Por fin he actualizado la primera parte del epílogo de "Rosa de sangre" :DD Es el capítulo, Acompáñame a la eternidad, parte 1.
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"El techo de la gruta era alto, abovedado, y recordaba el de las antiguas catedrales, con nervaduras que se unían en lo alto. Eternas gotas de agua resbalaban por sus resquicios, cayendo al suelo con la lentitud de los siglos, formando diminutos riachuelos en la piedra negra. Era como un viaje al inhóspito centro de la tierra, donde únicamente las teas en soportes oxidados de hierro incrustados en la pared y las decenas de velas medio derretidas en los salientes de piedra daban testigo de la presencia, alguna vez, de seres vivos allí.
¿Únicamente? No, había algo más que delataba que aquella gruta se había usado alguna vez con un propósito, el origen del aquel olor a la sangre de Kaname, pero Yuuki se sentía incapaz de mirar hacia allí.
-Hazlo.- el susurro de él contra su oído le arrancó una exclamación ahogada-. Mira hacia el fondo.
Ya fuera por el hipnótico murmullo de Kaname o porque sucumbió a la curiosidad, Yuuki giró lentamente la cabeza hacia lo que había al fondo de la caverna. Una enorme piedra -no, una losa, se corrigió-, negra como toda la gruta ¿Un altar? Las emociones que emanaban de ella eran tan sólidas, tan reales, que Yuuki sólo tenía que cerrar los ojos para tocarlas. Kaname tiró de su mano.
-Ven. Acerquémonos.
No quiero. Pero sus piernas se movieron por sí solas, caminando inconscientemente de puntillas para no levantar más ecos en aquel agujero desolado. Cuando se aproximó a la piedra, vio que le llegaba por la cintura, un enorme bloque macizo. Tragó saliva cuando las velas que ardían en la pared del fondo le permitieron discernir algo más: grilletes. Había gruesos grilletes de hierro negro, rezumando óxido de siglos, preparados cerca de la cabecera de la losa, a ambos lados a media altura y dos más al final. Bandas de hierro.
Con la sensación de que el suelo se había abierto de golpe bajo sus pies, Yuuki reparó en que la piedra era tan larga como para que un hombre alto pudiera tenderse en ella. Y ser atado. Asqueada, paseó los ojos por aquel bloque, reparando en que había dos profundas canalizaciones grabadas en la piedra, que partían de donde estaban los grilletes para las muñecas y finalizaban a los pies de la losa, donde sin duda se habrían dispuesto recipientes. Preparados para recoger la sangre del sacrificio…
Ojos rojos, de un profundo rubí, mirándola. Cabellos como tinta sobre la losa. Una banda de acero ciñendo el cuello grácil, pálido. El brillo de un cuchillo. Grilletes en las muñecas delicadas. Las pestañas aleteando una última vez antes de esconder aquellos iris de sangre y los labios entreabriéndose para un último suspiro. Sangre… huele a sangre…
Aquello no era una cueva. Era una tumba. Y el escenario de una matanza. Justo debajo de su casa. "