Pareja: Matsumoto Jun x Sakurai Sho (x Ninomiya Kazunari)
Clasificación: PG
Resumen: Debido a las cosas que Sho ha tenido que pasar últimamente, disfrutar su cumpleaños no está en sus prioridades.
Notas de la autora: Es el primer fic que escribo en años. Quisiera poder decir que mi vida es un asco así como así, pero la verdad es que tiene cosas muy buenas. Igual, mi estado de ánimo no es lo mejor estos días y aunque intento no he podido mejorarlo (tal vez porque lo que tengo que hacer no quiero hacerlo).
Este fic surgió en mi depresión de cumpleaños y bueno, porque también va a ser el cumpleaños de Sho. Quería esperarme a que fuera realmente su cumpleaños, pero se me ocurrió postear una segunda parte (por eso el 1 en el título, genius) y eso será el 24-25.
EDIT 280717: Sí, les mentí. El lado bueno es que ya está publicada la segunda parte. Go, go, go!
Espero que les guste.
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(Primera parte) (
Segunda parte) (Tercera parte)
Sho era de esas personas que disfrutan sus cumpleaños.
Se la pasaba toda una semana mirando el calendario y esperando que ese día pudiera durar más de 24 horas. Imaginaba hacer una fiesta con sus amigos en su pequeño apartamento a las afueras de Tokio y el fin de semana visitar a sus padres que seguramente le tendrían una gran sorpresa (como su platillo favorito).
Sin embargo, este día, este año, las cosas eran diferentes. Sho notaba cuanto había cambiado su vida en el corto tiempo de 4 meses: no sólo había perdido una excelente oportunidad de trabajo en otra ciudad, sino que su novia, la chica con la que había salido durante más de seis meses y a la que planeaba pedirle matrimonio, había decidido terminar su relación de la noche a la mañana. Si lo pensaba bien, era una acción bastante razonable después de haberlo encontrado besando a otro chico. Sho aún no se había perdonado eso.
Y bueno, las cosas con ese chico, Matsumoto Jun, tampoco habían funcionado. El chico que siempre había estado ahí para escuchar sus tontos problemas, hacerlo reír y abrazarlo cuando se sentía desanimado había salido de su vida de una manera tan abrupta que a menudo Sho aún se sentía conmocionado por no verlo ahí. Lo extrañaba con el alma y sentía que se iba a volver loco por no saber qué hacer para dejar de sentirse tan perdido.
Así que el día de su cumpleaños, pese a la sensación de emoción que sentía en su estómago cuando se despertó, pese al regalo que Masaki le dio con una gran sonrisa y un fuerte abrazo, Sho no se sentía feliz. Es más, tan pronto como la puerta principal se cerró tras el más alto, quien no dejó de felicitarlo hasta el momento en que ya no pudo verlo, el afamado periodista Sakurai Sho se sentó en el sofá y dejó que unas cuantas lágrimas cayeran por su rostro (después de estrellar con mucha satisfacción un florero contra la pared que debería reemplazar antes de que Masaki volviera a casa).
Mientras recogía los trozos de cristal roto del piso con una expresión neutra, todos sus fantasmas volvieron para atormentar al castaño. Una y otra vez se preguntaba por qué las cosas no habían funcionado con Jun, se recriminaba el haber sido tan cobarde para dejarlo ir y su terror a intentar hacer algo para recuperarlo. Ese cantico no había desaparecido desde la última vez que había hablado con aquel chico, cuya mirada profunda conseguía por sí sola hacer que Sho sintiera el peso del mundo caer sobre sí.
Le habría encantado quedarse en casa y sentirse miserable ahí el resto del día, pero pronto se dio cuenta de que el piloto automático en su cabeza se había puesto en marcha, llevándolo a la ducha y a comer el desayuno de cumpleaños que Masaki había preparado para él (las ventajas de tener un mejor amigo chef). Después de haberse puesto su habitual traje negro y asegurarse que llevaba todos sus documentos, salió de casa prácticamente arrastrando los pies.
Era miércoles, lo que quería decir que Masaki tenía derecho a usar el auto, y aunque el menor había insistido en que podían cambiar sólo por esa vez, Sho prefería honrar ese trato. No tenía ganas de conducir y, por la forma en que cada cinco segundos sentía una ola de frustración que le hacía cerrar los ojos y gruñir con fuerza, creía que era mejor que no lo hiciera.
Por algún motivo el tren iba casi vacío, así que encontrar un lugar no le costó trabajo. Era más cómodo viajar de esa forma, donde no atraería las miradas tan fácilmente si terminaba estallando. Así que sentado de espaldas a la ventana, Sho intentaba sacar de su mente todas esas porquerías que no dejaban que leyera el periódico de ese día, el cual ya se veía muy maltratado por todas las veces que el cumpleañero lo había estrujado con algo de fuerza y mucha frustración.
- Cualquiera diría que eres un perro por la cantidad de veces que has gruñido.
Le tomó uno instantes entender que esa frase iba dirigida a él, pero una vez que lo hizo, el castaño giró la cabeza a su derecha para encontrarse cara a cara con un par de ojos cafés y una sonrisa torcida que denotaban la diversión de su interlocutor ante su reacción. Era difícil no fulminar con la mirada una expresión tan burlona, pensó Sho mientras buscaba alguna forma inteligente de devolver el insulto al chico.
Rapidamente recorrió al contrario con la mirada, buscando con desesperación algo que le ayudara. Su ropa parecía una talla demasiado grande para el cuerpo delgado del chico, pero aun así parecía que había sido hecha para él. Su peinado, bueno, parecía bastante pulcro y de alguna forma no parecía ir con su manera informal de vestir. Sin embargo eso no quería decir que no le quedara bien. ¿Tal vez podría atacar su actitud de sabelotodo? Lamentablemente, aunque hubiera tenido un comentario agudo en mente, aquel chico no parecía querer darle más tiempo para pensar en qué decir.
- Bueno, por tu expresión molesta, supondré que estás teniendo un mal día y que no quieres que te molesten -musitó con tranquilidad el chico, volviendo la mirada a la consola de videojuegos que Sho no había notado que tenía en la mano-. Aunque quisiera aclarar que ya estabas molesto y que definitivamente no ha sido mi culpa.
- No estoy molesto -respondió mordazmente el castaño, lo que provocó que el chico enarcara la ceja y lo mirara con algo de ironía. Al darse cuenta, Sho aclaró su garganta y suspiró, haciendo una mueca leve-. Estoy frustrado.
- Muchas veces la frustración es sólo una forma de decir que algo nos molesta -comentó con tranquilidad el chico, quien ya había vuelto su mirada a la pantalla del juego y se encontraba presionando los botones con fuerza-. ¿Tu frustración es con un alguien o con algo?
Durante unos minutos, Sho consideró no responder a esa acusación y limitarse a ignorar al chico, pero sintió la inexplicable necesidad de desahogarse. Eso comenzó un debate interno porque ¿qué persona en su sano juicio se desahogaría con un completo desconocido? Y a la vez, eso le dio una parte de la respuesta: Sho no se sentía completamente en sus cabales.
- Con un alguien -suspiró reclinándose en su asiento y mirando frente a él, con la esperanza de que nadie más que el extraño pudiera escucharlo.
- ¿Tu pareja? -inquirió el chico, siendo lo suficientemente considerado como para pausar nuevamente su juego y dejarlo de lado. Sho tiró suavemente de su corbata para eliminar un poco de la tensión que se había formado alrededor de su cuello y negó con la cabeza.
- Conmigo. Tengo una situación con… alguien, y aunque sé qué debo hacer para resolverlo, no puedo hacerlo.
- ¿No puedes o no quieres? -aquella pregunta hizo gruñir al castaño, quien llevó las manos a su cabello y tiró suavemente de él (Ya lo arreglaré después, pensó).
- Tal vez no quiero…
- ¿Tal vez? -el extraño frunció el ceño mirándolo fijo antes de suspirar- Siempre he creído que el “tal vez” es una expresión que no debería existir en ningún idioma. ¿Qué piensas de alguien que te dice “tal vez hace frío”? ¿O qué pasaría si alguien te dijera “tal vez quiero contratarte”? Para mí, son cosas que son seguras o simplemente no son.
Sho se descubrió asintiendo ante el razonamiento del chico. Era un punto válido, sin embargo, ese chico no podía saber todo lo que Sakurai estaba sintiendo y por lo mismo, no sabía el porqué de sus dudas.
- Intentamos estar juntos dos veces… Ninguna funcionó. ¿Por qué debería intentarlo de nuevo?
El extraño estuvo en silencio un instante, probablemente analizando sus palabras para entender la situación. El periodista retorció sus manos un momento, preguntándose si ese silencio quería decir que el desconocido estaba juzgándolo o si de verdad estaba buscando una respuesta. Joder, tal vez no debí decir nada, fue lo primero que se le ocurrió al escuchar al chico suspirar.
- Creo que cuando quieres a alguien, lo intentas las veces que sean necesarias -Sho pudo sentir los ojos de su acompañante clavarse determinados en su rostro-. ¿Estás seguro de que quieres a esta persona?
La pregunta tan directa sorprendió al castaño, haciendo que levantara la mirada completamente sorprendido. ¿Y si ese era el problema? ¿Y si en el fondo no quería tanto a Jun? Una voz en su cabeza comenzó a negar determinada esa afirmación, Jun era una persona extremadamente importante para él.
- Lo quiero -dijo sin siquiera pensarlo, mordiendo su labio con cuidado en un intento de pensar que diría despues-, pero no soy la misma persona que conoció. Tal vez mi yo de antes habría intentado cientos de veces recuperar su confianza y hacer que volviera a mi lado, pero ahora… No me siento capaz.
- ¿Tienes miedo? -preguntó el extraño mirándolo de una forma que a Sho le recordó a como uno ve a un animal indefenso y eso le resultó ligeramente molesto. El castaño no supo qué responder a esa pregunta, a pesar de que él mismo se había cuestionado eso cientos de veces.
- Siempre es fácil decir que algo nos asusta, pero superar un miedo que no conoces, nunca es fácil.
- Eso no responde mi pregunta.
Sho apretó los labios un instante y después asintió lentamente, y casi de inmediato, su acompañante hizo lo mismo. ¿De verdad estaría entendiendo lo que Sho decía o sólo fingía ponerle atención por ser cortés? Fuera la razón que fuera, la verdad eso de desahogarse estaba funcionando.
- Los miedos son normales. Nos protegen de las cosas desconocidas y que podrían hacernos daño -el tono en el que le hablaba el chico hizo que Sho lo mirara completamente atento. Más que un consejo, sonaba a cuando alguien había repetido el mismo discurso veinte veces y estaba cansado de ver que su audiencia no parecía escucharlo-. Cuando realizar un acto te da miedo, lo primero que hacemos es alejarnos… pero eso no elimina lo que nos da miedo.
- ¿Y entonces debería hostigarlo para que responda mis llamadas? ¿Debería insistir que aún me ama cuando ya no está seguro de eso?
- Probablemente no -respondió el chico encogiéndose de hombros como si quisiera restarle importancia a su respuesta-, pero ¿estás seguro de que ya no te ama? A veces cuando las personas estamos dolidas, decimos cosas que no siempre sentimos. También es un mecanismo de protección. Tú me lastimaste, yo hago lo mismo.
Sho asintió, coincidiendo con sus palabras. Por un largo instante, ambos permanecieron en silencio escuchando la voz que anunciaba la próxima parada. De la nada, el extraño se puso de pie y le ofreció la mano. A Sho le costó un momento darse cuenta que en realidad le estaba ofreciendo su tarjeta de presentación y de inmediato la tomó.
- Tal vez nunca puedas eliminar ese miedo en particular -el extraño clavó la mirada en los ojos de Sho y le ofreció una sonrisa amistosa-, pero creo que ahora sabes que esas no son el tipo de cosas que quieres en tu vida. Ten en cuenta eso.
Entonces, el chico caminó hacia la puerta sin volver a mirar a Sho y descendió del tren, perdiéndose entre los cientos de pasajeros que había en el andén. El castaño siguió la figura de su consejero durante unos segundos antes de que el tren avanzara nuevamente. Por un instante se preguntó qué habría hecho que aquel chico decidiera hablar y darle consejos. No parecía el tipo de personas que lo hacían, sino más bien, para él era una de esas personas que mientras no lo afectaran, no interactuarían con un desconocido en el tren. Sho hizo la nota mental de tratar de controlar sus emociones cuando estuviera en un lugar público.
La tarjeta en sus manos llamó su atención y se entretuvo un instante leyéndola. Pese a que lo hizo más de veinte veces, Sho no pudo eliminar la sorpresa que le invadió la primera vez que leyó la tarjeta. No había sido por su gran diseño, sino porque aparentemente, eso de “las apariencias engañan” era bastante cierto. Al menos sabía que aquel chico sabía hacer muy bien su trabajo y había intentado aconsejar sabiamente a su improvisado paciente.
La voz que anunciaba la siguiente estación sorprendió a Sakurai y le hizo recordar que estaba en su camino al trabajo. Sin perder tiempo, comenzó a leer nuevamente el periódico, su fiel medio de información, y comenzó a tomar notas al respecto. Nunca había llegado al trabajo sin prepararse y por muy “triste” que se sintiera, tampoco lo haría ese día. Mientras leía la sección de finanzas (decepcionándose un poco del rumbo que estaba tomando el mundo), comenzó a preguntarse qué sorpresa le esperaría en el trabajo. Esperaba que no hubieran hecho eso de la fiesta sorpresa, ya se estaba volviendo viejo.
Unos minutos después, Sho descendió del tren, sintiéndose mil veces más ligero. Aún podía sentir esa indecisión escondida en algún sitio, pero saber que alguien allá afuera se había interesado por él, definitivamente le hacía sentirse mejor. Notó durante unos segundos el peso del teléfono en el bolsillo derecho de su pantalón y aunque intentó ignorarlo mientras caminaba al edificio de NTV, finalmente terminó sacándolo y contemplándolo un largo rato. Sabía que el número de Jun estaba en el marcado rápido del teléfono, pero cuando acercó su mano al botón para llamar, sintió un escalofrío recorrer su espalda.
Lo resolveré luego, pensó al depositar nuevamente el dispositivo en su bolsillo. Sin embargo, al entrar en el edificio y posteriormente al ascensor, una idea un tanto descabellada pasó por su cabeza. Tenía unos quince minutos antes de que el noticiero comenzara y aún debía ir a la sala de maquillaje. Así pues, tomó su teléfono y escribió un mensaje corto antes de volver a guardar el aparato.
Unas cuantas horas después, cuando su trabajo terminó, Sho corrió al camerino esperando eludir la inminente fiesta sorpresa que sus compañeros de trabajo habían hecho para él. Apenas la puerta se cerró tras él, sintió su teléfono vibrar en su saco. Y no pudo contener la sonrisa de alivio que se extendió por su rostro al ver quién era el que llamaba.
Llamada entrante
Ninomiya Kazunari