En madrugadas rosas y atardeceres grises, confirmo que mi ventana es un lienzo, en movimiento, de la época del impresionismo, quizás, lo observo todos los días ya que es un arte fugaz, como el amor, vamos.
Lo mío era llenar la mesa de fórmulas y probetas, teorizar sobre los grados de curvatura de tu sonrisa, trabajo de laboratorio, digamos que, sobre el papel, lo tenía todo controlado.