Estaban en el mes de mayo cuando Kim Joonmyun fue transferido a EXO High School. Baekhyun había cumplido dieciséis años el día anterior y había tenido el descaro de pedir un novio al soplar las velas, y se preguntó si la llegada del muchacho a su instituto habría tenido algo que ver.
Joonmyun se tuvo que presentar delante de la clase, y Baekhyun lo observaba embelesado mientras hablaba porque era el muchacho más precioso que jamás hubiera visto. Tenía una voz suave y dulce y un rostro bonachón con pómulos marcados. El uniforme le quedaba algo grande -apenas le asomaban los dedos por debajo de las mangas- y sus rodillas temblaban un poco por tener que hablar frente a los demás. Les contó que se había mudado a Seúl hacía una semana y que esperaba llevarse bien con todos, y al terminar su presentación les dedicó una sonrisa de labios apretados y fue a sentarse al otro extremo del salón, pegado a una ventana.
Baekhyun no se atrevía a hablarle; siempre había sido así. Era muy cobarde cuando se trataba de entablar relaciones nuevas, aunque una vez entrado en confianza, se soltaba y a veces se comportaba con demasiada locura. Pero siempre esperaba a que la otra persona se le acercara primero. Y Kim Joonmyun no se le acercó, así que tuvo que conformarse con admirarlo a distancia, disimuladamente. Después de todo, no quería que ningún compañero lo pescara viendo al chico nuevo y pensara cualquier cosa.
Porque Baekhyun no había salido del armario, obviamente. Y no pensaba hacerlo, sobre todo teniendo en cuenta cómo eran los otros estudiantes. Había un alumno en la escuela que era el único gay que se había atrevido a confesarlo a viva voz, y de inmediato todos sus compañeros dejaron de hablarle. Sólo algunas mujeres charlaban con él durante los recreos, y en los almuerzos solía comer en una mesa del rincón. Ningún hombre le hablaba, y Baekhyun se sentía mal al verlo solo con sus auriculares y su bandeja de comida, pero no tenía el coraje necesario para ir y dirigirle la palabra. Y además, ¿qué habrían pensado los otros? No quería terminar como él, así que había optado por la salida egoísta y se había quedado callado.
Joonmyun era un poco conversador y carismático; eso generó que a sus compañeros les cayera bien y terminasen hablándole y haciéndose sus amigos. Sacaba notas sobresalientes porque quería entrar a una buena universidad. Planeaba recibirse de contable.
Un par de meses más tarde llegaron las vacaciones de verano. Baekhyun se había acostumbrado a tener a Joonmyun a cinco metros de distancia y poder relajarse mirándolo cada vez que las cosas en la escuela se ponían estresantes, pero de pronto se encontró con que no lo iba a volver a ver hasta dentro de un mes y medio, y algo en su interior comenzó a desesperarse. Sintió un vacío al cuarto día de empezadas las vacaciones, un peso en el pecho que lo acompañó desde que se despertó. Había soñado con que él y Joonmyun contemplaban la salida del sol desde la playa, pero luego el sueño acabó y él se quedó con un sentimiento de desilusión importante.
No había nada que pudiera hacer para aplacar su amargura, porque ni siquiera tenía el correo de Joonmyun o su número de teléfono para enviarle un mensaje. Tendría que soportar las semanas siguientes con su ausencia. Al menos lo consolaba el hecho de saber que Joonmyun iba a estar ahí cuando volvieran al instituto.
No sabía por qué sentía tanto apego hacia él; después de todo, nunca habían cruzado palabra. Literalmente. Joonmyun nunca había ido hasta su banco a pedirle nada prestado ni habían tenido que trabajar juntos en ningún proyecto grupal. En Educación Fïsica, él jugaba vóley y Baekhyun estaba en el equipo de fútbol. Todas las mañanas, cuando Joonmyun entraba a clase, no los saludaba uno por uno sino que expresaba un «hola» general, y algunos le respondían y otros no (Baekhyun siempre), así que ni siquiera habían intercambiado un saludo.
Tras lo que le pareció una infinidad de días, regresaron a clases. Joonmyun estaba muy bronceado y parecía oriundo de Hawái, y a Baekhyun hasta le pareció que había crecido un poco, porque ahora el uniforme le quedaba bien. Aunque quizás lo había llevado a acortar.
A partir de ahí, las cosas fueron cuesta abajo.
Joonmyun era un estudiante modelo: se esforzaba más que nadie por tomar notas en clase y dejarlas tan prolijas como pudiera, con colores y recuadros y flechas, y en cada evaluación terminaba sacando la calificación más alta. Aquello no había supuesto ningún problema antes porque de vez en cuando lo superaba otro estudiante, pero pasaron las semanas y Joonmyun seguía teniendo el promedio más alto del aula. Eso, sumado a su actitud tan educada y a que nunca llamaba la atención en clase, comenzó a hacerle ganar la simpatía de algunos profesores. Hacían cosas triviales por él, como dejarlo ir al baño, permitirle salir del aula al terminar un examen o no llamarlo a resolver ejercicios en el pizarrón ni a leer textos en voz alta. Pero eso solo ya era suficiente para que tres o cuatro alumnos empezaran a aborrecerlo.
«Mira el color de su piel», solían comentar entre ellos. Era la crítica más común. «Es horrible, no sé qué estaba pensando cuando volvió a clases así. Debió haberse quedado en su casa».
«Cree que por ser el lameculos de la profesora Kwon va a librarse de dar el examen final».
«Sabe que a todos nos molesta el trato preferencial que tiene y aun así sigue recibiéndolo».
Y Baekhyun los escuchaba pero nunca opinaba. Nunca decía nada, nunca lo dijo. Ni siquiera cuando las cosas se pusieron más agresivas y pasaron de ser unos simples comentarios a escondidas a ser acoso.
¿Joonmyun podía ir al baño mientras los demás trabajaban? Le robaban su hoja con ejercicios del pupitre y la escondían, y Joonmyun jamás la volvía a ver y tenía que hacerlos otra vez.
¿Podía salir al terminar un examen? En clase de deportes le remataban las pelotas en la cara y luego fingían que había sido sin querer, pero a la tercera vez Joonmyun se iba del partido sin decir nada y los demás se quedaban jugando sin él, con sonrisitas de suficiencia. Baekhyun a veces lo veía sentado en el pasillo, esperando a que la clase acabara para poder irse a casa.
¿No pasaba a resolver ejercicios de trigonometría al pizarrón? ¿No le hacían leer Shakespeare en voz alta? Ignoraban a Joonmyun cada vez que les hablaba para pedirles algo o preguntarles una duda. Y a la salida del instituto, mientras se iba a su casa a paso veloz, el mismo grupo de alumnos lo seguían y lo empujaban a algún charco de agua, o le quitaban los zapatos y se los lanzaban a un árbol. O al día siguiente, Joonmyun se aparecía con un moretón mal maquillado que todos notaban e intentaba sonreír como siempre y pretender que no había pasado nada, pero parte de la alegría que había demostrado tener en mayo ya no estaba.
Y Baekhyun no hacía nada porque era un cobarde, lisa y llanamente. Sólo lo miraba desde el otro lado del salón, y deseaba con todas sus fuerzas que las cosas pudieran mejorar para él. Le habría ido a hablar pero temía que hubiera represalias luego, que los otros creyeran que se estaba poniendo de parte de Joonmyun. Y así era, en realidad: estaba de parte de él pero no públicamente.
Un domingo por la noche, Baekhyun terminó sintiendo asco de sí mismo mientras se bañaba. Decidió que todo aquello tenía que acabar: iría a ver al director durante el almuerzo. Tal vez no se atreviera a hablar frente a frente con Joonmyun, pero al menos haría lo posible para que el resto de su año escolar fuera más pacífico.
Aunque el lunes llegó y Joonmyun no apareció por ninguna parte. Jamás había faltado hasta ese día y los profesores supusieron que habría de estar enfermo; después de todo, había llovido mucho últimamente. Estaría con fiebre o algo. Baekhyun oyó risitas y murmullos de conformidad en el fondo del aula pero no dijo nada.
El martes, Joonmyun tampoco se presentó. Esa vez, los profesores no hicieron ningún comentario porque sólo habían sido dos días. Sí, se acercaban un par de exámenes importantes, pero seguramente Joonmyun le pediría sus notas a algún compañero y se pondría al día enseguida; total, tenía la capacidad, era inteligente. Baekhyun pudo ver a un par de alumnos imitándolo de forma burlona durante el almuerzo, pero no hizo nada.
Finalmente llegó el miércoles, y Joonmyun se ausentó también. Entró el profesor al aula junto con el director Wang y les dijeron que Kim Joonmyun ya no iba a volver al instituto, que se había trasladado a uno ubicado más al sur de la ciudad. Que habían tenido ambos una charla con su familia la tarde anterior y él había llorado en el despacho del director y se había quebrado. Joonmyun les había revelado que unos alumnos lo hostigaban sin parar y no sabía por qué, y la sola idea de volver a clases con ellos ya lo aterraba.
Baekhyun vio cómo el director se llevaba a los cuatro rebeldes -que terminaron siendo expulsados- y lloró por primera vez ese año. Lloró con egoísmo porque ya no volvería a ver a Joonmyun; pero principalmente lloró porque él habría podido hacer algo antes. Habría podido evitar que se cambiara de instituto si tan solo le hubiera dado una palabra de aliento, si le hubiera ayudado a recuperar sus hojas con ejercicios o le hubiera hecho saber que tenía un amigo en el aula, alguien a quien no le importara lo que pensaran los demás.
Pero sí le importaba, y por eso no lo había hecho. Y si el domingo anterior había sentido asco de sí mismo, en ese momento no encontraba palabras que pudieran expresar lo que opinaba. Era una porquería de persona, un cobarde, un egoísta. Era de lo peor, y en parte Joonmyun había sufrido tanto por su culpa. Por no haber hecho nada.
Recordaba que el profesor y un par de alumnos se le acercaron para saber qué le pasaba y por qué lloraba, pero Baekhyun no les dijo nada. Recordaba no haber ido a comer a la hora del almuerzo y no haberle hablado a nadie. Recordaba que el día estaba despejado y caluroso pese a ser casi invierno, como si le estuviera llevando la contra a su estado de ánimo. Fue hasta su casa con la vista en el suelo, pasando por entre la hojarasca y sin prestarle atención al crujido que soltaba cuando la pisaba, pese a lo mucho que le solía gustar hacerlo. Al llegar, su madre lo vio, pero él fue directo hasta su habitación y le echó llave para que nadie pudiera molestarlo. Necesitaba estar solo, estar en paz y poder descargarse tranquilo.
Su padre golpeó la puerta varias veces esa noche para pedirle que fuera a comer, pero él no quería. No tenía apetito y le costaba tragar hasta su propia saliva. Un rato más tarde hizo el intento su hermano, pero obviamente no pudo abrir la puerta ya que se había encerrado. Baekhyun agradeció en ese momento el haberle pedido la llave a su madre cuando se mudaron a esa casa, y ella se la había dado con la condición de que la usara sólo en casos de emergencia, como si entraba un ladrón o algo. Y él había cumplido, hasta ese momento.
Despertó pasadas unas horas: se había quedado dormido con el rostro enterrado en la almohada sin darse cuenta. Estaba ahora toda húmeda, así que la volteó. Afuera el cielo seguía igual de oscuro, y un vistazo a su reloj le hizo saber que eran pasadas las doce. Su habitación se encontraba bañada en la luz azulina de la noche, por lo que no tuvo muchas dificultades para localizar sus pantuflas. Seguía sintiéndose pésimo y sin ánimos para comer, pero el estómago le rugía con ferocidad así que no le quedó opción. Abrió con sigilo la puerta y bajó hasta la cocina en puntas de pie, agradecido de que ningún peldaño crujiera. Su madre le había dejado comida en un plato, pero Baekhyun no tenía ganas de calentársela ni de andar haciendo ruido con los cubiertos. Lo que menos quería era que alguien despertara y fuera a hablarle para saber qué le pasaba.
Sacó de la alacena una baguette y algo de comida del refrigerador, con la intención de hacerse un sándwich. La bombilla se quemó de pronto y lo dejó a oscuras mientras cortaba el pan. Aquello lo tomó por sorpresa y lo primero que pensó fue que alguien había tocado el interruptor, así que miró hacia la puerta, pero al hacerlo pudo sentir un dolor agudo en el índice, penetrante. Demasiado tarde cayó en la cuenta de que se acababa de hacer un tajo. Soltó todo y se llevó el dedo a la boca; contuvo un grito haciendo uso de todo su autocontrol. Rogaba por dentro que nadie hubiese escuchado el repiqueteo del cuchillo contra el mármol. El sabor metálico de la sangre de inmediato le impregnó la lengua, y su dedo palpitaba. Inmerso en la negrura no podía ver cuán grave era el corte, por lo que decidió ir al baño de la planta baja. Comprobó, con un suspiro irregular, que se había rebanado toda la yema del índice izquierdo. Extrajo del botiquín una cajita de tiritas adhesivas, y una vez envuelto su dedo, guardó todo y regresó a la cocina.
Se comió el emparedado en silencio, acompañado nada más que por el zumbido del motor de la nevera y el ruido ocasional de algún gato en un tejado vecino. A Baekhyun le ardía el dedo cada vez que lo movía, pero lo tenía merecido por ser tan descuidado. Lo tenía merecido por no haber cenado con su familia antes, por no haber ayudado a Joonmyun la semana anterior, por haber sido un cobarde toda su vida.
Lo tenía merecido y no era suficiente, le dijo una vocecita en su cabeza. Joonmyun había tenido que pasar por mucho más que un simple cortecito, y él era una mierda de persona que tenía que sufrir más. Si algún día quería poder volver a ver a Joonmyun a la cara, si quería quitarse toda aquella culpa, tenía que pasar por el mismo dolor que él. Subió a su habitación, resuelto a llevar a cabo los deseos de aquella voz. A cada paso que daba, sentía un fuego en el interior que cada vez le quemaba más. Le abrasaba el pecho, los pulmones, el corazón; le pedía salir, que lo expulsara como fuera. Lo llenaba de remordimiento. Baekhyun quería descargarse.
De haberse podido golpear, lo habría hecho, pero los reflejos de su cuerpo no se lo permitieron. Estuvo tres minutos intentando ponerse un ojo morado y siempre se echaba atrás en el último instante. No se atrevía ni a darse un puñetazo, ni a dejarse caer en la bañera ni a darse en la cara con el picaporte.
Y en el baño de su cuarto vio la maquinita de afeitar que le había comprado su padre hacía dos meses, para que empezara a sentirse más hombre. En su mente de pronto surgió la chispa de una idea. Había leído al respecto y hasta habían visto un documental sobre autolesiones en clase, pero nunca creyó que fuera a hacerlo él. En aquel entonces le había parecido una estupidez, pero mientras se miraba en el espejo, tras haber removido la navaja plateada, podía comprender a la gente que se cortaba las venas. Todo lo que querían era poder expresar su dolor de una forma que no era posible mediante las lágrimas, ¿verdad? Y si él lo hacía, finalmente estaría redimiéndose con Joonmyun por haber sido tan inútil y no haberlo ayudado en ningún momento, ¿no?
Se quedó ahí de pie, frente al lavabo, y se arremangó el suéter y la camisa del uniforme. Jadeaba. Podía casi escuchar sus latidos en aquel silencio sepulcral. Observó a su reflejo a los ojos y por primera vez vio determinación en su mirada. Aquellas pupilas cafés le decían que eso era lo que tenía que hacer. Y lo hizo.
Primero se clavó una punta de la navaja sobre la piel, y de inmediato empezaron a rezumar gotitas carmesí que fueron cayendo a la superficie cerámica de abajo con un suave sonido. Creyó que le dolería más, pero apenas sentía una especie de picor, tal vez por la adrenalina. Repitió los cortes horizontales una y otra vez en su muñeca un total de cinco veces, y al terminar, el lavatorio se encontraba teñido casi totalmente por manchones rojos. Tenía el interior más en calma, se sentía apaciguado. Sabía en el fondo que acababa de hacer lo correcto; y más en el fondo aún, que no.
Baekhyun se pasó un algodón con alcohol por las heridas y luego se envolvió el antebrazo con gasa. Hizo correr el agua para que el lavabo se limpiara, y una vez que se cercioró de que no quedara ni una gota de sangre ahí o en el suelo, se fue a dormir. Soñó con tinieblas azabache, absorbentes, que lo rodeaban y ejercían presión sobre su cuerpo. Él se esforzaba por moverse pero no podía. Trataba de gritar pero no salía ningún sonido. Intentaba respirar pero no lo conseguía.
Cuando se despertó, todavía con el uniforme puesto, oyó que su madre le estaba gritando desde el otro lado de la puerta para que se despertara, o llegaría tarde al instituto. A regañadientes, Baekhyun se puso de pie, se alisó la ropa y el cabello y salió. Estaba algo mareado y sudoroso, pero igual decidió bajar a la cocina a tomar el desayuno; seguramente comer algo le haría bien. Antes, pasó por el baño de abajo y se arrancó la gasa. La tiró a la basura y se observó la muñeca: tenía cinco finas líneas que la recorrían transversalmente, de un color rojizo y trazo tembloroso. Las rozó con un dedo y no pudo evitar sisear de dolor.
-¿Estás mejor? -preguntó su madre cuando lo vio tomar asiento en su lugar habitual de la cocina. Baekhyun simplemente asintió-. ¿Qué te pasó ayer?
-Nada… prefiero no hablar del tema. Estoy bien, no te preocupes -mintió, esbozando una sonrisa agotada.
Su madre lo observó con semblante preocupado pero no insistió. Él sabía que el fin de semana volvería a intentar averiguarlo.
-¡Baekkie, tienes la camisa toda arrugada! -La mujer notó el aspecto de su ropa mientras le llevaba una taza de café-. No puedes ir así a clases. Dámela, te la plancharé mientras comes.
-¡No! -gritó él sin querer, demasiado a la defensiva. Si se quitaba la camisa, le vería la muñeca. Su hermano lo miró desde el otro lado de la mesa, curioso.
Terminó yendo al instituto con el uniforme desprolijo y el corazón adolorido. Le llamaron la atención varias veces por la apariencia con la que se había presentado, pero no le pudo interesar menos. Lo único que le importaba ya no estaba. Se había ido para siempre.
Con el tiempo, la sensación de pesar fue desapareciendo. Nunca por completo, pero al menos se le hacía más fácil de sobrellevar. Joonmyun y él habían sido prácticamente extraños, pero Baekhyun había sentido hacia él un afecto que no tuvo por nadie más. Tal vez por su forma de ser tan tranquila, tal vez por su sonrisa sincera o su inteligencia. Nunca supo qué fue exactamente lo que hizo que quedara tan perdidamente enamorado de él, porque no lo volvió a ver.
Se le fue olvidando el sonido de su voz. Se le fue olvidando su rostro, con el paso de las estaciones. Pensaba en Joonmyun cada vez que veía a alguien de aspecto triste, pero también pensaba en él cuando escuchaba el cantar suave de algún pájaro o cuando veía a un padre con su hijo paseando de la mano. Pensaba en él mientras caminaba por las playas de Busan, viendo cómo las olas rompían contra las rocas de la costa; pensaba en él mientras subrayaba con colores sus apuntes de Bioquímica, tal como solía hacer Joonmyun en su cuaderno negro.
No recordaba tanto su voz ni su rostro, ni tampoco soñaba con él tan a menudo, pero Baekhyun nunca lo olvidó.
★
Tras haber estado un año estudiando la carrera de Veterinaria, Baekhyun se encontró con que era demasiado para él. Sus padres se mostraron sumamente decepcionados y el ambiente en su hogar estuvo tenso durante un tiempo, hasta que, como todo en la vida, terminó quedando en el pasado. Decidió buscarse un empleo para independizarse de una vez. Pasaron los días sin que nada apareciera, hasta que se topó con el aviso de una compañía que solicitaba gente interesada en un empleo de medio tiempo. Se requerían conocimientos básicos de programas informáticos, cosa que él tenía, y era de lunes a viernes por la mañana. El salario probablemente no le fuera a permitir rentar un lugar muy grande, pero al menos iba a poder irse a vivir solo.
Se mudó a un pequeño apartamento ubicado en la zona céntrica de Seúl, a pocas cuadras del río, y cada vez que volvía de trabajar pasaba por los parques y admiraba los distintos colores que tenían las hojas según el mes. Un día, vio en la calle a un grupo de músicos, y uno de ellos tocaba en un piano eléctrico una melodía hermosa que le voló la cabeza. Baekhyun quedó fascinado y empezó a ahorrar para poder comprarse uno. Meses después, adquirió su propio Yamaha y empezó a tomar clases con un profesor particular que iba a su casa una vez por semana.
Pasó así algunos años, esforzándose tanto en el trabajo como en sus lecciones de piano. Notaba cómo de a poco mejoraba, no solo en el aspecto musical, y si se comparaba con el Baekhyun de hacía un mes, podía ver un cambio importante. Cosas que antes le parecían imposibles de tocar ahora estaban al alcance de sus dedos, y la relación con sus colegas del trabajo era satisfactoria.
Una tarde de otoño, su padre falleció en un accidente mientras se dirigía a un seminario de medicina. El auto quedó destruido. Fue una época horrible en la vida de Baekhyun, con más dolor del que sintió tras la partida de Joonmyun, pero en retrospectiva pudo apreciar cómo eso consiguió que su familia se uniera mucho más. Al menos podía rescatar algo bueno de todos esos meses de sufrimiento.
Baekbeom, su hermano mayor, se había ido al servicio militar hacía unos meses, por lo que su madre quedó con la casa para ella sola. No podía pagar todos los gastos con su sueldo, así que Baekhyun comenzó a buscar un empleo mejor que le permitiera poder mantenerse y pasarle algo de dinero a ella. Las semanas transcurrieron sin nada de suerte, y con todo el dolor del mundo tuvo que vender su piano. No le contó a su mamá de dónde había sacado ese dinero; le mintió diciéndole que lo habían ascendido en el trabajo. Ella se alegró y le acarició una mejilla, orgullosa.
Un mes después, abrió en el barrio una tienda de autoservicio, así que Baekhyun dejó su solicitud de empleo ahí y terminaron contratándolo. Era a tiempo completo y ganaba casi el doble que antes, por ende pudo seguir viviendo en su departamento y le pasaba el resto del dinero a su madre.
Durante una charla trivial con un cliente mientras escaneaba sus productos, Baekhyun conoció al dueño de un refugio de animales. Estaban necesitando voluntarios con ganas de atender el lugar uno o dos días a la semana pero sin percibir salario, y le preguntó si estaba interesado. Tenía conocimientos básicos sobre cuidado animal y experiencia tratando con gente, y no era una tarea exigente ni que le demandara mucho tiempo. No hacía nada más además de trabajar, así que Baekhyun aceptó encantado, feliz de poder volver a rodearse de animales. Ofrecer su ayuda como voluntario era algo que siempre había querido hacer: no había nada más lindo que dar sin esperar nada a cambio.
Comenzó a trabajar allí los sábados por la mañana, viendo con alegría cómo las personas entraban y salían del lugar con animales -y a veces llorando cuando le llevaban alguno muy maltratado-. Poco a poco la vida fue recuperando sus colores, de la mano de los maullidos de los gatos y las lamidas de los perros. Tuvo deseos de volver a comprarse un piano y retomar sus lecciones, pero requerían demasiado tiempo de estudio y él ya no contaba con eso. Y una tarde, mientras paseaba por el parque Marronier, un hombre le entregó un volante azul de papel. Baekhyun lo leyó sentado en un banco, con los niños correteando por doquier y los oídos llenos del ruido de los autos y las voces y alguna guitarra que alguien estaba tocando.
Era sobre un coro de aficionados que estaba en busca de nuevos miembros. No hacía falta tener experiencia ni técnica a la hora de cantar, sólo ganas de participar y de conocer personas. Baekhyun siempre había disfrutado de cantar; le gustaba hacerlo en la ducha, cocinando, o en voz alta mientras andaba por la orilla del río Han y creía que nadie le prestaba atención. Se reunían a ensayar los sábados a la tarde, lo cual le venía como anillo al dedo porque tenía esas horas libres.
El destino se encargaba de recompensarlo por su forma altruista de ser. Y así seguiría siendo, porque cada vez que algo malo pasaba en su vida, Baekhyun nunca dejaba que lo derribara. Sabía que las cosas mejorarían con el tiempo. Siempre lo hacían, aunque a veces pareciera que no. Dar sin esperar nada a cambio: así debía manejarse la gente si quería que el mundo fuera un lugar mejor. Había que ser como los animales, que lo único que saben hacer es dar amor.
El destino se encargaba de hacer que todo mejorara en su vida, y Baekhyun no creyó que fuera posible hasta que vio entrar al local de adopción a alguien familiar. Le tomó una fracción de segundo reconocerlo porque su aspecto era un poco diferente, pero esencialmente seguía viéndose igual que en el instituto. Kim Joonmyun había entrado con el sonido de la campanilla, vistiendo una camiseta blanca y shorts deportivos. Tenía el cabello corto y parado y la piel ya sin rastros de acné. Lo primero que atinó a hacer Baekhyun fue agacharse, esconderse tras el mostrador. ¿Qué hacía él allí?
Todos los recuerdos de los meses horribles que pasó en EXO High School le volvieron de forma vertiginosa, dejándolo incluso hasta mareado. El corazón se le revolucionó de un instante para el otro, y no consiguió ponerse de pie para saludarlo. No tenía el valor. ¿Con qué cara iba a verlo, después de lo que Joonmyun había tenido que pasar? Además, probablemente ni lo recordara, si jamás habían hablado.
Aunque si no lo recordaba, no tenía por qué sentir temor de hablarle. De ningún modo Joonmyun lo asociaría con aquella época tan oscura.
Entonces lo comprendió: la vida le estaba dando una segunda oportunidad. Una segunda oportunidad para acercarse a él como no había podido hacerlo en el instituto, para hacerse su amigo y brindarle todo el apoyo que fuera capaz de darle.
Levemente nervioso, pero no tanto como lo habría estado a sus dieciséis años si le hubiese tenido que dirigir la palabra, Baekhyun se puso de pie y salió de atrás del mostrador. Enfrentaría sus miedos y finalmente dejaría el pasado atrás.
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