Ron estaba comiendo ranas de chocolate sentado en una de las banquetas del patio interior -uno de los patios interiores, debería puntualizar- cuando llegó Luna.
Se sentó a su lado, observando los cinco envoltorios vacíos y los cromos en el interior.
-Mira, el cromo de Dumbledore -le señaló, con los enormes ojos azules brillando de excitación -. Si comes muchos chocolates lo wankipuffs rastrearán tu olor y tendrás pesadillas.
Ron asintió y sonrió, comiendo chocolate.
En aquel entonces aún no sabían el valor que llegaría a tener el cromo y Ron lo tenía repetido.
Ron abre los ojos a las tres y cuarenta y cinco minutos de la madrugada exactamente según su reloj, el que va mal, el que siempre se adelanta dos minutos y medio.
Se revuelve en el sofá, con un libro abierto sobre el regazo, tapado por una manta grande. Observando a su alrededor se encuentra en la biblioteca de la casa de la familia Black, el Horrocrux en el centro de una mesa de café, y Hermione y Harry sentados en sillones a sus lados.
Oye pasos descalzos y amortiguados por las escaleras enmoquetadas y cuando se abre la puerta de la habitación la oleada de aire frío le cala hasta los huesos.
(A Luna el aire caliente le da de pleno en la cara y la sonroja agradablemente.)
Se acerca a Ron y deja sobre la mesa una bandeja con la tetera -llena- y cuatro tazas. Sirve dos y sin ser plenamente consciente de que entre sofá y sillón la mano de Ron cae casualmente para agarrar la de Hermione con suavidad, se inclina ante él y le besa los labios con suavidad.
-Cuidado con los wankipuffs -y saca de debajo del jersey una rana de chocolate en su envoltorio. El cromo es de Dumbledore y le entrega la cajita con ojos llorosos -. Sólo tengo esta y no quería que nadie la viera.
(Es el tipo de cosas que Luna hace.)