Mi cabeza sigue andando. Los engranajes no paran un segundo.
Estuve debatiendo conmigo otro rato esta tarde, y salió esto:
Sé que cuantas más vueltas le dé al asunto, peor me voy a sentir cuando lo resuelva. Y sé que hay sólo una salida posible; la otra sería prácticamente un suicidio.
¿Y si...? No.
¿Qué tal si...? NO.
¡Pero tiene que haber algún modo de...! No. NO. No y no. Absoluta y definitivamente no.
No va conmigo, no puedo, no debo. NO. Pero quiero.
Me niego también a decirlo en voz alta, incluso a escribirlo... Hacerlo sería volver tangible el problema. Lo haría más real de lo que es ahora mismo, que lo mantengo escondido en lo más profundo de mi mente.
Creo que hice lo mismo cada vez que me sentí en una situación similar a lo largo de toda mi vida. Sólo que esta vez, como todas, es diferente. Sé que es un acto de cobardía, pero necesito proteger esa parte de mi ego. Porque es débil, infinitamente frágil.
Y me harté de caminar descalza sobre vitrales rotos.