Oh, hoy estoy mortalmente inspirada. Aunque me da la impresión de que podria estar mejor.
Título: Entre los dos, sólo los dos
Para:
jeuxatroisTema: 2#. De a dos
Fandom: Hetalia Axis Power
Personajes: Inglaterra/España
Advertencias: Sexo. Mención a Francia.
Resumen: Cuando Inglaterra y España acaban sólos no quieren pensar en nada más que pelear, la forma... ya se la buscan ellos mismos.
Disclaimer: Hetalia Axis Power no me pertenece.
Los golpes a veces se mezclan con el sexo.
No lo pueden evitar si se ven, fueron tantas veces en el pasado que es casi costumbre. Aunque tampoco es que lo busquen como hace Francia, no entre ellos.
España odia a Inglaterra por muchas cosas. Por estirado. Por ladrón. Por aparentar ser un caballero y luego hacer de pirata a su espalda.
Pero sigue peleando para romper eso. Inglaterra pelea para dejarle intentarlo.
La lengua ladina recorre el largo de su cuello moreno. Sonrisa que se extiende al saber que la exquisitez castellana, salada y recia le acompañará por mucho más tiempo. Aspira suave aroma, bebe figura y presencia.
Todos los sentidos se concentran en devorar cada centímetro de carne, llenar la dimensión completa de su gula inglesa con aquél sabor tan condenadamente ardiente.
Hay palabras interminables entre ambos, frases agresivas y violentas, intercambios fuertes y sarcásticos, y también suavidad tierna en las miradas, algo que jamás se dicen y que ni locos admitirían. Golpes, pérdidas sin remedio. Con todo, el encanto permanece intacto, incluso aquella necesidad malsana por gritarse odio.
El uno contra el otro. Eternos contrincantes, enemigos incluso en la necesidad salvaje que ha precipitado desde siempre hasta convertirse en una adicción bestial. Se han hecho tanto daño que no podría describirse con palabras. El amor no es pasión sino acaso lo contrario. La ternura no es deseo sino acaso el reverso.
Nunca paz.
Los fragmentos de instantes, entre ellos es una explosión de fuerzas, el ataque se convierte en la bestial intención de dos amantes que desgañitan sus gargantas con jadeos y gritos apasionados e interminables.
Nunca saben cuándo será la próxima vez que luchen como antaño, recordándose que son espinas en la piel del otro. Espinas de rosa y zarzamora.
Francia siempre nota esa tensión. Uno es su amigo, otro es su rival. Pero los dos sus amantes. No siente celos, sabe que o deja que choquen entre ellos o es él quién sufre las consecuencias. España es pasión, Inglaterra violencia. Cuando ellos tiene sus encuentros, cada uno absorbe parte del otro y es una mezcla explosiva.
Por eso los deja a su aire y no se mete en medio, esperando que cada uno se vaya por su lado. Que cada uno acuda a él
Hoy no es diferente.
Ruedan sobre la cama, tan revueltos en sus caricias salvajes que no se distingue la separación de la piel, tan sólo en el color. España no cierra los ojos, hace mucho aprendió que hacerlo no era prudente con él. Los dedos de Inglaterra se pierden en los mechones castaños y no pueden menos que detenerse un minuto para mirar con sorprendente delicadeza en los trazos de sus caricias.
Luego se evapora, se nulifica, la simulada ingenuidad se transforma en un tirón inclemente para acercar su rostro y atacar la boca con violencia en un beso desenfrenado que los deja sangrando.
España toma la nuca con fuerza hasta casi arrancar trozos enteros de piel, por el simple y básico deseo de sentir la carne blanca contra la suya. Susurran. Húmedo, España canturrea contra su oreja las mil razones por las que le ordena le arrebate la ropa y se le eche encima. Que le asalte las negaciones regándolas a trozos desvirgados sobre el suelo.
Como respuesta, una carcajada, tan auténtica, efectiva y condenadamente inglesa que le pone los pelos de punta. Pero España se relame.
Inglaterra le empuja con fuerza azotándole de frente contra el cabecero, con el peso de músculos españoles bajo él, apretándose sobre el lecho. Todo tiembla por el golpe, ambos ríen espeluznantemente, y las hebras oro se afianzan entre dedos morenos que tiran con fuerza como si fueran riendas, como si fuera un timón. La nuca duele, la mejilla sangra, un mordisco se acomoda en la faz blanca mientras la ropa es arrancada. Trozos de hilo y botones se desperdigan sobre el suelo…
Las manos de España rodean su cuello blanco, Inglaterra sujeta la cadera, enterrándose de lleno en la carne. Un grito demencial se extiende entre las paredes sucias de esa cutre habitación de hotel que como ellos, sudan exhaustas. El cabello se humedece por el esfuerzo ante las embestidas, una a una, comienzan.
Se altera la paz de Europa.
Hay pasión acumulada en los músculos y tendones, el mapa entero del continente busca abrirse en dos y aclarar toda duda sobre su lascivia.
Otra vez España le muerde el cuello. Y se arquea moviendo también las caderas. Apenas puede respirar entre asfixia, presión y pasión. Finalmente se empuja con todas su fuerzas. Como resultado obtiene una desinhibición total para los sentidos. Inglaterra anormalmente descontrolado.
Es increíble observar al honroso caballero, perdiéndose de aquél modo. Pero lo aprovecha, ágil le sostiene mientras aumenta la velocidad de los embates, arqueándose más de lo que pueden la mayoría de los humanos al sentir la punta caliente tocarle el fondo de los nervios.
Y se excita con la idea. Busca consolarse con las manos, pero en el camino se ve intercedido por los dedos pálidos. Entonces se cierra una palma alrededor de su hombría y comienza la danza frenética así como las caricias sabias. Buscan los dos volverse un orgasmo caótico que explote en un conjunto con gritos dementes y salvajes.
España aprieta los dientes con fuerza, Inglaterra los dedos sobre la piel morena, tanto que incluso deja marcas de colores más oscuros.
Finalmente.
Jadear en un disfrute que les deja secos, sentir como se extienden húmedos y pegajosos el uno sobre el cuerpo o manos del otro. Derretirse. De nuevo, en una guerra sobre catres destartalados por la fuerza de sus pasiones.
Jamás hablan de esos encuentros y aunque piensan que nadie sabe de ellos, tienen siempre la horrible consciencia de que hay alguien que sí lo hace. Porque ese alguien es el que llega después de todos esos golpes y los cura con su amor francés, tan diferente y calmado a la pasión desenfrenada y la violencia anglo hispana.
Francia no siente celos, sabe que después de que se muerdan, tanto España como Inglaterra acuden a él. Saber eso le reporta una satisfacción mucho mayor que cualquier sexo sin compromiso.