un ojo. "Quien--"
"-- te odia más ahora, porque es una mierda estúpida y pegajosa que no sabe nada sobre la gente o hombres-- perdón-- o tu. Y a propósito, James me dice que corre como una chica, lo que siempre he dicho, sólo que ahora lo sé. Sabes. ¿Estás seguro que no estás enojado?"
"Sirius," dice Remus. "cállate."
"Me callo," dice Sirius. Baja la cabeza hasta el colchón, mirando con pena a Remus, ojos llenos de disculpas.
"Sabes qué me recuerda esto," murmura Remus, una risita ahogada en su garganta. "¿Te acuerdas cuando -- ustedes tres recién terminaron-- ya sabes-- y no tenían los cuerpos todavía pero tenían las mentes?"
"No lo recuerdo muy bien," dice Sirius. "Recuerdo a Peter metido debajo de la cama y chillando."
"Lucías así justo después de mojar la alfombra," continúa Remus sin piedad.
"Bueno, ¿funcionó? ¿Me pegaste con un periódico o de verdad me perdonaste?"
"¿Sirius?"
"¿Qué?"
"Cállate."
"Sólo pensé que estarías enojado," explica Sirius, "y que tendría que jugármela con poesía, bombones y flores para lograr que me perdonaras."
Remus cierra los ojos, sus dedos normalmente ocupados se quedan quietos sobre su estómago y envueltos en la sábana. "Cuando tenía cinco años," dice suavemente, "el negocio de mi padre nos llevó a Francia. No me acuerdo de mucho, sólo-- colores y sonidos. Viejos recuerdos, de esos que no puedes colocar y sólo piensas que te pasaron. Mamá me dice que teníamos una casita para el verano y que nunca podría aprender francés asi que comíamos lo mismo todas las noches, durante tres semanas, hasta que ella y papá revisaron un menú y descubrieron cómo funcionaba todo. No me acuerdo de eso tampoco. Había un columpio, me acuerdo del columpio, y de los pájaros en la mañana y de los árboles. Eso es todo. Como sea, una noche en Junio salí de mi habitación para sentarme en la escalera de la entrada porque no podía dormir, y ahí estaba, un perro gigante viéndome. Cuando eres pequeño y tus padres te dicen que nunca toques animales extraños tienes que escucharlos, pero supongo que yo no lo hice. Me moví y debo haberlo saludado y corrió hacia mí y me mordió. Lo divertido es que, no lo recuerdo. Sé cómo debió pasar, sé lo que debió hacer, sé cómo se debió sentir, ser mordido en la noche, bajo la luna llena. Sé que debió haber una razón para que me levantara y abriera la puerta, a pesar de que no debía hacerlo, y sentarme ahí y querer acariciar un animal salvaje que nunca había visto antes, pero no recuerdo nada. Pasó. Eso es todo. Pasó. Desperté después y mi mamá dice que ni siquiera lloré, sólo pregunté dónde estaba el perro, lo que parece tonto, porque no puedo recordar al lobo ahora, o preguntar por él después." Remus se lame los labios. "Mi padre se culpó por llevarnos a Francia durante lo que, según supo después, se traducía en una epidemia de licantropía, y mi madre se culpó por ponerme en una habitación solo cuando era demasiado joven, sin vigilarme mejor, sin enseñarme que tenía que ir donde ella si no podía dormir. Pero ¿no fue culpa de ellos, verdad? Fue mía, tenía que ser. Sé lo que debió ser, aunque no recuerdo lo que fue. Y se siente tan tonto y poco importante, porque no recuerdo nada." Con un sonido de relajación, Remus abre los ojos, y mira al techo, viendo las formas de las sombras sobre él. "No estoy enojado. Estoy aliviado. Deberías dejar de disculparte."
Sirius está en silencio por un buen rato. Remus mira fijamente el techo. Después de una era de arrepentimiento y silencio incómodo, la cama cruje y tira a Remus hacia un lado. Algo peludo y enorme y con olor a kibble se acomoda sobre su mejilla y, caliente y grande, sobre su lado, respirando con comodidad perruna.
"Aghn," dice Remus, mirándolo. Molesta sus instintos con su comodidad, medio familiar, medio extraño. "Loco. Pomfrey vendrá en cualquier minuto." El calor del pelaje cambia. Pelo contra Remus se convierte en las extremidades de Sirius, la cara de Sirius, muy cerca, sin la boca del perro y la lengua del perro con su aliento caliente, con manos, no patas, puestas incómodamente sobre el estómago de Remus.
Sirius lo mira con una tranquilidad extraña por un minuto.
"No digas que lo lamentas," dice Remus, de repente muy incómodo, "a menos que lamentes babear en mi cabello y dejar pelo en mi pijama y ocupar casi toda mi cama, en cuyo caso con toda la amabilidad de mi corazón declaro que acepto tus disculpas."
Sirius asiente. Se ve pálido y profundamente inútil.
"No me importa," insiste Remus. "De verdad, Sirius. No me importa."
"A mi sí," dice Sirius. Tira a Remus por la nuca y descansa su barbilla en el tope de su cabeza. "No debería. No es justo." Su garganta se mueve contra la frente de Remus.
"Siempre hueles a perro," murmura Remus. No es verdad. Ahora, Sirius huele a comida y miedo y alivio, lo que Remus huele íntimamente desde todos sus poros, pero por alguna razón Remus siente que sería poco amable mencionarlo. La risa de Sirius vibra en su cráneo. "Madam Pomfrey va a pensar que lo hemos estado pasando bien," le informa Remus. La cama se dobla bajo el peso combinado de los dos. La rodilla de Sirius está en su estómago y sus manos se tocan en la almohada. Remus se siente enfermo, y demasiado alto, y demasiado joven, y demasiado viejo también, y se pregunta por qué nada es fácil para él como parece ser para todos los demás.
"Tendrá que aguantar sus celos," dice Sirius. "Sabe que siempre vuelvo a ella, al final. Sé que te mata, pero tienes que entender que lo que tenemos no es amor. Es sólo físico. Lo que Pomfrey y yo tenemos, bueno, eso será para siempre."
"Con los niños," dice Remus, sólo la mitad de él siguiendo el juego, la otra mitad rozando en la incertidumbre.
"Los cachorros," le recuerda Sirius. "Montones y montones de cachorros."
"Eres asqueroso," dice Remus.
"Lo lamento," dice Sirius.
"Ahora me voy a desmayar." Remus le da palmaditas en el pecho a Sirius con unos movimientos débiles. Sirius recuerda la primera vez que vio las manos de Remus vendadas así, las palmas escondidas tras la gasa, los dedos estirados por el dolor. Con la nariz de perro lo olió, algo así como victoria en esencia, y el olor a sangre y el tono azul de las heridas y los músculos tensos y madera vieja. Tanto del lobo queda en él el día después, donde la luna, aunque escondida en su órbita, deja dedos de luna, siempre intentando llamarlo. Sirius lo aprieta, sin pensar. "Aughm" gruñe Remus. "Costillas."
"Mierda," dice Sirius. "Perdón. ¿Mejor?"
"Uhmm," dice Remus y cae.
A Sirius le alegra que la enfermería esté vacía, que esté tranquilo a esta hora. Los muchachos no hacen esto con otros muchachos, ni siquiera cuando son jóvenes y están cansados y nerviosos y desesperados por ser confortados. Pero Remus no es otro muchacho, no exactamente, con sus palabras de adulto y su cuerpo con ángulos extraños. Nadie entiende, piensa Sirius, y lo deja a un lado.