← Anterior |
Índice -Nunca hablabas conmigo en el instituto -le explicó Baekhyun entre sorbos nerviosos de té-, tal vez por eso no te acordabas de mí.
-No comprendo… ¿por qué no me lo dijiste antes?
-No me… atrevía -confesó, comenzando a juguetear con sus pulgares y buscando la mejor forma de expresar sus pensamientos-. Cuando dejaste el instituto, me sentí muy culpable por lo que te pasó.
Hubo una breve pausa en el aire, ligeramente tensa.
-¿Por qué habrías de sentirte culpable? -La bebida de Joonmyun se enfriaba pero no la tocó-. No tuviste nada que ver con eso, ¿o sí?
-¡No! -se apresuró a replicar Baekhyun-. No, claro que no. Pero… pero yo sabía lo que te hacían, Joonmyun. Los veía cuando fingían que no existías o cuando te robaban la tarea. Pude haber hecho algo, tuve que haber hecho algo, pero… elegí quedarme callado y no actuar. Fui un cobarde, lo sé, y no tienes idea de cuánto me odié por ello.
Joonmyun lo observó en silencio, sin saber bien qué responderle. No estaba enojado, sólo falto de palabras. Aquello había resultado tan repentino, tan inesperado, y todavía estaba intentando digerir la información. Baekhyun sintió un nudo en la garganta y empezó a costarle articular las frases.
-Sentía que todo había sido por mi culpa, ¿sabes? -continuó, un instante más tarde-. Tal vez si yo te hubiera ofrecido mi amistad, habrías conseguido s-seguir adelante. Me odié tanto, tanto, Joonmyun, que hasta llegué a lastimarme. -Y dejó su antebrazo al descubierto, donde las cicatrices que se había hecho hacía tantos años estaban marcadas de un color apenas más oscuro que el de su piel. Eran su recordatorio personal, algo que jamás podría borrar. Los ojos de Joonmyun se abrieron como platos al verlas-. No te estoy diciendo esto para que te compadezcas o algo, sólo para que sepas… cuánto te quería yo, aunque nunca fuimos amigos. Tal vez la empatía me hizo reaccionar así, no lo sé, pe…
Se vio interrumpido cuando Joonmyun lo tomó del brazo y lo atrajo hacia él para darle un beso. Un beso inesperado, imprevisto, que le hizo perder el hilo de sus pensamientos y que su mente quedara en blanco. Un beso lleno de amor y de esos sentimientos que no se pueden expresar con palabras, que sólo así se dan a entender mejor.
-Estúpido -le dijo Joonmyun cuando se separaron, con los ojos brillosos, tristes-. Fuiste un estúpido, Byun Baekhyun. ¿Cómo…? ¿Cómo pudiste siquiera pensar que cortarte era una buena idea?
Le acarició la muñeca, y Baekhyun lo miró con asombro porque esa reacción era la última que se hubiera esperado. Su mente paranoica ya se había preparado para que Joonmyun se marchara dando un portazo y lo dejara ahí.
-Y-yo… no…
No encontraba las palabras, sólo algunas inconexas.
-Ojalá me hubieras hablado, Baekhyun. En el instituto, digo. Ahora te recuerdo: eras el chico que se sentaba al lado de la puerta, que a veces se quedaba mirándome y yo pretendía no notarlo. ¡Me parecías muy lindo! -confesó Joonmyun, con una sonrisa temblorosa-. ¿Pero sabes qué? Ahora lo eres aún más, con lágrimas y todo. Eres la persona más hermosa, especial y considerada que he conocido en la vida, y me alegra tanto que nos hayamos vuelto a reunir.
Le volvió a tomar una mano a Baekhyun y la llevó hacia su propia mejilla. El otro lo miraba con incredulidad en los ojos, pero también había en ellos mil sentimientos más que Joonmyun no conseguía distinguir. Su interior también estaba hecho una maraña de emociones, pero la que más predominaba era la gratitud. Gratitud por haber conocido a la persona que tenía enfrente, que ahora le acariciaba el rostro sin necesidad de que él le sujetara la mano. Porque gracias a él su vida se había llenado de luz, de ese algo que le venía faltando hacía mucho tiempo.
Kim Joonmyun ya no rehuía al contacto con otras personas, ahora lo anhelaba. Ya no prefería pasar las noches jugando solo en su dormitorio, sino hablando cara a cara de cualquier cosa que se le cruzara por la mente, por más tonta que fuera, con una lata de cerveza adelante y Baekhyun abrazándolo por detrás. Quería salir, conocer más de aquella ciudad que lo había recibido con el pie izquierdo, ir al parque a medianoche y al cine al mediodía.
Se había vuelto una mejor persona gracias a él y a las pequeñas cosas que le había hecho vivir. Y para eso, Joonmyun sólo tenía dos palabras, que pronunció con voz enronquecida:
-Te amo.
∾
Pasaron las semanas y se convirtieron en meses. Empezó a caer la nieve, primero con cristales muy dispersos y luego de forma más copiosa, y Baekhyun y Joonmyun salieron a pasear abrigados con cuatro capas de ropa cada uno. Hablaban con las bocas tapadas por sus bufandas, y el poco aliento que escapaba formaba un vaho que se disolvía en el aire al segundo. Entraron a un local de comida rápida, porque Joonmyun había cometido el error de contarle que jamás fue a uno en su vida y Baekhyun lo forzó a ir con diez grados bajo cero. Compartieron un balde grande de pollo crujiente, sentados en la mesa del rincón. Ya no se ubicaban enfrentados, sino hombro a hombro, y cuando Baekhyun le metió a la boca un trozo de pollo y unas personas que pasaban les echaron una mirada extraña, Joonmyun los observó con la sonrisa más insufrible que pudo poner y besó a su novio. Más tarde se dirigieron a la casa de Baekhyun, para ver una película por internet en el nuevo televisor que se había comprado.
-¿Qué es eso? -inquirió Joonmyun cuando entraron en el dormitorio. Sobre una repisa, encima de la cabecera de la cama de Baekhyun, había alineadas un montón de cajas de diversos colores y tamaños; algunas con ilustraciones y esquinas de metal y otras con cosas metidas adentro que sobresalían por arriba.
-Ah, es mi colección. Me gustan las cajas.
Joonmyun contuvo una risita para no parecer maleducado.
-¿Las… cajas?
-Sí. -Baekhyun lo miró con cierta adustez, pero parecía acostumbrado a que la gente reaccionara así-. Me gustan, son lindas. Pongo cosas dentro, aunque algunas están vacías aún. Antes las tenía en la sala de estar pero la gente se mofaba, así que las trasladé aquí.
-Perdóname, Baek, no era mi intención burlarme -le dijo Joonmyun, sintiendo de pronto que la culpa lo invadía-. Pero tienes que reconocer que no es muy común coleccionar cajas.
-¿Por qué piensas eso? Hay gente que colecciona de todo, hasta tornillos y tuercas. Y además, míralas. Son tan bonitas, ¿cómo no coleccionarlas? Prefiero guardar las cosas ahí antes que tenerlas en cajas de cartón, escondidas en el ropero.
Procedieron a sacar dos de las ocho mil mantas que guardaba Baekhyun en el armario (tenía un sector sólo para ellas) y se envolvieron hasta parecer burritos vivientes e incomibles. Afuera reinaba el silencio y la nieve caía gentilmente, acumulándose en el marco de madera de la ventana (había en el alféizar dos botellas de vidrio con juncos: uno blanco, que parecía una pluma, y otro rosado, de tallo más largo, que le había dado Joonmyun en otoño). Vieron Love Actually, Baekhyun por primera vez y él por enésima, comiendo palomitas y poniendo pausa a cada rato para ir al baño o simplemente para besarse. Terminaron durmiéndose como a la una de la madrugada.
Un sábado de diciembre, ya finalizando su clase de inglés semanal, Joonmyun acudió a Eric en busca de un consejo mientras se preparaban para otra noche de noraebang.
-¿Se te ocurre algo que le pueda regalar a Baekhyun para Navidad? Llevo días pensando.
-Yo le regalé a mi novia una pulsera y le encantó, prueba con eso -bromeó su profesor-. No, pero depende de cada quien, Joonmyun. Tú lo conoces mejor que nadie, ¿qué cosas le gustan?
Pensó en que a Baekhyun le gustaba cantar, pasear por el parque, los licuados, los animales. Nada de eso le sugería obsequios interesantes. ¿Tal vez pudiera grabarse cantando su canción favorita en el noraebang con Eric y dársela? Mmm, no, era un regalo muy tacaño. Necesitaba algo más sentido, más pensado.
¿Algo hecho a mano? Pero, ¿qué? Las manualidades nunca habían sido su fuerte, era un inútil para esas cosas. Sólo servía para cocinar. Pero no podía regalarle comida; quería que lo que le obsequiara le durara para siempre.
De pronto, la respuesta surgió en su mente como si siempre hubiera estado ahí, esperando a que él la descubriera, oculta entre la neblina. Era el regalo más perfecto que podía imaginar.
∾
Joonmyun nunca había festejado la Navidad antes, ni tampoco Baekhyun, pero éste le había insistido.
-Quiero sentirme como en las películas de Hollywood -había dicho una noche mientras cenaban samgyeopsal en Busan-. Quiero decorar la casa con luces y adornos y armar el árbol de Navidad. Quiero colgar las medias sobre la chimenea (bueno, no tenemos chimenea así que las podemos poner en la ventana) y comer bastones de dulce.
Se habían tomado unas pequeñas vacaciones juntos, y Baekhyun había sugerido que rentaran un pequeño apartamento allí, en Busan. Bona viajó con ellos en el bus sin problemas y visitó el mar por primera vez. Estuvo unos cinco minutos ladrándole a las olas y apartándose de un salto cuando se le aproximaban demasiado y le lamían las patas.
-Eres como un niño. Eres mi bebote. -Joonmyun había aceptado porque no podía negarse cuando lo miraba con el rostro tan ilusionado. Le pellizcó una mejilla y Baekhyun le apartó la mano de una bofetada.
Pasaron casi un día entero en el centro comercial. Fueron al más grande que encontraron y allí se dedicaron a pasar la tarjeta de crédito dorada de Joonmyun en un local tras otro. Ya casi era Navidad, pensó él; podían darse el lujo. Estaba repleto de personas que iban de un lado a otro y apenas había sitio para caminar. No paraban de pedir disculpas a diestra y siniestra porque se chocaban gente sin querer, sobre todo a medida que compraban cosas y tenían que andar cargando más y más bolsas. Compraron un árbol verde de un metro y medio -que por suerte se los entregaron a domicilio- y mil objetos para decorarlo: bolas, luces, moños, unas cosas peludas cuyo nombre Joonmyun desconocía… Baekhyun eligió un ángel blanco para poner en la punta.
Una vez de regreso en la tranquilidad de su vivienda rentada por dos semanas, habiendo atravesado la odisea que fue ir a comprar, se dedicaron a dejar todo tan lindo como pudieron. Armar el árbol les tomó unas tres horas, y desenredar las luces como mil. Baekhyun le lanzaba objetos a la cabeza y le enroscaba cosas en el cuello; por eso, cuando terminaron con todo ya era bien entrada la noche.
∾
Pasaron la Navidad los dos solos, junto a Bona. Ninguna de sus familias había querido acompañarlos porque no eran católicas, pero la verdad que no les importó: por algo habían decidido festejarla en otra ciudad. Les habían preguntado meramente por cortesía, para que luego sus madres no se ofendieran. Mientras que contaran con la presencia del otro, ellos estaban felices. Harían todo lo posible para que su primera Navidad fuese mágica, tan mágica como las películas y series la hacían ver.
Mayormente, fue un día como cualquier otro, y la cena no tuvo nada de particular excepto que fue un poco más elegante que de costumbre. Habían puesto un par de velas junto a un centro de mesa muy bello repleto de flores rojas y blancas. Comieron, brindaron con champagne cuando dieron las doce y se asomaron al balcón a ver los fuegos artificiales. Bona ladraba enloquecida, y fue a esconderse bajo la cama de dos plazas pasados unos minutos.
-Te he comprado un regalo -le dijo él a Baekhyun, con el cielo tintineando por las luces y los estallidos-. Me ha costado pensarlo, así que ojalá te guste.
Joonmyun fue hasta abajo del árbol y le entregó una pequeña cajita oscura adornada con un moño dorado.
-Feliz Navidad -finalizó, sonriente. Baekhyun tomó el obsequio y lo abrió deprisa, casi como un niño hiperactivo que no puede esperar para saber qué le dieron.
Extrajo de la caja una pequeña lámina de metal adherida a un trozo circular de cuero negro: una pulsera. Grabada sobre la superficie cromada había una única palabra: fearless.
-Me has contado del miedo que tuviste en el pasado -le explicó Joonmyun, cuando su novio lo miró con un claro interrogante en los ojos-. Cómo no te atrevías a hablarme o a expresar tus pensamientos por temor al qué dirán. Has vivido todos estos años cargando con lo que me pasó, sintiéndote en el fondo culpable, pero déjame decirte que no, Baekhyun: no fuiste, no eres ni serás jamás el culpable de nada malo que me pase.
Baekhyun lo observaba con la boca entreabierta y ojos tristes, y Joonmyun supo que si seguía hablando iba a hacerlo conmover, pero no podía callar todo lo que sentía en el corazón. Dio un paso hacia él, y de pronto pudo verle el rostro con tanta claridad que hasta distinguió las luces intermitentes de colores reflejadas en sus pupilas.
-Fuiste todo lo hermoso que me pasó en esta vida -continuó-. Tal vez no lo hayas notado, o tal vez sí, pero me ayudaste a crecer y a salir de mi caparazón. Gracias a ti soy una mejor persona, y por eso, lo único que quiero en la vida es que seas feliz. Quiero que seas tan feliz como me has hecho tú a mí. Que dejes el pasado atrás de una vez por todas, que lo entierres, que dejes de tener miedo. -Le quitó a Baekhyun su pulsera de las manos y se la ajustó en la muñeca izquierda. Las cicatrices quedaron totalmente cubiertas, ocultas del mundo-. Déjalo ir, Baekhyun. Tenemos todo un futuro por delante, eso es lo que realmente importa.
Y Baekhyun, con los ojos brillosos y la voz trémula, le tomó una mano.
-Eres la persona más cursi que he conocido en la vida, Kim Joonmyun. -Le dio un beso prolongado, dulce, y él sintió cómo una lágrima le aterrizaba en los labios-. El regalo es perfecto, pero tú lo eres aún más. Me encanta… Muchas gracias.
Se quedaron durante unos segundos de pie frente al árbol de Navidad, en silencio.
-Yo no tengo para regalarte algo tan lindo como esto -dijo Baekhyun luego, alzando su antebrazo-, pero creo que de todos modos te va a gustar.
Desapareció brevemente hacia el dormitorio y regresó con una pequeña caja rosa entre las manos. Joonmyun lo miró con perplejidad porque la reconoció: era una de las de su repisa.
-¿Eso era lo que traías escondido en tu abrigo? No me digas que me harás empezar mi propia colección de cajas, por favor -bromeó.
-No, bobo. Es decir, si quieres. No me molestaría. -Baekhyun rió y le entregó su presente-. Te regalo esto y todo lo que hay dentro.
Joonmyun tomó la caja rosada, que tenía un dibujo pintado a mano de un puente sobre el mar. Al quitarle la tapa, se encontró con que estaba llena de papeles. Eran cartas. Extrajo una al azar y se puso al lado de una lámpara, para poder leerla mejor.
Querido Suho: hoy te vi vestido de blanco y parecías un ángel, tan bello y puro. Me parece que te empezaré a llamar así a partir de ahora: Suho. Eres como mi ángel guardián, aunque no lo sepas y jamás te enterarás, pero cada vez que te miro me siento mejor. Cuando me pongo triste por sacar una mala calificación, veo tu rostro, siempre sonriente, y se me pasa. Aunque tú te llevas siempre los elogios de los profesores y a veces me pongo un poco celoso. Ojalá fuera tan inteligente como tú.
-No me juzgues, ¿de acuerdo? -le dijo Baekhyun antes de que él pudiera decir nada-. Tenía dieciséis años. Mi única forma de descargarme era escribiéndote esas cartas que nunca se suponía que leyeras.
Joonmyun no pudo contener una risotada cariñosa al ver el rostro sonrojado de su novio. Guardó la carta en su caja y la dejó en el sofá.
-Y luego resulta que el cursi soy yo, claro. ¿Me has escrito una para cada color de ropa que llevaba?
-Hey. -Baekhyun puso un puchero y fingió sentirse ofendido, pero se le asomaba una sonrisa que no podía ocultar-. No hagas que me arrepienta y me lleve la caja de vuelta a casa.
-Me pregunto qué otras cosas tendrás guardadas en tu colección…
-Ah, es secreto confidencial. Tal vez algún día te lo cuente.
Pensaba dejar a Joonmyun con toda la curiosidad del mundo, y cuando ya no pudiera soportarla más, le enseñaría que tenía lápices en una, partituras de Chopin en otra y hojas secas en la naranja.
∾
A Joonmyun le parecía que apenas habían pasado cinco minutos desde que se quedó dormido. Baekhyun lo sacó de su sueño dándole sacudidas, susurrándole cosas que no conseguía comprender porque tenía el cerebro demasiado adormilado.
-Vamos, despierta, mi Suho -decía. Podía sentirle la sonrisa en su voz-. Es importante.
-¿Baekhyun…? ¿Qué sucede? -Joonmyun se sonó la espalda tras sentarse en el colchón.
-Vístete, tenemos que salir. Hay algo que quiero hacer y no nos queda mucho tiempo.
Le gustaba hablar de esa forma enigmática, sin explicarle qué diablos quería hasta que llegasen al lugar en cuestión. A alguna gente le irritaba y a otros les daba igual. Joonmyun estaba entre esos últimos.
Bajó de la cama, con cuidado de no pisar a Bona (quien los miraba de forma inquisidora, con las orejas alzadas) y se calzó. Estaba por tomar una camisa del armario cuando Baekhyun lo agarró del brazo y lo sacó a las prisas del dormitorio, diciéndole que no importaba que sólo tuviera el pijama puesto, que debían salir ahora. Los pasillos del edificio, las veredas y las calles estaban desiertas. Joonmyun no sabía qué hora era, sólo que estaban en mitad de la madrugada. No sabía adónde lo llevaba Baekhyun por las calles de Busan, caminando como si conociera el trayecto de memoria y produciendo un leve crujido bajo las suelas al andar. No sabía qué era lo que pasaba, pero no le importaba siempre que estuviera junto a él.
La luna brillaba en el cielo, y a pesar de estar sumergidos en la noche, se podía ver sin problemas. De vez en cuando oían a alguien gritar en la distancia; resabios de los festejos de Navidad. Su voz resonaba por la ciudad y llegaba hasta ellos traída por el viento. Poco a poco el aire fue adquiriendo sabor a salitre, y no pasó mucho hasta que doblaron en una esquina y divisaron la playa. A la distancia, muchos metros hacia la izquierda, centelleaba una fogata rodeada de tres o cuatro personas; sus siluetas negras resultaban prácticamente indistinguibles. Pero Baekhyun lo llevó en dirección opuesta, hacia el este, y se les metía arena en el calzado pero no tenían tiempo de parar y quitárselo.
Llegaron a un punto en el que los edificios y las calles dejaron de interferir en su visión, y pudieron ver el océano en toda su extensión y su negrura.
-Hay un sueño que quiero cumplir -dijo Baekhyun entre jadeos-. Perdona que te haya traído con tanta prisa, pero me quedé dormido y ya casi es la hora.
Joonmyun lo observó: tenía las mejillas rosadas y estaba completamente despeinado por el viento y por haberse acabado de levantar. Imaginó que él se vería igual, solo que menos tierno.
-¿Casi es hora de qué?
-Del amanecer, Joonmyun. Siempre quise ver el amanecer desde la playa.
Baekhyun lo miraba con afecto y había algo que se estaba callando, que por algún motivo no quería revelarle. Pero estaba bien, pensó Joonmyun; tenía todo el derecho del mundo. Además, ¿qué importaba?
Se quedaron los minutos restantes en silencio, escuchando el sonido del mar y de los vehículos que circulaban en la distancia, casi imperceptibles, dibujando curvas de luz con sus faroles. No tenían nada que decirse ni tampoco hacía falta. Baekhyun se agarraba con una mano la muñeca donde llevaba su nueva pulsera, y Joonmyun le pasó un brazo por los hombros y lo atrajo hacia él, porque hacía bastante frío. Tenían suerte de que no estuviera nevando.
El sol empezó a asomar por el horizonte, con parsimonia y lentitud. Joonmyun recordó la vez que Baekhyun lo llevó a ver el atardecer en el río Han: esto era igual de hermoso. Tal vez en ese cielo no hubiera tantos colores como en aquel entonces, y tal vez no soplara una brisa estival, pero miró hacia el costado y vio a su novio allí, con una expresión de suma tranquilidad en el rostro y los ojos llorosos.
-Baekhyun, ¿estás bien?
Él asintió con una sonrisa y se enjugó las lágrimas con el dorso de una mano.
-Llevo toda la vida esperando este momento. Gracias, Joonmyun.
Y le dio un abrazo. Un abrazo cargado de emociones y recuerdos que sólo él conocería; un abrazo tibio pese a la temperatura y la estación. Un abrazo que significaba más de lo que imaginaba. Cuando se separaron, varias decenas de latidos de sus corazones más tarde, con el sol pintando reflejos ambarinos en sus cabellos, Baekhyun volvió a hablar.
-Tengo que confesarte algo. No te lo dije hasta ahora porque me daba mucha vergüenza, pero me tienes que prometer que no te vas a reír.
-Lo prometo -dijo Joonmyun, que nunca cumplía porque terminaba riéndose igual.
-¿Recuerdas las visitas semanales a tu casa para chequear el estado de Bona y eso? Me las inventé. No existe tal cosa.
Joonmyun abrió los ojos con sorpresa. Le había parecido que eran demasiadas preguntas las que le había hecho en ese entonces cuando lo visitó, pero eso no disminuyó el impacto.
-¿Qué? ¿Para qué hiciste eso?
-Estaba un poco desesperado, ¿sí? O sea, ¿cómo se suponía que te volviera a ver, si no? Nunca ibas a regresar al refugio a adoptar a los demás perritos. Nunca iba a encontrarte otra vez.
-Eres un bobo. Un bobo muy tierno y muy bobo. Y para que sepas, sí tenía la intención de adoptar al resto de los perros. La sigo teniendo.
Baekhyun dejó escapar una risa melodiosa, alegre y aliviada.
-¿No me vas a hacer el típico escándalo de «nuestra relación está basada en una mentira» y eso? ¿No vas a irte corriendo y a dejarme aquí llorando, mientras mis lágrimas refulgen con el sol y yo grito tu nombre a los cuatro vientos?
-Mmm, nop. -Joonmyun lo despeinó cariñosamente; sabía que el otro odiaba que lo hiciera-. Sólo porque yo también tengo una confesión que hacerte.
Ahora le tocó a Baekhyun poner una expresión de asombro en el rostro, aunque estaba mezclada con algo de curiosidad.
-Oh, ¡se dio vuelta la cosa! Me vas a confesar que tuviste un amorío con Jongdae mientras yo trabajaba, ¿no?
Sacó juguetonamente la lengua y Joonmyun le contestó con sorna:
-Tienes que dejar de ver tantas novelas, Baek. Te hacen mal. Además, Jongdae es hétero.
-Eso dicen todos, créeme. Cuanto más hétero son, más se excitan viendo bultos en la playa.
-¿Me vas a dejar contarte mi secreto? -Suspiró con dramatismo-. Si no quieres me voy, eh.
-Perdón. Perdón, señor, adelante. -Baekhyun lo invitó a proseguir haciendo con su mano un ademán.
-El día ese que te invité a almorzar y cocinamos los fideos, llené de harina adrede la toalla que te di porque envidiaba tu piel tan perfecta.
Su novio jadeó con fuerza.
-¡Mentira! ¡No serías capaz de hacer algo tan ruin! -replicó, con aspecto de estar verdaderamente escandalizado. Joonmyun alzó dos manos en un gesto defensivo.
-¡Oye, mira cómo terminaron las cosas gracias a eso! En vez de enfadarte deberías agradecerme. Agradécele a tu ángel guardián, mortal, pues gracias a su divina intervención ahora estamos donde estamos.
Baekhyun le lanzó un puñado de arena que adentro tenía una pequeña concha.
-¡Con mi piel no, Kim Joonmyun! ¡Con mi piel no te metas! Ni tampoco con mi cabello. -Soltó una carcajada y se le abalanzó-. Pero sí, sí que te estoy agradecido por haberme invitado a comer ese día. Aunque… -Se aproximó para susurrarle al oído-: ahora he aprendido a hacer fideos, y me salen más ricos que los tuyos.
Y rompió a correr en dirección a la salida de la playa, soltando un grito. Joonmyun lo observó un instante antes de perseguirlo tan rápido como pudo, sintiendo que el pecho se le inflaba de alegría. Baekhyun miraba hacia atrás cada tanto y se reía bien fuerte, pero no había nadie que pudiera escucharlos ni verlos a esa hora. Las sombras se proyectaban alargadas por las calles de pavimento y el cielo seguía de un tono grisáceo, queriendo aclarar poco a poco. Tenían un aspecto completamente desaliñado y las voces roncas por el viento gélido; la piel de gallina porque habían salido sólo con sus pijamas y una chaqueta. Baekhyun se metió solo al ascensor del edificio y Joonmyun subió los escalones de dos en dos para alcanzarlo antes de que llegara.
Eran lo más lejano a la perfección que podía imaginar en ese instante. Pero mientras iban por el pasillo en dirección al apartamento, riéndose y despertando a medio mundo y con Bona ladrando del otro lado de la puerta, Joonmyun se sintió completo. Estaba totalmente conforme y no necesitaba nada más.
★