OT5 (Dosis extra navideña)

Dec 27, 2007 00:32


Personalmente, el único motivo por el que tolero la navidad es porque me permite hacerle regalos a todo el mundo (me encanta regalar cosas) Y como ya casi tengo acabada la tabla (y era buena idea terminarla este año) pues hoy vengo con cuatro drabbles más.

Fandom: Prince of Tennis
Pareja: OT5
Advertencias: AU; PG con ciertas insinuaciones que lo pueden convertir en NC-13 de forma general. Excepto Caramelo, los otros tres tienen bastante de angst.
Tema: #11 -Caramelo; #12 -Espinas; #13 -Piel; #14 -Licor
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Takeshi Konomi. Ni son míos, ni saco beneficios haciendo esto.

Caramelo

-¿Necesitas ayuda Ryoma?

La voz de Tezuka cruzó el salón y llegó clara a los oídos de Echizen en la cocina. El pequeño resopló de fastidio mientras fruncía el ceño por la concentración.

-No. Dije que podía hacerlo y puedo hacerlo.- les gritó en respuesta. Sabía que estaban todos en el salón, pendientes de él.

-¡Ore-sama sigue creyendo que es absurdo! ¡Puedo tener aquí el mejor del mundo en media hora!

Cada vez que Keigo empezaba con sus “ore-sama” el pequeño del grupo no sentía más que ganas de darle una paliza. Al tenis o a lo que fuese. No todo se arreglaba con dinero.

-¡Cállate Rey de los Monos!

Escuchó a Mitsu tranquilizar los gritos de Atobe, que había empezado con su retahíla de de protestas. ¿Cómo iba a concentrarse si estaban gritando en la habitación de al lado?

-Ryo-chan, si quieres voy a ayudarte yo.

Cuatro voces respondieron a esa sugerencia con un no rotundo. Syusuke sólo podía pisar la cocina por las mañanas, cuando estaba demasiado dormido para mezclar wasabi en todo lo que hacía. Pudo escuchar la risa ligera de Fuji como respuesta a la negativa.

-Parece que no confiáis en mí.

‘Mierda’ pensó Ryoma distraído. Había vuelto a fastidiar lo que estaba haciendo. Y todo por que su mente conjuró la imagen de Fuji, con los ojos abiertos y semi-sonriendo, como si no le importase la pregunta implícita en su comentario pero, precisamente por dejar ver el azul de sus ojos, sí le importaba. Lo peor, era que el único que podía saber si lo decía en serio o sólo para reírse de ellos era Tezuka, y la mayor parte de las veces era por intuición y no por certeza.

-Syusuke, deja de atormentar a Ryoma.

Pudo escuchar a Keigo picando a Fuji y a Kunimitsu mediando entre ellos, como siempre.

-Tienes que lograr que quede del color de tus ojos.

Ryoma se sobresaltó tanto que la cuchara que sostenía cayó sobre la mesa y provocó un ruido que habría alertado a los otros tres si no estuviesen hablando tan alto. Geniichiro, inclinado sobre él, parecía más alto e imponente que nunca. Congelado en su lugar, Echizen sintió el cuerpo más grande del otro por detrás de él. Una de las manos de Sanada recuperó la cuchara y la volvió a poner en las de Ryoma, guiándolo después hacía la cazuela en la que un líquido dorado se oscurecía poco a poco. El pequeño tragó saliva. No era propio del estoico profesor de Rikkai hacer cosas así. Este tipo de comportamiento era habitual en Fuji, ocasionalmente en Keigo, pero no de Sanada.

-¿Ves? Ya está del color de tus ojos. Apaga el fuego.

Geniichiro regresó al salón dejando a Ryoma la tarea de poner el caramelo sobre el pastel sabiendo que sus manos temblarían de deseo contenido. Cuando el pequeño hizo acto de presencia, sirvió un pedazo de tarta con caramelo a cada uno de ellos. Sanada decidió, nada más probarlo, que aunque no era el mejor caramelo del mundo, como comentaba Atobe, merecía la pena haber dejado que el chico lo hiciese.

-Es casi tan dulce como tú, Ryoma.- musitó paladeando el líquido y relamiendo los labios. Por el brillo en los ojos de los demás, iban a tener una noche memorable.

Espinas

-¡Mierda! ¡Joder!

Sanada entraba por la puerta principal cuando escuchó el fuerte sonido de algo al romperse contra el suelo y la maldición. Dejó sus cosas de cualquier forma sobre el suelo y buscó el lugar del que procedía la voz de Fuji. Cuando no lo encontró en el salón, ni en la cocina, ni en su cuarto, ni en el cuarto oscuro, salió al jardín. Observó la imagen con el corazón en un puño durante un segundo.

Fuji estaba aplastado contra uno de sus cactus grandes, más altos que él. Varios de los pequeños se habían caído, sus macetas meros trozos de cerámica rotos en el suelo. Actuando todo lo deprisa que pudo, intentó apartar el que había caído contra el hombre de cabello castaño. Tardó varios segundos en encontrar una zona sin espinas de la que empujar. A su lado, podía ver la cara de sufrimiento de Syusuke. Sus manos, que eran las que protegían su cara y su cuerpo de ser aplastados por la totalidad del cactus, sangraban por donde las numerosas espiras se le habían clavado.

-Gracias.- suspiró Fuji en cuanto el cactus volvió a su lugar. Mientras Geniichiro terminaba de asegurarse de que la planta estuviese segura, el fotógrafo empezó a arrancarse las espinas que tenía clavadas en las manos y los antebrazos. Era evidente que cada movimiento le dolía horrores.

-Para. Ven aquí.- con toda la delicadeza del mundo, el más alto empezó a sacar espina por espina. Sintió un deja vu que hizo que sus manos temblasen.

-Mejor lo hago yo sólo.- Fuji, aprovechando el momento de flaqueza, apartó sus ojos azules de Sanada y dio dos pasos hacia atrás, donde las manos no pudiesen alcanzarlo. Syusuke sabía en quién estaba pensando Geniichiro para que sus ojos reflejasen esa cantidad de dolor y pérdida. No se perdonaría por recordárselo. Enfadado con su debilidad entró en la casa lo más rápido que el dolor le permitió.

El anterior fukubuchou del Rikkai observó la escena como si le estuviese ocurriendo a otra persona. Por un instante no entendió porque Syusuke se había alejado de él y entrado en la casa, con esa mirada en sus bonitos ojos azules, llenos de miedo, de pesar. No registró nada hasta que pasaron unos minutos y se dio cuenta de que no era Seiichi. El que se había herido con espinas no era Seiichi. Millones de veces había cuidado las manos con arañazos de Yukimura. Siempre le decía que unos pocos arañazos no eran motivo suficiente para dejar de cuidar y ver crecer las rosas.

Pero ese no era Seiichi, que era Syusuke. La persona que más se parecía a su primer amor aunque físicamente no tuviesen en común nada más que la delicadeza. Casi tan frágil por fuera como él, igual de fuerte por dentro. Y él, tantos años después, había dejado que un Syusuke herido huyese porque había recordado a Seiichi por su culpa.

-¡Syusuke! ¡Syusuke espera!

Fue fijándose en las gotas de sangre para descubrir al prodigio en el baño del piso de abajo. El líquido rojizo goteaba desde cada una de las heridas hasta el suelo. La camiseta blanca del fotógrafo estaba irreconocible. Le dolió verlo así. Lleno de sangre, el dolor cruzando su cara, y los ojos llenos de lágrimas contenidas. Se sentó a su lado de inmediato. Obligándolo sin decir palabra a estarse quieto y procedió a extraer cada una de las espinas de sus manos.

-Lo siento.- murmuró casi inaudiblemente Fuji. Ambos supieron que lo decía por haber llevado el dolor de la pérdida de Seiichi de nuevo a su mente.

-No vuelvas a huir de mí.- dijo suavemente, posando un beso sobre la frente del prodigio.

Cuando no quedo ninguna de esas agujas puntiagudas clavadas en la piel de su novio, se levantó y tomó del botiquín lo necesario para desinfectar y vendarle las manos. Cuando el alcohol cayó sobre las heridas, Syusuke apretó los dientes. Suavemente, acercó sus labios a las heridas y sopló sobre ellas tratando de aliviarlo.

-Mirándolo por el lado positivo.- comentó con ligereza el herido, tratando de fingir que no le ardían las manos.- Mejor que hubieses sido tú antes que los otros. Ryoma no podría con el cactus, Keigo se desmayaría y Mitsu me diría que había sido por bajar la guardia.

Algo en su tono le dijo a Sanada que hubiera preferido cualquiera de esas situaciones antes que haberse encontrado con él. Y supo, casi al instante, que era por haberle recordado a Yukimura. Reconocía que no se había parado nunca en conocer de verdad a Fuji por el simple motivo de que creía que eso era imposible. Aceptaba al hombre tal y como era desde el principio. Ahora se arrepentía. Si hubiese mirado un poco más profundamente habría encontrado esa inseguridad que trataba de esconder por todos los medios en ese instante. Y de pronto, una luz se encendió en su subconsciente. Nunca había entendido a Yukimura y su pasión por las rosas. Eran plantas hermosas, sí, pero hacían daño. Muchas tan bellas como ellas no. Los cactus eran resistentes, fuertes, y hermosos a su manera. También hacían daño. Había que querer ambas plantas para soportar las espinas.

-Hay que querer a la planta para soportar las espinas, ¿no?- preguntó en un susurro, mirando fijamente los ojos azules. Diciéndole que por fin lo había entendido.

Fuji sólo asintió al saber que entendía.

Piel

De sus cuatro novios, con el que menos discutía Ryoma era con Fuji. Si lo hacía, era porque no jugaba con él al tenis. Nunca habían terminado su partido y era el único al que no había vencido. Pero sabía, y asumía mejor que Keigo ese conocimiento, que era imposible obligar al prodigio a hacer algo que no quería hacer. Era imposible. Por eso, había dejado de insistir en el partido que le debía. Además, estaba en las reglas.

Ese día, había terminado de entrenar y al salir del gimnasio recibió una llamada de Momoshiro diciéndole que si le apetecía podían jugar un poco en las pistas de tenis callejero, como cuando eran adolescentes. Todavía era temprano y no tenía nada mejor que hacer hasta que Mitsu y Gen saliesen del trabajo, así que aceptó con lo que en él podría considerarse entusiasmo.

Cuando llegó, descubrió un montón de adolescentes rodeando una de las pistas. Y no solo críos. Había adultos allí. Apartados y con el mejor puesto para ver el partido. Reconoció a la mayoría. El arbitro era Oshitari, el del pelo azul amigo de Atobe. Se planteó dar la vuelta y volver a casa cuando escuchó la voz de Tooyama gritando. Ni de adulto sabía ese tipo comportarse. Sin embargo, si todos esos antiguos jugadores estaban tan entusiasmados viendo el partido, era porque merecía la pena de verdad.

-¡Oi Echizen!- le llegó la voz de Momo a su espalda.- ¿Sabes que pasa?

-Alguien está jugando.

-¡Vamos a ver!

Momoshiro Takeshi seguía siendo más alto que él, y más fuerte, así que cuando agarró su mano y tironeó hacia la multitud, dirigiéndose directamente hacia Kamio y Tachibana; Ryoma se vio obligado a seguirlo.

-¿Qué pasa a...?

La frase de Momo se quedó a medias cuando miraron hacia la pista. Acababa de entender el porque del silencio, del corro y de la admiración. Ryoma sintió la traición quemándole en la piel. Grabándose en ella con tanta intensidad que se sintió mareado.

-“Game Shiraishi, 4 games to 5”- dijo el que estaba actuando de árbitro.

-¿Crees que esta vez lo logrará?- preguntó Kamio levantando la vista hacia Tachibana.

-No lo sé. En este punto del partido es cuando empieza a verse el verdadero talento de ambos.

En la cabeza de Ryoma no podía dejar de repetirse una pregunta que sólo aumentaba más combustible a la intensidad de la traición ‘¿Esta vez?’ ‘¿Había habido otras? ¿Desde cuando?’

-Creo que voy a tener que ponerme serio, Shiraishi.- la voz era suave, cálida. Ese tono que Ryoma tanto temía cuando implicaba juguetes y que tanto disfrutaba cuando estaba centrada en Kunimitsu o Geniichiro.

-Estoy deseándolo, Fuji.- la sonrisa ladeada en el rostro del ex jugador de Shitenhouji era casi tan interesante como la de Syusuke.

Pero a Ryoma le daba igual porque se sentía traicionado. ¿Por qué estaba jugando Fuji al tenis con él y no jugaba con ninguno de ellos?

-No sabía que Fuji-senpai viniese a jugar.- musitó Momo sin apartar la mirada de la pista. Él también hacía años que no veía a Fuji jugar, y siempre era asombroso poder deleitarse con los movimientos del tensai.

-Viene un día cada dos semanas.- informó Yanagi. Ryoma, de no estar tan concentrado en el juego de su novio, en sus sentimientos, se habría sobresaltado tanto como su amigo con la aparición súbita del recolector de datos del antiguo equipo de Sanada. Junto a él estaban Yagyuu y Niou.- Y hay lista de espera para jugar con él, aunque Shiraishi, Niou y Tachibana son los que más repiten. No ha perdido ningún partido hasta ahora.

Echizen no pudo soportarlo más. Quiso con todas sus fuerzas correr a los brazos de los otros tres y decirles que Fuji los traicionaba, que Fuji le daba a alguien que no eran ellos su tenis. Estaba seguro de que se pondrían de su parte. Empezaba a girarse cuando el grito de Tooyama lo ancló al suelo.

-¡¡Koshimae!!

En la pista, supo que Fuji dejó de prestarle atención al partido y no devolvió el golpe de su rival. Posó los ojos directamente sobre los azules, sorprendidos, que lo miraban fijamente. La traición todavía le quemaba sobre la piel. Ignorando el revuelo que se había formado, terminó de girarse y se marchó de allí. Supo que el partido se había reanudado cuando volvió a escuchar el inconfundible sonido de la raqueta golpeando la pelota. Odió a Fuji por ser capaz de quedarse allí, jugando, como si él no acabase de verlo.

Cuando llegó a casa, un rastro de lágrimas marcaba su cara, escondida al máximo por la gorra.

-Para un día que vengo temprano no vienes directamente del entrenamiento.

Lo recibieron las palabras de Keigo. Apretó los puños para reprimir la tentación de tirarse a sus brazos y llorar. Syusuke lo había traicionado.

-¿Qué pasa?- preguntó el de pelo gris percibiendo que algo no estaba nada bien con el pequeño. De un golpe, le arrancó la gorra de la cabeza para que no tuviese dónde esconderse. Fue entonces cuando vio los ojos rojos y el rastro de lágrimas sobre la piel suave de Ryoma.- ¿Qué pasa?- esta vez, el tono era más demandante, más exigente, más desesperado.- Ryoma ¿qué ha pasado?

-Fuji... Fuji juega a... al tenis.- musitó entre sollozos.- Pero no con nosotros. Con otros. Dos veces al mes. Y nunca nos ha dicho nada.

-¿Qué? ¿Estás seguro?

-Lo he visto.

Y entonces, se dejó consolar entre los brazos de Keigo. Fue el momento que Geniichiro y Kunimitsu eligieron para llegar a casa. Los dos superaron rápido la sorpresa de la escena y se inclinaron sobre los dos cuerpos en el suelo. Cuando la mirada llena de rabia de Keigo se alzó hacia ellos, un escalofrío les recorrió la espalda.

-Syusuke nos engaña.

Los dos hombres contuvieron la respiración, pero descontando eso, sus reacciones no se parecieron en nada. Sanada se enfadó de inmediato. Más incluso que Keigo. Tezuka dio un paso atrás, los ojos abiertos por el terror, y la cara sin color repentinamente.

-¿Con quién?- fue la pregunta inmediata de Gen. Ryoma seguía llorando en los brazos de Keigo.

-No lo sé.

-Shiraishi...- musitó Echizen en un sollozo.

-¿El ex capitán del Shitenhouji?- la pregunta de Sanada iba dirigida a Mitsu. Al fin y al cabo, era el que mejor conocía a Fuji.

-¿Qué ha pasado Ryoma?- fue lo único que se sintió capaz de preguntar, evitando así la cuestión de Sanada.

-Iba a jugar con Momo a las pistas callejeras cuando lo vi.- el menor se apartó ligeramente de Atobe para mirar a los ojos a los otros dos.- Estaba jugando con Shiraishi.

-¿Jugando?

-Al tenis. Nos ha traicionado. ¿Por qué no juega con nosotros y sí con ellos?

Tezuka sintió un escalofrío de alivio recorriéndole la piel. No los estaba traicionando. No de verdad. A su lado, la tensión en Geniichiro también se redujo ligeramente.

-¿Pensasteis que eran amantes?- les preguntó Keigo con media sonrisa traviesa. Él mismo había provocado que pensasen eso.

Ninguno de los dos dijo nada porque la puerta volvió a abrirse. Los ojos de Fuji, serios, miraron desde arriba la escena que tenía lugar en el suelo de la entrada. No dijo nada. Cerró los ojos para que ninguno de ellos los viese, y, sin decir palabra, se quitó las deportivas y empezó a caminar hacia el interior de la casa.

-¿No vas a decir nada?- preguntó con ira mal contenida Sanada. Keigo y Ryoma taladraban con los ojos la espalda, ahora inmóvil, del prodigio.- ¡Fuji!

-Puedo decir muchas cosas.

-¡Discúlpate inmediatamente!- Keigo gritaba. No tenía ni la mitad de paciencia que los demás y no soportaba que lo traicionasen, aunque fuese en algo con eso.- ¿Cómo has podido ocultárnoslo? ¡Y nos decías que no jugabas con esa expresión tan rotunda! ¡Te lo hemos pedido miles y miles de veces!

Fuji se giró. Todos clavaron sus ojos en los azules, implacables y fríos del fotógrafo. Tenía esa mirada que todos reconocían como peligrosa. La peor de todas las miradas de Fuji.

-Lo único que queréis que haga es que me disculpe y os dé la razón.- espetó, cierto tono amargo oculto malamente en la voz.- Pero no quiero hacer ninguna de las dos cosas, así que esta conversación no tiene sentido.

-¿Qué la conversación no tiene sentido?- inquirió Geniichiro apretando los puños más y más furioso. La actitud irreverente de Fuji no estaba ayudando a que los ánimos se calmasen.- ¿Nada más?

-Me voy.

El peso de las palabras de Fuji, lo que implicaban, cayó sobre todos como una losa. La situación era grave, pero no tanto. Podían solucionarlo. ¿Por qué estaba diciendo Fuji que se iba?

-Fuji-senpai...- Ryoma no se daba cuenta de que estaba negando imperceptiblemente con la cabeza mientras llamaba con ese tono de súplica a la figura que parecía enorme frente a ellos.

-Vamos, Fuji.- musitó Keigo, su voz mucho más débil y como si hubiese sido una mala broma de esas a las que los tenía tan habituados.

-Syusuke...- el tono de voz estrangulado de Tezuka sorprendió a los otros tres. Todos se fijaron en él, en sus ojos abiertos como platos y el miedo que brillaba en sus profundidades. Sin embargo, los del aludido no temblaron ni un momento. Se mantuvieron ahí, fríos e impersonales, mientras intentaba poner una sonrisa triste que terminó siendo una mueca.

-Será mejor que venga a recoger mis cosas en otro momento.

Cambió de rumbo y, mientras sus novios seguían en ese estado de shock, volvió a calzarse y salió por la puerta sin mirarlos ni una sola vez más.

Ryoma se dio cuenta de que prefería que la piel le quemase por la traición antes que ese agujero negro que empezaba a crecer dentro de él.

Licor

La botella de licor descansaba en la pequeña mesa frente al sillón. Casi no conservaba nada de su contenido inicial. Un vaso del más exquisito cristal estaba a su lado, medio vacío o medio lleno, dependiendo de quién juzgase.

Para Tezuka, estaría medio lleno, y eso sería malo. Todo lo que conllevaba alcohol y provocaba una perdida de control sobre uno mismo era perjudicial. Para Atobe, que era quién lo estaba bebiendo, el vaso, desgraciadamente, estaba medio vacío.

No debería estar ahí. No debería estar en casa. Era miércoles. Las diez y media de la mañana. Lo normal sería que estuviese trabajando en su despacho o atendiendo a cualquier tipo de reunión en la que se requiriese su presencia como líder de Atobe Corporation.

Nada era normal en la casa desde el día que Fuji se había ido.

Había pasado un mes. Un mes entero y completo. Treinta días y sus noches sin la presencia de hombre de aspecto frágil y dulce en la casa. Y Keigo, que siempre había sido una especie de “puente emocional” en su relación, no sabía que hacer. Estaba tan desesperado por todo que su única conclusión había sido la botella de licor que estaba a su lado.

Ryoma llevaba dos días jugando los preeliminares de Rolland Garros y había perdido todos y cada uno de los partidos de una forma vergonzosa. El mundo entero estaba sorprendido por la nefasta actuación del número uno en el tenis mundial. Claro que no les podía explicar los motivos. Si en una rueda de prensa decía que estaba deprimido porque uno de sus cuatro novios se había ido... era surrealista. Todo era surrealista. Y Keigo sabía que estaba deprimido porque no había que ser un lince para darse cuenta de ello. Más, porque se culpaba. Y a él lo atormentaba pensar en lo que había dicho antes de irse a Europa 'Es culpa mía. Si no me hubiese puesto así, Syusuke seguiría con nosotros'. Y aunque los otros tres sabían que no era cierto, ninguno había sido capaz de decir algo para tranquilizar al pequeño. Así que Atobe no sabía como manejar la situación emocional del más joven.

Después estaba Geniichiro. Geniichiro parecía el más fuerte de todos. Parecía. Y si nunca había hablado demasiado, ahora menos. En cierto sentido, los dos compartían la misma sensación. Ninguno de ellos se había dado cuenta de que Fuji era importante. Ambos habían entrado en la relación porque estaban interesados en Tezuka y Ryoma. Fuji era un añadido interesante al que le daban mayor crédito en materias de cama. Antes. Porque ahora Sanada llegaba a casa con esa expresión seria que casi no se quitaba nunca, y se metía en el dojo y practicaba kendo hasta que estaba tan cansado que no tenía energía para acostarse con ellos. Cuando no tenía que ir a trabajar, lo encontraba sentado en el pequeño jardín en dónde habían estado los cactus. Sólo quedaban el más grande, ese que una vez le había caído a Syusuke encima y del que Gen lo había rescatado. Tampoco sabía como sobrellevar a Geniichiro. No se sentía capaz de hablar con él. Era la misma sensación que ese día al año que dedicaba el más alto para ir al templo, simplemente, que él también sentía la pérdida.

Sin embargo, el que peor lo llevaba era Mitsu. Intuía que él sí había conseguido hablar con Syusuke. Creía que había sido al día siguiente, incluso apostaría a que Kunimitsu lo había visto. Había sabido desde el principio que iba a llevarlo peor. Al fin y al cabo, Tezuka era el único que quería a Fuji ahí desde el principio. Todo lo demás giraba en torno a Tezuka. Menos él mismo, que siempre, en lo más profundo de su ser, había estado pendiente de Syusuke, había tenido al prodigio durante años a su lado. No necesitaba que alguno de los dos confesase que su primer beso había sido suyo, que su primera vez había sido juntos. Y él tenía miedo de que Tezuka decidiese dejarlos para seguirlo. No iba a plantearse como le afectaría a él, pero Gen se aislaría por completo. Echizen terminaría destrozado completamente.

Frustrado con el mundo, se puso en pie en un intento de contener las lágrimas. No había llorado durante todo ese mes. No iba a hacerlo a esas alturas. Tenía que mantener su fachada de 'Ore-sama' porque sin ella, quedaría únicamente Keigo, y Keigo estaba tan hundido como los otros tres.

Quiso gritar. Se preguntó una vez más cuando Fuji se había convertido en algo tan importante para él. No se había dado cuenta de que con el paso de los años las sonrisas, el brillo maquiavelico de esos ojos azules, los comentarios y las conspiraciones; habían llegado a formar parte de sí mismo. Una parte de sí mismo que necesitaba con una intensidad que lo desbordaba. Y echaba de menos a Syusuke. Terriblemente. Se arrepentía de todas y cada una de las discusiones que habían tenido, se arrepentía de haberlo presionado para que jugase con ellos, se arrepentía de no haberse conformado con su presencia en los eventos. Incluso se arrepentía de esas cenas y actividades que el fotógrafo había organizado y él se había saltado por motivos de trabajo.

Sus manos se movieron solas. Seguía luchando contra el llanto, contra la culpabilidad, y, sobre todo, contra el dolor. Estaba tan cargado de emociones que lo primero que hizo fue agarrar la botella de licor y arrojarla con todas sus fuerzas contra la pared, sin importarle lo más mínimo que alguno de los cristales saltase y se clavase en su cuerpo. Hasta la sangre le hacía pensar en él.

-¡Joder!

Gracias por leer y mañana más ^^

fic: sanada/atobe/tezuka/ryoma/fuji

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