Me acuerdo de tu abrigo verde de botones enormes y me digo que no volvería a retenerte en aquel portal ni una noche más. Pero luego me acuerdo de tu cara de sueño por las mañanas y de cómo me decías - mientras tratabas de no reírte para que tu enfado simulado sonara convincente - que sólo yo tenía la culpa de aquello, y decido que valió la pena
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