Como lo adelanté ayer y hoy me apetece, voy a hablar de esa nueva obra maestra de Tim Burton que es Charlie y la fábrica de chocolate. Hoy hace ya una semana que la vi, pero el buen sabor de boca que deja dura tanto o más que el del chicle inventado por Willy Wonka.
Con Big Fish ya se había redimido del tropiezo que supuso El planeta de los simios, que nos dejó a muchos gritando ¡¡Noooooo!!, cual Charlton Heston o Homer Simpson al pie de los restos de la estatua de la libertad. Y después de aquella fábula bonita hasta la muerte, ahora se suma a los talentos de Roald Dahl y al habitual Johnny Deep, así que el resultado no podía ser otro. Era imposible que saliera mal. Así que tenemos una historia que me leí la Navidad pasada, para ir preparando el terreno y suplir ese hueco en mi infancia (es que en mi colegio no se recomendaba. Ahora les envío un Oompa-Loompa que se lo sugiera, para que las generaciones venideras no padezcan esta ausencia), aunque de todas formas el libro me era ya familiar antes de leerlo, porque había servido de referencia para otras historias, como la del episodio Fry y la fábrica de Slurm, de la siempre genial-pese-a-su-prematura-cancelación Futurama. Y sobre esa magnífica base, el genio creador de Tim Burton, que se nota desde el arranque de los créditos, entre máquinas con sus movimientos mecánicos (parecen pequeños seres vivos que quieren comunicar algo), que recuerdan a los de Eduardo Manostijeras. Las casitas alineadas de la ciudad, vistas desde el aire, también transportan al vecindario de Edward, o al de Beetlejuice. Y como protagonista sonoro, la música del imprescindible Danny Elfman. Johnny Deep, se sale interpretando a Willy Wonka, ese niño grande con asuntos pendientes en la infancia que verá cumplidos a través de Charlie, y se consolida (¿puede consolidarse aún más?) como un gran actor, versátil como él solo, que tan pronto te encarna al capitán pirata Sparrow, como se mete en la piel de un escritor, o ahora, en la de este personaje tan extraño como carismático que es Willy Wonka.
En fin, si la habéis visto, ya sabéis de lo que hablo, y si no es así, ¿qué hacéis todavía sentados? ¡Corred, insensatos! Id a verla antes de que desaparezca de la cartelera. Hoy es el día del espectador en muchos cines, y hace una tarde calurosa perfecta para refrescarse con el aire acondicionado de la sala. Yo me voy cantando la Wonka's Welcome Song.