Siendo adolescente me preguntaba una y otra vez qué sería más duro... si el amor no correspondido, o el que te abandona. Años después creo tener la respuesta. La conclusión, nada teórica, toda práctica... es que el más doloroso es el que no olvidamos, independientemente de su naturaleza. Incluso cuando el que abandonó fue uno mismo.
Y aunque sigo sintiendo el frío petrificante del miedo, aunque mis labios siguen agrietados por el paso del invierno, y mi boca conserva el sabor de los postres amargos, sé que a cada paso que doy voy perfeccionándome, a sabiendas de que siempre seré imperfecta.