Autor:
soubi_tatsumiClaim: USA (Alfred F. Jones) / UK (Arthur Kirkland)
Advertencias: Ninguna.
Rating: G
Resumen: "-Guantes -dijo distraídamente Alfred, que había mirado como Arthur intentaba calentarse las manos sin éxito."
Notas: Mai gosh, el primer post, de mi primera tabla. Espero estar haciendo todo correctamente.
Manos.
La fría brisa se intensificaba conforme iban avanzando. El descenso de las hojas rojas y amarillas daban un aire nostálgico a la escena, Arthur las contemplaba caer delicadamente, movidas por el viento. Siguieron caminando por un rato, casi sin hablar, solo intercambiando algunas frases ofensivas. Al fin llegaron a su destino: un banquillo situado bajo el árbol más grande del parque. Arthur tomó asiento inmediatamente, pero Alfred se mantuvo de pie un momento, contemplaba asombrado el espectáculo que el follaje del árbol le ofrecía, rojizo casi en su totalidad en esta época del año.
-¡Cómo es que nunca vinimos antes aquí!, este árbol es increíble- comentó entusiasmado el joven de ojos azules mientras tomaba asiento a unos centímetros del inglés.
-No pretendía traerte, me gusta venir solo aquí -fue la respuesta seca de Arthur, quien se acomodaba la bufanda con una mueca de desagrado -después de todo, tú solo me seguiste, eres tan malditamente egoísta.
-Bah, yo sé que querías que viniera ¡no puedes vivir sin mi! Soy un héroe ¡los héroes son queridos por el resto!
Arthur solo le dirigió una mirada asesina, luego intentó ignorar el absurdo comentario de su interlocutor. Nuevamente se distrajo mirando las bellas hojas rojizas caer, le gustaba ese lugar en otoño, de algún modo sentía que el árbol lo abrazaba mientras perdía su follaje lentamente, mecido por el viento. Una brisa helada hizo que su cuerpo se estremeciera. Levantó sus manos, otra vez estaban frías. Eso era lo único que le molestaba del otoño, sus manos se enfriaban con facilidad, llegando ponerse un tono extraño.
-Guantes -dijo distraídamente Alfred, que había mirado como Arthur intentaba calentarse las manos sin éxito.
-No me agradan, son incómodos, se pierden fácilmente y me cuesta mucho tomar las cosas con ellos puestos -Arthur respondió con desagrado, si había algo que le molestaba era que le dijeran qué hacer, más si era precisamente Alfred el que le indicaba como cuidar de sí mismo.- Antes de dar consejos al resto, al menos deberías sentarte apropiadamente, estás prácticamente tirado en la banca.
Alfred sonrió como diciendo “no esperaba menos” al escuchar la respuesta de Arthur, se enderezó en el asiento y tomó las frías manos de Arthur entre las suyas, luego las acercó a su rostro y comenzó a calentarlas con su aliento. El rubor se apoderó furiosamente de las mejillas de Arthur, quien de inmediato forcejeó para liberar sus manos.
-¡Qué se supone que estás haciendo, maldito imbécil! -protestó Arthur mientras intentaba soltarse.
-¿No es obvio, Cejitas? ¡Calentando tus manos!
-No recuerdo habértelo pedido y haré como que no escuché ese maldito apodo -agregó el inglés, molesto.
-Los héroes no necesitan que les pidan las cosas ¡solo vamos y hacemos cosas heroicas! -concluyó con una deslumbrante sonrisa, para luego acercar las manos del rubio aún más a su rostro y darles un suave beso.
-¡Pero qué demonios! -dijo Arthur, ruborizado al máximo, mientras se incorporaba rápidamente y miraba a Alfred con una furia asesina.
Alfred se levantó del asiento y posó una mano en la mejilla del joven.- Ah, ahora ya no deberías tener tanto frío -dijo con un tono suave, pero a la vez cargado de malicia.
Arthur dio media vuelta y comenzó a caminar rápidamente, intentando dejar atrás a su ex hermano menor, simplemente no podía soportar la vergüenza. Alfred se limitó a seguirlo, con una sonrisa juguetona en los labios.
-Deja de seguirme de una maldita vez -sentenció el inglés de forma seca.
-Nop, el parque no es tuyo, puedo caminar donde se me de la gana -dijo el joven mientras le dedicaba una suave sonrisa.
Cansado, vencido, Arthur disminuyó un poco la velocidad, esa maldita vitalidad lo tenía enfermo. Por esta vez decidió rendirse y permitir que el otro joven caminara a su lado. Mientras caminaban sus manos chocaron un par de veces, accidentalmente, pero cada vez que sucedía Arthur sentía un malestar en el estómago, que provocaba que sus mejillas se encendieran un poco. Pensó en sus manos frías, vacías, solitarias. Poco importaba que Alfred hubiese intentado calentarlas antes, después de todo el efecto sería solo momentáneo y Alfred se alejaría nuevamente, dejándolo con las manos congeladas otra vez.
Resopló desanimadamente al analizar un poco su último pensamiento, pero luego sintió como Alfred tomaba una de sus manos y le ponía un guante, para luego tomar la otra mano con la suya y entrelazar sus dedos. Arthur no supo qué decir, quería quejarse, quería que soltase su mano, ya tenía suficiente vergüenza acumulada en sus mejillas, pero en realidad no quería soltar la cálida mano de Alfred, su mano tan calida como su sonrisa cuando era sincera.
-No te preocupes ¡yo estoy aquí! El frío no es un oponente lo suficientemente fuerte para un héroe como yo -dijo alegremente el joven, probablemente anticipando las protestas de Arthur. El inglés solo se limitó a mirar por un momento la expresión de Alfred, luego fijó su mirada en el frente, otra vez en las hojas.
Luego de despedirse Arthur se dirigió a su casa, pasando por una calle alumbrada levemente por unas farolas. Metió su mano desnuda en el bolsillo de su pantalón y descubrió en él otro guante.- Ese imbécil, me pregunto cuándo puso esta cosa en mi bolsillo…-masculló. Luego suspiró a modo de resignación, para terminar sonriendo mientras se ponía el guante recién encontrado, intentando retener el calor que le quedaba de la mano de Alfred.