A esas chicas alegres de la calle,
que derraman perfumes en la noche,
con las alas abiertas, por si hay
alguien para invitarlas
a alcanzar la luna.
Mariposas de escarcha y de cristal,
gaviotas sin rumbo, que al pasar me miran.
Samaritanas del amor,
que van dejando el corazón
entre la esquina y el café,
entre las sombras del jardín
o en la penumbra
(
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