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Índice EPÍLOGO | Un año después
Sehun y Luhan forman un hogar en una pequeña aldea pesquera junto al mar. Compraron una cabaña sobre una colina, con una vista perfecta de la costa; y al anochecer se vuelve un escenario precioso, salido directo de una pintura, cuando la puesta del sol tiñe el agua de un tono anaranjado profundo y el aire marítimo revuelve y mece la alta hierba. Otras cabañas salpican la costa en la distancia, pero aquella parte de la aldea es su propio trozo de paraíso.
Cuando Sehun se despierta en la mañana, incluso antes de que el sol se haya asomado por el horizonte, Luhan ya está desaparecido de la cama. A menudo se despierta antes que Sehun, como si no pudiera esperar para comenzar otro día de su vida corriente.
A veces, desearía que Luhan se quedara en la cama con él sólo un ratito más a la mañana, porque despertarse solo con un tibio hueco a su lado jamás es agradable. En aquellos raros días en los que Luhan aún está sujeto a su lado, liberando suaves respiros contra su cuello o su mejilla, despertarse es reconfortante. Es reconfortante porque, a veces, dos pares de ojos muertos se materializan en sus sueños, haciéndolo de todo menos pacífico. La mayoría de las veces son los de Hana, cuya sangre ayudó involuntariamente a derramar. Sus adorables ojos almendrados están apagados y sin vida, y aún así parecen observarlo, y sus palmas gotean rojo hasta que se despierta bañado en sudor frío. Pero en el momento en que su mano llega hasta debajo de los dedos de Luhan, aquellas fantasmales imágenes se desvanecen.
Sehun le contó eventualmente todo a su amante; todo lo que tuvo que pasar y soportar durante aquellos meses de ausencia, y por pedido de Luhan, no se guardó nada. Luhan lloró tanto aquella noche, realmente lloró, pero desde entonces decidió ser fuerte para su Sehun. Las lágrimas se acabaron, al menos las de tristeza.
El joven hombre arrastra los pies hasta la ventana, frotándose los ojos adormilados hasta que finalmente se enfocan y puede ver a Luhan allí afuera, en la costa, revisando los sedales. Sonríe ampliamente para sí mismo, observando al otro cuando el viento le azota el rostro y el cabello y se tiene que voltear para cubrirse los ojos de la arena y la suciedad que se levantan. Él vislumbra a Sehun en la ventana y le hace un gesto para que se le una, con una gran sonrisa.
Luego de enviar la pesca al mercado, redistribuyen los sedales y colocan nuevamente las redes. Es la misma rutina cada día, y aún así ninguno parece cansarse de ella. A Luhan le gusta su nueva vida sencilla. Habiendo tenido un estilo de vida tan poco convencional durante tanto tiempo, le hace recordar la felicidad que sentía cuando cuidaba de los animales en la granja de su tutor, de pequeño. Le da paz y le hace apreciar todo lo que tiene ahora; le hace disfrutar todos y cada uno de los momentos que puede pasar con Sehun, incluso mientras se pasan el día afuera en el agua, con más líneas de pesca y redes.
Sehun le pide a Luhan que prepare algo de cenar mientras él termina de asegurar los sedales y regresa a la orilla con el bote.
-Debes haberte levantado una hora antes que yo esta mañana. Déjame equilibrar las cosas -dice con una risita. Luhan sólo le da un fugaz beso en la mejilla y trota de regreso hasta su cabaña, por la costa y luego colina arriba. El muchacho esbelto encuentra una carta en el escalón de entrada, que debe haber sido entregada quizás mientras estaban en el bote. Reconoce al instante aquella escritura desprolija como la de Baekhyun, y mientras la deposita en el escritorio junto a la otra correspondencia para dedicarse a preparar la cena, tiene un andar saltarín.
Luhan recibe cartas de Baekhyun de vez en cuando. Siempre se prometen hacer planes para visitarse, y Luhan desearía poder ver más a sus queridos amigos, pero sabe que el viaje que hay que hacer es complicado cuando se tiene un negocio que cuidar. Y con la primavera asentándose, Chanyeol y él deben encontrarse muy ocupados plantando las nuevas cosechas y seguramente no podrán irse pronto.
Mientras los mariscos se cuecen lentamente en una olla sobre el fuego, Luhan examina las cartas de Baekhyun por nostalgia, murmurando cuánto han cambiado ambos en aquel año que pasaron libres del distrito de placer. Tras asentarse en su aldea tras muchos días de viaje luego de partir de la granja de Chanyeol, Luhan le había enviado a sus dos amigos una carta y recibido una respuesta sorpresivamente veloz. Baekhyun lo había regañado por esperar tanto tiempo para ponerse en contacto y le había preguntado cómo andaba su residencia, a lo cual Luhan le había contestado con muchas disculpas y una descripción larga y detallada de su pintoresca aldeíta.
Luhan recoge otra carta de la pila, reclinándose un poco sobre el banco mientras su rostro se suaviza ante todos los recuerdos que vuelven a la vida con los caracteres de su amigo escritos con tinta sobre el papel. Baekhyun le había enviado aquella carta realmente larga varias semanas después de la primera, revelándole a Luhan cómo Chanyeol y él habían finalmente hecho el amor. Cómo había sido todo lo que había esperado y más. Allí, la escritura se vuelve un poco inclinada y temblorosa, y la comisura de la boca de Luhan se eleva mientras relee que Baekhyun había estado tan abrumado que de hecho había llorado luego, cuando Chanyeol lo tomó en brazos, y que posteriormente había querido que la tierra lo tragara por la mera vergüenza. Había sido tan diferente de todo lo que experimentó antes. No hubo necesidad de preocuparse por complacer al otro. Chanyeol le había revelado que su vacilación estaba unida a su inseguridad de no ser suficiente, siendo que Baekhyun tenía tanta experiencia con las cosas eróticas. Los caracteres de tinta de la oración están manchados: un signo delator de una única lágrima que escapó y fue limpiada con rapidez.
La escritura regresa a sus garabatos normales, ligeramente desprolijos, mientras Baekhyun le cuenta de su vida en la granja con Chanyeol y sus rutinas diarias. Minseok se había vuelto la nueva cara del carro de vegetales, como quien dice, y en vez de atender en el mercado, Chanyeol dedica su tiempo y energía a cuidar los campos y a Baekhyun. El muchacho se vuelve sorpresivamente servicial en la granja y ayuda a acelerar las tareas diarias.
Baekhyun proclama con garabatos excitados cuánto aprecia su nueva vida, y tras más de un año viviendo juntos, ama a Chanyeol incluso más que en la noche en la que escaparon juntos.
Luhan deposita las cartas de vuelta en la caja, dejando la más nueva en la punta de la pila para leerla por la mañana. Cree que debería escribirle pronto a Kyungsoo también, habiendo pasado un buen tiempo desde que ambos intercambiaron cartas. Se ocupa de su estofado hirviendo y saluda a un polvoriento Sehun, quien regresa del agua, y lo reprende por sus pies embarrados.
Luego de haber comido, se aventuran hacia la orilla nuevamente, tomados de la mano. Luhan y Sehun se acomodan en la arena, observando las olas rompiendo en la distancia, como suele gustarles hacer durante las tardes. El mar es tan calmante, es el antídoto perfecto para sus vidas anteriormente caóticas. Luce especialmente hermoso durante aquella noche despejada, con la luna reflejada sobre el agua. Luhan se acurruca junto al más joven y sugiere que se hundan en el mar y hagan el amor, a lo cual Sehun gruñe en respuesta, muy indeciso porque sabe que el agua aún está fría en esa época del año.
Sehun lo recuesta sobre la orilla arenosa en su lugar, y lo besa hasta dejarlo sin aliento. Se detiene sólo cuando oye un ruidito de satisfacción y ve el leve rubor tiñéndole las mejillas a Luhan, bronceadas más oscuras que su alguna vez perfecto cutis de porcelana por trabajar bajo el sol.
-Pensar que nadie ha conocido el placer de tus besos -murmura el más joven.
Luhan le sonríe desde abajo, a su pesar.
-El lisonjeo no te llevará a ninguna parte.
Sehun responde sólo con un sonido de conformidad y le envuelve holgazanamente con un brazo la delgada cintura, para volverlo a sentar junto a él. El mayor levanta una mano para revolverle afectuosamente el oscuro cabello a Sehun, llevando luego sus pulgares hacia su rostro saludable y lleno, cubierto con pequeñas pecas por el sol.
Luhan roza con sus dedos la débil cicatriz blanca que le rodea el cuello a Sehun; un recordatorio constante que nunca parece desvanecerse. Espera que lo haga pronto. Ve los labios del joven caer un poco ante aquella acción, así que retira sus dedos y en vez de eso le hurgan por dentro de la camiseta. Salen nuevamente, sujetando un pequeño relicario de plata que Sehun usa todo el tiempo. Fue un regalo de Luhan para retribuirle los brazaletes, dice. Siempre ha querido poder pagarle de alguna forma.
Luhan vendió todo lo de la Casa Bermellón excepto por sus brazaletes dorados. Todas las sedas ya no están: fueron reemplazadas por una generosa suma de dinero que les permite mantener su cómodo estilo de vida. Sehun se había mostrado reacio a dejar ir la prenda lila ya que es su primer recuerdo de Luhan. El chico no es materialista; sólo tiene una tendencia a apegarse sentimentalmente a ciertas cosas, sin importar cuán triviales. Pero Luhan había razonado que no quería tenerla cerca ni usarla de nuevo porque, si bien Sehun la encontraba preciosa, a él le recordaba a la época en la que Sehun no había llegado todavía a su vida, cuando entretenía a incontables hombres con el mismo atuendo. Mientras aún trabajaba en el distrito de placer, las sedas que asociaba con Sehun eran las que más quería vestir, pero ahora sólo le generan vergüenza y le recuerdan la humillación.
Así que Sehun accedió e intercambió la fina seda por necesidades domésticas, pero no sin antes cortar un trozo de tela de la costura interna, apenas notoria, y guardarla dentro del relicario que Luhan le compró. Una flor de cerezo lila rodeada de seda magenta siempre está con él.
El mayor deja el relicario, por lo que cae encima de la camiseta de Sehun. Se pone de pie, se quita la arena del dorso de su ropa y extiende una mano para ayudar a su amante a pararse. Entrelazan sus dedos y marchan colina arriba, para terminar por esa noche y envolverse bajo las suaves sábanas.
Los brazaletes de cerezos dorados permanecen pulidos e intactos, metidos a salvo en una vieja caja. No han visto la luz del día en muchos, muchos meses; no desde que Sehun se los había ajustado alrededor de sus muñecas cicatrizadas. Y ese fue el momento de Luhan para sonrojarse por cuán hermoso se veía su amante. Una belleza que era totalmente distinta a la de sus propias facciones de muñeco. Era una belleza que parecía emanar del centro de Sehun. De todos sus momentos compartidos. De su alma y su corazón puros que le pertenecían sólo a él.
Se siente culpable por haber ignorado los accesorios durante tanto tiempo, y se baja apresuradamente del colchón para ir hacia la caja en su escritorio. Mientras Luhan se vuelve a unir a Sehun bajo su tibio capullo, se coloca los brazaletes, que le ajustan un poco más los brazos ya que el trabajo diario se los ha definido más. Resplandecen bajo la luz de las velas, y Luhan aprecia al instante el haber decidido conservar sólo eso. Las emociones adheridas a aquellas joyas vuelven a él, y de pronto se siente como un amante con mala suerte otra vez. La sensación de recibir un regalo por primera vez fue indescriptible, y de parte de alguien que no quería nada a cambio más que afecto compartido.
Los dedos de Sehun avanzan hacia el delgado cuello de Luhan, generándole por el camino piel de gallina. Incluso tras todo su tiempo juntos, Luhan queda perplejo por cómo el toque de Sehun tiene ese efecto en él. Espera que siempre lo tenga. Unos dedos callosos llegan hasta el borde del brazalete, rozando con suavidad una de las flores grabadas expertamente.
-Sehun. -El muchacho susurra su propio nombre con una pequeña sonrisa, y luego sus dedos abandonan la flor para rozar una rama dorada hasta el final del brazalete. La rama se retuerce y gira por entre todas las otras ramas y, al contrario de las demás, no tiene ninguna flor excepto por una al final de la alhaja. Sus pétalos dorados son un contraste hermoso contra la piel clara de su muñeca. Cuando el dedo de Sehun llega hasta ella, levanta la mirada. -Luhan -susurra con suavidad justo cuando la yema de su dedo roza el brote. El mayor separa sus labios con silenciosa sorpresa ante aquel adorable gesto.
Luhan une sus manos y se entrelazan, presionando sus labios contra su mandíbula, cuello y clavícula con urgencia a pesar del hecho de que ahora tienen todo el tiempo del mundo. Sehun pasa sus dedos por el claro cabello de Luhan para guiarlo hacia arriba, y hacia otro beso arrebatador, canturreando palabritas de afecto aquí y allí entre respiros.
Tantos giros y vueltas durante su tiempo juntos, tantos obstáculos dificultándoles el camino, y aún así sólo estuvieron ellos dos, unidos por el destino y el amor.
Un amor que no es efímero, sino eterno.
FIN | Golden Cherry Blossoms