(no subject)

Aug 15, 2011 23:35

 

No sabe lo que le ocurre. Aquello no entraba en sus planes. No ha sido así con ningún niño, en ningún caso ha llegado tan lejos, ni ha perdido de aquella forma el control. A ninguno antes le había hecho sangrar. Claro que ninguno había sido como él.

Tal vez eso lo explique, por qué nada ha salido según sus planes. Es la inocencia lo que él busca, la sensación de arrebatar algo que nunca podrán recuperar, y Alex ya lo ha perdido. Debería olvidarse de él y buscar otro crío al que profanar poco a poco, avanzando terreno cada vez, como ha hecho con todos los demás. Y sin embargo no puede dejar de pensarlo y recordarlo y desearlo, como aquella tarde en el confesionario. Se siente como si hubiera estado toda la vida contemplando en blanco y negro, y de pronto hubiera visto el fuego. Definitivamente eso es Alex, una pequeña llama en medio del bosque, tan intenso que daña la vista y te quema la piel, trayendo la desgracia a todo el que le rodea, pero al mismo tiempo tan frágil… le encantaría apagar esa llama. Y si no puede, si resulta que la llama es más poderosa que él, arrojarse al fuego nunca le había parecido tan buena opción.

***

Cuando Alex se presenta en la iglesia con las manos metidas en los bolsillos y el pelo hecho un nido por el viento, han pasado 24 horas desde su confesión y James debe contenerse para no arrastrarle a algún lugar oscuro donde pueda hacerle gritar.

-Aquí me tiene, padre. ¿Qué quiere que le haga? -pregunta con una ligera sonrisa. Siempre con un doble sentido preparado. James le devuelve la sonrisa.

-Sígueme.

Le conduce hasta una pequeña sala cerrada y busca entre su ropa hasta sacar un gran manojo de llaves. Tras unos segundos buscando elige una y abre la puerta con ella.

-El santo del patrón del pueblo será dentro de poco y estas reliquias deben estar listas para entonces. Tú te encargarás de limpiarlas.

-Wow, qué diver.

-¿Qué esperabas? Esto es un castigo, no lo olvides.

-Se me ocurren castigos mucho más divertidos, y seguro que a usted también.

James niega con la cabeza reprobatoriamente.

-Vamos, toma el primero. Lo harás en la sacristía, aquí no hay suficiente luz.

***

Alex tiene razón, no es un trabajo nada divertido. Intenta concentrarse en los papeles que tiene que rellenar durante horas, mientras Alex trabaja a su lado cabreado y aburrido, con las mejillas encendidas por el calor y el cuello de la camisa levantado, pero su vista siempre termina desviándose hacia él. Cuando finalmente comienza a anochecer, decide que ya han trabajado bastante. Le dice que ya puede marcharse y Alex recoge rápido, sin decir nada. Le alcanza cuando está a punto de salir de la habitación.

Antes de que Alex se dé cuenta le tiene contra la puerta de la sacristía, las manos sujetas por encima de su cabeza y una pierna presionando entre las suyas.

Por un momento piensa que va a decir algo con su habitual sarcasmo, pero sólo le está mirando de nuevo con esa expresión, la de la noche del domingo. Incapaz de aguantarle la mirada, baja la cabeza hasta su cuello y lo lame un poco, tirando de la tela de su camisa para descubrirlo. Mientras tanto la mano que no sujeta sus muñecas ha terminado contra su vientre, sin que sepa muy bien como, y continúa bajando hasta rozarle entre las piernas. Nada. Es como si fuera un muñeco. Alex no reacciona hasta que de pronto empalidece, con la vista fija en algún punto detrás de él.

-Ay mierda, la estatua -exclama asustado. James se vuelve, confundido, y de pronto Alex se le resbala de entre las manos como una comadreja y sale dando un portazo.

-Hijo de puta -murmura entre dientes. Sale tras él, a tiempo de verle desaparecer tras el portón de entrada.

***

El siguiente día no pierde el tiempo. Alex le sigue como la vez anterior, pensando que se dirigen a la sala de las reliquias, hasta que se encuentran frente a un cuarto en el que nunca ha estado.

-¿Y bien? ¿Qué debo hacer hoy?

James pasa tras él, cierra la puerta y la cierra con llave mientras Alex contempla cada uno de sus movimientos sin parpadear. Le sujeta de la cintura y le pone de cara a alguna pared, le baja los pantalones y pega la boca a su oído.

-Intenta huir ahora.

Se le escapa un quejido cuando James le penetra sin cuidado, apenas un poco de saliva para ayudar, pero el resto del tiempo aguanta en silencio mientras le folla despacio, aplastándole contra la pared, deleitándose con cada respiración entrecortada y con cada vez que no es capaz de resistir y le permite ver alguna muestra de dolor.

Cuando finalmente se aparta Alex permanece apoyado contra la pared, los ojos cerrados con fuerza, intentando recuperar el aliento.

-Más te vale que te vistas rápido -le susurra contra la nuca-. O comenzaré de nuevo.

Alex hace lo que le dice mientras se limpia una lágrima con rapidez, seguramente esperando que él no lo vea.

***

Los días transcurren de esa forma, sin que sea capaz de arrancarle una respuesta, un pequeño forcejeo que le demuestre que el niño que estuvo aquella vez en su cama no se ha ido. Simplemente se deja hacer mientras James le vapulea de forma cada vez más cruel, haciéndole daño a propósito sin ninguna finalidad, pero es como intentar encontrar vida en una marioneta. Le arroja contra el suelo, le golpea, le folla hasta acabar exhausto. Siente que se está volviendo loco, pero no puede detenerse, necesita encontrar de nuevo al Alex que conoció, sabe que tiene que estar escondido en algún lado de aquel cuerpo de trapo.

Hasta que se rinde. Alex se presenta un día frente a él como todas las tardes y ni siquiera se molesta en llevarlo a algún sitio más seguro. Le agarra el cuello con una mano, en mitad del pasillo central que conduce hacia el altar, apretando sobre su tráquea hasta que su rostro se pone rojo y puede oír los intentos desesperados de su garganta por tomar aire instintivamente, a punto de ahogarse. Ni siquiera ha intentado abrir la boca para pedirle que pare. Sus ojos siguen mirándole de aquella forma.

Le suelta de golpe, horrorizado, y Alex cae de rodillas frente a él. Se deja caer también de rodillas y le sujeta el rostro entre sus manos, con cuidado. Le mira, buscando en el fondo de sus ojos, cualquier cosa, una chispa de vida.

-¿Qué te ocurre? ¿Qué ha pasado con tus ganas de vivir? -le zarandea ligeramente y después le rodea con los brazos, estrechándole contra sí.  Realmente le ha arrancado el alma -Mi pobre chiquillo, perdóname.

Alex no contesta. Alex no está allí. Está abrazando un recipiente sin vida, que alguna vez alojó a la única persona capaz de destruirle.

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