Empezó a llover, un leve manto de rocío que cubría la noche.
Ella se metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros: esa era ella, con el pelo suelto empapándose de gotas pequeñas. Y esas pestañas, con restos de purpurina gastada; esos ojos que saltaban de lugar en lugar, ausentes, que buscaban con necesidad, con fingida paciencia.
Él
(
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