[exo fanfic trans] nothing more than ordinary life (1/3)

Feb 06, 2014 01:18

Título: Nada más que una vida cotidiana
Pareja: jongin + kyungsoo
Fic original de: thesockmonster
Rating: NC-17
Número de palabras: 26,000
Resumen: La vida de Jongin acaba patas arriba cuando encuentra a un gato abandonado en un callejón.
Notas: well well well, bunny me dio el permiso para traducir este fic el 22 de julio, jolya y yo nos volvimos tan crazy por twitter con el tema que lo traduje casi entero en un día, y después, por motivos varios, lo dejé de lado... hasta hoy, que lo he encontrado en mi carpeta y he pensado que sería una pena tirar trabajo a la basura, así que aquí tenéis a los gatitos. (spin offs: Baby, we're just warming up y Of baths and collars)



La campanita que hay sobre la puerta repica cuando entra, y el súbito manto de aire cálido es como un soplo que devuelve la vida a sus dedos congelados. Jongin se quita la bufanda del cuello mientras avanza, arrastrando los zapatos por el suelo. El olor revigorizante del café lo rodea y cierra los ojos, saboreando el sentimiento hogareño que transmite al respirar hondo antes de acercarse al mostrador mientras tiene que sorberse un poco la nariz por haber estado expuesto al frío. Se las ha apañado para llegar antes de la hora punta, cosa que siempre agradece; es lo suficientemente pronto como para entretenerse un rato y quizá charlar sin la interrupción constante de gente con mal gesto, vestida con abrigos caros y guantes de piel.

-¿En qué puedo…? Oh, Jongin, buenos días -dice alegremente Yixing, demasiado alegremente para esas horas de la mañana. Aún así, Jongin no puede resistirse a ese hoyuelo y le devuelve la sonrisa-. ¿Lo de siempre?

-Sí, por favor. -Los dedos aún le pican por el calor repentino, y tarda un instante en poder sacar su tarjeta de débito de la cartera, pero Yixing la rechaza.

-A este invita la casa. -Jongin levanta la vista, parpadeando mientras procesa la información-. Por ser un cliente tan fiel.

-¿Ya estás regalando mi café otra vez? -resuena la voz de Wufan desde la parte de atrás, y Yixing suelta una risita.

-Por supuesto que no.

Sin embargo, sus orejas de gato se mueven nerviosamente y lo delatan. Wufan sale con una taza de café caliente con el tono de marrón claro perfecto y se la da a Jongin antes de tirar suavemente de la cola de Yixing. Éste salta y le lanza a su dueño una mirada escandalizada antes de que Wufan lo calme, rascándole detrás de la oreja izquierda. Entra otro cliente y esa es la señal de que se tiene que marchar.

Jongin les da las gracias a los dos antes de volver a salir a la fría calle, pero al menos el calor que irradia la taza que lleva en las manos consigue evitar que el frío le cale hasta los huesos. Se sube al coche, enciende la calefacción al máximo y se pone en marcha hacia el trabajo. Hay un callejón entre dos restaurantes por el que siempre pasa y nunca le presta atención, sin embargo, algo rojo le salta a la vista y aminora. Jongin observa el callejón, pero sólo ve lo que supone es basura que se ha caído del cubo en el suelo de cemento, y sigue su camino sin pensarlo dos veces.

En la oficina hace un calor agradable y consigue quitarse la bufanda y el abrigo justo a tiempo antes de que Joonmyun entre. Le dirige a su jefe una amplia sonrisa que éste le devuelve brevemente cuando de repente otra cosa lo distrae. El gato de Joonmyun, Sehun, va pisándole los talones durante todo el camino hacia la oficina, y lo hace completamente a propósito. Hay una sonrisa en su cara, mientras ve cómo la punta de sus zapatillas pisa la parte de atrás de los caros zapatos de Joonmyun. Parece que esté esperando una reacción, pero con la paciencia de santo de Joonmyun, seguro que llevará tiempo. Sus orejas rubias se yerguen cuando su dueño se gira, pero sólo es para recordarle a Jongin los documentos que necesita para la reunión de después. Sehun hace un puchero antes de seguir a Joonmyun a su despacho.

Es algo habitual, que Sehun busque nuevas formas de atraer la atención sobre sí mismo y que Joonmyun o bien le responda educadamente dándole una palmadita en la espalda, o bien ignore sus payasadas en favor del trabajo. Cuando Sehun se cansa por fin de dar vueltas por la enorme oficina, acaba sentado en una silla junto a Jongin, girando sobre sí mismo y haciendo preguntas cuya respuesta es imposible que Jongin conozca. Pero lo mantiene entretenido, así que ya hace tiempo que a Jongin dejó de molestarle.

-Deberías buscarte una mascota -dice Sehun después de que Jongin le explique educadamente por qué la comida de gato con sabor a chicle nunca sería un éxito.

-¿Qué te hace pensar que no tengo una ya?

-Parece que te sientas solo.

Jongin no tiene respuesta a eso, y se limita a mirar el documento que tiene en las manos con gesto inexpresivo, pensando en silencio. Joonmyun sale de su despacho un momento después, y Sehun está junto a él en tiempo récord, dejando a Jongin solo con sus pensamientos mientras ellos salen a comer.

¿Se siente solo?

Nunca antes se había parado a pensarlo. Es cierto que hace tiempo que  no tiene una cita, y que sus relaciones sociales se limitan a la gente con la que se encuentra de camino al trabajo y de vuelta a casa, pero seguro que eso es normal. Frunce el ceño y se desploma sobre el asiento. Ahora el tema va a resultar una molestia y es todo culpa de ese gato.

El camino de vuelta a casa no es muy diferente al de cualquier otro día, lleva el abrigo abrochado hasta arriba y enciende la calefacción para no convertirse en un polo con forma de Jongin. Su mente aún está preocupada por el repentino comentario de Sehun, algo que el gato ya había olvidado para cuando se hizo un ovillo para dormir una siesta después de comer, bloqueando convenientemente el acceso de Jongin al último cajón de su archivador. Algo tan insignificante no debería preocuparle, pero teme que Sehun tenga algo de razón. Razón que él mismo no habría visto si no se la hubieran puesto delante de las narices de forma tan obvia.

Ha estado mucho tiempo solo.

Los padres de Jongin fallecieron unos años atrás, dejándole la casa y todo lo que había en ella. Entre esas paredes vivían demasiados recuerdos, y su imaginación le jugaba malas pasadas cada vez que recorría los pasillos. Siempre esperaba encontrarse a su madre saliendo de la cocina, limpiándose las manos en el delantal, o a su padre tarareando mientras leía un catálogo en el sofá del salón. Pero no había nada excepto silencio, un silencio sobrecogedor, y él no podía quedarse.

Vender la casa le proporcionó a Jongin los medios para comprar una propia, más adecuada para que una persona viviera sola, y le quedó lo suficiente para comprar un coche sencillo. Todo lo que necesitaba para empezar su vida.

Sin embargo…

La casa de Jongin nunca le había parecido tan grande como ahora, demasiadas habitaciones sin suficientes cosas para llenarlas. El silencio se filtra por las grietas hasta que enciende la televisión para cubrirlo y se sienta en el sofá a cenar un plato calentado en el microondas, con los hombros encogidos y los pies sobre la mesa del café. Va pasando canales y al final deja de fingir que está prestando atención cuando simplemente, sus pensamientos no quieren callarse. Los ahoga en la ducha.

Por la mañana ya lo ha olvidado, se viste y conduce hasta la cafetería para su inyección diaria de cafeína como hace cada día laboral. Hoy es Baekhyun quien está en la caja, sonriendo y golpeteando el mostrador con la cola como muestra de excitación cuando ve a Jongin.

-¡Jonginnie!

Dios, cómo odia ese apodo. De todas formas le sonríe al gato para evitar acabar con sus garras hundidas en el dorso de la mano otra vez.

-Buenos días, Baek.

-¿Hoy quieres algo con tu café? Muffins, galletas… ¡oh, tenemos biscotti!

-Sólo café, por favor -dice con una risa que sube de volumen cuando las orejas de Baekhyun se encogen un poco. Siempre está intentando forzar a Jongin a comer, y el hombre nunca acepta. Tal vez un día de estos acabe por rendirse, pero no será hoy, así que coge el café que el gato enfurruñado le entrega con una sonrisa, y los saluda levemente al marcharse. Sigue sorprendiéndole cómo Wufan consigue mantener tanto a Baekhyun como a Yixing bajo control. Deben de ser todos esos años de practicar su expresión impasible frente a un espejo.

Un destello de rojo y sus ojos vuelven a verse atraídos hasta el callejón, y ahora está seguro de que había algo ahí que se estaba moviendo, pero no ve nada y lo deja correr como otra jugarreta de su imaginación. Le suele pasar cuando no duerme lo suficiente, y el picor de sus ojos le alerta de que ése es el caso esta mañana.

El café lo calienta lo suficiente para atreverse a recorrer el camino hacia el edificio, y sus zapatos resuenan contra la acera y las escaleras antes de abrir la puerta de cristal. Sube con la cafeína apretada contra el pecho en el ascensor abarrotado, y como siempre, es el último en bajar cuando llega al piso superior. Jongin se sienta en su escritorio y Joonmyun llega poco después con un Sehun quejumbroso a la zaga, que ahora lleva el pelo y las orejas de color rosa chicle. Cuando su jefe entra en el despacho, le cierra la puerta en las narices al gato y Joonmyun se queda boquiabierto por la sorpresa. No importa lo que hiciera, Joonmyun nunca había dejado a Sehun fuera y el pobre gato está llorando y acariciándose tristemente el final de la cola. Con una pequeña sonrisa, Jongin guía a Sehun hasta su asiento habitual y deja que se haga un ovillo y que le dé golpecitos con la cola a los papeles que hay al borde de su escritorio.

El año pasado, al final de la fiesta de Año Nuevo, Jongin recuerda que Sehun se desnudó subido a una de las mesas después de que alguien le hiciera beber algo de alcohol. (Jongin sigue jugándose su sueldo entero a que fue Chanyeol, de recursos humanos. Parece el tipo de persona que haría eso.) Ni siquiera entonces se había enfadado Joonmyun, ni aquella otra vez, cuando hizo pedazos los informes financieros para hacer más cómoda su esquina y les llevó semanas rehacer lo que habían perdido.

Joonmyun asoma la cabeza un poco después y Sehun se incorpora hasta que su dueño le da unas breves instrucciones a Jongin y se niega a mirarlo antes de cerrar la puerta de nuevo. Jongin extiende una mano y le da unas palmaditas en la cabeza, y luego vuelve al trabajo a realizar la última tarea que le han encomendado. No es hasta la hora de la comida, cuando Joonmyun sale otra vez, que le hace un gesto a Sehun para que le siga. El gato se baja de la silla con precaución y se mantiene varios pasos por detrás de su dueño hasta que desaparecen de la vista de Jongin, con la cola flácida aún sujeta en la mano.

Jongin trabaja también durante el almuerzo, dando bocaditos a un sándwich de la máquina expendedora del tercer piso para poder poner a Joonmyun al día y acabar con sus tareas de la semana. Su mente no tiene tiempo para pensar en ninguna otra cosa aparte de la rutina que ya está arraigada en su cerebro. Es el mejor secretario de la empresa, y por eso lo habían ascendido a secretario personal del jefe. Al principio había pensado que sería más fácil gestionar las tareas de una sola persona, pero Joonmyun no es una persona. Es la empresa entera.

Cuando Joonmyun y Sehun vuelven, el gato está sonriendo y dando saltos juguetones a su alrededor, y Jongin deduce que han resuelto su problema.

-¿Jongin? -pregunta Joonmyun al pasar junto a su mesa-. ¿Podrías intentar encontrar algún disolvente que limpie tinte rosa del mármol?

Sehun se sonroja y Jongin sonríe.

-Desde luego.

Empieza a hacer más frío fuera, y Jongin se encoge dentro de su abrigo para mantener los restos de calor corporal mientras sale disparado hasta su coche. La curiosidad hace que reduzca la velocidad cuando se acerca al callejón, y sus ojos intentan escrutar la oscuridad. El sol ya se está poniendo, haciendo que las sombras sean más profundas, y no está seguro de qué está buscando exactamente hasta que ve algo rojo moviéndose de un lado a otro. Un claxon suena tras él y Jongin acelera, intentando deshacerse de esa sensación de intranquilidad mientras se dirige hacia casa.

Un pequeño trecho en coche y una ducha caliente después y Jongin lo olvida todo, como suele hacer con las cosas que no pertenecen a su mundana vida. Enciende la televisión y escucha por encima un informe en las noticias sobre la superpoblación en los refugios antes de apagarla. No es que no le importe, pero apenas puede permitirse comprar comida para sí mismo y pensar en esas cosas lo deprime. El mundo se está yendo a la mierda, pero si tiene suerte conseguirá flotar cerca de la superficie en lugar de hundirse.

Además,  no necesita tener a alguien pegado todo el tiempo. Los gatos son compañeros, pero requieren mucha atención y Jongin no tiene ganas de darla. Consiente a Sehun porque es la mascota de su jefe y porque lo mantiene levemente entretenido con sus tonterías. ¿Pero tener a alguien que dependa tanto de ti, que te necesite todo el tiempo? Jongin no es de esos y nunca lo ha sido. Incluso su ex lo había dejado porque era demasiado despreocupado. Tanta gente que hay quejándose de que los hombres son demasiado posesivos y él tuvo que ir a encontrarse justo con el caso contrario.

Le entra sueño enseguida y Jongin hunde la cabeza en la almohada y deja que todos esos pensamientos lo abandonen mientras la oscuridad se instala en la habitación. La única persona de la que necesita preocuparse es de sí mismo.

El misterioso objeto rojo de Jongin no es un objeto, como descubre a la mañana siguiente. Es un gato. Una cara pálida de ojos enormes asoma por uno de los muros de ladrillo; lleva una sudadera roja, unos vaqueros sucios y ni rastro de collar. Su pelo negro se levanta con el viento, y cuando no consigue encontrar lo que busca, vuelve a entrar corriendo al callejón. Jongin piensa en detenerse, pero entonces ve la hora que es y maldice por lo bajo, acelerando a fondo porque va a llegar tarde.

No es normal que Jongin piense en ninguna otra cosa que no sea en la tarea de la que se está ocupando, pero hoy su cerebro no deja de llevarlo hasta ese pequeño gato delgaducho que se esconde en el callejón. Tenía expresión perdida en el rostro, su cuerpo temblaba visiblemente y sus esbeltos dedos brillaban contra los rojos y marrones fangosos del edificio. A pesar de que sólo lo había visto un segundo sabía que era una belleza, y cuanto más pensaba en ello, menos conseguía concentrarse. ¿Qué hacía un gato así en un sucio callejón entre un restaurante de comida china para llevar y un italiano barato? Había refugios por toda la ciudad, y aunque estuvieran superpoblados, no lo rechazarían, ¿no? Se aprieta el labio inferior con un dedo, una costumbre que arrastra desde niño. La cuestión más importante es por qué se preocupa.

Jongin ha estado leyendo el mismo afidávit durante los últimos veinte minutos, y no está seguro de cuánto tiempo lleva Joonmyun plantado ante su escritorio hasta que éste carraspea. Jongin da un bote, con el corazón acelerado al alzar unos ojos como platos hasta su jefe y encontrarse con una sonrisa divertida.

-¿Va todo bien?

-Sí -contesta Jongin, seguramente demasiado rápido porque Joonmyun alza las cejas y está claro que no se lo cree. Pero como es buena persona, no hace ningún comentario y deja que Jongin vuelva al trabajo. Éste se promete concentrarse esta vez, e incluso quedarse hasta que anochezca para terminar.

Su aliento flota en remolinos que forman figuras con cada espiración, pero Jongin no presta atención. Un escalofrío le recorre el cuerpo y prácticamente se tira al interior del coche, pone en marcha el motor y deja que se caliente hasta que la calefacción funciona y el volante queda a una temperatura que no hace que sus dedos se congelen al tocarlo. Sus pensamientos se pierden en el misterioso gato cuando se acerca al callejón, pero cuando mira en esa dirección no ve nada. Jongin no está seguro de si es decepción o alegría lo que lo invade al saber que ya no está ahí. No es que hubiera apego alguno, pero era como un pequeño extra en sus días, como una nueva adición. Pero al menos el gato no se congelaría.

Con un nudo en la garganta, pasa junto al callejón a toda velocidad y se marcha a casa. Otra cena congelada lo recibe y las noticias repiten sus súplicas de apadrinamiento y adopción. Jongin se va a la cama insatisfecho y sueña con algo rojo.

-Dicen que esta noche y mañana habrá temperaturas mínimas de récord -comenta Baekhyun mientras esperan que Wufan saque el café de Jongin. Pero es Yixing el que aparece trotando por la pequeña puerta, todo sonrisas, y sosteniendo la taza para Jongin.

-Gracias -dice con precaución, porque está en terreno peligroso. Lleva viniendo a esta tienda y conoce al dueño y a sus mascotas el tiempo suficiente para ser capaz de reconocer cuándo tiene que darse cuenta de algo. Sus ojos hacen una pequeña barrida y se fijan en el nuevo collar blanco con tachuelas que envuelve ahora el cuello de Yixing-. Oh, qué bonito. -A Jongin no le importa mucho la última moda en collares, pero las garras sí.

Yixing da botes y se ríe hasta que Wufan saca la cabeza de la parte de atrás.

-¿Un poco de ayuda?

-¡Oh! -dice el gato, y va a su encuentro. Baekhyun pone los ojos en blanco.

-Sí, claro, vamos a conseguirle a Xing-xing sus preciosas tachuelas -gruñe con los ojos entrecerrados, y Jongin se aleja un paso del mostrador-. ¡PERO A MÍ NADIE ME COMPRA UN COLLAR NUEVO!

Wufan parece disgustado cuando sale, con el delantal manchado y un dedo de color furiosamente rojo.

-Yixing no pidió un collar de cuero con diamantes incrustados, ¿verdad?

-Pero…

-Diamantes, Baekie. No.

-¿Qué clase de muffins tenéis hoy? -pregunta Jongin, y es suficiente para borrar el ceño fruncido del rostro de Baekhyun y reemplazarlo por una sonrisa radiante. Wufan murmura un «gracias» y vuelve a meterse en la cocina mientras el gato empieza a reunir todos los manjares que encuentra.

Jongin se dirige al trabajo con una bolsa que contiene todo tipo de muffins en el asiento del pasajero y un café aún sujeto en una mano. Le lleva todo su autocontrol no aminorar, seguir conduciendo y mantener los ojos fijos firmemente en el asfalto que hay frente a él en lugar de en buscar signos de piel pálida y una sudadera roja. No sabe por qué le molesta tanto, por qué le resulta tan difícil no pensar en ese gato. Jongin vive su vida en estricto régimen de necesidad, y no importa cuánto le gritan sus entrañas que vuelva, no les hace caso. Probablemente es por eso que a mitad del día siente náuseas y le pasa la bolsa de muffins a Sehun, que los mordisquea alegremente durante toda la tarde.

Es apenas un destello, seguramente inducido por su imaginación porque Jongin está seguro de que el gato ya no está ahí y de que no queda nada rojo en ese callejón. Sus dedos aprietan el volante con más fuerza y sigue adelante, decidido a llegar a casa y derretirse bajo una ducha caliente. En el camino desde su coche hasta la puerta se las apaña para que los dedos no le respondan y se le caigan las llaves. Está inquieto por alguna razón que desconoce y todo tiene que ver con ese maldito gato.

Jongin se hace un ovillo en el sofá con comida recalentada y el pelo húmedo, deja que sus músculos se relajen y que el programa de televisión que hay ante él lo acune hasta obtener una sensación de comodidad. Por primera vez en mucho tiempo, Jongin no se levanta y va hasta la cama. Se queda dormido donde está, con la cabeza sobre una pequeña almohada y un brazo colgando del sofá mientras resuena un anuncio de la teletienda de fondo. Esta vez sueña con piel pálida que revolotea entre las sombras hasta que la ruidosa música de las noticias matutinas lo despierta de golpe.

Es la mañana antes de Nochebuena, una fiesta que hace que todo el mundo sonría y se ría a carcajadas mientras que Jongin pasa entre ellos con el ceño fruncido. Sólo quiere llegar a su mesa y ponerse a trabajar para no tener que quedarse hasta tarde. El papeleo de final de año que tiene que arreglar y organizar para Joonmyun amenaza con atraparlo hasta que muera de inanición. Por no mencionar todas las llamadas, de las cuales un setenta por ciento ni siquiera necesitan hablar con Joonmyun. Está deseando que llegue su día libre mañana (y los siguientes cuatro días), y planea pasarlos en casa, sin que nada en absoluto pueda arrancarlo de la comodidad de su sofá y posiblemente de un buen libro. Tal vez se ponga al día con un par de películas que se ha perdido.

Joonmyun ya está en la oficina, apartando a Sehun que está intentando agarrarlo por la cintura mientras se agacha para recoger una caja de carpetas. Hay una montaña de ellas, todas repletas de viejos archivos e informes de todo el año que tienen que organizarse, y aunque Joonmyun puede contratar a alguien para hacerlo, prefiere hacerlo él mismo para que, si hay algún error, la culpa sea exclusivamente suya. A veces Jongin piensa que es demasiado bueno para dirigir una empresa, pero aún no les ha fallado.

-¿Puedes parar? -resopla Joonmyun, pero la recta línea de sus labios se curva en una sonrisa cuando ve a Jongin-. Buenas.

Sehun parece enfadado, y acaba al lado de Jongin, haciendo pucheros y aferrándose a él porque su dueño lo está ignorando por entrar una caja a su despacho con un gruñido.

-También podrías ayudarlo -sugiere Jongin, y Sehun levanta un poco las orejas-. Seguro que se pondría muy contento.

Joonmyun parece perplejo cuando Sehun se acerca corriendo, le quita la siguiente caja de las manos y se apresura a dejarla junto a la otra. Parpadea un par de veces, sonríe y niega con la cabeza mientras coge otra caja más. Y así durante el resto de la mañana hasta que ya no queda ninguna y Jongin se queda con sus propias pilas de papeles. Se le pasa por la cabeza desenchufar el teléfono, pero algo importante de verdad podría escapársele y él no es nada si no es un buen empleado. Una hora después, nota un martilleo constante en la cabeza y le duele la espalda. Se estira hacia atrás, con los brazos por encima de la cabeza hasta que oye un satisfactorio crujido al final de la espalda y vuelve al trabajo.

Una bolsa de plástico cae sobre la carpeta que tiene en las manos y Jongin levanta la vista.

-Come -ordena Joonmyun.

El olor ya se le está colando por la nariz y se le hace la boca agua antes de abrir el recipiente siquiera. Murmura un breve agradecimiento y devora el pollo con arroz antes de que se enfríe. Puede que ahora le escueza la lengua, pero tiene el estómago lleno y Jongin se toma un momento para cerrar los ojos antes de volver a ponerse manos a la obra.

Ya está oscuro cuando sale del trabajo y se despide de otros trabajadores antes de entrar en su coche y marcharse a casa. Apenas les presta atención a sus dedos helados, y mucha menos al pequeño callejón porque ya no hay nada que lo atraiga ahí. Su casa está calentita y Jongin se encoge sobre la mesa de la cocina tras dejar caer las llaves sobre la madera. Se agarra a los lados y se mantiene así mientras se relaja y disfruta de la sensación de sus tensos músculos aflojándose. Tener un trabajo de oficina no ayuda a mantenerse en forma. Quizá haga algo activo durante sus mini vacaciones.

A lo mejor es saber que tiene los siguientes cinco días para relajarse, o la típica película navideña que están haciendo en la televisión, pero Jongin se siente un poco más feliz que de costumbre. Al no tener una familia con la que celebrar fiestas como estas, él suele ser más ermitaño y ya se niega incluso a decorar su casa. En ella no hay ningún pequeño árbol, ni luces ni calcetines de Navidad. Sólo Jongin y su comida congelada, con una felicidad prestada hasta que vuelva al mundo real.

Interrumpen la película y Jongin extiende la mano para coger el mando y cambiar de canal cuando lo oye. Hay una advertencia por temporal de nieve y hielo, y recomiendan que la gente se quede bajo techo, sin salir a la calle. En el caso de Jongin no hay ningún problema porque ése era su plan desde el principio, pero un destello de rojo revolotea en su mente y se pregunta si en realidad el gato seguirá ahí fuera. Hoy no había mirado, y ayer estaba seguro de que había sido su imaginación.

¿Pero y si…?

Sólo pasa un momento y ya está de pie, poniéndose los zapatos y el abrigo. El tiempo inclemente aún no ha comenzado, así que tiene tiempo, y se mantiene bajo control lo suficiente para permanecer cerca del límite de velocidad y no atravesar la ciudad a toda velocidad hasta ese oscuro callejón. El corazón le retruena en el pecho y ni siquiera sabe por qué. ¿Por qué está haciendo esto? ¿Por qué le importa tanto? Es un gato callejero, hay muchos de esos. Jongin cuida de Jongin y no hay más. Y sin embargo aquí está, apresurándose a rescatar a un gato (de entre todas las criaturas) que puede que ni siquiera siga ahí fuera.

El recuerdo de unos ojos enormes le llena la visión y Jongin respira entrecortadamente. Necesita saber que ese gato está a salvo.

No hay ningún sitio para aparcar, así que Jongin se detiene a un lado con las luces de emergencia encendidas. Sólo tiene la pequeña linterna de su llavero, pero es suficiente para iluminar el camino por el que pisa en la oscuridad. El silencio es casi total, le llega el sonido ahogado de los coches en la distancia y el ruido de una caldera hace eco entre las paredes de ladrillo. El frío aire de la noche entra y sale de sus pulmones, quemándolo por dentro y su nariz protesta, empezando a gotear lentamente. La mano que tiene libre se cierra en un puño, intentando aferrar algo desconocido.

Un sonido que no procede de él hace que Jongin se detenga y se dé la vuelta, entrecerrando los ojos hasta que su linterna pasa por encima de algo rojo. La separa un poco, y su vista cae sobre un gato encogido contra la pared, con las rodillas pegadas al pecho y la cola enrollada en las piernas. Está temblando e incluso a esa distancia, Jongin puede ver lo diminuto que es. Una oleada de culpa lo invade y se acerca a él con un propósito. Su piel está fría y tiene los labios azules cuando mira hacia arriba con los ojos desenfocados e inclina la cabeza a un lado. Lo que ve hace que el corazón de Jongin se encoja, y está perdido. No hay nada que desee más que proteger a este ser.

Jongin coge al gato en brazos y odia sentir lo poco que pesa, cómo sus dedos intentan agarrarse a su camisa pero no consiguen cerrarse del todo. Sus pasos son rápidos y tiene al gato con el cinturón puesto en el asiento reclinado en un visto y no visto. La vuelta a casa es mucho más rápida porque ahora sí está yendo a toda velocidad, sin que le importen en absoluto las normas de seguridad de vial. Un débil quejido consigue que el corazón de Jongin se rompa, que un peso se instale en su garganta y que sus ojos se humedezcan. Tiene que hacer unas cuantas maniobras para meter en casa al gato, que ahora tiene los ojos cerrados, y Jongin tiene que comprobar que sigue respirando antes de llevarlo directamente a su habitación y tumbarlo en la cama.

Jongin no tiene ni idea de lo que está haciendo, pero el gato no entra en calor ni siquiera con dos edredones encima y lo único que puede recordar de lo que le enseñaron en el colegio sobre ayudar a alguien a entrar en calor es usar el calor humano. Así que se quita casi toda su ropa y se mete bajo los edredones, estremeciéndose al entrar en contacto con la fría piel del gato. O bien el gato está completamente inconsciente, o tiene el sueño muy profundo, porque Jongin consigue quitarle la sudadera y los zapatos y pantalones gastados sin que se mueva ni un ápice. Entonces lo tumba de costado para poder pegar su pecho a la espalda del otro y envolver su cintura con un brazo. Se asegura de  no pensar en cómo puede sentir cada costilla sobresaliendo de su cuerpo, y de lo mínimo que es el movimiento de su pecho al respirar. También se deshace de la idea de lo bien que encaja este gato en su abrazo.

Pasa mucho tiempo, pero los temblores y los suaves quejidos acaban por disiparse y Jongin no está seguro de lo tarde que es, pero le pican los ojos y su mente está demasiado nublada para pensar en nada cuando por fin sucumbe al sueño. Una respiración regular le sirve de nana, y hunde la nariz en el cabello que tiene justo delante, inhalando suavemente y estrechándolo aún más contra su cuerpo. Va a salvar a este gato.

Lo primero que registran sus ojos son sus alrededores borrosos, las paredes, la mesita de noche y la puerta del dormitorio abierta. Sus ojos vuelven a cerrarse, le duele el cuerpo cuando se tumba de espaldas y vuelve a sentirse el brazo. Soltando un quejido digno de un adolescente, se da la vuelta y hunde el rostro en una cálida almohada que huele… diferente. Jongin inspira otra vez y los recuerdos de la noche anterior le invaden la mente. Se incorpora a la velocidad del rayo, y se da cuenta enseguida de que no hay ningún gato en su cama, ni en su habitación.

La ansiedad hace que le tiemblen las manos cuando coge unos pantalones de pijama y se los pone sobre los bóxers. Hay un pequeño nudo de miedo, quizá, o de nervios que se retuerce en la boca de su estómago, y no hace más que crecer con cada habitación que comprueba y encuentra vacía. El gato no está por ninguna parte, ni en el baño, ni en el salón, ni en la cocina. Tampoco está escondido en la pequeña habitación de la colada, entre la lavadora y la secadora, y Jongin está al borde del pánico. Él sólo quiere ayudar y ese gato no está en forma para estar a la intemperie. Pero al mirar más detenidamente, se da cuenta de que el pestillo sigue cerrado, lo que significa que tiene que seguir dentro de la casa.

Jongin vuelve a empezar por su habitación, esta vez se pone a cuatro patas al oír un débil ruido debajo de la cama. Y ahí está, con los ojos como platos y las orejas planas contra la cabeza. Jongin intenta extender una mano hacia él, pero el gato se hace hacia atrás, emitiendo un quejido y ocultándose aún más entre las sombras.

-No te voy a hacer daño -dice, y la garganta le pica un poco, supone que por el frío. También le sigue moqueando un poco la nariz.

Su frase tranquilizadora no sirve de nada, y el gato se queda donde está mientras Jongin sufre una mini-crisis que incluye varios pisotones infantiles en el suelo y pasarse las manos por el pelo antes de quedarse quieto del todo. Está claro que está yendo por el mal camino, así que con una última mirada bajo la cama (al gato ya apenas se le ve), Jongin se va de la habitación y se dirige a la cocina. No tiene mucha comida, pero con huevos y tostadas basta para un buen desayuno.

Casca los huevos y los echa en la sartén, y Jongin se para un momento a asimilar su situación. Hay un gato, algo que nunca ha querido tener, escondido bajo su cama porque él lo ha traído a casa. ¿Porque lo quería? No, eso no puede ser. Jongin no quiere un gato. Jongin no quiere hacer nada que no sea cuidar de Jongin. Desliza la espátula sobre la sartén, despegando los huevos y dándoles la vuelta para que se cocinen del todo. El calor de la cocina le calienta el estómago desnudo y se da cuenta por primera vez de que no lleva camiseta. Pero hay un gato en su habitación. Es una pérdida aceptable. Al fin y al cabo, es su casa.

Las tostadas saltan y Jongin las deja en el plato, junto a unos huevos revueltos humeantes que hacen que su propio estómago gruña. Pero esto no es para él, y con un tenedor en la mano, vuelve a recorrer el pasillo. Primero deja el plato sobre el colchón y se agacha para mirar a su invitado.

-¿Tienes hambre? -pregunta, pero sólo recibe silencio por respuesta-. Esto es para ti.

Jongin pone el plato en el suelo y lo desliza lentamente debajo de la cama antes de poner el tenedor encima. Se levanta lentamente y sale de la habitación, sólo para detenerse y volver a entrar a toda velocidad a por una camiseta y después cerrar la puerta. El corazón le va a mil por hora y no sabe lo que le pasa, se apoya contra la puerta y se golpea la cabeza contra la misma, por si acaso.

-Jongin, Jongin, Jongin. ¿Qué coño estás haciendo?

Vuelve a la cocina, se pone la camiseta y va a por el resto de la comida porque su estómago sigue rugiendo. Se los come directamente de la sartén, con cuidado de no volver a quemarse los dedos, ahora que ya le escuecen dos. Se toma un vaso de agua y se queda de pie ante el fregadero, dejando que el agua corra sobre los platos sucios mientras intenta decidir si ya ha pasado tiempo suficiente para volver a la habitación. De verdad quiere asegurarse de que el gato está comiendo y de que no le va a sacar los ojos a la primera oportunidad que tenga.

¿Pero en qué demonios estaba pensando?

Apaga el grifo, va arrastrando los pies por la alfombra y abre lentamente la puerta de su dormitorio, parpadeando con sorpresa al ver al gato hecho un ovillo en la cama. El corazón de Jongin se acelera al ver la suave piel expuesta y sus labios rosados, aún con migas en las comisuras. El gato está dormido, una de sus orejas se estremece y su cuerpo está acurrucado sobre el edredón. Ni siquiera se ha molestado en meterse debajo de la manta antes de echarse una siesta. A Jongin se le dibuja una sonrisa en la cara, y aparta el pelo negro de la frente del gato antes de darse cuenta de lo que está haciendo y volver en sus cabales.

Un escalofrío recorre la espalda del gato y Jongin decide que lo mejor para los dos sería que le pusiera algo de ropa. Vuelve de su armario con una camiseta blanca vieja y unos pantalones de pijama azul claro, espera que le queden lo suficientemente sueltos para que no le aprieten la cola. Las manos sólo le tiemblan un poco cuando empuja suavemente un hombro del gato para tumbarlo de espaldas. Lo que no se espera es que el felino se ponga a estirarse, con los brazos por encima de la cabeza, la espalda arqueada y hundiendo las piernas bajo la manta. Le resulta un poco difícil respirar, y Jongin traga saliva en un esfuerzo por calmarse.

No puede dejar de notar los moratones en sus delgadas piernas, y la casi translúcida carne que cubre las partes más delgadas de su cuerpo; y Jongin se siente mal por no haberlo traído a casa antes, a pesar de sus dudas. Se niega a pensar en lo que podría haber pasado si no hubiera llegado hasta él a tiempo.

Con tanto cuidado como puede, Jongin enrolla la camiseta y se la pasa por la cabeza al gato, evitando las orejas y la nariz hasta que está en torno a su cuello. Después vienen los brazos, levanta uno cada vez para pasarlos por las mangas. Entonces sólo queda estirar un poco a ambos lados para cubrirle el torso. Jongin alza la vista y se queda paralizado cuando ve unos ojos clavados en su rostro. Un par de tensos segundos después vuelven a cerrarse, y Jongin recobra la compostura. Se lo toma como un permiso tácito y se pone manos a la obra con los pantalones. Conseguir que estire las piernas es lo más difícil, pero después de eso se los pone sin problemas y él mismo se hace un ovillo en su lado de la cama, junto al gato.

Todo esto es mentalmente agotador. Se está volviendo loco por un gato. Un gato precioso, pero un gato al fin y al cabo.

Dos manos cálidas se apoyan en su espalda y Jongin abre los ojos de par en par. No tiene tiempo de prepararse antes de que las manos lo empujen y caiga al suelo con un fuerte golpe y una maldición. Su hombro soporta el impacto de todo su peso y sisea al incorporarse, frotándose el lugar donde se ha golpeado y lanzando una mirada asesina hacia la cama.

Se encuentra con un gato que aún duerme y que parece mucho más satisfecho, a juzgar por su expresión. Un suspiro exasperado se le escapa de la boca, y Jongin se levanta del suelo y se escabulle fuera de la habitación, y por tanto de la zona de peligro.

Los platos sucios quedan olvidados en el fregadero, y Jongin se deja caer dramáticamente en el sofá, con un brazo en alto para taparse los ojos y pateando el cojín con los pies. Está acostumbrado a hacerse cargo sólo de su vida y todo esto no entraba en los planes. Es todo nuevo, y se encuentra ahogándose en una mezcla de desear que todo desaparezca y necesitar seguir adelante.

Parece que te sientes solo.

Jongin se queda dormido en el sofá, con las palabras de Sehun resonando en su cabeza, haciendo eco como un disco rayado. Quizá son el catalizador de toda esta situación.

El sonido de una de las tablas del suelo al crujir despierta a Jongin, y se incorpora, confuso, parpadeando en medio del cansancio que aún nubla su mente. Suena otro crujido y asoma la cabeza por encima del sofá. Sus ojos se abren de par en par al ver la silueta del gato en el pasillo. Éste no lo ha visto, así que Jongin se queda quieto, viendo cómo los brillantes ojos del gato miran a su alrededor y sus orejas se inclinan hacia atrás y hacia adelante con cada paso. Jongin se da cuenta de que los pantalones le están demasiado grandes, y de que una cola negra los envuelve por la parte de arriba para evitar que se caigan. Es adorable y Jongin quiere mimarlo y acariciarlo y… espera. Jongin no quiere hacer eso.

El gato llega al baño, mete la cabeza para curiosear antes de colarse dentro y cerrar la puerta. Jongin aprovecha la oportunidad para levantarse silenciosamente y colocarse justo en la puerta. Al sonido de la cadena del inodoro lo sigue el del grifo y después silencio. La puerta se abre y Jongin sonríe, esperando que no parezca muy forzado. Necesita que este gato entienda que no quiere hacerle ningún daño.

Quizá es una mala manera de empezar las cosas, porque parece que los ojos del gato estén a punto de salirse de sus órbitas y emite un sonoro chillido antes de tropezarse con sus pantalones demasiado largos y caer con un golpe dentro de la bañera. Jongin se acerca corriendo, con los brazos extendidos para ayudar, pero el gato se encoge, bufando e intentando con todo su empeño ponerse fuera del alcance de Jongin. Éste levanta las manos en un gesto de rendición y da unos pasos atrás.

-Vale, a lo mejor esto ha sido demasiado ambicioso por mi parte. -El gato lo mira y parpadea, pero sus orejas no dejan de estar planas contra su cabeza, y las piernas siguen temblándole-. No te voy a hacer daño. -Se acuclilla junto a la bañera, apoya una mano en el lateral y el gato se mueve un poco más hacia la esquina.

Esto no va bien.

-¿Tienes nombre?

Silencio.

-¿Puedes asentir o negar con la cabeza?

Lo único que ocurre es que esos bonitos ojos se hacen aún más grandes y sus nudillos se ponen blancos alrededor de los bordes de la bañera.

-Estoy intentando ayudar -gime Jongin, y se pasa una mano por el pelo, frustrado-. ¿Puedes hacer algo aparte de mirarme de esa manera?

Y se ha vuelto a equivocar, porque de repente el gato sale de la bañera y empuja a Jongin hasta que cae de culo para salir del baño.

-Mierda. -Jongin se pone en pie rápidamente y suelta un quejido aún más fuerte cuando ve al gato volviéndose a meter bajo su cama-. Por favor, no me hagas esto.

Jongin se tumba en el suelo, la alfombra roza su mejilla cuando mira hacia la oscuridad y fuerza la vista para distinguir la forma oscura que se oculta en las sombras.

-Soy Jongin -ofrece, sabiendo que no habrá respuesta-. Te he traído a casa para que no te murieras de frío en ese callejón. Ya hace cuatro o cinco días que te veo ahí, así que sé que no tienes casa. Pero no es seguro que te quedes ahí fuera.

El silencio vuelve a llenar la habitación y Jongin suspira, decidido a obtener algún tipo de reacción no violenta de su invitado. Descubre el plato vacío que hay bajo la cama y mete la mano lo justo para sacarlo.

-¿Has comido suficiente? -pregunta, y de nuevo no hay respuesta-. Voy a preparar algo para almorzar. Si quieres, puedes salir y te prepararé un sándwich a ti también. La cocina está todo recto por el pasillo y a la izquierda.

Si la comida es lo que lo sacó la primera vez, también debería funcionar para obligar al felino a salir de debajo de la cama una segunda. Lógica perfecta, según Jongin.

Jongin está apoyado en la encimera de la cocina, ya casi se ha comido su sándwich, cuando oye al gato acercarse.

Perfecta.

Un rostro curioso aparece por la esquina primero, y Jongin quiere morirse de sobredosis de monería. Hay un segundo sándwich junto a Jongin y lo coge en alto, sosteniéndolo para que el gato se acerque y lo coja. Necesita iniciar un contacto y parece que esta es la forma más inofensiva.

Cuando el gato se desliza en la habitación, con la cola aún apretada fuertemente en torno a los pantalones para mantenerlos puestos, extiende la mano y agarra la comida, con mucho cuidado de que sus dedos no se toquen. Echa un vistazo entre las rebanadas de pan y sus orejas se yerguen cuando ve el jamón. El gato le dirige una mirada cautelosa antes de ponerse de espaldas para salir de la habitación; y Jongin no puede evitar fijarse en lo bajo que descansan los pantalones sobre sus caderas. La cinturilla queda justo bajo su cola, porque no están hechos para felinos, y una franja de piel queda a la vista por el hueco entre pantalones y camiseta. Jongin traga el bocado que estaba masticando, y casi se ahoga cuando éste decide atascarse en su garganta porque está demasiado ocupado observando un culo perfectamente formado que sus pantalones de pijama apenas cubren.

-¿P-puedo sentarme?

Menos mal que está apoyado contra la cocina, porque Jongin no está preparado para la reacción que tiene su cuerpo ante la melodiosa voz que llega a sus oídos.

-Por supuesto -responde, con la voz un par de octavas más alta de lo que debería y las mejillas ligeramente sonrosadas. Joder, Jongin, eres un hombre adulto. Deja de comportarte como un adolescente enamorado.

El gato se levanta un poco los pantalones con una mano mientras camina hacia la mesa y se sienta con cuidado en la silla más alejada. Jongin lo sigue, ocupando la silla de enfrente y sonriendo ampliamente.

-¿Está bueno?

Recibe un asentimiento como respuesta mientras el gato se mete otro gran bocado en la boca, y le resulta difícil no cruzar el espacio que hay entre ellos para quitarle las migas de las mejillas. Supone que el gato no ha comido mucho, o nada en realidad cuando estaba en el callejón, y olvida su propia comida para ver cómo el otro sándwich desaparece en cuestión de unos pocos mordiscos. Sin decir palabra, le acerca su comida, y el gato le dirige una breve mirada inquisitoria antes de cogerlo y devorarlo también.

Jongin se levanta para coger un vaso del armario y llenarlo de leche, consciente de los ojos que siguen todos sus movimientos. Deja el vaso en la mesa y el gato lo vacía en tiempo récord. Se le queda un poco de leche en el labio superior y mueve la cola de un lado a otro, satisfecho. Un suave hipido corta el silencio y Jongin cree que se va a derretir hasta no ser más que un charco en el suelo cuando ve el suave color rosa que cubre las mejillas blancas del gato.

Oh, está tan perdido.

-Gracias -susurra el gato, y parece inseguro otra vez, mordiéndose el labio inferior y balanceándose levemente en la silla.

-No hay de qué. -Jongin se aclara la garganta e intenta que su propio nerviosismo no quede patente-. ¿Cómo debería llamarte?

Sus orejas se estremecen, se mueven de un lado a otro antes de quedarse quietas y el gato baja la mirada a sus manos, que están fuertemente sujetas al borde de la mesa.

-Kyungsoo.

-Kyungsoo -repite Jongin-. Me gusta. Encantado de conocerte, Kyungsoo.

El sonrojo del felino se hace aún más profundo y Jongin intenta fingir que no se da cuenta, pero lo tiene literalmente ante los ojos. Intenta sostener la mirada, pero esos ojos lo están ahogando y Jongin se pone de pie, rompiendo el trance cuando su silla chirría contra el suelo.

-Voy a terminar de fregar los platos -le asegura a Kyungsoo, que vuelve a mostrarse desconfiado-. Puedes ir a ver la tele o algo, si quieres.

Jongin se gira y se dirige al fregadero, esperando que el sonido del agua del grifo ahogue el de la sangre bombeando en sus oídos. Dedica toda su atención a los trozos de huevo que se han quedado pegados en la sartén y se obliga a no darse la vuelta para ver qué está haciendo Kyungsoo, o si se ha movido siquiera. Cuando pone el último plato a secar y se seca las manos, Jongin espera encontrar al gato o bien todavía sentado en la silla o bien debajo de la cama otra vez. Pero lo que ve lo sorprende gratamente.

Kyungsoo está en el salón, con la atención puesta en la estantería mientras pasa un dedo por los lomos de los mangas y novelas gráficas que hay en las lejas. Parece genuinamente intrigado y Jongin lo mira, divertido, cuando saca uno y empieza a hojearlo. Lo único que distrae a Jongin de la maravilla que es su preciosa cara son los tirones regulares que se da en los pantalones para que no se caigan, porque su cola está ocupada moviéndose alegremente de un lado a otro.

Probablemente debería hacer algo respecto a eso antes de que su cordura se tire por la ventana. Jongin se aclara la garganta, Kyungsoo pega un bote y el libro se le cae de las manos y golpea el suelo.

-P-perdón.

-No, no -dice Jongin, disculpándose-. Está bien, no pasa nada. Es sólo… Venía a decirte que tengo que ir al piso de al lado un momento. ¿Vale?

Kyungsoo asiente con la cabeza, se agacha para recoger el manga que se le ha caído, suelta un chillido y casi se cae hacia delante cuando los pantalones caen antes que sus piernas y se los tiene que subir otra vez. Sí, definitivamente tiene que hacerles una visita a los vecinos.

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pairing: jongin/kyungsoo, catboy!au, traducción, exo fanfic

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