(no subject)

Aug 15, 2011 23:33

 

Está tumbado sobre su cama mirando al techo y siente que su cuerpo está del revés, el exterior en carne viva, mientras la piel que debería protegerle por fuera está en el interior de sus músculos y le insensibiliza por dentro. Puede sentir cada roce con las sábanas en su magullado cuerpo, el frío de la brisa que se cuela por la ventana rota le hiere como astillas de hielo, pero por dentro no hay nada. Le han vaciado por dentro, le han arrancado las entrañas y se han llevado su alma, y ahora no es más que un recipiente hueco. Al menos así es como se siente.

Cuando cierra los ojos puede verle sobre él, furioso, salvaje como un animal depredador. Le duele por todo el cuerpo, en la garganta, los moretones sobre sus costillas, le duele hasta el pelo que le arrancó al agarrarle de él como si fueran las cuerdas de una marioneta.

La puerta de su cuarto está cerrada con llave desde que volvieron a casa y no tiene nada mejor que hacer en toda la noche para intentar olvidarse del hambre, así que recuerda aquello una y otra vez intentando provocarse a sí mismo una reacción, pero está vacío y no es capaz de sentir nada más que el frío sobre su piel.

Sabe que algo anda mal con él, tal vez le falta alguna pieza o algún gen se movió de su sitio antes de nacer, porque debería estar llorando hasta secarse, sintiéndose sucio y humillado y odiando a la persona que le ha hecho esto, pero simplemente es como si hubiera asistido a algo demasiado grande, inentendible para su limitado cerebro humano. Tal vez, lo que vio aquel día dentro de sus ojos era cierto. James es el demonio y le ha arrastrado con él hasta el mismísimo infierno, de donde ningún alma es capaz de escapar.

***

A la mañana siguiente todavía le cuesta andar y se muere de hambre, pero su madre no le deja tomar nada de desayuno.

-Vete a clase ya o llegarás tarde -le increpa nada más asomarse por la puerta de su habitación-. Y en cuanto salgas quiero que pases directamente a confesarte a la iglesia, ¿me has entendido? Si me entero de que no lo has hecho estarás en un lío muy gordo.

En un principio piensa en no responder, pero Elisa no tiene intención de dejarle marchar hasta que responda y si Max le vuelve a oír faltándola al respeto será peor, así que responde un escueto "Vale" y sale por la puerta delantera, muriéndose de rabia por no poder dar un buen portazo que le costaría unas cuantas horas más de castigo.

En el colegio es de la clase superior, así que ocupa una de las pocas sillas que hay en el único aula compartida por todos. Los niños más pequeños están sentados sobre sus rodillas delante de ellos, con una pizarrita sobre el regazo, pero permanecer sentado le resulta una tortura así que toca en el hombro a uno de los niños que tiene delante, con el que no ha hablado en su vida, y le ofrece su asiento.

-Como quieras -el otro niño ocupa su silla y él se arrodilla junto al resto de los pequeños, ante los ojos asombrados de la maestra.

-Qué bonito gesto Alex, muchas gracias. Quiero que esto sea una lección para todos: Alex ha compartido generosamente una posesión suya con el próximo, y el que hace el bien es recompensado, según las escrituras. Hoy llevarás menos trabajo que los demás para casa -añade ahora dirigiéndose expresamente hacia él, pero en voz lo bastante alta como para que todos lo oigan.

Alex acepta los cumplidos en silencio, sin prestar siquiera mucha atención a sus palabras. Le duele demasiado para atender.

***

-Ave María purísima.

-Sin pecado concebida.

-Bendígame padre porque he pecado. Hace tanto tiempo desde mi última confesión.

-Cuéntame hijo mío.

Al menos eso es lo que sabe que debería pronunciar ahora. Pero no puede evitarlo, demasiadas formalidades estúpidas.

- Ave María purísima y todas esas mierdas, perdone que no me siente padre pero me duele el culo como si me lo hubieran reventado, usted ya me entiende -responde sin molestarse en bajar la voz, a pesar de la fila que hay esperando tras él para confesarse.

Escucha una risa contenida tras la rejilla.

-Santo cielo Alex, no utilices ese vocabulario en presencia de Dios. ¿No te importa nada lo que Él piense?

-No sabía que a usted le importase hacer lo que hace delante de Él. ¿Acaso le pone que esté mirando? ¿Es de ese tipo? Caray, son muchas perversiones en un solo hombre.

-Creo que esta va a ser una confesión muy larga -suspira James resignado-. Vamos hijo, cuéntame.

-Mi madre quería que acudiese a confesarme porque ayer me escapé de casa.

-Continúa.

-Pero yo no siento que haya hecho nada malo, porque esa casa nunca ha sido mi hogar.

-¿No te arrepientes de que se preocuparan por tu culpa?

-No. Ellos me miraban como si quisieran que desapareciese. Así que lo hice. Y aunque les hubiera hecho daño, la biblia dice "ojo por ojo", solo les devolví parte de todo el daño que ellos me hicieron.

-La venganza no es nunca el buen camino a tomar, Alex. Debes perdonar y arrepentirte de tus pecados.

Alex le interrumpe, ligeramente impaciente. No ha venido allí por eso, tiene unos planes muy distintos.

-Me gustaría contarte, si puede ser, el verdadero pecado que me carcome por dentro. No sé si podrá absolverme por él, padre.

-Dios puede perdonar cualquier cosa si te arrepientes sinceramente, hijo.

-¿Es eso lo que hace usted? -pregunta en voz baja- Abusa de niños y después espera que Dios le perdone.

James no contesta a eso, así que continúa.

-Mi verdadero pecado fue acudir a su casa anoche, padre. Porque realmente lo deseaba. Tenía razón, acudí allí para eso. Sentía celos de los otros niños y deseaba que me hiciera lo mismo que a ellos. Cuando me rodeó con los brazos me sentí a salvo, pensé que estaba protegido y ya no necesitaría aparentar ser fuerte, porque a usted podía mostrarle mi verdadero yo. Usted entendería el miedo que sentía realmente y me protegería entre sus brazos.

>>Dios debe perdonarme porque cuando comenzó a desnudarme disfruté el roce de sus manos, el contraste entre ellas, grandes y fuertes contra mi débil cuerpo. Me gustaba que me tocase, se sentía bien y no quería que se detuviera- la respiración del padre comienza a volverse casi imperceptiblemente más pesada a cada palabra que pronuncia, controlando su voz para darle un tono infantil-. Cuando me tocó allí, donde nadie me había tocado antes, creo que sentí miedo, pero a pesar de todo quería que siguiera.

>>Después, cuando me hizo caer sobre la cama, me sentía bien estando sobre su regazo, porque podía sentir su calor y un ligero bulto bajo mi cuerpo, y tenía muchas ganas de tocar ese bulto- sonríe para sí mismo al escuchar un pequeño jadeo al otro lado-. También se sintió bien cuando me metió los dedos. Me hizo daño, pero ese dolor me gustó porque usted estaba teniendo cuidado y no lo hizo bruscamente, sino que fue poco a poco, alargando ese instante de dolor a una larga y deliciosa punzada. ¿Pudo notar cómo latía mi cuerpo? Estoy seguro de que lo notó, yo noté mi sangre bombear contra sus dedos.

>>Pero entonces comenzó a ser muy brusco conmigo. Intenté disfrutar cuando me la metió en la boca, pero no podía, me estaba ahogando y me hacía mucho daño. Todavía me duele la garganta al hablar, como si aun la tuviese aquí metida, ¿sabe cómo le digo? Noto como un eco de sus golpes contra mi garganta. Lo hacía muy fuerte, era como si el hombre anterior hubiera desaparecido y se hubiera transformado en bestia. Supongo que mi boca era demasiado pequeña para usted. Todo mi cuerpo era demasiado pequeño para usted.

Puede oír el susurro de la ropa deslizándose, al tiempo que la respiración que escucha se vuelve más ronca.

-Cuando finalmente me…-tartamudea a propósito y puede oír en los pesados jadeos en respuesta que aquello funciona- se metió dentro de mí, me arrepentí de haber llamado a su puerta. En aquel preciso momento sentí que había perdido algo que ya nunca volvería a recuperar, le había entregado a usted algo demasiado valioso -no puede creérselo cuando oye apenas un gemido disimulado entre el sonido de fricción de piel contra piel y tela. Aquello funciona demasiado bien-. Intenté escapar y creo que le hice daño, le pido disculpas por ello. Pero usted también me hizo mucho daño a mí. De alguna forma, sin embargo, su fuerza seguía pareciéndome atractiva, incluso la fuerza con la que me golpeaba. Deseaba estar fuera de mi cuerpo, contemplando cómo usted lo vapuleaba como a un muñeco. Pero no podía escapar, estaba encerrado entre usted y el colchón y sentí el dolor a cada segundo como si fuera el castigo de las llamas del infierno.

>>Pero después dejé de sentir. Era como si me hubiera arrancado hasta el alma. Cuando terminó sobre mí y me llenó todo el cuerpo de eso esperaba sentirme sucio, pero solo estaba allí presente, como catatónico, observando cómo lo hacía. Así que le pido perdón a Dios, porque anoche dejé que un demonio me robara el alma y ahora no sé dónde está.

Nadie contesta al otro lado, los jadeos y la fricción siguen.

-Veo que molesto padre, me marcho ya, no tengo nada más que confesar. No haga tanto ruido al terminar como hizo ayer, no vaya a asustar a la señora que pasará ahora.

Descorre la cortina  y sale del pequeño habitáculo, con una amplia sonrisa de satisfacción en la cara.

***

-Disculpa la tardanza madre, fui a confesarme como me dijiste -recita las palabras que lleva preparando todo el camino, sin rastro de sentimiento en ellas. Atraviesa la cocina sin mirarla para dirigirse a su cuarto, pero su madre le retiene antes de que pueda escapar.

-Espera, Alex- por un segundo, su tono de voz le hace creer que va a disculparse. Qué iluso-. Esta mañana mientras estabas en el colegio fui a hablar con el padre James, ambos estamos preocupados por ti. Así que hemos decidido que como castigo a tu comportamiento ayudarás como voluntario en la iglesia todos los días durante dos semanas. Comenzarás mañana. ¿Está claro?

Alex se muerde los labios por dentro para no reírse en su cara. Pobre buena mujer, si supiera a qué le está mandando para "limpiar su alma".

-Sí, madre.

-Ahora ve a tu cuarto. Podrás comer cuando lo hayas ordenado.

Él ya iba hacia su cuarto, pero ella tiene que dejar clara su autoridad con ese último comentario. No merece la pena discutir. Aunque se le envenene la sangre cada vez que recibe una orden. No merece la pena.

Se encierra en su cuarto y se tapa la cara con la almohada, disfrutando del silencio y la oscuridad y la soledad de él con sus pensamientos, hasta que sus tripas comienzan a ser demasiado ruidosas para ignorarlas, y tiene que obedecer.

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