TÍTULO: Palabras (dos, en concreto)
FANDOM: Harry Potter
PAREJA: Remus/Sirius
RATING: R
NOTAS: pre-libros. Hace un montón que no domino el fandom, podéis lincharme si queréis (pero volveré para atormentaros).
Esas dos palabras parecen atragantarse con absurda facilidad. Sirius Black las ha dicho a lo largo de su vida demasiadas veces. Te quiero. Algunas veces han sido terriblemente honestas. Con la facilidad que da una lengua de trapo y demasiado whiskey.
[Te quiero, Jimmy. Ebrio, de alcohol y euforia. El Quidditch nunca fue lo suyo, pero el ambiente es contagioso. James aún tiene el traje puesto, cubierto de barro y esa sonrisa que no se le va a borrar en años. Que no ha desaparecido desde que sostuvo la copa en sus manos. Diecisiete años y en la cima del mundo. Realmente, a qué más pueden aspirar. Esto es todo lo que tienen, todo lo que importa, y lo tienen en la palma de su mano.]
Un medio para un fin.
[Sirius tiene la mano por debajo de su falda y se esfuerza por recordar su nombre. Rizos castaños que caen por sus hombros, piel pálida y pecas. Pecas que comienzan en sus mejillas y se pierden en su escote, entre la camisa a medio desabrochar. Tiene el nombre en la punta de la lengua, y la escena demasiado borrosa. Se respiran el uno encima del otro, vaho formándose a cada aliento entrecortado. El invierno en esos pasillos, en los baños del castillo, cala hasta los huesos. Te quiero, nena, porque el nombre continúa sin aparecer. Y ella se ríe, con esa facilidad e intimidad que indica que entiende la broma. Ya recordará el nombre, más adelante.]
Pero cuando es importante, cuando es realmente importante. Esas dos palabras se atragantan. Se las conocen de sobra, por supuesto. Es casi una década juntos. James y Peter y Remus y él. Sería un idiota si no lo supiese. Si no lo supiesen. Y no de esta manera tan específica, sino de una manera global, mucho más importante. De esa manera obsesiva y adictiva y peligrosa, agresiva. Ésa que indica que Sirius haría cualquier cosa por ellos. Son siete años bajo el mismo techo, cinco aullando bajo la luna, dos de decadencia, de guerra. De mundo adulto y la realidad golpeándoles con fuerza.
Debería resultar fácil. Debería ser casual, íntimo. No premeditado. No un silencio espeso en el que Sirius deja sabor a tabaco en la boca de Remus. Sabor reciente, de esa tarde, justo antes de subir a su piso. Cubiertos de sudor y en un silencio que abrasa, pantalones por los tobillos y suavizándose los labios con saliva. Sirius aún tiene el pelo húmedo, llovía en la calle y siempre se ha negado a utilizar un paraguas. ¿Si no puedes aguantar un poco de agua fría, qué tipo de tío eres? Y luego sacude la cabeza, como los perros, pero ni acercándose al mismo efecto dramático.
Por supuesto que no es nuevo. Sirius conoce el camino al piso de Remus de memoria, incluso después de semanas. Que el tercer escalón entre el primer y el segundo piso cruje. El papel de las paredes del piso, de ese verde oscuro, enfermizo. El olor a té, a pergamino. La manera en la que la cama (y lo que no es la cama) gime a cada embestida.
Y aún así se atraganta. No parece correcto, de alguna manera. Remus no le echa, claro. Se besan y se marcan igual de necesitados que la última vez, y la anterior. Y después esperan en silencio sólido, mientras la mano de Sirius recorre ausentemente las nuevas cicatrices. Las traza con la yema de los dedos, todas aquellas que no conoce (por falta de tiempo, o por el resto de cosas. Todas ésas de las que nunca hablan o quieren hablar). Remus aparta la mirada y se humedece los labios con la punta de la lengua; enrojecidos y cortados.
Por supuesto, no es el momento.
El perfecto, o el momento de dramatismo. Después de todo, Sirius no puede borrar todas esas dudas, no puede pretender que siguen teniendo diecisiete años y la guerra ha desaparecido. En su mente quizá. En su mente son Canuto, Colagusano, Lunático y Cornamenta. Las cosas son simples, y no hay ningún traidor. Ninguno se siente culpable por pensar que lo haya, o actuar en consecuencia.
La voz de Remus suena quebrada.
-Creo que deberías irte.
Sirius asiente ausentemente.
Otro día.