Del miércoles 29 de Agosto al domingo 2 de Septiembre de 2012, se llevó a cabo el primer
Diálogo Multicultural Universal en mi ciudad natal. Una oportunidad única para conocer a personas extraordinarias, renovar y consolidar amistades, reconsiderar muchas cosas.
Mi propia participación fue sin duda de las más modestas entre tantas presencias admirables y profundamente espirituales que estudieron presentes dentro de la heterogénea concurrencia. Reproduzco aquí los textos de mis ponencias (la segunda se encuentra
aquí); me correspondió estar al lado de Tarwe de la
Comunidad Pagana de México. Al final del texto incluyo el video de un fragmento de mi participación; como se verá, no suelo ceñirme del todo a lo escrito.
Praxis, libros y enseñanza
Por Luis G. Abbadie
Tu pasado se ha borrado
pero tú estás en él todavía,
rehusándote a dejarlo morir.
Tu supervivencia depende
de la renunciación de tus viejos hábitos,
tu antigua existencia.
Déjalos ser...
-Lilly Trumpour
El creciente número de practicantes autodidactas entre las religiones paganas, de antemano propensas a la adaptación y modificación personales, ha hecho que el estudio autónomo y sin guía sirva como fundamento doctrinal y ritual para cada vez más individuos y grupos, e incluso para nuevas recensiones de algunas religiones -lo que entre paganos suele denominarse “tradiciones”-; es imperativo valorar los aspectos que intervienen en la formación religiosa pagana. El aprendizaje por medio de libros y cursos, en contraste con la admisión dentro de una tradición establecida con su propio cuerpo doctrinal, o en algunos casos, con una estructura mistérica e iniciática. Más allá de los aciertos y errores de las diversas formas de aprendizaje, fundamental para un pagano es la vivencia, la praxis, no recabar información ni obtener títulos o grados, ni utilizar ciertos símbolos o herramientas o frases, sino asumir de manera intrínseca una cosmovisión pagana y experienciarla de manera continua.
Los recursos que contribuyen a la formación de un pagano pueden ser mejor comprendidos si primero determinamos cuál es el fin perseguido por el estudiante (por llamarlo de alguna manera). En realidad, así como el paganismo es plural, también sus aspiraciones y objetivos son muchos. Lo básico es, por supuesto, el replantear su experiencia vital de manera congruente con sus creencias, y en armonía con sus dioses -lo cual no es tan sencillo como suena, como veremos. En el otro extremo tenemos a quienes buscan una experiencia transformadora continua, una senda iniciática como la encontramos, en mayor o menor grado, en algunas tradiciones o vertientes de druidismo, brujería tradicional, heathenry o en la Wica tradicional británica (1), tradiciones que con frecuencia conllevan una enseñanza rigurosa, una transmisión iniciática.
Aquí es pertinente considerar una definición de lo que es el paganismo actualmente según Annya M. Cabral:
“Paganismo: entre un corpus improvisado y una estructura mistérica renacida”.
El neopaganismo autodidacta se basa en una difusión, a través de cursos y libros, de las doctrinas y prácticas de las tradiciones estructuradas, sobre todo las modernas, ya sea las reconstruccionistas -conformadas a su vez a partir del estudio académico y folklórico, especulación razonada y experimentación- o las que transmiten un corpus de enseñanzas enriquecido a través de la praxis. Para el autodidacta o “solitario”, suele ser motivo de fricción con los “tradicionalistas” el concepto generalizado entre los neopaganos de la autoiniciación, y la idea habitual en la Wicca por ejemplo, de que cada individuo, al no requerir un intermediario con lo divino, “es sacerdote”. Esto choca con quienes siguen una tradición estructurada en un sistema de grados, en la cual el sacerdocio es alcanzado tras una preparación rigurosa y las experiencias iniciáticas correspondientes. Y no es que uno u otro esté en el error (como es demasiado frecuente que se diga), sino una simple divergencia en la definición de palabras -el “sacerdocio” autodidacta se refiere sencillamente a la capacidad del individuo de comunicarse con los dioses, de llevar a cabo bendiciones y consagraciones, sin necesidad de que un “especialista” lo haga o dirija sus rituales en su vida personal. El rol sacerdotal en el marco de una tradición, en cambio, no representa una conexión exclusiva con lo sagrado sino un rol, una responsabilidad asumida para llevar a cabo ciertas funciones dentro y fuera del contexto ceremonial, y que no implica que la humanidad requiera de los sacerdotes para dirigir sus ritos, sino que cumplen con su parte en la estructura de su propia tradición.
Raven Grimassi ha explicado la cuestión con una alegoría interesante (2): al desintegrarse antiguos cultos y entrar en una supervivencia clandestina, se habrían formado dos vertientes, la primera los herederos de los sacerdotes, preservando cuanto se pudo de sus usanzas, y la segunda por parte de los feligreses, quienes deseando preservar su fe, habrían reconstruido las prácticas y ritos del clero según los habían observado en la manera de lo posible, llevando al desarrollo de dos vertientes paralelas y a grandes rasgos muy similares, sin embargo con enormes diferencias de fondo. Aunque las cosas son más complejas, esta fábula puede darnos una mejor idea de la situación. En medio de las diferentes aproximaciones al paganismo, no se trata de que unas estén correctas y otras erradas -puesto que las religiones paganas no suelen atribuirse carácter de veracidad única y lo que unos y otros hacen puede funcionar en su experiencia-, sino que en ocasiones cada uno pretende interpretar lo que hace el otro de acuerdo con sus definiciones de los conceptos, y las contradicciones resultantes provocan incomprensión.
Dicho esto, nos encontramos con solitarios que asumen de manera superficial muchos conceptos, comparten sus interpretaciones personales que a veces difieren mucho de las originales, y éstas son repetidas y difundidas hasta convertirse en conceptos “estándar”; mientras tanto, otros que estudian más las fuentes originales en la medida de lo posible, cuando no consiguen (o desean) asumir el aprendizaje en una tradición estructurada, intentan recrear y experienciar con la mayor profundidad posible la praxis tradicional. Siempre será materia de debate si esto es o no posible.
Esto es parte de lo que ahora nos ocupa: la eficacia de los recursos del estudiante autodidacta, del solitario. Es aquí donde algunos, enterados de la vieja problemática de la comunidad neopagana, probablemente esperarían una calificación o descalificación de dichos recursos. Sin embargo, la verdadera cuestión es que el estudiante sea o no capaz de aprovecharlos; el factor humano es la llave.
Libros, páginas web y cursos pueden servir para compartir una y otra vez las bases de una praxis personalizada, mas únicamente como puntos de partida. Una persona puede estudiar uno tras otro y acumular conocimientos, incluso una comprensión cabal de muchas cosas, pero la religión no es una disciplina científica, ni siquiera filosófica (aunque sea imposible desligar una de otra), sino una vivencia. Eventualmente, una cosmovisión pagana debe ser asumida, y ésta cambiará toda la experiencia vital de la persona. Muchos no llegan siquiera a este paso; mantienen una mentalidad con bases morales y espirituales en su experiencia pre-pagana, y asumen un recubrimiento superficial de elementos, frases y terminología paganas sin nunca comprender la esencia, incluso escandalizándose ante la misma como si fuera algo ajeno y paradójicamente, creyéndola contraria a lo que consideran paganismo. Esto sucede fácilmente debido al error común de creer que todo el paganismo comparte los mismos parámetros, un error comprensible debido a la escasez de fuentes sólidas.
¿Cómo se va asumiendo esa nueva perspectiva? A través de experienciar la realidad desde una óptica pagana, de conocer y comprender a los Dioses, a los espíritus y a los propios seres humanos y el mundo que nos rodea por medio de la gnosis -en su acepción original, no como ideología-; no a través del ritual sino en la vivencia que el ritual nos permite alcanzar; no a través de una cercanía con la naturaleza como la permite un campamento o una vida ecológica sino aprendiendo a percibir las fuerzas subyacentes en la naturaleza, el genius loci, el anima mundi, y a unirnos a ellas desde nuestro interior. Ahora bien, aun para quienes no cuentan con la formación tradicional adecuada, un curso o taller bien llevado puede brindar las claves para descubrir esa senda de experiencia, pero ¿quien recurre exclusivamente a libros podrá descubrir esas claves por sí mismo?
No podemos descartar que así sea, sin embargo tampoco es fácil declarar ésta una opción viable, ya que aun la explicación más clara puede ser insuficiente para los aspectos vivenciales, esto además de la enorme importancia del discernimiento y de la frecuente trampa de muchos libros de dar la impresión de que el seguir cierta serie de pasos metódicos con convicción es suficiente, o hacen pasar la imaginación o visualización creativa por verdaderas experiencias místicas, espirituales o astrales, sin que el estudiante conozca la diferencia hasta que finalmente tenga una experiencia verdadera.
Sin embargo, alguna clave generada en el estudio autónomo puede ser el catalizador requerido. De nuevo, el elemento humano es el que importa, no la fuente orientadora; la capacidad de la persona para rebasar sus propias preconcepciones y abrirse a la experiencia. (3)
Paradójicamente, el único obstáculo real para lograr la transición se encuentra en la consciencia misma. Las religiones paganas, por su misma naturaleza, conllevan en mayor o menor grado una alteración de consciencia. Las prácticas mágicas están presentes casi siempre -una acepción de la magia difundida por Starhawk es “el arte de alterar la consciencia a voluntad”-, y más allá de sus propósitos pragmáticos, su valor en el progreso espiritual es el ejercicio de esa alteración de consciencia y por lo tanto, de percepción, que permite la gnosis de la naturaleza.
Las experiencias que integran la praxis de un brujo son del tipo extático (denominado “chamánico” por el lenguaje común) (3). La alteración de consciencia, la percepción y contacto con el otro mundo, la búsqueda de nuestro doble animal. Y como fundamento y destino, el recobrar nuestra consciencia como partes del Todo.
Una vez el ser humano manifiesta no su deseo, sino su necesidad de encontrar su senda personal en la espiritualidad pagana, el universo -la Naturaleza, los Dioses- responden. No se trata de manifestarlo encendiendo una vela para declarar ese propósito en palabras sinceras, éste es un acto externo algo frecuente, a su manera valioso, pero únicamente formaliza la dedicación. Lo importante es que la chispa de fuego divino en el interior del corazón se inflame en reconocimiento de su fuente, al encontrarse ante la senda que nos señalan los antiguos dioses.
Para gran parte de los paganos, no hubo una “caída”, el espíritu humano jamás se perdió o quedó prisionero en la materia; todos somos parte de esa unidad que es el cosmos, sólo necesitamos cobrar consciencia de ello.
“Hace mucho, mucho tiempo, aquellos que se volverían los brujos cayeron a la tierra. No fueron expulsados del cielo, no vinieron precipitàndose fuera de la gracia con desesperación ni con temor y atroz agonía. Vinieron por amor y se quedaron por amor”.
-Veronica Cummer (4)
Si el todo se ha dividido en partes, es para hacer posible la reintegración, y cada parte busca instintivamente ese reencuentro (aun si la división sólo es aparente a nuestros sentidos mundanos). Por eso una experiencia muy común en las personas que se someten a experiencias enteogénicas, es la vivencia de unión -mejor dicho unidad- con el universo y cuanto hay en él. Mientras que el químico puede ofrecer causas pragmáticas para esta experiencia, para el brujo o sacerdote pagano (o de cualquier otra disciplina que dé cabida a estos métodos) hay causas místicas igualmente obvias. Desde que el espíritu recuerda esa unión original y, en su deseo de volver a ella, recrea la sensación, hasta -más sencillo aún- aquello que me dijo una vez una persona muy sabia:
“Tú eres todo, nosotros somos todo; el ungüento te hace abrir los sentidos para sentir lo que eres, igual que cuando abres los ojos al despertar para mirar dónde estás. Con astucia, aprenderás a abrir los sentidos a voluntad, y eventualmente a no cerrarlos del todo. La maestría es no verse obligado a tener los ojos siempre cerrados. Aprende a usar los párpados”.
Mas no sólo la parte que intuye el todo, lo ansía; el todo reacciona a ese atisbo de consciencia y busca a esa parte, y es entonces que las coincidencias se tornan sincronías, y el espíritu alerta sabe reconocerlas. Sin embargo, aunque es a esto que se refiere el famoso axioma “cuando el discípulo está listo, el maestro aparece” -refiriéndose no necesariamente a un maestro literal, sino a cualquier experiencia que conduzca al aprendizaje-, el estudiante debe permanecer alerta, pues no todo aquello que se cruce en su camino y parezca significativo es una señal verdadera, y no todo el que se dice maestro lo es. La señal de alerta más evidente es el falso maestro que alienta a no cuestionar, a no “encadenarse” a la razón, argumento tan eficaz para el engaño debido a que tuerce una verdad: la senda del espíritu rebasa la razón -mas no la niega ni prescinde de ella, pues la fe que repudia a la razón es un ciego sin bastón, que se guía hábilmente con sus sentidos agudizados mas carece de su valiosa herramienta para detectar los baches y pozos que abundan en su camino. La razón, el cuestionamiento y la duda son imprescindibles, mas deben ser recursos, nunca cadenas. Como lo expresó de manera poética Aleister Crowley:
“Dormí con la Fe, y encontré un cadáver en mis brazos al despertar; bebí y bailé la noche entera con la Duda, y la encontré virgen por la mañana”. (6)
Por ello hay que alejarse de quien diga respetar las opiniones, mas aliente a ignorar las dudas, a repudiar el debate, y a confiar ignorando la razón.
Incluso la oposición es destino, la adversidad, los falsos maestros, forjan y fortalecen al estudiante que los deja atrás. Quien abandona su camino, decepcionado, tras uno o más de estos engañosos encuentros, lo hace porque no está preparado todavía para la senda de trascendencia, la cual no sólo ofrece, también exige. Porque para el pagano, todo es como debe ser, y todo es parte de un patrón incognoscible.
Sin embargo, no hay que caer en el error frecuente de que el pagano es un buscador de emociones, de exoticidad. ¡Claro que hay muchos estudiantes no muy enfocados que buscan esto! Desde que se empezaron a difundir conceptos wiccanos y paganos en televisión -en Charmed y en Buffy-, en el cine -con cintas como Las nieblas de Avalon o The Craft (Las jóvenes brujas)-, decenas de adolescentes son atraídos a la brujería y al paganismo, como si se tratara de una parte de subculturas como el juego de rol o el movimiento gótico. Pero lo que estos buscan es el romanticismo, la fantasía; y el paganismo, como ya mencioné, es pragmático, y los desanimará eventualmente.
Lo que el pagano busca realmente es la experiencia cotidiana; que sin duda es maravillosa, pero se traduce en la experiencia diaria de la vida en todos sus aspectos. Esta experiencia la puedes encontrar en un grupo, a través de libros, utilizando fórmulas; todos son agentes que, bien usados, te llevarán a eso. Sin embargo, puedes leer decenas de libros, estar en un grupo tras otro, ir de curso en taller, y seguir todas las enseñanzas al pie de la letra; pero si no logras la comunión con el Territorio… con el Todo, no conseguirás nada. No trascenderás lo que eras al iniciar el camino. Todos son recursos, y para cada persona pueden ser distintos. Lo importante es llegar a esa esencia, y no es así de fácil… y menos vivirla cotidianamente. Incluso el estudiante puede atravesar iniciaciones, y nunca estar iniciado, nunca haber cruzado. Uno puede colgarse sus cordones y recibir grados, pero jamás haber estado del otro lado y de regreso. Incluso creer que sí lo hizo, gracias a lo fácil que es para quien nunca ha tenido una experiencia real el confundir el producto de su imaginación en una meditación guiada con la realidad.
Por supuesto, hay también paganos que no buscan seguir su senda hasta donde los pueda llevar; que sencillamente desean una fe que los reconforte y les permita vivir felices y satisfechos. En un par de ocasiones me han preguntado, “¿y no puede uno ser simplemente pagano, no hacerse sacerdote, o druida, o brujo? ¿Sólo tener las creencias y ya?” Y la respuesta, claro, es afirmativa. No puede haber una fe exclusiva de los buscadores intensos de iluminación. Sin embargo, esa simplicidad es engañosa. Una fe llevada y profesada con congruencia, no importa cuál sea, nos convierte en mejores personas, enriquece nuestras vidas de mil maneras sutiles. En cambio, hay quienes buscan en la sencillez del paganismo, en su carácter liberal, como un pretexto -ante sí mismos, casi siempre- para conservar sus culpas, sus temores, sus caprichos, sin llevar a cabo un cambio real en sus vidas; porque aun para un paganismo pasivo, sin aspiraciones iniciáticas, el asumir una cosmovisión pagana y saber vivirla es lo que hace a un pagano, y no el tomar el nombre o hacer ritos o abanderar lemas paganos como la Rede o Código Wicca (“Si a nadie dañas, haz lo que quieras”). Y cambiar nuestra perspectiva, reitero, nos cambia a nosotros; algo a lo que muchos temen, pero que es el paso ineludible para iniciar por la senda pagana.
El pagano no es oveja que necesita de un pastor para conducirla a los pastizales; es cabra que escala por sí misma hasta las cumbres, sin miedo a la precariedad de las rocas. Pero la cabra indómita hubo de crecer, experimentar, explorar; familiarizarse con la montaña y sus veredas. Y si bien es cierto que el experto no nace, se hace, también lo es que el pagano sigue su propia naturaleza.
Y el pagano que busca llegar más lejos -lo cual es un error de expresión; mejor sería decir, el pagano cuyo Destino lo impulsa a llegar más lejos, por la senda de la iniciación, es el intermediario entre su comunidad y los dioses como lo fue en tiempos pasados, aun cuando rara vez se le reconoce como tal. Sin embargo, esto no hace de él un pastor, o un guía, o una autoridad; mucho menos un maestro que deba ser enaltecido u objeto de devoción. Es únicamente una función, su llamado de vida, hacer su parte como un engrane de la Provincia en que habita, mientras comulga con el Territorio y trabaja por su preservación. Como habitante de su comunidad, no es mejor o peor que cualquier otro vecino suyo; como ser humano, no es perfecto o libre de errores; es un hombre o mujer que cada día que pasa, da un paso adelante, preservando el pasado, trabajando por el presente, y esforzándose porque el futuro sea un paso adelante y un verdadero avance. Porque si en el paganismo todo es cíclico, la ronda de la senda pagana no es un círculo de estancamiento, sino una espiral ascendente.
Click to view
Notas:
1. El paganismo actual, también llamado neopaganismo, no es una religión o espiritualidad como tal, sino que muchas formas de espiritualidad son englobadas bajo esta denominación. Las diferentes religiones paganas ni siquiera comparten deidades, códigos morales o conceptos básicos, excepto una visión de la Tierra como sagrada, el honrar a la naturaleza y al mundo en que habitamos. La más conocida de estas religiones es sin duda la Wicca, que a su vez posee un sinnúmero de vertientes y recensiones. La original, fundada por Gerald B. Gardner y Doreen Valiente en la primera mitad del siglo XX, tiende a llamarse Wicca tradicional Británica o bien “los Wica”, con una sola “c”, para distinguirse de los wiccanos practicantes de las formas mejor difundidas, con frecuencia autodidactas y eclécticas, a diferencia de la Wica original, que es una religión mistérica e iniciática. La Wicca o Wica derivan de una reconstrucción especulativa de los ritos de la brujería británica -entendiéndose brujería por la supervivencia de prácticas extáticas, mágicas y semirrreligiosas con elementos paganos (ver más abajo).
También encontramos distintas formas de Druidismo o Druidry; por supuesto que esta religión céltica desapareció hace casi dos milenios, toda forma de Druidismo actual es una religión reconstruccionista -es decir, una recreación que se nutre continuamente de estudios históricos y académicos, exegesis de mitos y de textos antiguos como el Mabinogion, y complementada con los frutos de la experiencia personal.
El heathenry abarca las religiones derivadas del politeísmo norso; podemos mencionar como ejemplo al Odinismo, los Asatruar, y diversas formas de prácticas mal llamadas “chamánicas” (ver nota 3) como el Seidr. Aunque muchos heathens prefieren considerarse algo distinto de los paganos.
También cabe mencionar lo que ahora se conoce como Brujería Tradicional (dentro de la cual, de nuevo, hay muchos que no se identifican con el paganismo). La brujería europea, como ya mencionamos, abarca una serie de prácticas extáticas, herbolaria, magia de diversos tipos, y ritos semirreligiosos con elementos y conceptos de origen precristiano (aunque la brujería como la conocemos se desarrolló después de la llegada del cristianismo); definitivamente no se trata de una secta diabólica ni de “culto al mal”, que son conceptos que le fueron atribuidos en tiempos de intolerancia religiosa y que no se han erradicado todavía del uso popular. Cabe notar que los brujos de otras épocas muy rara vez se denominaban así, puesto que era una palabra de connotaciones negativas para muchos; más frecuentemente usaban nombres como cunning men o cunning women, wortcunners, healers, etc. (liberalmente traducidos, hombres o mujeres astutos o sabios, “hierberos”, sanadores). Tampoco es preciso hablar de “la religión de los brujos”, ya que incluso ahora, es cuestión personal o de cada grupo considerar a su praxis religiosa o no - la brujería es un conjunto de técnicas basadas en la comprensión del funcionamiento de la naturaleza, que en la cosmovisión implícita en su pragmatismo, alberga los elementos centrales para ser una senda iniciática, así como para constituir una religión. En lo personal, el que esto escribe ha optado por explorar los tres aspectos (magia, religión e iniciación).
Estos son sólo algunos ejemplos de la multiplicidad del paganismo en nuestros días.
2. Raven Grimassi, Italian Witchcraft. Llewellyn, 2000
3. Soy renuente a utilizar la palabra “chamanismo” porque se ha desvirtuado de manera grotesca. El uso antropológico de esta palabra siberiana aplicada de manera general por los académicos a las técnicas extáticas usadas por diversas culturas antiguas y modernas, fue retomado por el ámbito esotérico y la cultura popular para aplicarlo a todo tipo de sanadores, sacerdotes y nahuales nativos americanos y mexicanos, y posteriormente por la New Age, en su insondable carencia de lógica, para referirse a cualquier uso de danzas y tambores. Ante el mal uso sistemático de esta denominación (cuando los denominados chamanes nunca utilizan esta palabra ellos mismos), prefiero la congruencia de reconocer como chamanes únicamente a los siberianos a cuya lengua y tradiciones la palabra pertenece.
4. Veronica Cummer, Sorgitzak. Pendraig Publishing, LA, 2008
5. Aleister Crowley, The Book of Lies. Samuel Weiser, 1986