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Parte Doce
Junio, 1976
James espera afuera de la puerta de McGonagall, golpeando los dedos nerviosamente contra la pared. Ha estado aquí afuera por quince minutos --tenía cinco minutos de atraso cuando llegó, y cada vez que ha golpeado se ha encontrado con el mismo desagradable "Sólo un momento, Sr. Potter, por favor!" Está empezando a pensar que quizás esté algo más que resentido porque alguien está recibiendo consejos profesionales durante su tiempo, y no sólo porque de verdad preferiría estar en la sala común con Sirius, trabajando en el hechizo universal para el Mapa. Mientras considera sus opciones --"sólo vete" empieza a sonar mejor cada vez-- la puerta se abre de par en par, revelando a un muy enojado Severus Snape. James se tuerce automáticamente.
"Pociones, claro." dice bajo su aliento, y casi no nota a James mientras se aleja, murmurando algo sobre estúpidas viejas de Gryffindor, no saben de lo que hablan mejor en Defensa que esos idiotas en su casa pero ya veremos quién será aconsejado a hacer eso, huh...
"Puede entrar, Sr. Potter," llega la voz de McGonagall, sonando extremadamente cansada.
James mete la cabeza primero, sintiéndose extrañamente como si fuese a entrar a la jaula de un león. Este es el último mes de su sexto año. En sólo cuatro meses más, va a ser un perro importante de Hogwarts, un prometedor de Séptimo Año con todo el mundo a sus pies y todos los de Primero también, que limpien bien sus zapatos. No sirve que la sola idea de reunirse con McGonagall sobre su futuro --y de verdad, qué puede saber la vieja McGoogles sobre su futuro, para empezar-- lo pone nervioso. Nada debería ponerlo nervioso. Es James Potter. Es brillante. "Eso pareció entretenido," dice. "Apuesto a que no le gusta que le digan qué hacer o cuándo-- claro. Sin comentarios sobre otros estudiantes. Cierro la boca ahora. Me siento." A la expresión apretujada de los labios de McGonagall, James siente que el pequeño hombre feliz en su estómago quiere darse vuelta y morir. "Lo siento," murmura hacia su pecho. "Noesmilugarestamosclaros."
"Excelente, Sr. Potter," dice McGonagall. "Aprende rápido. Casi estoy orgullosa."
James tose.
McGonagall dice nada.
James tose otra vez.
McGonagall levanta una ceja delgada y mortal.
"Entonces," dice James. "¿Cómo está la familia?"
"Sr. Potter, esperaba que usted entre todos tendría algo que decir." James pestañea. "Sobre lo que usted se ve haciendo en un año" James la mira. "Carreras," suspira McGonagall. "¿Preferencias en profesión?"
"Oh," dice James. "oh, eso, claro. Bueno. Espere. ¿Quiere saber lo que yo quiero?"
"No particularmente, Sr. Potter." McGonagall hace un puente con sus dedos y mira a James sobre el marco de sus lentes. "Sin embargo, mi profesión demanda que le pregunte de todas formas. ¿Tiene alguna idea de cómo le gustaría pasar el resto de su vida? ¿Además de cometer actos criminales menores?"
"Ehh", dice James. Se saca los lentes y los limpia rápidamente en su camisa, para tener tiempo, porque de verdad debería haber pensado sobre esto al menos dos minutos antes y de pronto "quiero ser doble de vuelos" suena mucho más estúpido que lo usual. "Bueno. No sé. Algo-- emocionante, supongo?"
McGonagall suspira. "Algo... emocionante. Gracias, Sr. Potter, eso ayuda mucho."
A veces ella de verdad le recuerda a Lily, en un sentido raro y perturbante o quizás un poco sexy. "Yo-- me gustaría hacer algo... atlético. Soy bueno para eso."
"Es bueno para muchas cosas, Sr. Potter; eso no indica que deba escoger ninguna de ella como carrera. Tengo aquí sus calificaciones de los últimos seis años -- obviamente, los resultados de este año todavía no llegan-- y son excepcionalmente altos, como sé que usted sabe. Claramente indican ciertas debilidades, sin embargo, y fallas graves en algunas áreas: concentración básica, trabajo real bajo presión, y otros. Su Herbología, por ejemplo--"
"Es sólo que las plantas se demoran tanto en hacer algo," murmura James.
"Entonces nada que tenga que ver con 'plantas' supongo," dice McGonagall. Revisa algo en el papel frente a ella, James se inclina para mirarlo. "Y esto no tiene que ver con usted. Bueno-- sí, claro, tiene todo que ver con usted pero no puede verlo todavía. He escrito 'nada de plantas' y 'algo emocionante' y le prometo, eso es todo. Su cabeza," explica, "parece como si fuese a reventar. Sentí prudente decirle lo que he escrito aquí ya que mi oficina acaba de ser limpiada."
James le da una mirada extraña. Es posible, si Lily no fuese tan intrínsicamente pelirroja, que creciera siendo así. Extrañamente atractiva. Se atora. "Bueno, claro, entonces quiere específicas."
"Desesperadamente," dice McGonagall. La nota seca en su tono no se esconde.
James se siente como una raíz con potencial: igual de talentoso, igual de útil, igual de coherente. "No había pensado en eso, sabe. No de verdad."
"Esta reunión es para prepararlo," explica McGonagall. "Hago lo posible para ser paciente con todos ustedes porque la gran mayoría no ha pensado en el tema, sabe, no de verdad."
"Es sólo que un año es de verdad mucho tiempo," murmura James.
"Hm," dice McGonagall. "Mucho tiempo que pasa bien rápido. Su futuro es algo que considerar, aunque sea duro para ustedes. Lamento ser la que entregue los horarios y los planes y la comprensión adulta, Sr. Potter, pero alguien tiene que hacerles saber que Hogwarts no es todo lo que hay."
"Bueno," responde James. "sabía eso." Bajo la mirada aterradora de McGonagall dice. "Sólo que no lo sabía", añade. "Sabe."
"Desafortunadamente no," dice McGonagall. "Pero quizás usted pueda iluminarme."
James se siente incómodo. "Es sólo-- sé que no es, no? Pero como que pensé que podía--- que podía hacer como si sí. Es duro pensar en el mundo de otra forma. Mis padres hablan de Hogwarts como si sus vidas hubiesen terminado ahí, sabe? Sigo pensando-- bueno, incluso si no dura para siempre, ha sido mi vida. Desde que cumplí once. Sé que no será para siempre, pero no puedo imaginar lo que pasará después." Sigue hablando y no puede hacer que su boca deje de moverse y es horrible y en pánico entierra la pluma en su muslo para callarse por favor.
"Hmmm", dice McGonagall.
"Sí," dice James.
"¿Qué NEWTs tiene para el próximo año?"
"Transformaciones, obviamente," James responde rápido, aliviado de estar en terreno menos filosófico. "Defensa. Ehh. Pociones. Encantos. Y, eh, Aritmancia."
"Y de esos, ¿cuáles puede ver siguiendo productivamente?"
"¿Eh?" dice James.
McGonagall suspira de nuevo. "Puedo ver," dice, "que lo está intentando. Todos. Pero Hogwarts es una escuela, Sr. Potter, y a menos que planee ser profesor-- lo que no sugiero por muchas razones, la primera es que no puedo imaginar considerarlo un colega-- no es una forma de vida." Hay un desdén amable en su cara sabia. James supone que le está ofreciendo algún tipo de consejo pero las diferencias entre ellos lo hacen difícil de distinguir.
"Entonces lo que dice es que," dice James, ayudándola.
"Lo que digo es que lo suficientemente pronto, Sr. Potter, va a tener que pensar solo. Si es muy bueno en muchas cosas, pero la pregunta aquí no es en qué es mejor sino que qué quiere pasar el resto de su vida perfeccionando? No se trata de talento, sino de elecciones. ¿Entiende o debo buscar otra forma de presentarle mi petición?"
"Me gusta Transformaciones," ametralla James. "Y soy bueno."
"Excelente," dice McGonagall. "Ahora, creo, que estamos llegando a alguna parte."
"Bueno, sabe," dice James, sintiéndose mejor por este éxito repentino. "Siempre he querido salvar el mundo."
"Sr. Potter," advierte McGonagall.
"¿Ni siquiera un poquito?" James la mira con sus Ojos Potter y algo extra de Encanto Potter. Es a prueba de tontos, no importa lo que Remus diga sobre lucir a punto de tener un ataque.
"No me convence, Sr. Potter," dice McGonagall. "Parece que le va a dar un ataque.”
"Esas son mis pestañas largas," protesta James. "Pestañeando para usted."
"Me dicen que salvar el mundo no da muy buena paga estos días." McGonagall se frota el puente de la nariz, detrás de sus lentes, y luego los pone en su lugar. "Y creo que no está hablando en serio."
"Si estoy," insiste James. "¿Y no cree que es bueno de mi parte? ¿Ofrecerle mis servicios al mundo?"
"¿Y cuáles," pregunta McGonagall "son esos?"
"Encanto," dice James muy seriamente, cálidamente. "Buena apariencia. Mi talento considerable para casi todo. Me gustaría mucho ser un superhéroe."
"¿Por qué no comienza por honrar sus poderes mentales y empezamos por ahí?" murmura McGonagall, pero está sonriendo.
"Creo que le gustaría verme en un traje de goma," dice James. Guiña.
McGonagall se tuerce involuntariamente y luego dice fuerte, "¿Ha considerado trabajar en el Ministerio?"
James entrecierra los ojos. "Es uno de esos trabajos que requieres usar traje." Se imagina a sí mismo, pelo salvaje, lentes más gruesos, capas de tweed, o algo en rayas, y una corbata, algo de panza, en unos años, en una oficina. Se niega. Se siente algo enfermo. Sacude la cabeza, enfático, lleno de no. "¿El Ministerio? ¿Le parezco un hombre de Ministerio a usted?"
"Bueno," intenta McGonagall, "tenemos también el siempre popular Rompe Maldiciones. Es como ser un superhéroe, supongo, aunque no presume entender los trabajos de la mente masculina cuando se llena tan persistentemente en primer año. La única diferencia es que, creo, en vez de pelear con súper villanos usted debe poner su mente y habilidades a prueba todos los días. Sin embargo, ese es un trabajo del Ministerio-- asi que, como ve, Sr. Potter, el Ministerio tiene varias opciones disponibles para distintos estilos de vida. Incluso," termina, "para un superhéroe."
"Wow." dice James. "Rompe Maldiciones. Hasta suena genial."
"Y no requiere ningún tipo de goma," añade McGonagall. "Aunque deberá empezar a prestar atención en Historia de la Magia."
"Bueno, estos son los sacrificios que un héroe tiene que hacer," dice James, intentando lucir noble. McGonagall se tuerce de nuevo. "¿Cree que me convenga, profesora? ¿A pesar de la falta de goma?"
Los ojos de McGonagall dicen, más claro que las palabras, que la única cosa que piensa que le conviene a James es una celda en una prisión. "Sólo el tiempo lo dirá, Sr. Potter, pero debería pensarlo."
"Bueno." James encoge los hombros. "Está bien." Está bien. Es genial, romper maldiciones, momias y todo eso, pero James tiene algo más en mente, y siempre lo ha tenido secretamente, incluso antes de ser doble de vuelos; y si tiene la oportunidad, entonces por Dios lo va a averiguar.
O quizás se sentará ahí, intentando hacer como que no está nervioso. Como sea.
"Bueno," dice McGonagall. Arregla sus papeles con ganas, sin duda, piensa James, tentándolo con sus secretos. Se miran el uno al otro por unos momentos. "Hay algo--" comienza McGonagall, cansada, pero James no puede contenerse.
"¿Cree que podría ser un Auror?" dice. Está demasiado emocionado para verse avergonzado después.
"¿Cree que pueda manejar arrestar al Sr. Black por robo?" pregunta McGonagall.
James sonríe. "Sólo el tiempo lo dirá."
"Bueno." McGonagall sonríe con una sonrisa delgada y toma más notas. "Está bien."
"¿Eso es todo?" James se inclina. "¿Nada de pruebas invasivas? ¿No me va a abrir la cabeza, mirar adentro, descubrir la grandeza dentro, nominarme como futuro amo del universo?"
"Le diré al público de su inclinación hacia los trajes de goma," dice McGonagall. "El siguiente!"
***
"¿Cómo es, entonces?" pregunta Peter cuando James sale a la luz del mediodía, pasando una mano por sus ojos borrosos.
"Imagina esto," dice James. "Estás sentado por media hora hablando sobre la vida con McGonagall."
"Pero eso es lo que es," susurra Peter.
"Claro," dice James. "Exactamente eso."
Peter considera esto por un momento y luego se pone blanco.
"Supongo que Sirius no va a querer entrar por mí--"
"Lo dudo," dice James secamente. "Todavía tiene que afeitarse, peinarse, robar algo de colonia y no creo que tenga el ramo de flores todavía."
"Ayuda!" chilla Peter.
***
"¿Qué dijo James?" es lo primero que Peter pregunta. McGonagall lo mira. Él está bien seguro de que McGonagall no lo quiere, y para decir la verdad a él tampoco le gusta mucho; ella no sólo da miedo sino que también es impaciente y rápida para retarlo, y cuando lo ve recibiendo ayuda de alguien más lo mira como si estuviese haciendo trampa --lo que no es cierto-- y como sea, él es pésimo en Transformaciones. Si sólo el Profesor Kettleburn estuviera dando las entrevistas, podría estar menos nervioso.
"Mi conversación con el Sr. Potter no tiene importancia para su futuro," dice McGonagall fríamente. "¿Puedo preguntarle si ha considerado alguna carrera para el futuro?"
Peter mira hacia un lado. "Eh," dice. "¿Es una pregunta capciosa?"
"No." McGonagall lo mira hacia abajo sobre su larga nariz de McGonagall a las profundidades de la puntiaguda alma de Peter. Imagina sus dedos atrapándolo, meneando sus pensamientos más secretos como jalea, y sacándolos de nuevo con extremo disgusto. Sr. Pettigrew, sus pensamientos más secretos han dejado mis uñas horribles. Se ríe. "¿Es gracioso, Sr. Pettigrew? ¿Cree que la realidad de su futuro es humorística?"
"No," dice Peter muy rápido. "No, creo que es muy serio." Hay veces en que tienes que contradecirte, piensa Peter, porque no hay tiempo para poder explicar, y a McGonagall entre todos, que encuentras divertido es la mirada de desagrado en su cara al manejar almas de muchachitos. Hasta suena mal en su cabeza. "Muy, muy serio," repite, "muy--"
"Muy serio, sí," dice McGonagall. "No es necesario que lo repita tanto. Sí se puede llegar a protestar demasiado."
"Ehh," dice Peter. "¿Bueno?"
"Supongo," continúa McGonagall, "que no ha pensado en alguna carrera."
"Mi papá pinta casas," dice Peter intentando ayudar. "Mi mamá es ama de casa."
"¿Y cuál de esas," dice McGonagall, "le gustaría a usted ser?"
"Bueno, no sé limpiar de verdad," dice Peter.
McGonagall lo mira como si fuese algo pegado en una hoja de papel. "Sr. Pettigrew, tengo aquí su horario para el próximo año, el que indica que sólo va a tomar dos clases de nivel NEWT. Eso le llevará a tener, por supuesto, el gran total de... tres NEWTs. ¿Puede verse involucrado en cualquiera de esos tres campos en el futuro?"
"Me gusta... Encantos," dice Peter alegremente. "No grandes pero... me gustan algunos encantos."
McGonagall presiona sus labios. Se ve, piensa Peter, como si acabase de manejar el alma de alguien dentro de su boca y descubierto que sabe a sopa. "Sus notas con el Profesor Flitwick son aceptables."
Bueno, es cierto, pero la mayoría de las notas de Peter son aceptables y todavía tiene que tener un trabajo. "¿Eh, sí?"
"Usualmente intentaríamos concentrarnos en el ramo que muestra frutos." Los ojos de McGonagall sobre sus lentes queman el cráneo de Peter. "Lo que tengo aquí es una lista de ramos en los que James Potter, Sirius Black y Remus Lupin muestran frutos, y un expediente con el grado de éxito en que ellos han transferido ese conocimiento hacia usted. ¿Tengo razón en esto, Sr. Pettigrew?"
"No soy un burro en Encantos," dice Peter. "y... me gusta..." Busca frenéticamente en su arsenal de Cosas Que Son Divertidas: ver Quidditch, dormir, bromear con los Merodeadores. Ninguna de ellas, probablemente, impediría que McGonagall devorara su alma. "Me gusta cocinar," dice finalmente. "Tostadas," añade después de un momento, siendo la honestidad la mejor política.
"Bueno," dice McGonagall. "Quizás pueda ser un entrepreneur."
"¿De verdad?" pregunta Peter. "¿Usted cree? ¿Qué se requiere para eso?"
"Oh, ciertamente, Sr. Pettigrew," le asegura McGonagall. "Puede tener un negocio basado en el fino arte de tostar."
"Ya entiendo," dice Peter. "Se está burlando."
"Excelente deducción, sí," murmura McGonagall. Aprieta tanto los labios que Peter piensa por un segundo que se le van a borrar de la cara. Tiene que significar algo. Peter nunca ha sido bueno para leer a la gente pero piensa, o sabe pero espera que no lo supiese, que McGonagall preferiría tener esta conversación con alguna clase de lino. Se siente como una clase de lino. No es James Potter o Sirius Black o Remus Lupin, y ¿qué más hay en el mundo? Lino. Feo, aburrido, gris, cálido lino.
Peter se entierra en su silla. "Podría cocinar para un restaurant," sugiere. "El Caldero Blanco promete y hacen un estofado excelente y los panes son muy, ehh, frescos."
McGonagall escribe algo en el papel frente a ella. "Tiene altas aspiraciones, Sr. Pettigrew. Es refrescante ver a un hombre joven determinado a conseguir sus límites más lejanos."
"De verdad no sé para qué soy bueno," dice Peter. "Eh. De verdad no creo que sea bueno para nada."
"Piense, Sr. Pettigrew," lo empuja McGonagall. "Piense."
Peter piensa. Cierra los ojos e intenta no sentirse como un poroto en la incómoda silla de McGonagall. Se distrae por un minuto recordando su Huelo-Algo-Horrible-Expresión, y casi se ríe de nuevo, pero logra detenerse. Se distrae de nuevo con el partido de Quidditch de las últimas semanas que fue, por supuesto, sorprendente, y Sirius y James estuvieron sorprendentes, y hasta Remus se emocionó. Wow, ese sí fue un buen partido. Abre su ojo izquierdo después de un rato, esperando que McGonagall se haya aburrido y haya decidido irse, o al menos que esa sensación quemante que siente cuando ella lo mira directo a los ojos haya desaparecido. No tiene tal suerte. "Tostadas," dice finalmente.
"Es bueno con las tostadas," suspira McGonagall. "Lo lamento tanto. Debe ser doloroso."
Peter considera decir, sólo sus ojos. No lo hace. "Eh," dice. "Bueno, buscaremos algo."
"Ciertamente," concuerda McGonagall.
Sus ojos me queman la cara. "Eh," dice Peter de nuevo. "Entonces. ¿Cuál es el plan?"
McGonagall se frota la sien con dos dedos. Cuando mira de nuevo hacia arriba, se ve algo más amable, aunque eso puede ser porque está mirando sobre la cabeza de Peter en vez de dentro de ella. "Sr. Pettigrew, creo que su mejor plan de acción es esforzarse mucho en tener sus propios recursos, más que en las habilidades de otros. Desarrolle habilidades que tenga, en vez de imitar las que no tiene. De verdad creo que tiene habilidad pero dudo que haya intentado ejercerla. El próximo año, me gustaría verlo tratar. ¿Me entiende?"
"Sí," dice Peter, dolorosamente aliviado. "Sí! Claro. Puedo. Bueno, terminamos! Debo--"
"En cuanto a sus clases," continúa McGonagall sin piedad, "Creo, ya que disfruta Encantos, que debería, como lo ha indicado, seguir ese campo en forma avanzada."
"Bueno. Está bien. ¿Y las tostadas?" dice Peter.
"Intente, Sr. Pettigrew," dice McGonagall, aún mirando reflexivamente el techo. Es difícil no darse vuelta y ver si hay hoyos en él. Peter se acomoda y se sienta en sus dedos. "Por favor: intente."
Voy a decir que sí porque le tengo miedo a usted. "Suena como un buen plan," dice Peter. Le muestra sus dos pulgares, muy entusiastamente, y casi se cae de la silla al intentar levantarse. Espera que su sonrisa no sea tan espantosa como se siente. "Me gusta este plan, Profesora McGonagall. Encantos entonces. No tostadas. Excepto los fines de semana con el desayuno porque eso no tiene nada que ver con carreras y mi futuro y sólo con desayuno los fines de semana. No sé de qué estoy hablando."
"Yo tampoco" dice McGonagall. "Buen día."
***
"¿Estás bien?" pregunta Remus. ¿Cómo se puede ver tan tranquilo, se pregunta Peter, tan calmado y no perturbado? Está a punto de ser alimento, vivo, para la bestia con cara de McGonagall y ¿trajo notas?
"Cuando te coma, probablemente comenzará con los pies," dice Peter temblorosamente. "Asi que tendrás tiempo para disculparte por el sabor mientras te traga."
"No creo que sea tan malo," dice Remus. No se ve muy seguro.
"El siguiente!" se escucha la voz de McGonagall. "Sr. Lupin! Deje de hablar con el Sr. Pettigrew sobre mis aterradoras expresiones o estará atrasado!!
"Creo que la puse de mal humor," dice Peter. "Lo siento mucho. Te extrañaré, amigo."
"Gracias," murmura Remus. Respira hondo, se recuerda que McGonagall generalmente es indiferente con él, y entra con ganas.
McGonagall está en su escritorio, con la cabeza en sus manos. Se ve como una mujer destrozada. Al sonido de Remus cerrando la puerta con cuidado tras él, mira arriba y levanta las cejas expectantemente.
"Eh," dice Remus, acercándose a la silla torpemente, y luego dudosamente. "¿Debería...?"
"Puede sentarse, Sr. Lupin, a menos que prefiera flotar nerviosamente."
"No, gracias, me sentaré," dice Remus y se sienta.
"Déjeme ver." McGonagall mira la hoja de papel frente a ella y luego mira a Remus, subiendo una ceja. "Su lista, presumo, tendrá Bibliotecario, Investigador y Profesor en ella, en ese orden. Y usted es, sí, el único con una lista. Felicidades."
Remus mira sus notas, se pone algo rojo, abre la boca y la vuelve a cerrar. "No es de verdad una lista," comienza, débilmente. "Sino, eh, unas notas--"
"Los pros y contras que ha escrito sin duda son suficientes para este propósito," dice McGonagall, quien está intentando muy duro no reírse o no llorar. "Debo decir, sin embargo, que el trabajo de bibliotecario requiere poca aplicación práctica de sus habilidades para hacerle justicia a usted."
"Me gustan las bibliotecas," dice Remus. No mira arriba. "había una cuarta, en vez de bibliotecario, la verdad; era 'historiador' porque me gustaba la idea pero no parecía ser fiscalmente productiva o estable, y de verdad, quién contrata historiadores en estos días, tiene más sentido ser profesor, y ser investigador tiene más que ver con historiador. Si quiere ver los pros y contras --bueno, no le diga a nadie que hice una lista?" Mira a McGonagall a los ojos finalmente, sintiéndose ridículamente pequeño. Ella tiene ese efecto en la gente. Se siente como si sus interiores se dieran vuelta bajo esa mirada. No es que piense que está enojada --es más que no sabe qué está pensando. Hay cosas peores que estar enojado. Por ejemplo: ser irrespetuoso, que sin duda él merece por ser el único muchacho en venir preparado. ¿Qué estaba pensando? Esto no es normal. Está en Sexto Año, es hombre, es Gryffindor, y ¿vino con una lista? "Debía traer galletas conmigo, también," murmura. "Eso hubiese sido amable, no cree?"
La sonrisa se cae.
Los órganos reproductivos de Remus corren por su vida.
"Eh," dice.
Y luego McGonagall hace algo absolutamente aterrador.
Tira la cabeza hacia atrás, hace un ruido gutural, y comienza a reírse.
"Gracias, Sr. Lupin" dice, controlándose finalmente. "Por ser el tan necesitado aire puro. Lo entretendría con las historias de entusiastas y frescos adolescentes que llegan a mí con sueños de la industria de las tostadas y una vida haciendo que los calcetines huelan mal porque es divertido y paga bien, pero no sólo es una falta a la privacidad sino que también es un tema muy banal para nosotros."
"Eh," dice Remus.
"Lo estoy adulando, Sr. Lupin," dice McGonagall. "Adulando, sí, y me pregunto por qué pasa sus días y noches con el Sr. Black, el Sr. Potter y el Sr. Tostada- Pettigrew. Pettigrew. Por favor, por favor, olvide que dije eso." Remus asiente, sin palabras. "Le estoy inmensamente agradecida por venir preparado." McGonagall se saca los lentes y se sacude, pestañeando. "No puedo comenzar a explicarle lo difícil que ha sido esta mañana. De verdad, hay poco que puedo añadir a la que sin duda es una investigación exhaustiva de sus profesiones a elección."
Remus siente, fuertemente, que debería meterse en el piso y desvanecerse. "Eh. ¿Gracias?"
"Veo que no está inscrito para la clase NEWTS de Historia de la Magia"
"Umm. Iba a tomarla pero después pensé en Astronomía, ya que, eh--"
"Una recomendación del Profesor Binns le servirá para cualquier institución investigadora aquí o en el continente, Sr. Lupin. Usted es uno de los pocos estudiantes que conoce por nombre, lo que es considerado una gran victoria. Aprovéchelo."
"Sí, Profesora."
McGonagall lo mira con cuidado. "De verdad, Sr. Lupin, puede dejar de mirarme como si fuera un pez. Me sorprende su inteligencia y claridad, sólo sugiero algunos cambios en su horario. Eso es todo. Sin embargo, sí espero," y su boca se tuerce, lo más cercano que Remus la ha visto sonreír de verdad, "que hubiese traído las galletas."
"Probablemente las hubiera comido en el camino, Profesora." Remus intenta sonreír. La sostiene como un soldado. Está muy orgulloso. "Es sólo-- ¿cree que podría tomar también Astronomía?"
"Sus amigos," dice McGonagall. "¿No?"
"También la toman, sí. Los-- los tres." Remus encuentra que sus uñas son fascinantes y pasa medio minuto mirándolas detenidamente. Hay un callo en el dedo del medio por escribir con pluma, una mancha de tinta sobre él y en el interior de su pulgar. El dedo índice izquierdo tiene la uña que suele morder cuando está nervioso. Quiero morderla ahora, mucho, aunque sabe que no hay mucho por lo que estar nervioso. Le llega la voz de su madre, a través del recuerdo. Si te muerdes las uñas frente a uno de tus profesores, lo sabré. Remus presiona su mano izquierda en su regazo con su mano derecha. Eso es mejor.
"Quizás," dice McGonagall, "y esta es una idea revolucionaria, lo sé, puede expandirse un poco. Trabajar sin sus amigos, ir a clases sin sus amigos, pasar tiempo sin sus amigos, con quizás otros amigos, ya que pronto la escuela va a terminar y se van a separar. Parece sabio comenzar a prepararse ahora para que todo sea más fácil, en el futuro."
Remus la mira horrorizado. "Pero," dice, "vamos--"
"Vamos, Sr. Lupin," dice McGonagall. "Esperaba más de usted."
"Pero no vamos a--"
"Sr. Lupin," dice McGonagall calmadamente. "Ponga su mente lógica e increíble a trabajar y llegue a una conclusión de que no sea guiada por alguna emoción profunda o cariño, sino que por el proceso racional del pensamiento, y dejará, le aseguro, de explotar tanto."
"Profesora," dice Remus, intentando ignorar la sirena que emite la maldita uña. "No creo-- creo que-- eh- O sea. No quiero ser impertinente, sólo-- Creo que es bueno para ellos, Profesora. Estar, eh. Con un Prefecto. No que-- o sea. Es bueno para todos."
McGonagall lo mira por un momento más largo y finalmente suspira y revisa los papeles frente a ella. "Sr. Lupin, hay tanto que sólo usted --o quien sea-- puede hacer."
"Lo sé," admite Remus. "No me importa, mucho."
"Le recomiendo que deje Astronomía," dice McGonagall. Se ve segura. "No tiene aplicación para ninguna de sus opciones y es un ramo que maneja bastante bien desde hace mucho. No tiene propósito que lo siga en un nivel Avanzado, más que el que hemos discutido."
"Gracias, Profesora," dice Remus suavemente.
"Más que eso, creo que no tengo más que añadir. Puede retirarse, Sr. Lupin."
"Gracias," repite Remus, levantándose y estirando su capa. "Lamento lo de las galletas."
"La próxima vez," dice McGonagall. "Oh-- ¿Sr. Lupin?"
"¿Profesora?"
"¿Puedo sugerirle que suba 'Profesor' algunos lugares en su lista?" Le está dando una mirada completamente ilegible de nuevo. Remus se siente incómodo. "Ya que creo que la va a guardar para la posteridad y siento que al final puede que quiera darle más consideración a ese camino."
"Eh," dice Remus. "Está bien. Profesora. ¿Antes de bibliotecario, cree?"
El labio de McGonagall se tuerce. Asiente, solemnemente, pero sólo una vez, como si no pudiese mantener la cabeza en una posición por mucho rato. "Creo que eso sería lo más sabio," confirma. "Más sabio y benéfico, sin duda."
***
"Entonces." Sirius está apoyado contra la pared, caderas afuera, cuerpo relajado, pelo cuidadosamente peinado sobre un ojo, y oliendo, Remus está seguro, a lavanda. "¿Cómo está? ¿Está en forma? ¿Está lista? ¿Está con ganas?"
"Creo que Peter la atormentó hablando de tostadas," Remus suspira, hablando lentamente. "No pondría a prueba sus límites hoy, Sirius, creo que está algo-- ehh-- fatigada."
"Estoy bastante fatigada," dice McGonagall desde su oficina. "Pero no estoy sorda."
Remus se avergüenza. Sirius resplandece. "Oh, mi amor," grita. "He llegado."
"De verdad no creo," comienza Remus.
"Gracias," Sirius lo silencia con una mano. "Tengo una bella dama cuya bella mano debo comenzar a esclavizar con todo mi amor."
"Sirius," pregunta Remus, "¿tomaste la colonia de Peter?"
"Eres cruel," dice Sirius, antes de desaparecer en la oficina.
***
"Finalmente," dice Sirius dramáticamente, cerrando la puerta y registrando vagamente el grito ahogado de Remus. "Estamos solos. No podemos seguir viéndonos así, Profesora. La gente hablará."
"Buenas tardes, Sr. Black," dice McGonagall finalmente. "Supongo que esto no podía ser pospuesto para siempre."
Sirius se acerca de cadera a la silla, lanzando una larga pierna sobre el brazo de la silla, y le sonríe seductoramente. "Nuestro encuentro ha sido inevitable desde el comienzo del tiempo, Profesora. Así es la naturaleza del amor."
"Sin duda," murmura McGonagall.
"Habría traído flores," continúa Sirius, "pero pensé que lo que tenemos es mejor que lo que indican esas trivialidades. Y se me olvidó."
"Sr. Black, su murmullo loco nunca cesa de encantar y fascinar. ¿Podemos discutir su futuro profesional? ¿Cualquiera que sea?"
"Siempre negocios," dice Sirius lamentablemente. "Muy bien. Puede negar sus sentimientos todo lo que quiera, Profesora, pero un día sus pasiones romperán esa coraza de intelecto en la que se esconde."
"Sabe, Sr. Black," dice McGonagall, "si no fuese mi estudiante y como tal con muy poca credibilidad e intimidación, temería por mi vida, ya que está obviamente perturbado."
Sirius tira su pierna sobre el brazo de la silla. "Como habla," suspira, "muestra volúmenes de pasión contenida. Me quemo porque nuestro amor debe estar tan no consumado, pero nuestros deseos son tan grandes."
"Esas son bellas palabras," admite McGonagall. "¿Ha estado estudiando?"
"Cada segundo que no estoy ayudando a esas pesadillas, los Slytherins de primero, en el modo que usted me instruyó, tantas lunas atrás." Sirius presiona una mano contra su pecho. "Ah! Tranquilízate,
corazón mío, en este momento final de seducción-- pronto tendrás tu hogar, seguro en el seno de tu amor--"
"Sr. Black," lo interrumpe McGonagall, "le permitiré continuar mientras se mantenga en los límites de la propiedad, pero una vez que se pase de la raya y hable de mi seno, el seno de alguien más, cualquier seno, me temo que debo traerlo de vuelta al tema."
"¿Eso es lo que le gusta?" pregunta Sirius. Mueve las pestañas peligrosamente en su dirección, esperando que el sentido no se pierda. "¿Eso es lo que hincha a su ardilla?"
"Preferiría, Sr. Black," insiste McGonagall, "que dejara a mi ardilla fuera de esta indecencia."
"Le gusta," respira Sirius. "Quiere ser indecente. Aborrece su propia inocencia, su ardilla. Oh, Profesora, cómo me tormenta con sus dulces promesas y su indiferencia."
"Sr. Black, de verdad debo insistir que--" se distrae, pestañea y huele el aire, frunciendo el ceño. "Es-- ¿huele algo raro?"
"Quizás es el olor de mi destino," sugiere Sirius, inclinándose hacia adelante y batiendo las cejas sugestivamente.
"Yo hubiese dicho 'lavanda podrida'," dice McGonagall.
Sirius se encoge de hombros. "Una rosa con otro nombre olería a loción de afeitar barata."
"¿Ha tenido un sólo pensamiento relacionado con cómo quiere pasar el resto de su vida?"
"Docenas," dice Sirius en un tono melancólico. "Me gustaría bañarla con joyas, adularla con capas, enseñarle a sus incompetentes alumnos de primero, llevarla en vacaciones opulentas a Timbuktú y Lituania. Me gustaría pasar una vida adorándola de lejos, de cerca, del medio. Le escribiría odas que pasarán a través de las generaciones. Oh," añade, "y me gustaría ser Rompe-maldiciones."
McGonagall no se pierde nada, pero toma algunas notas. "¿Es Rompe-maldiciones una carrera que viene antes o después de bañarme de joyas, adularme con capas, enseñarle a mis muy incompetentes alumnos de primero y llevarme en vacaciones opulentas a Timbuktú y Lituania? Y no olvidemos la adoración por todos los ángulos y radios."
"Lo más importante," concuerda Sirius. "Piense en todos los ángulos."
"Llegaré cuando menos lo espere," añade McGonagall, "y me llevaré su copia movible del Kama Sutra."
"Piense en mi cuando mire sus páginas en su camisola de seda." Sirius sonríe. "Así, estaremos a mano."
"Sólo puedo imaginar su camisola de seda."
"No tiene razón," lamenta Sirius, "ya que duermo desnudo."
"Qué sorprendente."
"He recibido miradas de apreciación mezcladas con celos intensos por parte de mis compañeros," añade Sirius. "Si quiere testimonios mi buen amigo el Sr. Lupin ha admirado mi trasero y, oh, ese tipo Potter, pasa sus días y noche hablando de las virtudes de ambas mejillas."
"¿Separadamente," pregunta McGonagall, "o juntas?"
"Ambas!" contesta Sirius alegremente. "Páginas y páginas, ha escrito."
"Eso explica sus notas en Historia de la Magia. ¿Rompe-Maldiciones, decía?"
"O esclavo del amor" dice Sirius. "O ambos!"
"¿Por qué, si puedo saber, le gustaría ser Rompe-Maldiciones? Siento que ya he escuchado sus motivaciones para... lo otro."
"La paga," dice Sirius solemnemente.
McGonagall levanta las cejas. "De verdad, Sr. Black, nunca hubiese pensado que fuera tan mercenario."
"No puede esperar que mantengamos a los niños con lo que recibe un profesor," dice Sirius. "Y no quisiera que le faltara nada que su corazón desee. Si debo ser mercenario para darle un estilo de vida cómodo, que sea así." Se da vuelta un poco en su silla y le ofrece una sonrisa encantadora. "De verdad, tiene todo lo que puede querer en una carrera. Aventura. Romance. Variedad. Lugares exóticos. Ciertamente imagino que sería difícil para usted, en casa, apretando sus manos, constantemente imaginándome siendo destrozado por momias o devorado por serpientes gigantes--"
"Terrible," murmura McGonagall.
"-- pero creo que el amor que compartimos debe sobreponerse a cualquier obstáculo. Honestamente, Profesora, es la única cosa que podría hacer. ¿Me puede imaginar haciendo otra cosa? Además," añade, inclinándose sobre la mesa y mirándola fijamente entre sus pestañas, "de lo obvio."
"Lo que, en su mundo, parece incluir ardillas." McGonagall golpea su pluma en la tinta. "Creo que Rompe-Maldiciones es, sorprendentemente, correcto para sus habilidades. Pensamiento rápido. Improvisación. Inclinación a salir de problemas aunque la evidencia indica que esta vez su trasero terminará en el fuego. Creo que ha elegido fantásticamente. Sin mencionar que lo llevará muy lejos de Inglaterra."
"Es una glotona del castigo, querida." Sirius pone una mano en su frente. "Debí haber sabido que usted desearía que nuestra historia fuera trágica, llena de problemas y tribulaciones. Además, pensé en esto anoche, mientras uno de los niños a los que les enseñaba Transformaciones me mordía la oreja. Pesé las opciones y aunque Auror suena tentador pensé en las pirámides y en Egipto en general y eso sería genial, y al final eso balanceó la pesa. Además, momias. Uno no se niega a las momias."
"Su razonamiento es un buen mecanismo," dice McGonagall. "Siento que es desafortunado que estoy comenzando a entenderlo."
"Es sólo cosa de tiempo, mi dulce rollo de azúcar," Sirius se desmaya. "Pronto, no podrá resistir la verdad, la que nos junta constantemente, más y más cerca, como dos opuestos, por siempre atraídos."
"Usted está loco," dice McGonagall "pero sería un buen Rompe-Maldiciones. Le digo eso."
"Siento su cariño," susurra Sirius. "Arranque conmigo. Veremos las pirámides juntos."
McGonagall se inclina sobre su escritorio, dejando a un lado su pluma, con una mirada intensa en los ojos. Sirius no se inmuta, aunque internamente se pregunta qué, exactamente, ha hecho. ¿El amor de su vida, naturalmente, McGoogles, finalmente admitiendo perder? ¿Finalmente, dejando que su encanto la convierta en una McGoogles en forma de rollo de azúcar? ¿Finalmente, entregándose a lo que sólo puede definirse como natural? Es algo sobrecogedor. Ella le dice con un dedo que se acerque, lo que él hace, nadando en su triunfo. "Sirius," dice ella, bajo y profundo.
"¿Mmm?" murmura él. "Dígame, dígame, dígame."
"Nuestro tiempo," le dice McGonagall, "se ha acabado. Hemos sido productivos, ¿no cree?"
Sirius gruñe enormemente y colapsa en su silla. "Cruel, sin corazón-- mi corazón está más roto que siempre."
"Nunca lo hubiese pensando posible," dice McGonagall sin expresión. "Buen día, Sr. Black."
Sirius la mira fijamente con todo el dolor y la agonía que puede, lo que es harto. "La Belle Dame Sans Merci, no? Muy bien, Profesora." Salta de su silla y le da una última mirada llena de fuego. "Me hubiese encantado ver la esfinge con usted, mi temerosa Afrodita. Pero no puede negar sus sentimientos para siempre y yo soy un hombre de paciencia infinita."
"Haré lo que pueda," dice McGonagall. "El siguiente!"
***
Cuando Lily Evans entra después de golpear amablemente la puerta, Minerva McGonagall está casi al final de la cuerda. La luz al final del túnel, por supuesto, que mañana trae consigo a muchas más mujeres y a menos muchachos de Gryffindor. El túnel ha sido, sin embargo, muy largo y con viento y lleno de muchachos de Gryffindor. "Ah," dice, visiblemente relajada. "Srta. Evans. Un placer."
"Puedo ir tras Sirius y hechizarlo." dice Lily. "si usted quiere. ¿Me puedo sentar?"
"Sí, por favor." McGonagall le hace un gesto con una mano para que se siente frente a ella.
"¿Qué hizo?" La nariz de Lily se arruga. "Creo que él es el peor."
"No puedo discutir los procedimientos de las entrevistas con otros estudiantes," murmura McGonagall. "Sin embargo, creo que me ha propuesto múltiples veces, y como usted sabe, es muy persistente con sus proposiciones."
"Lo saca de Potter," dice Lily y le da a McGonagall una mirada críptica.
"Mis condolencias," dice McGonagall secamente.
Lily se encoge de hombro, sólo uno. "No creo que sea su culpa. Es como un cachorro que no puede dejar que romper la alfombra. Sólo necesita una buena patada de alguien que tenga paciencia para dársela."
"Sin duda," dice McGonagall. Se arregla el pelo hacia atrás. "Aunque no puedo pensar cómo encontrará a ese santo."
"Supongo que lo ordenará por correo." Lily sonríe.
McGonagall deja salir una risotada también. "Ja! No me sorprendería nada. Señorita Evans, ¿sin duda ha considerado el material que le entregué el miércoles pasado?"
"Sí, Profesora. Gracias. Creo-- creo que de verdad me gustaría trabajar en Curaciones." Lily golpea sus dedos en su regazo. "Eso es, parece que es lo mejor para mí."
"Entiendo." McGonagall asiente. "¿Y por qué piensa eso?"
"Bueno, lo disfruto," contesta Lily. "Y tengo las mejores notas en los NEWT que se sugieren para esa carrera. Y no es como si quisiera hacer algo estúpido basado en emocionante sin siquiera pensar en ello primero, como los muchachos de Gryffindor y sus Rompe-Maldiciones y sus Aurors y sus Quidditch. Usted sabe."
"Demasiado bien," dice McGonagall. "Sin duda."
"Asi que lo pensé bien," continúa Lily, "y honestamente Curaciones parece ser lo correcto."
McGonagall recuerda de nuevo las grandes diferencias entre los adolescentes, chicos y chicas. Es, piensa, como lidiar con dos especies diferentes. "Es una muy buena idea, Srta. Evans," dice. "Una de las decisiones más refrescantes que he escuchado toda la semana."
"Oh, qué bueno." dice Lily. "¿James es un Auror o un Quidditch?"
"¿Disculpe?"
"Ya sabe," explica Lily, "es, como tirar la moneda, pensé, entre las dos. Infantil como para pasar la vida arriba de una escoba como un idiota de trece años, pero seguro como para querer ser un héroe."
"Superhéroe," murmura McGonagall, "en realidad."
"¿Le habló sobre el traje de goma?" pregunta Lily.
"Extensivamente," dice McGonagall y se sorprende.
Lily sacude la cabeza con lástima. "Hombres"
"No tiene idea," concuerda McGonagall.
"Una vez me dijo que quería 'pelear con cosas'" añade Lily. "Como carrera."
"Me sorprende que su relación no durara más." Una sonrisa aparece en la boca de McGonagall. "Si puedo preguntar, Señorita Evans, ¿qué estaba pensando?"
Lily pestañea, mira sus manos, y mira a McGonagall, luciendo incómoda por primera vez. "Yo-- no sé, de verdad. Es que lo intentaba tanto. Aprendió a Yeats. Y no es tan malo, sabe, cuando no intenta impresionar a Sirius Black." Arruga la nariz. "Lo que siempre hace."
"Ah, sí." dice McGonagall mirando el techo. "Pero la compañía constante del Sr. Black puede llevar a cualquiera a la locura."
"Al que no entiendo es a Remus." Lily suspira y sacude la cabeza. "O sea, ¿por qué lo hace? ¿Cómo lo soporta? Es un misterio."
"Creo que es seguro decir que el Sr. Lupin es un misterio para todos," dice McGonagall.
"Lo besé una vez," confiesa Lily, bajando la voz. "Fue el muérdago, claro, y lo hice porque James--Potter-- estaba siendo incorregible, pero, sabe, fue bien agradable."
McGonagall pone su cara de esto no es apropiado, Srta. Evans pero su sonrisa sólo se expande y sus ojos la miran con alegría. "¿Supongo que la rabia del Sr. Potter fue infinita?" pregunta.
"Pensé que los ojos se le iban a salir." Lily sonríe, siempre contenta de recordar ese día.
"Pobre Sr. Lupin," suspira McGonagall.
"Pareció disfrutarlo." Lily sacude la cabeza. "Son tan-- son tan-- no son del mismo planeta!"
"¿El Sr. Black y el Sr. Potter son aliens? Bueno, Srta. Evans, eso explica muchas cosas." La sonrisa pequeña y danzarina de McGonagall es maléfica. "Siempre sospeché--- pero la confirmación es mucho mejor."
"Y justo cuando piensa que son tolerables," murmura Lily. "No son los hombres el problema, ¿no? Son los muchachos."
"Una excelente distinción," contesta McGonagall. "Sin embargo, debo informarle que los hombres son problemáticos la mayoría del tiempo."
"Maldición," dice Lily, luego se ve avergonzada. "Eh. Lo siento."
McGonagall, sin embargo, parece demasiado perdida en sus pensamiento como para haberla notado. "Y la distinción también es menos clara de lo que uno esperaría."
"No en Hogwarts," dice Lily definitivamente.
McGonagall sacude la cabeza y mira a Lily con su usual severidad. "Hogwarts no es todo, como se supone que enfatiza esta reunión. Muchas gracias por su claridad, Srta. Evans; no puedo decirle cuánto lo aprecio. Su horario, naturalmente, ya está listo."
"Ciertamente, Profesora." Lily se levanta, arreglando su falda. "Eh-- ¿puedo hechizar a Sirius Black por usted antes de la cena, entonces?"
"Odiaría tener que quitarle puntos a mi propia casa," dice McGonagall distantemente.
"Seré discreta," promete Lily.
"No sé de qué está hablando, ya que nunca tuvimos esta conversación," dice McGonagall y se ocupa arreglando los papeles en su mesa. "Buen día, Srta. Evans."
"Buen día, Profesora."
"Oh-- ¿Srta. Evans? Té como siempre este miércoles."
Lily asiente, una sonrisa aparece en su cara, y pasa un mechón de pelo detrás de su oreja. "Por supuesto."
"Buen bien." McGonagall la mira fijamente. "Cuento con su discreción, sabe."
"No la defraudaré," dice Lily, y se va a administrar justicia.
***
***
El final del primer año, cuando Remus dejó salir que se estaba sintiendo levemente nostálgico sobre volver a casa, la respuesta fue grande y poderosa. Le enseñó algo valioso: ningún chico en la historia del universo está permitido a reconocer nostalgia, y especialmente no cuando la escuela está envuelta, o es expulsado para siempre de la muchachez y sus privilegios. Fue bueno aprenderlo tan rápidamente. Armado con este conocimiento ha logrado evitar cometer el mismo error de nuevo y afortunadamente, nadie ha mencionado el incidente desde entonces. Tiene buenos amigos, amables y generosos y comprensivos en sus propias maneras. Incluso si Sirius todavía lo mira moviendo la ceja izquierda de vez en cuando, y modula las palabras niña niña niña, eres una niña, Remus prefiere pensar que sus amigos le perdonan sus faltas.
Tienen que hacerlo. Si no, ¿quién dirá que él perdonará las de ellos?
Al final de cada año, Remus aún se siente levemente nostálgico sobre volver a casa. Ya no lo menciona. Su estómago se retuerce mientras escucha los planes de James y Sirius, mientras escucha a Peter hablar sobre los esterilizadores nuevos de su mamá, mientras ve el campo pasar a través del ritmo del tren. Piensa en su habitación y en sus libros y en los largos tres meses, y reza por algún milagro que lo dejen ir a Devonshire, y tiene tres barras de chocolate para cuando llegan a la Plataforma 9 3/4, asi que está algo verde en la mejilla cuando la mamá de Peter se lo lleva lejos de sus amigos llenos de gérmenes.
James dice, sabiamente, "Esa mujer está loca."
"Va más allá de la locura," concuerda Sirius, viendo a la Sra. Pettigrew tirarle un montón de hechizos a la cara colorada de su hijo. "Imagínate si supiera que cada luna llena su pequeño osito pasa todo su tiempo libre sobre un tarro de basura."
"Tendría que matarlo."
"Probablemente. Oye, Prongs, ¿es esa tu mamá?" James se da vuelta, sonrisa en la cara, y Sirius saluda algo tímido. Remus se da vuelta también, para ver que sí es la mamá de James: una mujer pequeña con una nariz seria y cabello gris rebelde, sonriendo alegremente y saludando con entusiasmo. James se dirige a ella --su papá ha aparecido ahora también, luciendo algo desorientado entre la gente y muy alto-- y es rodeada con un enorme abrazo, aunque su cabeza le llega sólo al pecho.
"Erk," dice James. "Está bien, mamá."
"¿Cómo está mi amor?" grita la mamá de James. Le desordena el cabello y le arregla el cuello de la camisa mientras James se queja e intenta liberarse. "¿Y cómo están ustedes, muchachos? ¿Fue un buen año? Por dios, Sirius, tu pelo! Pareces un artista de la calle! ¿Tus profesores te dejan entrar a clases con ese aro? Es maravilloso verlos a todos! Remus, querido, ¿vas a venir a vernos en el verano?"
"Me gustaría intentarlo, gracias, Sra. Potter," dice Remus honestamente. Sirius le pisa un pie y, cuando Remus lo mira, le da una mirada inocentemente lastimada.
"Deberíamos darles tiempo," se inclina sobre el oído de Remus a susurrar. "Ya sabes, dejar que la familia se salude antes de darles lo que de verdad quieren."
"¿Qué es eso?" Remus levanta una ceja.
"Yo, por supuesto," contesta Sirius. Toma a Remus de la muñeca y lo tira detrás de un pilar, tras su sombra, y baja sus maletas. "Pobre familia, no pueden tener suficiente de mí, me extrañan todo el año, eso me han dicho, pero no podemos decirle a James; se pondría celoso. ¿Dónde está tu papá y tu mamá?"
"El auto se debe haber averiado en el camino." Remus cuenta sus maletas por tercera vez desde que bajaron del tren. Dos, y aguantando bien a pesar de las rajaduras. "Siempre salen temprano en caso de que eso ocurra. Deben llegar luego."
"¿No es algo conmovedor?" Sirius apunta al otro lado de la estación, con el codo descansando en el mármol tras él. "Mamá y Papá Snivellus, vienen a llevar a su precioso rollo de olor a casa para el verano. ¿No se ve feliz? ¿Dónde está la cámara cuando la necesitas, ah? Es un momento familiar de verdad."
"Se ve miserable," dice Remus. "No es divertido."
Sirius pausa para considerar. "Sí," decide finalmente, "sí, de verdad, creo que sí es divertido."
Remus se encoge de hombros. "Tres meses sin él," aclara. "Me dicen que la ausencia agranda el corazón."
"Escucha," dice Sirius abruptamente, dándole a Remus una mirada que lo hace dudar, "¿vas a venir en el verano o no?"
"Mira," dice Remus. Sabe que no tiene sentido pero lo dice igual. "No-- no te puedo prometer nada. Le preguntaré a mis padres."
"¿Si?" pregunta Sirius escépticamente.
Remus suspira, cruza los brazos, los descruza y finalmente se sienta en una de sus maletas, mirando a la multitud. "No sé, ¿ya? Lo haré si tienen tiempo y no les molesta."
Sirius suspira. Remus no tiene que mirarlo para saber lo que está haciendo: jugando con sus mangas. Siempre juega con sus mangas cuando se siente molesto o harto, y Remus está bien seguro de que lo está haciendo ahora. "No preguntes si no quieres. Sólo--- siempre dices que lo harás y no lo haces. Peter ha venido tres veces. Tu ni siquiera has visto la casa."
"Gracias," murmura Remus, "muchas gracias por restregármelo en la cara." Se pasa una mano sobre su cara. "Lo intentaré. De nuevo."
"Bueno," dice Sirius oscuramente. "No tengo más opción que creerte. No me hagas ir a ensuciar tu alfombra de nuevo, porque lo haré si tengo pero creo que a tu papá le gustaría que no fuera. Mira, podemos ir a buscarte en la moto, no gastarás ni un Knut."
"Ese no es el único problema," explica Remus. Sabe que está intentando ser paciente, y sabe lo mucho que Sirius lo odia. es como estar atrapado entre una roca y Sirius, quien es muy muy imposible cuando está en su camino. relativamente alegre la mayoría del tiempo pero un loco cuando se refiere al arte de amurrarse. "Mamá se molesta, sobre la logística, y si le digo que voy a andar con James en una moto voladora manejada por un adolescente-- y sí, Sirius, sé que eres digno de confianza, pero piensa por un minuto cómo suena-- se descolocaría la mandíbula para gritar mejor-- y ahora, no le voy a mentir, no miento, no puedo." Remus hace una pausa, lamiéndose los labios nerviosamente. "Ella sabe," añade. "Sabe todo. Es como si pudiera ver a través de mi oreja hacia mi cerebro y he intentado mentir antes, una vez, pero me miró raro y de alguna forma sabía."
"Eso es porque no sabes mentir," dice Sirius.
"No, la verdad," contesta Remus, voz seca, "sí sé."
El silencio que sigue es incómodo. Remus se atreve a levantar la vista, hacia la cara de Sirius, algo peligrosa. Tose en su palma.
"Lo siento," dice. "De verdad. De verdad."
"Si lo lamentaras tanto, vendrías," murmura Sirius. Remus casi puede verlo venir, el arco de la ceja y la forma de los labios. Niña, niña, niña, eres una niña. Se prepara. "Bueno," Sirius dice en su lugar, arrodillándose, "intentar hablar contigo es como golpear mi cabeza contra las rocas."
"¿Has estado haciendo eso últimamente?" arriesga decir Remus.
"Se siente así," suspira Sirius.
"Podrías parar," Remus sugiere.
"Eso ha sido--" Sirius tose y se saca de la cara un mechón de pelo, y mira nerviosamente de un lado a otro, "--sorprendentemente difícil. Lo he intentado."
"Bueno," dice Remus, "ándate entonces. Encuentra algún lugar donde no haya rocas contra las que golpear tu pobre cabeza."
Sirius le da una mirada extraña y suave.
"Oye, Sirius!" llega la voz de James. "Ya nos vamos!"
"Sí!" grita Sirius, levantando la barbilla. "Anda tu, ya voy-- Moony," su voz toma una urgencia particular, "hay rocas en todas partes. Ya discutimos esto, ¿recuerdas?"
"No estábamos hablando de su ubicación," le recuerda Remus, "estábamos hablando de su libre albedrío, o de la falta de libre albedrío. Me sorprende que recuerdes eso."
"Lo recuerdo."
Algo molesta en la mente de Remus. Mira a Sirius, quién está de rodillas, con una mano en la maleta de Remus y pelo en los ojos, y dice, "¿no estamos hablando de las rocas, verdad?"
"Ehh," comienza Sirius. Pone su mano tentativamente sobre la quijada de Remus, con dos dedos descansando sobre la oreja de Remus, y Remus se pregunta si quizás esta es otra de las Dinámicas del Club de los Chicos que tardará un millón de años en entender, y si no lo es, ¿qué más puede ser? Hay pocas posibilidades en su archivo mental, las que revisa con velocidad espacial. Uno, Sirius está enfermo y muriendo y este es su decisión impropia para explicar todo aquí y ahora. Dos, Sirius ha decidido que ya no quiere que lo molesten con la gramática todos los días y todos han decidido dejar que Remus se vaya. Tres, Remus está dormido en el tren y en cualquier momento Sirius lo va a despertar al poner algo helado y mojado en su camisa, y luego el verano será oficialmente inaugurado.
"¿Estás muriendo?" pregunta Remus.
"No," dice Sirius. "¿Qué?"
"¿Me odias?"
"¿Qué? No! ¿De qué estás hablando?"
Remus respira profundo. "¿Vas a poner algo helado y mojado en mi camisa?" Es su opción favorita entre las tres, porque eso, también, va a pasar. Sirius sólo lo mira.
"Nada bajo la manga," dice finalmente. Ha perdido su mirada rara y pensativa y en su lugar hay determinación preocupante. Remus conoce esa mirada. Intenta ser seria pero está llena de impetuosidad y capricho. Es la mirada que significa que Sirius ha decidido tomar algo que quiere, habiendo pensado en tomarlo mucho más que en las consecuencias de tomarlo. "No, mira, sólo déjame hablar."
"Lo siento, no me había dado cuenta de que había interrumpido."
"Moony," dice Sirius. Las mejillas se le han puesto coloradas. "Das unos muy pero muy excelentes masajes de cabeza."
"Oh," dice Remus. "Bueno. ¿Gracias?"
Sirius se pone de un color raro. Remus piensa en las posibles causas: el sol, alergia, gas. Lo que sea para no pensar en la mano izquierda de Sirius, que está en su cara, y en la mano derecha de Sirius, que está en su pierna. No está acostumbrado a que lo toquen con propósito. A veces Sirius le desordena el pelo o James le da un buen Golpe En El Hombro o Peter intenta arrojársele encima para escapar de un buen Golpe En El Hombro y no apunta bien y aterriza sobre él y Remus tiene que ir a la enfermería. Nada de eso es ser tocado con propósito. Besar a Lily fue ser tocado con propósito pero hasta eso fue como en broma, y ahora está pensando en besar, y ¿es por eso que Sirius se ha lamido los labios doce veces en los últimos treinta segundos?
"Oh," dice Remus de repente. "Entiendo. Soy rocas."
Sirius hace un sonido que es como risa y como gruñido y luego presiona sus labios contra los de Remus sin advertencia. O con la gran advertencia que Remus sólo ahora puede decodificar.
No se ha afeitado y sus manos sudan y hay dientes ahí y es para nada como besar a Lily excepto que los besos, según ha aprendido Remus, son mojados, nerviosos, atractivos, aterradores. Hace un sonido. Sirius se aleja.
"Nunca mencionemos esto otra vez," Sirius decide en voz alta, levantándose como si lo hubiesen electrocutado. "¿Ya?"
"Ehh," dice Remus. Su boca está, ridículamente, mojada. Mojada! Se lame los labios y luego se pregunta qué saliva es la que está lamiendo y dice, de nuevo, con más frenesí, "Ehh." Está bien! Es como ser lamido por Padfoot. Eso es todo.
Pero con propósito.
"Creo que estoy de acuerdo," dice con cuidado.
"Claro!" dice Sirius, algo chillón, poniendo su mochila sobre su hombro y viendo a cualquier cosa menos a Remus. "Bueno, que tengas un buen verano!" Se dirige a la salida.
"No tengo idea," dice Remus, "de lo que acaba de pasar."
Desafortunadamente, está mintiendo.