Cuatro más de los drabbles. Sólo me quedan ocho por escribir y terminar la tabla ^^
Fandom: Prince of Tennis
Pareja: OT5
Advertencias: AU; PG con ciertas insinuaciones que lo pueden convertir en NC-13 de forma general. Celos, específicamente, tiene angry!Fuji casi considerable como advertencia
Tema: #6 -Escape; #7 -Celos; #8 -Religión; #9 -Piano
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Takeshi Konomi. Ni son míos, ni saco beneficios haciendo esto.
Escape
-¿Hay alguien en casa?- la voz de Keigo resonó en las paredes de la entrada sin obtener respuesta. Sabía que se había quedado demasiado tiempo en la oficina. Gen lo había llamado a media tarde para decirle que había llamado la hermana de Syusuke y los había invitado a cenar. Había prometido salir antes del trabajo para ir con ellos, ya que no estando Ryoma y con Tezuka ausente por un viaje de trabajo, el ambiente cambiaba dentro de la casa. Sin embargo, se había liado y se daba cuenta de que era muy tarde.
-¿Syusuke? ¿Geniichiro?
Todo estaba en silencio y no había luces en el salón. Subió las escaleras hacia la habitación directamente. Probablemente estarían allí ya. Siendo un día de semana, conocía como era Sanada para las salidas y los horarios. Abrió la puerta y gracias a la luz del pasillo vio una única figura durmiendo en la gran cama.
-Cierra la puerta y apaga la luz, Keigo.- musitó la voz enronquecida de Sanada. Parecía que pese a todo lo había despertado.
-¿Qué haces tú aquí solo? ¿Dónde está Syusuke? ¿Está muy enfadado?
-Intentaba dormir.- respondió con fastidio incorporándose.- Está en el cuarto oscuro, revelando unas fotos que tiene que entregar mañana. Y aunque me dijo que no estaba enfadado sí lo está.
-Mierda.
-Me parece normal.- Sanada se levantó y avanzó hacia Atobe. Era el más alto de todos y con los años su presencia había llegado a imponer mucho más. Cuando estaba tan serio como en ese momento incluso al más arrogante de sus novios le costaba mantener sus ojos sobre él.- Dijiste que saldrías de trabajar a tiempo, Keigo.- se paró a escasa distancia de él. Observó imperturbable como Atobe suspiraba, se aflojaba la corbata y se pasaba una mano por el pelo.- Haz algo para compensarle el desplante.
-¿Qué quiere? Soy yo el que dirige la compañía, y tengo que llevarla a lo más alto. Eso implica esfuerzo. Nadie más que él puede gozar del respeto que goza sin esforzarse.
-Fuji se esfuerza, Keigo.- Sanada suspiró.- ¿Has tenido un día duro?- dio un paso más y besó a su novio en la frente al tiempo que lo abrazaba, conduciéndolo hacia la cama para empezar a desvestirlo con cuidado. Trabajaba más que ningún otro y trataba de ser el mejor para poder ofrecerles a ellos lo mejor. Todos lo sabían. Cuando lo dejó sin camiseta, rodeó la cama, encendiendo por el camino el equipo de música y puso el CD de Dvorak favorito de Atobe. El suave violonchelo rasgó el silencio en el que se habían sumido. Geniichiro aprovechó para colocarse tras él y empezar a masajearle los hombros delicadamente, sintiendo la tensión desaparecer poco a poco de los músculos de Keigo. Cuando lo tuvo dónde quería, aprovechó para besarle tenuemente el cuello.- Asegúrate de arreglarlo mañana, pero por hoy descansa.
-Debería ir a verlo ahora...- suspiró arrepentido por haberle echado la culpa a Fuji.- No se merece algo así.
-Ya sabes que tendrá cerrado el cuarto para que no le estropeemos ninguna foto. Lo utiliza como válvula de escape cada vez que quiere huir de nosotros. Y tampoco está TAN enfadado. Creo que le molesta más que no te cuides que el hecho de que no hayas ido.
-Tienes razón.- se dejó llevar por su novio y en minutos estaban los dos tumbados en esa cama que les parecía inmensa por culpa de las ausencias.- Mañana me lo llevaré a comer y tendremos sexo kinky en los baños del restaurante, que a él le encantan las cosas así.- musitó somnoliento, la voz casi inaudible. Keigo abrazó el pecho más musculoso que el suyo y en minutos estuvo dormido como un bebé. Sanada sólo suspiró. Era Mitsu el que hacía cosas como esa, a él no se le daba bien ser tierno.
Celos
Tezuka sintió los ojos azules clavados en él antes de verlos. La mirada quemaba como si emitiese rayos de verdad. Tragó saliva antes de girarse y enfrentarse al otro chico.
-¿Querías algo Fuji?
-¿Querías algo Fuji?- imitó él su voz, los ojos ardientes y el tono de hielo en una burlesca imitación.- ¿Qué es lo que quieres que quiera, Tezuka?
-No entiendo a que te refieres, Fuji.- pero lo entendía. Lo entendía perfectamente.
Había intuido que Fuji estaría enfadado. No le había enviado un mísero correo electrónico en toda su estancia en Alemania. Cuando ellos estuvieron allí de visita dejó que se enterase de que había hablado sobre Echizen como un futuro gran jugador y no de él. Ni siquiera lo felicitó por el duro partido contra Kirihara ni le preguntó si había tardado mucho en recuperar la vista. No lo había avisado de su regreso. Había dejado que se enterase al verlo en el comedor, cuando anunciaron que sería el entrenador sustituto de Ryuzaki-sensei. Sabía que cuando había hecho la pequeña demostración, Fuji no había perdido detalle de las reacciones de Sanada y Atobe. Ni siquiera había pasado una hora desde el duelo entre ambos por ser el “Rival” de Tezuka.
-Ya veo.- Tezuka se sorprendió de la frialdad que había conseguido el chico de cabello castaño en el tono. Era totalmente diferente a cualquier otro que le hubiese escuchado antes. Fuji se dio la vuelta dispuesto a alejarse.
-¿Adónde vas?- le preguntó obligándolo a encararlo de nuevo. No quería que Syusuke se fuese, no así.
-Ni conmigo ni sin mí, ¿no Kunimitsu?- preguntó con amargura.- Si no entiendes a lo que me refería lo mejor es que busques a Atobe, o a Sanada, o a Echizen incluso.- dio dos pasos rápidos hasta quedar a un palmo de distancia de su capitán.- Estarán encantados de que los folles. Y así, ya no me necesitarás para nada. Es para lo único que te interesa mi compañía al fin y al cabo.
-¿Estás celoso Syusuke?- preguntó dando un paso hacia atrás. Ni siquiera él con su máscara estoica podía soportar esa mirada asesina de Fuji.
-¿Celoso? Ja. No estoy celoso. No hay motivos. No te necesito para nada.- le espetó con fiereza.- Ni tus e-mails ni que me hables ni nada. Sé su rival. Juega contra ellos. Piensa en ellos. Compártelo todo con ellos. ¡Me da exactamente igual!- gritó, la voz temblándole ligeramente.- Sé que te atraen los tres, que los consideras de tu nivel. No voy a ser una traba para ti. Pero dímelo y déjame ir.
Tezuka dio un paso hacia delante y envolvió a Fuji en un abrazo cargado de intensidad. No podía negar lo que el prodigio había dicho. Atobe, Sanada y Echizen eran de las pocas personas que llamaban su atención lo suficiente como para atraer su interés. Sabía que había una tensión muy intensa entre esos tres, unidos por el tenis y por él. Apostaba a que Sanada y Atobe, antes o después, terminarían el partido de forma muy diferente, probablemente entre las sábanas. Quería ser parte de eso. Pero no a costa del cuerpo más menudo que abrazaba. No a costa de la persona en la que se había fijado de verdad por primera vez y que seguía siendo casi un misterio absoluto para él.
-Syusuke...- susurró con la voz estrangulada. Se había propuesto alejarse de él para que pudiesen jugar el uno contra el otro sin ningún tipo de relación de por medio. Más de una de las entradas de su diario durante su época en Alemania eran cartas para Fuji que nunca enviaría.- Syusuke...
No supo que decir. No sabía que decir cuando se trataba de la única persona que era incapaz de entender. Tan diferente a él en todo. Hizo lo su cuerpo le gritaba que hiciese y besó al otro joven descargando toda la frustración sexual que arrastraba desde la última vez que lo había sostenido en sus brazos.
-No te dejaré ir nunca.- afirmó en cuanto se separaron para respirar. En algún momento del beso, las lágrimas de Syusuke habían empezado a caer. Kunimitsu pudo saborearlas sobre sus labios.
-Bésame, Mitsu, bésame.- ordenó Fuji con desesperación mientras se obligaba a dejar de llorar y sumergirse en lo que sentía cuando Tezuka lo abrazaba de esa forma tan posesiva.
Religión
Sanada iba al templo todos los meses desde que era un niño. Su abuela había inculcado en él esa tradición y la seguía fielmente desde que tenía uso de razón.
Habitualmente, disfrutaba si lo acompañaba alguno de sus novios. Fuji era el que solía ir más a menudo. Por una parte se lo agradecía, pero por otra, detestaba que fuese él. A veces, por el brillo en sus ojos sabía que iba sólo para causarle problemas. Siempre vestido provocativamente, resaltando sus rasgos femeninos y provocando que la gente murmurase a su alrededor. Una vez, incluso había ido disfrazado de mujer. (Sanada no le había dirigido la palabra hasta que el fotógrafo se hizo perdonar con una de las mejores noches de sexo que vivió desde que había empezado su relación con ellos).
Ryoma iba siempre de mala gana, quejándose de que ya había pasado demasiado tiempo en el templo cuando vivía con su padre. Sin embargo, iba y era respetuoso con Geniichiro. El más mayor no podía evitar adorar los pucheros que ponía el menor de sus novios en esas ocasiones, que iban seguidas de dulce sexo entre ellos.
Atobe, gracias a los cielos, sólo iba cuando era una ocasión realmente especial y no podía evitarlo. Decía que estaba demasiado ocupado con el trabajo para perder el tiempo en templos. Sanada rezaba para que siguiese siendo así. Entrar en las zonas sagradas con una horda de criados, guardaespaldas, y fans era la peor profanación de un lugar sagrado que había visto. Además, tampoco se podía esperar que una persona que se consideraba a sí mismo un regalo de la naturaleza fuese respetuoso con los dioses. Él era un Dios, o eso argumentaba cada vez que Tezuka le echaba la bronca por no ir.
Como siempre, su entendimiento con su antiguo rival era mucho mejor que con los demás. Se parecían demasiado. Eran las únicas ocasiones en las que podía rezar como era debido.
Al final, terminaba yendo siempre acompañado, por uno de ellos, por todos o por quién estuviese libre. Sólo había un día en el que iba sólo y nadie hacía el mínimo intento de acompañarlo. Es más, ese día, solían quitarse de su camino y dejarle el espacio que necesitaba. No le preguntaban que hacía, no le preguntaban porque llevaba flores o porque se pasaba desde primera hora de la mañana hasta la última de la tarde sin dar señales de vida. Era él único día al año que se saltaba el desayuno.
El aniversario de la muerte de Seiichi.
Ese día, se exigía a sí mismo creer en la religión que su abuela le había inculcado. Rezaba y hablaba con Seiichi, la mayor parte de las veces, sobre sus novios. No soportaba tenerlos cerca mientras era de día tanto como necesitaba su compañía al caer la noche.
Piano
Ryoma estaba aburrido. Muy aburrido. Y no podía recurrir a Keigo para entretenerse un rato. Suspiró, guardó la pelota en el bolsillo y, con la raqueta sobre un hombro, se dirigió al interior de la casa. Por el camino se le ocurrió llamar a Dan. Seguramente su amigo estaría encantado de ir a casa a jugar a la videoconsola.
Chasqueó la lengua enfadado. ¿Cómo se les había ocurrido irse a todos a la vez? Ciñéndose a la verdad, no era que se hubiesen ido todos a la vez. Fuji ya llevaba una semana y media en Europa para unas sesiones. Por lo que les había dicho, no iba a ir a casa en todo el mes. Atobe lo había tomado fatal. Justo antes de que Syusuke se fuese habían tenido una gran discusión. Ni siquiera Mitsu y Geniichiro habían sido capaces de calmar a Keigo. Después, arrepintiéndose de cómo se había comportado, no hubo quien aguantase al chico de pelo gris. Cuando Sanada le gritó que fuera a pedirle perdón no se lo pensó dos veces y se marchó. Habían pasado tres días de eso.
Quedarse sólo con Sanada y Tezuka era aburrido. El primero no jugaba con él al tenis, y el segundo estaba demasiado ocupado con sus papeles para ponerse a jugar. Por no hablar de que por las noches exigían mucho más de él. Ser el único uke de los tres apestaba.
Nada más poner un pie en la casa, música de piano lo recibió a todo volumen. Frunció el ceño. Si había música significaba que Tezuka se había ido al salón a leer. Apuró el paso hasta allí dispuesto a chantajear al precio que fuera a su novio para que jugase con él un partido.
Lo primero que vio al entrar fue a Sanada, sentado frente a la mesa y trabajando con su ordenador en algo. Probablemente un programa para sus alumnos o alguna cosa del estilo. Cruzó el salón sin saludarlo, rodeando el sillón en el que se veía la cabeza de Tezuka, para quedar frente a él.
Todas sus ganas de jugar desaparecieron instantáneamente. Mitsu estaba sentado, con un libro abierto entre las manos, las gafas ladeadas y profundamente dormido. Pocas veces podía ver a su anterior capitán con esa vulnerabilidad. Muy pocas. Con una sonrisa tierna y suave, le quitó las gafas y el libro, intentando tumbarlo sin que se despertase. El piano, de fondo, lo ayudaba a que se mantuviese dormido, con si Kunimitsu no fuese a despertar mientras escuchase su música.
Para terminar, Ryoma lo tapó con una manta. Cuando levantó la cabeza vio a Geniichiro mirándolos intensamente. El más alto le hizo una seña para que se acercase a él. Cuando Echizen estuvo completamente envuelto en sus brazos, Sanada lo besó con una suavidad y ternura tan poco habitual en él como la vulnerabilidad de Mitsu.
-Gracias por cuidarlo.
Geniichiro Sanada nunca había sido un hombre de palabras. Por eso, cinco minutos después estaba demostrándole a Ryoma la intensidad de su agradecimiento entre las caras sábanas de seda que Keigo había comprado.
En el salón, el piano seguía cuidando el sueño de Tezuka.
Gracias por leer ^^
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