Iñaki estiró la mano y cerró el puño, como si quisiera atrapar un pedazo de aire.
… Cosa que, evidentemente, no pasó. Escapó entre sus dedos, si es que alguna vez llegó a estar verdaderamente preso. Despacio, abrió la palma de la mano y la giró para mirarla, sin esperar ver nada más que su propia piel.
El aire tiene algo de orgulloso que siempre le había llamado mucho la atención. Porque es algo etéreo, inmaterial, intangible. Y no puedes poseer algo así. No puedes tocarlo, o verlo, o incluso sentirlo. No si él no quiere. Porque será él quien te toque a ti, quien te acaricie con una suave brisa, de esas que te ponen la piel de gallina de puro placer, quien se dejará ver al formar un remolino que se lleve por delante hojas caídas o que haga que se te revuelva el pelo. Será él quien decida si es frío o cálido contigo, si es vaho o si es hálito, si te regala el aroma del mar o de la hierba, si es manso como en una tarde veraniega o si es un violento huracán capaz de llevarse todo por delante.
Y, sin embargo, siempre se queda atrás. Porque el agua es mucho más mística, la tierra mucho más estable, el fuego mucho más poderoso. Y ese orgullo queda atrás, esa supuesta libertad que simboliza se ve atrapada por la necesidad de que todo funcione correctamente. Es el encargado de darle vida a la flora y fauna de la que presume la tierra, es quien aviva las llamas del fuego, quien acompaña al agua en sus tempestades. Y toda esa anarquía espiritual se esconde tras una máscara de orden, pues aunque el aire esté en todas partes, en realidad, sólo está donde debe estar. Donde se le necesita.
Sacando a Iñaki de sus pensamientos, Manuel se removió dentro del sueño y se acurrucó contra él, encogiendo las manos sobre su pecho en un roce que siempre le dejaba la piel de gallina.
Iñaki sonrió. Él ya tenía su propio pedacito de aire.
Título: Agua
Autor:
0_aredhel_0 Fandom: Authonomical Provinces Hespania
Disclaimer: Los personajes son de
vikokaoru Claim: Manuel/Iñaki
Advertencias: Fluff, fluff, fluff... srsly, sólo sé escribir esto :_D
Notas: Basado en un rol con
vikokaoru Manuel se apoyó en el alféizar de la ventana, viendo la lluvia caer y chocarse contra el cristal, formando pequeños senderos que bajaban por el mismo.
El agua era para él, cuanto menos, incómoda. Al menos cuando viene en forma de lluvia, que siempre llega sin avisar. Te confías porque apenas son unas gotas aisladas y casi no las notas, pero antes de que puedas ponerte a cubierto ya te ha calado entero. Y luego no puedes librarte de ella, porque se te han mojado los calcetines y el agua ha traspasado tu abrigo, y la tienes contigo hasta que llegas a tu casa y te puedes cambiar de ropa y secarte el pelo.
Aún así sonrió de medio lado, porque todo eso ya lo tenía.
Lo bueno es que para librarte del frío que te deja la lluvia puedes darte una ducha caliente, y esa es otra forma de agua que sí le gustaba a Manuel. Con los ojos cerrados, relajas los músculos y dejas que te envuelva como un abrazo, que caiga por tu cuerpo como si conociera cada curva y cada relieve, que forme caminos y que se entrelacen, que alivie la temperatura de tu piel y la caliente hasta que no puedas más; y aún así eso es placentero.
De nuevo, ya tenía todo eso.
Pero lo curioso es que después de tanta agua, siempre acabas teniendo sed. Y cuando bebes no piensas que lo necesitas para vivir, es un antojo del momento que te hace levantarte del sofá por muy cómodo que estés. Y no piensas en su sabor, en su olor o en su apariencia, porque aunque es exactamente lo que tu cuerpo requiere, es algo más: es lo que quieres tú.
Sí, Manuel ya tenía todo eso.
Le dirigió una mirada de desprecio a las gotas que acariciaban la ventana, al tiempo que sentía cómo lo rodeaban un par de brazos fuertes y unos labios carnosos le besaban la coronilla.
- “¿Te gusta la lluvia?” -preguntó Iñaki, curioso.
- “No” -respondió Manuel, altanero.
“Me gustas tú”.