SOL SOBERANO
Por: Erol
El sol del mediodía apuntaba que la probabilidad de lluvia era nula y que lo despejado del cielo permitiría que el avión de Yuu llegara sin retraso. Miki se alegro de que la distancia fuera cada vez más corta, que el tiempo se detendría de nuevo cuando volviera a ver a Yuu, ahora convertido en arquitecto, sin confusiones de por medio, sin personas que quisieran alterar la relación que habían empezado siendo apenas unos chavales.
-Un helado por favor- solicito la pelirroja al hombre que vendía en el parque.
Todavía recordaba la sorpresa que le dio Yuu cuando le conto que antes de conocerla en la cena con sus padres la había seguido por toda la ciudad con la ridícula esperanza que se fijara en él.
-Estabas jugando tenis y tenias esta misma muñequera- le decía Yuu mientras le mostraba su muñequera rosa- No quiero que creas que tengo ego pero tú eres la única chica que ha pasado de mí.
-¡Fue tu culpa Yuu!- reclamo Miki con expresión enojada la misma que siempre hacia que Yuu reventara en risas.
-¡No te van los enojos Miki!
El hombre de los helados esperaba a que la pelirroja tomara el helado pero como sucedía siempre con las jovenzuelas ella ya estaba en su mundo. Yuu no pudo resistir sonreír al hombre que a su vez le devolvió la sonrisa y centro nuevamente su mirada en la atolondrada muchacha que no encontraba suelto para pagarle, el rubio le tendió el dinero al hombre y le quito el helado mientras esperaba que Miki dejara de buscar en su bolso el dinero.
-Debe estar por aquí- la pelirroja estaba muerta de vergüenza, siempre le pasaba lo mismo, dejaba el dinero en un lado y de pronto el dinero cambiaba de lugar.
-Este parque debe tener algo- los ojos de Yuu cubiertos por la gafas de sol se empequeñecieron al recorrer la mirada por el rostro sorprendido de Miki que ahora había tirado el dinero.
-¡Estas aquí!
-Siempre que estamos aquí ignoras mi presencia- Yuu sonrió y luego extendió el helado a su compradora inicial.
-Imposible- Miki ni si quiera se dio cuenta que al abrazar a Yuu había dejado el helado pegado a la cazadora de cuero, el rubio sonrió indulgente y luego se inclino para besar el pelo pelirrojo que se agitaba con el viento, el sol soberano del cielo derritió el helado y los brazos de Yuu hicieron lo mismo con el apacible cuerpo de Miki.