Fandom: Fullmetal Alchemist.
Pareja: Edward/Winry.
Tabla:
Vicios.
Prompt: #1 Límite.
Palabras: 573.
Advertencias: menciones a los capítulos 33 y 34.
-Joder, a este paso nos va a tocar salir por la noche…
Desde que se había sentado en la camilla auxiliar en la consulta interior del taller, Edward no había dejado de desbarrar sin descanso sobre esto y aquello. Winry, concentrada en el automail hecho trizas -y con gran sufrimiento por ver qué había hecho ese retaco con su obra maestra-, ignoraba las malhumoradas apreciaciones del chico. Mucho mejor para su salud mental, porque en esos momentos sentía la incipiente necesidad de atizar a su amigo con la llave inglesa por el resto de sus días. ¿Cómo, cómo había podido destrozarlo de aquella manera? El acero serrado, los cables partidos, las tuercas torcidas, amén de las infinitas abolladuras que cubrían toda la pieza. Mientras intentaba restaurar parte de los cables que conectaban con las terminaciones nerviosas, en su fuero interno gritaba, rugía y lloraba de desesperación.
-Y encima ese tipo de los ojos extraños-continuó, incansable, Edward-. Me da mala espina. ¿Quién diablos se cree que es? Y sus amiguitos no son mejores. ¡De no ser por ellos no estaríamos aquí!
Winry tuvo la intención de escupir algún comentario mordaz al respecto; pero se contuvo, por que prevaleciese la paz en el ambiente. ¿Por ellos? ¡Pero sí ha sido él quien ha partido mi precioso automail de cuajo!, vociferaba una vocecita molesta en sus pensamientos. Agarró el destornillador y apretó algunos de los tornillos internos, que se habían quedado sueltos después de todo el trajín.
-Quería llegar a Central esta noche, maldita sea.
Siguió gruñendo. Ya casi se había acostumbrado al tonillo impertinente de Ed. como música de fondo; pero se daba cuenta de que, conforme continuaba, sus instintos asesinos empezaban a florecer. Ese enano iba a agotar toda su paciencia.
No respondió, abstraída en su trabajo. Aunque el zumbido permanente de la voz de Ed no desaparecía de sus oídos. Realmente estaba llegando al límite de su paciencia. Un cable por aquí, soldar este fragmento para la sujeción del ensamble… ¿de qué hablaba ahora? Ah, sí. Decía algo sobre el generalísimo, todo el incidente en Dublith, algún insulto nacido de su lengua viperina dedicado especialmente al coronel Mustang y para terminar alguna que otra lindeza sobre el nuevo integrante procedente de las lejanas tierras de Xing. Repitió que no se fiaba de ellos y, por enésima vez desde que se habían quedado a solas en la habitación, reiteró que todo el retraso era por culpa de “los dos de negro” y el jaleo que habían organizado en la ciudad; oh, también por culpa de ellos se las había tenido que volver a ver con medio vecindario de Rush Valley, que comenzaba a cogerle cierta tirria. ¡Pero sí él también se ha cargado media ciudad! Y ya es la segunda vez…
Aspiró. Estrechó los ojos, simulando estar interesada por alguna anomalía en el brazo metálico; si bien, entre dientes, dejaba escapar alguna que otra maldición. Edward enmudeció de repente. Ella carraspeó.
-Eh, Winry, llevas ahí como una hora. ¿Vas a acabar de una puñetera vez?
El proyectil-llave inglesa voló en menos que se tarda en contar hasta tres, formando una parábola perfecta para después colisionar en toda la cara del muchacho. Desde el otro lado, en la mesa de trabajo, una airada Winry dirigía su mirada furibunda al objetivo.
-¡CÁLLATE DE UNA VEZ, EDWARD ELRIC!
Ese estúpido friki de la alquimia todavía no conocía el límite de su paciencia.
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