(no subject)
No second chance to tell you
How much I've missed you
Kalevi.
La extraña.
Cuando ríe a carcajadas y parece que, de nuevo, el mundo vuelve a girar normalmente. Cuando las piezas vuelven a encajar en su sitio y es tan feliz como alguien pueda serlo. Y la extraña y el corazón se le encoge al ser consciente de que jamás podrá sentirse verdaderamente feliz de nuevo. Porque eso que está ahí, que es más de lo que su pecho puede soportar, no puede ser él completo. Pero no lo recuerda. Cómo fue serlo, es decir.
(También le da miedo saber que es más feliz que nunca. Porque eso sería haberla olvidado por completo. Olvidar cuánto duele no estar a su lado).
A veces se sienta en frente de la chimenea. Solo y mirando al fuego. Encontrando las formas más raras que podría a las llamas. Y voltea al lado para comentárselas y que ella encuentra unas más extrañas aún. Pero no está. No estará. Lo único que puede hacer es sonreír, seguir mirando. Imaginar qué es lo que hubiera dicho y sentirse quemándose desde dentro.
(Y el fuego es rojo. Como su cabello lo era. Aunque con el tiempo ha olvidado el color exacto que sólo una fotografía puede guardar. Pero el olor de su piel y el tono de su voz han desaparecido hace tiempo).
Arde y siente que todo se viene abajo. Que se está quemando mientras su cuerpo no es más que hielo. Una desesperación, una impotencia que le acaban del todo. El no saber si ella está bien o no. Si en realidad podrá cumplir su promesa o todo fue sólo para, en su momento, tener alguna razón para seguir cuerdo. Se lo pregunta a veces. Qué tan sano puede ser vivir sin ella.
(Nada. No es sano. Duele. Consume).
Se tira a la cama, a veces. Intenta leer. No es fanático. Pero hay tantos finales de tantos libros que ella jamás conoció. Hay tantas historias que no vivirá.
(Y le toca hacerlo por ella).