A mis pies la calle arde de las pisadas de otros
y los atardeceres son todos tan azul
por el color del todo que baja el cielo al suelo.
Mientras la noche crece en derredor del ruido
el eco queda viudo, sin frontón ni paredes.
Puede deshilacharse, y hasta puede perderse,
tan triste como el resto de una hoguera apagada.
No os dejéis impresionar por la
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