el golem, borges

Jun 20, 2006 17:44

El Golem

Si, (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo una día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
del las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores,
y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem.
(Estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo
(Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga)
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
las devaciones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. Comó (se dijo)
pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?

Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otro cuita?

En la hora de angustia y del luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

Yes, (like the Greek says in the Cratilo)
the name is an archetype of the thing,
in the letters of rose is the rose
and all the Nile in the word Nile.

And, made out of consonants and vowels,
there will be a terrible Name, the essence of which
encodes God and which Omnipotence
keeps in exact letters and syllables.

Adam and the stars knew it
in the Garden. The rust of sin
(the cabalists say) has erased it
and the generations lost it.

The artifacts and candor of man
have no end. We know there was a day
in which God's people searched for the Name
in the vigils of judaica.

Not in the manner of others who a vague
shadow insinuate in the vague history,
still green and alive is the memory
of Juda Loew, who was a rabbi in Prague.

Thirsty for knowing what God knows,
Juda Loew devoted himself to permutations
of letters and complex variations
and finally said the Name which is the Key,

the Door, the Echo, the Guest and the Palace,
over a puppet which, with unskilled hands,
he carved, to teach it the arcanes
of the Letters, of Time and of Space.

The simulacrum raised his sleepy
lids and it saw shapes and colors
which he didn't understand, lost in rumors,
and he practiced wary movements.

Gradually he saw himself (like us)
trapped in this noisy web
of Before, After, Yesterday, While, Now,
Right, Left, Me, You, Those, Us.

The cabalist who presided as numen
named the vast creature Golem.
(This truths are referred to by Scholem
in a well known place of his volume).

The rabbi explained the universe to him
(This is my foot; that is yours; this the rope)
and he managed, after years, to have the perverse one
sweep, well or poorly, the synagogue.

Maybe there was a mistake in the writing
or in the articulation of the Sacred name,
in spite of such high sorcery,
the apprentice of man didn't learn to speak.

His eyes, less of man than of dog
and much less of dog than of a thing,
followed the rabbi through the doubtful
gloom of the rooms of the enclosure.

Something abnormal and unskilled was in the Golem,
because wherever he went the rabbis' cat
hid. (This cat is not in Scholem
but, through time, I've guessed its existence).

Raising to his God filial hands,
the doings of his God he copied,
or, stupid and smiling, he hollowed himself
in concave oriental bows.

The rabbi watched him tenderly
and with some horror. How (he said to himself)
could I beget this sorrowful son,
and bequeath such inactivity, what is sanity?

Why did I decide to add to the infinite
series one more symbol? Why, to the superfluous
skein which in eternity unravels,
did I give another cause, another effect and another sorrow?

In the hour of anguish and of vague light,
on his Golem his eyes dwelled.
Who will tell us what was felt by
God, when seeing his rabbi in Prague?

-- Jorge Luis Borges, 1958
Translation by Xomalin G. Peralta, 1998.
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