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Me abría paso a través de una niebla espesa hasta que llegué a una puerta de piedra. Allí estaba el tipejo del bar que me había metido en este lío... quería pegarle, partirle esa fea nariz a rodillazos, pero no podía hacer otra cosa que mirarle con una sonrisa estúpida que era incapaz de borrarme de la cara.
Me abrió la puerta mientras escupía
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