Personajes: Kevin, Scotty y Jana (su hija).
Resumen: Creo que lo mejor es leer la historia. Si después sigue habiendo preguntas estaré encantada de contestarlas.
Nota: Yo debería estar estudiando, pero no podía soportar más tiempo sin contar esta historia. Tenía y tengo otras en mente (más alegres) pero esta pedía a gritos salir. Lo siento.
Deseo: Espero que las lágrimas no conquisten vuestros ojos como han hecho con los míos.
Idioma: Si lo queréis leer en portugués,
kimifan4ever ha hecho un trabajo maravilloso al
traducirlo. Multo obrigado nena!
Jana se culpaba de no haber sido capaz de prever aquello. Hacía unos meses que su instinto le había estado advirtiendo, pero ella no quería escucharle. Siempre pensó que algo así no podía ocurrir y, de alguna forma, tenía la esperanza de que sólo fuesen imaginaciones suyas; pero no era así.
Ahora se encontraba en la sala de espera del hospital. Mark, su marido desde hacía quince años, estaba delante de la máquina de cafés. Ella esperaba lo inevitable.
Sabía lo que el doctor le iba a decir, pero lo que no tenía tan claro era lo que iba a contestarle ella. Sabía por su profesión que lo mejor era decir la verdad, aunque no tuvo mucho tiempo de preparársela.
‘Señora Thomas.’ Le dijo el doctor devolviéndole a la realidad.
Ella le miró con los expresivos ojos azules que había heredado de sus progenitores. ‘¿Si?’
‘Siento muchísimo su perdida - dijo como alguien que se había aprendido la frase de memoria - Todavía no tenemos los resultados de la autopsia, pero todo indica que murió por culpa de una sobredosis. ¿Sabe usted si su padre tenía algún problema? Dado que su historial médico dice que se encontraba muy bien de salud.’
‘En efecto - le respondió ella casi con la misma frialdad - mi padre tenía una salud tanto física como psicológica perfecta. No hace falta esperar a la autopsia. Es un suicidio.’
El doctor se sorprendió un poco de la seguridad con la que lo decía. ‘¿Sabe porqué su padre haría una cosa así?’ Preguntó intentando entender la determinación de la mujer que tenía enfrente.
Jana se quedó pensando la respuesta uno segundos. No sabía como explicar la situación en la que había vivido el último año, pero comprendió que el doctor no necesitaba saberla. Él sólo necesitaba rellenar su informe.
‘Había caído en una fuerte depresión desde la muerte de mi padre.’ El doctor esperó a que dijese algo más, pero ella no le dio más detalles.
‘¿Cuándo puedo venir a recoger su cuerpo?’
***
Jana miró la casa otra vez.
Había pasado mucho tiempo desde que ella era una niña y correteaba por aquellas habitaciones. Siempre había estado llena de vida. Ahora se encontraba tremendamente vacía, como si supiese que sus dueños no iban a volver nunca más. Como si echase de menos las risas, las caricias, las peleas, el amor, el olor a leña quemada y a pastel recién hecho, los golpes suaves de las puertas al cerrarse llegada la noche, el sonido de los suspiros que se perdían entre besos, la intensidad de una mirada, el significado oculto de las palabras, los sueños cumplidos.
Todo era demasiado para ella. Sin poder evitarlo por más tiempo permitió que sus ojos derramaran esas lágrimas que hacía tanto que luchaban por salir. Lloró y lloró. Lloró por todo aquello que había vivido. Lloró por todos los recuerdos que ahora le quemaban como fuego. Lloró para poder olvidar.
Después de lo que ella creyó horas se levantó del sofá. Con la manga de la camisa de secó la cara y respiró hondo.
Se alegró de que no estuviese allí Mark. Él no lo entendería. Él sólo vería el dolor de una hija ante la muerte de sus padres. Pero había más, mucho más.
Poco a poco recorrió el resto de la casa intentando no recordar cada uno de los momentos que había vivido allí. Eso sólo la ponía más triste. Dejó a su ser llenarse por última vez de la esencia de esa casa que tantas veces había echado en falta.
Sin darse ella cuenta sus pies la llevaron al dormitorio de sus padres. En un acto inconsciente llamó a la puerta. Sonrió amargamente y entró.
Todo estaba como siempre. Colocado y a la vez desordenado. No miró hacia la pared que había al lado de la cama porque sabía que las fotografías que allí colgaban no le ayudarían en nada. Lo que sí hizo fue sentarse en la cama y al acariciar la colcha se encontró con un sobre.
Ponía su nombre y la letra era, claramente, de su difunto padre Scotty.
Capítulo 2 : La cinta y el porqué