Para
drabbles_30min , que ya iba siendo hora de volver a hacer ALGO (aunque sea algún reto mierdoso los domingos).
- Reto 172: En el Mundo Mágico, como entre los muggles, parece que es bastante común tener mascotas o animales de compañía. Algunas como Scabbers, tienen una larga historia detrás. Pero ¿qué hay de esas otras mascosas: Trevor, Fang, los pavos reales de Lucius Malfoy...?
Augustus y Madoro
Una bonita noche estrellada. Augustus salió al jardín, giró su plumoso cuello y, tras comprobar que no le seguía nadie, se sacó un paquete de tabaco de detrás del ala izquierda. Como aún no era del todo seguro, bajó dando saltitos los escalones de la entrada de la imponente mansión, piando de vez en cuando y meneando las plumas de la cola como se espera de los propios de su especie. Al llegar al impoluto césped regado por la luz de la luna, Augustus aceleró el paso a trompicones hasta colocarse justo debajo de una ventana, lejos del campo de visión de los habitantes de esa casa.
Resopló aliviado, y se sentó despatarrado en el suelo. Los goterones de sudor resbalaron por su pico hasta caer en su prominente barriga azul eléctrico con un ruido apagado. Sus apagados ojos saltones se relajaron hasta cerrarse, mientras las plumas de su ala derecha movían un cigarrillo desde la cajetilla a un lateral de su pico, y se disponía a encenderlo.
Buscar un mechero no es tan sencillo cuando eres un aparatoso plumífero despatarrado, que para colmo no nació como tal. No, la mala suerte había querido que el pobre Augustus hubiese tenido que coserse un bolsillo de lona a la cara interna del ala izquierda, sin botones (coser siendo un pavo no es nada fácil) con el objetivo de guardar un paquete de tabaco y un mechero que siempre perdía. Tanteó con cuidado para comprobar que, efectivamente y contra todo atisbo de buena suerte, esta vez no iba a ser una excepción. El bolsillo estaba vacío.
Augustus se estaba planteando seriamente comerse su tabaco cuando el matorral de su derecha se movió agitadamente y tras él salió otro pavo real como él. Bueno, en realidad no exactamente como él. Compararle con Madoro no podía ni siquiera ser tomado en consideración.
A pesar de que se trataba de un pavo, Madoro exploraba imaginativamente todas y cada una de las facetas de sí mismo, intentando parecer un pavo real convincente, y fracasando estrepitosamente en el intento. Mientras Augustus daba saltitos por la hierba y fumaba a escondidas, Madoro aleteaba grácilmente como una golondrina castrada, arrastrando tras de sí toda una cohorte de plumas finales como un monstruoso cortacésped nocturno. Porque si algo caracterizaba al infructuoso proyecto de ser pensante que era Madoro, era su total incultura hacia cualquier aspecto general o particular de la vida. Llegaba hasta tal punto que, en su primera semana en la mansión, se había salido del establecido piar de los pavos reales y había saludado a sus amos con un sonoro y gutural “BEEE!”. Augustus tuvo que aprovechar el momento en que los criados reanimaban a Narcissa con unas sales y arrastrar a su compañero fuera del jardín entre blasfemias y sin dejar de amordazarle.
Siendo humanos, Augustus y él compartían despacho en la brigada de espionaje de la central del Ministerio de Magia, y ya entonces era un cero a la izquierda. Un buen manojo de músculos, pero hueco por dentro. Por entonces, Augustus se metía entre tres y cuatro cajetillas al día y pellizcaba el culo a las secretarias.
Finalmente, se presentó una misión tan arriesgada, valorada, peligrosa y difícil, que los agentes designados fueron elegidos por el grosor de su montaña de reclamaciones. Y así es como Augustus y disparo-machaco-y-pregunto-Madoro acabaron conducidos a un salón donde les dieron la mano, una copa de champán y un varitazo en medio de la cabeza, convirtiéndoles al instante en los dos nuevos agentes infiltrados en el sistema de vigilancia y seguridad de la familia Malfoy. O, según el punto de vista, en raquíticos monstruos homosexuales plumosos cuyo único proyecto en la vida era comer, defecar y pisotear con rabia las orquídeas. Augustus usaba las vigilancias para fumar y maldecir su existencia. Madoro, para empeorar su interpretación y espantar palomas.
Esta noche, Augustus estaba más preocupado en la ausencia de su mechero que en el biplano averiado que fingía ser su compañero.
-Eh, Madoro -susurró con delicadeza haciendo gestos con el ala a su compañero. Éste detuvo de inmediato su actuación y agitó un ala en el aire felizmente.
-¡Hola, Agus! ¿Otra vez fumando?
Augustus suspiró y siguió en silencio para que su compañero se acercara. Madoro no aprendería a deletrear su nombre ni con todas las tizas de colores del planeta.
-¿Has visto tú mi mechero?
Madoro agitó la cabeza como un plumero barato.
-Si, se te cayó en el salón principal.
Las pupilas animales de Augustus se contrajeron al instante, a la par que su cuello se iba estirando en vertical, como esperando la guillotina.
-¿Y… y no se te ocurrió cogerlo?
Madoro se rascó el ala en un esfuerzo vano por pensar, mientras su compañero preveía un complicado plan de allanamiento de morada en plena noche para buscar un mechero bajo los sofás.
-La verdad es que no tuve oportunidad, justo cuando iba a entrar a recogerlo la señora Narcissa lo encontró y se lo guardó en el bolsillo.
Augustus se puso en pie muy lentamente, giró sobre sus patas y sin variar la expresión arremetió a cabezazos contra la pared mientras se visualizaba a si mismo encendiendo cigarros chocando piedras.
-¡EH! -saltó su compañero preocupado al cuarto cabezazo -¡No hagas eso amigo! Ya sé que era tu favorito, por todo lo de aquel bar y eso, pero no es motivo para…
La cabeza de Augustus dejó de chocar contra la pared. Ahora, al girarse lentamente, su pico temblaba y sus ojos bailaban espasmódicamente presa de un tic.
-Mi… mechero… favorito…-consiguió balbucear muy despacio-… ¿no… era ese… era ese… el del punto de encuentro?
Madoro abrió mucho los ojos, sinceramente sorprendido.
-Mira, no sé de qué me estás hablando, amigo, pero no pierdas el otro mechero, ese que nos permite tele transportarnos al cuartel en caso de emergencia. No pienso ser un pavo para siempre, y es lo que ocurrirá si pierdes ese mechero. ¿Por qué me miras…?
Augustus, violeta e hinchado como un arándano relleno, saltó con toda su corpulencia sobre su cómplice con el noble objetivo de despellejarle a picotazos. Él se quedaría así para siempre, pero su compañero no volvería a volar ni a reproducirse si él podía evitarlo.
Esa noche de julio, bajo el manto estrellado, la solitaria anciana del número 4 vio, no sin culpar de ello a la medicación, como dos pavos reales se perseguían en círculos gruñendo y desplumándose con inusual ferocidad, y alguna que otra blasfemia en perfecto inglés demasiado audible.