Oye pisadas acercándose por el pasillo central y sale a recibir a quien sea, seguramente alguna señora aburrida que quiere confesarse, pero en cambio se encuentra con él. Alex se dirige directamente hacia él pisando fuerte, sin apartarle los ojos de encima, y James se relame por dentro al verle dos horas antes de lo que debería.
-Cabronazo hijo de puta -el empujón le pilla tan de sorpresa que le hace retroceder un par de pasos-. Voy a matarte, hijo de perra- Alex se acerca de nuevo y va a empujarle por segunda vez, pero James le agarra de las muñecas y le frena en seco sin esfuerzo. Puede sentir su frustración por no poder llegar hasta él. Sonríe.
-¿Fuiste a buscar a tu novio? -se ríe en su cara, sintiéndose poderoso ante su rabiosa impotencia- Pobrecito, qué tierno. Así que ahora vas a destruirme, ¿no? Tengo curiosidad por saber qué piensas hacerme.
Alex no responde. Seguramente ni siquiera él lo sabe. Pero está furioso y con ganas de golpearle, y eso le basta para ponerle caliente y hacer que se olvide de todo lo demás.
Le agarra de la nuca para besarle, solo porque sabe que eso le enfurece más, y se aparta antes de que pueda morderle de nuevo. Alex se agarra de su ropa y estira de ella, tal vez intentando zarandearle, pero lo único que consigue es chocarse contra él antes de que James le sujete de nuevo las manos. Es como si bailaran de nuevo, como solían hacer en catequesis, menos sinuoso y más corporal, se encuentran y se separan bruscamente, a tirones y mordiscos, hasta que se topan con la pared y Alex no puede seguir huyendo.
Le sujeta de los muslos y lo levanta a pulso hasta sostenerle entre su cuerpo y la pared. Completamente pegados, la ropa estorba, le empuja contra la pared con tanta fuerza que siente que podría partirle los huesos con solo un poco más de presión. Intenta obligarle a que ponga sus piernas alrededor de su cintura, pero se le resbalan entre las manos, se retuerce como un pez fuera del agua, le patea, le araña la cara y James debe apartar las manos de su trasero y sujetarle tan solo con la presión de su cuerpo para poder detenerle. Los arañazos le escuecen en las mejillas y le sacan la bestia de dentro.
-¿Sabes lo que les he dicho a los padres de tu novio? -le murmura al oído antes de morderlo con fuerza. Alex suelta un quejido y se remueve con más empeño para soltarse. Ambos saben que es inútil- Que su dulce e inocente hijo ha roto una reliquia muy valiosa que tú estabas limpiando cuando él entró en la habitación.
-Mentiroso -susurra el chico lleno de odio-. Vas a entrar al infierno por la puerta grande.
-Seguro que nos vemos allí -se ríe en respuesta. Puede notar cómo aprieta sus puñitos sujetos en el interior de sus manos-. ¿Y quieres saber qué piensan tus suegros de lo sucedido?
Tras unos instantes, Alex se ve obligado a ceder.
-Qué.
-Que tú lo rompiste y después acusaste a su pobre hijo -su sonrisa se hace más amplia, y puede ver en sus ojos como su ira también crece-. Porque cualquiera que conozca a Michael sabe que cargaría con la culpa. ¿No te parece fantástico? Él está castigado y sus padres ya nunca te creerán, y no has conseguido nada. Salvo que lo de ayer cuente, claro. Sé que siempre quisiste hacerlo.
-Tan solo espera -masculla con la mandíbula apretada, casi llorando de rabia.
-¿Que espere a qué?
El repentino cambio en su expresión le pone sobre alerta. Alex parece recuperar la calma, las comisuras de sus labios luchando por alzarse. Le suelta de golpe y su espalda resbala por la pared hasta caer al suelo. De pie, como los gatos.
Justo a tiempo. Se oye ruido de pasos en la entrada. Alex se cuelga de su cuello en un desesperado intento de que no los escuche, pero es demasiado tarde. Se suelta de sus manos y se separa de golpe. Alguien se acerca a ellos, diría que una mujer por el sonido de sus zapatos, pero no puede volverse a ver quién es. El niño se le acerca de nuevo y se agarra de su ropa, pobre idiota. Así solo parece más culpable. Seguro que no imaginó que aquello se volvería en su contra.
-Alex, por favor -le aparta utilizando la mínima fuerza necesaria-. No puedes hacer esto, ¡soy un hombre! Pobre hijo mío, te has desviado demasiado del rebaño de Dios- puede ver su cara de incredulidad y más tarde horror al comprender, con los labios entreabiertos, tratando de encontrar algo que decir para arreglarlo.
-P-pero usted me ha arrastrado hasta aquí contra mi voluntad-
-Estás aquí como castigo, Alex, no lo malinterpretes. Siento si te he hecho entender otra cosa. Debes rezar para salvarte, hijo. Estoy seguro de que Jesús te ayudará a salir de esto. Pero primero debes arrepentirte por haberme besado.
Tras pronunciar aquello se escucha un pequeño sollozo tras él. Se vuelve hacia el sonido, e interpreta inmejorablemente su papel de sorprendido delante de la madre de Alex.
-Señora, ¿qué está haciendo aquí?
Sus ojos se inundan de lágrimas con rapidez, con la mirada fija en su hijo durante lo que parece una eternidad. Cuando por fin le mira a él, está tan llena de rabia que por un segundo le recuerda al chico.
-Padre, ayude a este niño del demonio, se lo suplico. Yo ya no puedo.
-Escuche, no sé lo que ha oído pero le aseguro que-
-Es muy honorable por su parte tratar de protegerle, pero no se preocupe. Lo sé todo -se acerca hasta él y James se aparta para dejarle el camino libre. Ahora es ella la que le acorrala contra la pared, lívida de enfado. Le agarra de la camiseta y le zarandea haciendo que se golpee contra la pared, mientras trata de no ponerse a gritar.
-Cómo se te ocurre -le dice en voz baja y entrecortada, peligrosa-. Es un cura, Alexander, cómo puedes estar tan enfermo -al final de la frase su voz se alza varias octavas, rompiendo de nuevo a llorar. Le da una sonora bofetada y después le suelta para apartarse dramáticamente, con una mueca de asco acompañando sus gestos.
Se marcha sin decir nada más, y James se apunta otro tanto. Alex está temblando de ira e impotencia, con los puños apretados y blancos, a punto de golpearle.
Se plantea si detenerle o no. Finalmente le deja, le da curiosidad saber cuánta fuerza tiene.
El puñetazo le impacta en la mandíbula y le hace girar el rostro. Duele, claro, pero nada serio. Le agarra las manos antes de que le golpee de nuevo, divertido.
-Te mataré -le escupe a centímetros de su cara-. Voy a destruirte.
-Vas a tener que ponérmelo más difícil que esto, querido -susurra junto a su oído con tono de burla. Muerde el cartílago y Alex se estremece en respuesta, provocándole una sonrisa al comprobar que, por encima de lo mucho que le odie, sigue deseando que él le toque.
Sin desperdiciar un segundo más, le agarra de la nuca y le arrastra a la sacristía. Tienen cosas más interesantes que hacer allí.