Voy a hacer una crónica de chichinabo del Summercase, que -¡cómo son las cosas!- ha sido mi bautismo de fuego en la movida festivalera, de la que siempre he sido poco amigo (por no decir enemigo jurado) y que, en general, y sin perjuicio de que lo pasé estupendamente, no me ha gustado en exceso porque, como me temía, al final es todo una matada,
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